Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

miércoles, 27 de febrero de 2013

La rebelión del 1989, una tragedia con grandes méritos


En esta nueva conmemoración de los hechos del Caracazo, bien vale la pena recordar la época en que los venezolanos estaban realmente divididos. Sí, divididos entre una minoría privilegiada y una mayoría excluida de los grandes beneficios de la producción social de una Venezuela rica, aunque en ese momento víctima de un neoliberalismo que venía enseñoreándose en la región.

Los sucesos de ese día siguen constituyendo hoy un desafío y una fuente ignota de conocimientos para la ciencia y la filosofía social, porque ¿Cómo explicar que un pueblo que votó mayoritariamente por una persona, días después lo deslegitimara completamente en una explosión social sin precedentes? Hoy día, sabemos que son cosas que los neoliberales son capaces de lograr con sus paquetazos criminales, pero no deja de llamar la atención lo que Carlos Andrés Pérez representaba para mucha gente en 1988: una suerte de mensajero de la abundancia, figura de la Venezuela saudita de los setenta que había dejado cierta huella en la sociedad venezolana.

No se recordaba, sin embargo, que el propio Rómulo Betancourt llegó a criticar duramente a su pupilo por sus prácticas oligofrénicas de derroche y corrupción desatadas en ese contexto en el que el país nadaba en un mar de petrodólares. Locoven, fue el apodo que CAP se ganó por esas prácticas; y qué decir del contexto internacional, el cual se transformaba con violencia a finales de los ochenta.

La gran explosión de El Caracazo, iniciada en Guarenas el 27 de febrero de 1989, sin duda fue una gran tragedia en la que se violaron todos los derechos elementales del hombre y la mujer, llámense civiles, políticos, universales o humanos. La represión fue inhumana, indiscriminada, inaudita. El presidente y sus ministros parecían dispuestos a matar a la mitad del país para ahorrarle al pueblo el dolor que empezaba a causar la “estabilización macroeconómica”. Ese día se reveló una incompatibilidad suprema entre el neoliberalismo salvaje y el pueblo venezolano, y ahí viene el mérito de El Caracazo.

El año 1989 fue el de la antesala del fin de la Unión Soviética, el gran contrapeso del occidente capitalista, con todo y sus desviaciones burocráticas. La soberbia neoliberal se imponía en el mundo y la invasión cultural del estilo de vida americano parecía haber triunfado a nivel planetario. Personajes como Francis Fukujama y Daniel Bell, hablaban del fin de la historia y del final de las ideologías, porque según ellos no quedaba más que monetarismo salvaje. La globalización neoliberal se consideraba irresistible, inevitable. El 9 de noviembre de ese año caía el muro de Berlín y con él uno de los símbolos más fuertes de la “cortina de hierro”, de la división este-oeste, de la llamada guerra fría.

Pero Venezuela no parecía encajar en esta dinámica mundial, toda vez que algunos meses antes del hecho que expresaría con fuerza el triunfo del occidente capitalista, del neoliberalismo mundial ―caída del muro― el pueblo venezolano se manifestaba contra él durante los sucesos del 27F. Así, Venezuela daba una respuesta temprana y pionera a las pretensiones de imposición del criminal sistema neoliberal que había sido bautizado en 1973 en Chile al costo de decenas de miles de asesinados y desaparecidos.

Allí radica, a nuestro parecer, la importancia del 27 de febrero de 1989, una fecha que tuvo una gran significación para el proceso político del país, pero que también la tuvo en el marco del proceso-contexto político internacional, en el que Venezuela fue la nota discordante que se transformaría en revolución.

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miércoles, 20 de febrero de 2013

Ludovico Silva: "Lo actual no es solo lo que nos da el presente, sino también lo que nosotros le damos al presente"

“Periodismo”, es el nombre de uno de los ensayos filosóficos que integra la segunda parte del libro Belleza y Revolución, del filósofo y escritor venezolano, Ludovico Silva, donde se plantea una pertinente crítica a lo que en ese entonces se entendía, y que hoy se sigue entendiendo, como periodismo de actualidad.

Ludovico inicia su reflexión, comentando que algunos amigos le reprocharon varias veces que sus ensayos no eran siempre estrictamente “periodísticos”, en el sentido de que no eran propiamente textos de “actualidad”. Luego de reconocer que, efectivamente, muchos de sus textos no eran periodísticos en ese sentido, el autor de El sexo de los ángeles estima conveniente que se pueda entender, tanto a la palabra actualidad como a la noción de periodismo, de una forma “menos superficial”.

Si bien la reflexión de Ludovico se enmarca en el ensayo literario propio del periodismo cultural, su crítica a la manera dominante de entender la “actualidad” bien podría aplicarse al resto de los géneros periodísticos, con énfasis en aquellos que podemos ubicar en la gran rama del periodismo de opinión, sin olvidar que, como lo recuerda Earle Herrera en La magia de la crónica, en todos los géneros y subgéneros del noble oficio hay “dosis de opinión”. Bien, en primer lugar, Ludovico distingue entre un sentido pasivo y un sentido activo de la actualidad.

Entonces, según lo generalmente aceptado, el sentido pasivo de actualidad es aquel que considera esta como “lo dado por el presente inmediato” o “lo puesto allí por la historia del momento”. De otro lado, está el sentido activo que postula Ludovico, según el cual “Lo actual no es solo lo que nos da el presente, sino también lo que nosotros le damos al presente”. Dicho de otro modo, “Hay cosas que la moda nos da, pero hay también cosas que nosotros podemos “poner” de moda. De tal manera, el autor destaca el valor de la nota periodística que logra descubrir la profunda actualidad de un “viejo tema”, dándole presencialidad en un determinado contexto.

¿Qué es lo actual sino lo que está o ponemos en acto, en actividad?

A partir de la crítica a lo que Ludovico llama el “periodismo pasivo”, que refiere al periodismo de actualidad que se sienta a esperar que sobrevengan los hechos y que por tanto solo nos habla de lo que el presente impone, el autor plantea un “periodismo activo”, el cual consiste en actualizar o dar vida a hechos, asuntos, situaciones, teorías, ideas, aparentemente muertos u olvidados. El autor de La plusvalía ideológica también llama a esta forma de asumir el oficio comunicacional “periodismo reflexivo”, el cual tiene como misión, sin negar el valor social del periodismo de actualidad ―hoy, objeto de duras y diversas críticas―, hablar de las cosas que no “están de moda”.

Darle primacía a lo importante sobre lo contingente o coyuntural; discurrir por senderos atacados de maleza pero que pueden llevarnos a mejores destinos; ensayar palabras sobre lo que no se dice, serían otras tentativas definiciones de este tipo de periodismo. El tema es de una indudable actualidad, y ahí están los medios alternativos y comunitarios. El debate está abierto.

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martes, 12 de febrero de 2013

El País y las perversas expresiones de la crisis capitalista en Europa

El pasado 24 de enero, el mundo pudo verificar una vez más la espiral de decadencia en que ha caído el periodismo hecho por las grandes corporaciones mediáticas, en su enfermizo afán de hacer campaña en contra de líderes revolucionarios como el presidente Chávez, y al mismo tiempo para tratar de atraer la atención en un contexto de grave crisis económica viene afectando sus más preciados intereses.

Se trata de la reciente publicación por parte del diario El País (Grupo Prisa) de una imagen de un hombre entubado que hicieron pasar por el presidente Hugo Chávez, y que generó un revuelo y una condena general que no cesa. El episodio conviene no olvidarlo, y que lo consideremos un ejemplo más del grado de perversión a que ha llegado esta “prensa”, como brazo mediático ―un tipo de brazo político― del sentido común y los más caros intereses del capitalismo metropolitano, hoy en crisis.

De todo lo que se ha dicho y sugerido, queremos ahora destacar dos elementos fundamentales. El primero de ellos y el más obvio, es que el hecho forma parte de la campaña internacional permanente que este tipo de transnacionales mediáticas ha impulsado en los últimos años en contra del presidente Chávez y la Revolución bolivariana, echando por tierra toda ética periodística y limpiándose el de atrás con sus “hermosos” manuales de estilo. Queremos recordar esto enfatizando que no es la primera vez que diarios de trayectoria como El País incurren en una suciedad de esta naturaleza, y que tampoco será la última. Su “hermoso” manual de estilo ha sido pisoteado ya muchas veces, sobre todo en este contexto de cambio de época y de segunda emancipación de Nuestra América, a propósito del aniversario del nacimiento de Martí.

En segundo lugar, esta aberración periodística ocurre en una de las peores situaciones económicas por las que han atravesado varios países de Europa. Baste decir que más del 40% de la juventud española, profesional y en edad productiva, está desempleada y que el suicidio se ha elevado a primera causa de muerte en este país, otrora destino preciado de muchos latinoamericanos. Los ajustes que ha venido implementando el gobierno de Rajoy, como siempre ocurre en estas crisis, han afectado a los más pobres aunque no solo a ellos. Incluyamos a los jóvenes, a los inmigrantes, a los débiles, a los “poco competitivos”, a los que perdieron sus casas y quedaron igualmente endeudados y un largo etcétera. Por supuesto, la grave crisis ha hecho que grandes empresas privadas dedicadas a la información, como El País, haya despedido en los últimos meses a decenas de sus trabajadores.

Así las cosas, es este el contexto donde El País publica la grotesca foto, la cual expresa una clara intención política, de un lado ―a propósito de las cínicas declaraciones de su director en las que este reconoce que la publicación no fue una equivocación―, y de otro una intención amarillista clásica, orientada a vender más lectores a los anunciantes de un diario que decidió convertirse en una letrina periodística. 

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domingo, 10 de febrero de 2013

Revolución, socialismo y sujeto revolucionario, en tres párrafos

El segundo sábado pasado, durante la inauguración del nuevo cine Aquiles Nazoa, el historiador Vladimir Acosta señaló algo que muchos camaradas seguramente habrán percibido,  o que talvez consideren como meros gajes de la transición: el proceso revolucionario ha venido deslizándose a posiciones cada vez más moderadas. Dada la importancia de la reflexión, consideramos oportuno recordar tres cuestiones esenciales de todo proyecto de liberación social.

¿Qué es revolución?

“Revolución, es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado, es igualdad y libertad plena, es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos, es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos, es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional, es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio. Es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo. Es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestro sueño de justicia para Cuba y para el mundo, es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. (Discurso de Fidel Castro del 1º de mayo de 2000).

¿Qué es el socialismo?

En esta oportunidad citaré la propuesta que hizo Aníbal Quijano en 1972 y que ha sostenido hasta el presente: la socialización del poder. ¿En qué consiste? Dice Quijano que “el socialismo no puede ser otra cosa que la trayectoria de una radical devolución del control sobre el trabajo (De sus recursos y productos), sobre el sexo (De sus recursos y productos), sobre la autoridad (instituciones y mecanismos para el ejercicio de la violencia), y sobre la intersubjetividad (conocimiento y comunicación), a la vida cotidiana de las gentes”. A. Quijano, en Colonialidad del poder, Eurocentrismo y América Latina. La propuesta nace de la necesidad de transformar las instituciones hegemónicas surgidas en la modernidad capitalista: La empresa capitalista, la familia burguesa, el Estado nacional y el eurocentrismo.

¿Quién hace la revolución?

No, no es el proletariado. Para responder esta pregunta, citaremos de nuevo a Fidel Castro quien, como dice Enrique Dussel, “sabe más por viejo que por zorro”. Se trata de la categoría Pueblo. En un conocido discurso, dijo Fidel “Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta…, la que ansía grandes y sabias transformaciones de todos los órdenes y está dispuesta a lograrlo cuando crea en algo y en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma… Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata, a los 600 mil cubanos que están sin trabajo; a los 500 mil obreros del campo que habitan en los bohíos miserables; a los 400 mil obreros industriales y braceros… cuyos salarios pasan de manos del patrón a las del garroteros; a los 100 mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida; a los 30 mil maestros y profesores…; a los 20 mil pequeños comerciantes abrumados de deudas; a los 10 mil profesionales jóvenes… Deseosos de lucha y llenos de esperanza… ¡Ese es el pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo el coraje! (Citado por Dussel en las 20 Tesis de Política).

Ahora, tales apreciaciones necesitan y merecen, a pesar de haber sido abordadas en toda su complejidad, ser matizadas de acuerdo a nuestra realidad social concreta: la Venezuela caracterizada por un capitalismo rentista con fuerte inversión social, con su religión dominante, su instituciones educativas, sus creencias y valores hegemónicos, sus medios informativos y su carga histórica.

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jueves, 7 de febrero de 2013

"Destino final": se salvó del incendio en la discoteca Kiss, y muere en accidente una semana despúes

Esta es la breve historia de una joven que después de “engañar a la muerte” al decidir no asistir a la discoteca Kiss la noche en que un incendio se llevó la vida de 238 personas, falleció una semana más tarde en un fatal accidente automovilístico.

En un caso donde la realidad parece haber imitado a la ficción, la joven Jessica de Lima Rohl, de 21 años, incluso había sido una de las organizadoras de la fiesta universitaria en la discoteca de Santa María, en Rio Grade do Sul. Pero ¿Qué hizo desistir a Jessica de ir a la fiesta? Esa noche, ya dispuesta para ir a disfrutar al local, Jessica recibió una llamada. Decidió no ir a la gran celebración que había organizado.

La llamada la hizo su novio, Adriano Stefanel, de 20 años, quien le pidió a Jessica, por razones desconocidas, que no fuera a la discoteca. Según el padre de Adriano, Nilton, de 48 años y residente de la ciudad de Silveira Martins, contigua a Santa María, su hijo “podría haber tenido un presentimiento sobre algo, le pidió que no fuera y al final no fue”. Pero la fatalidad, tal como ocurre en la película “Destino Final”, tendría una nueva oportunidad con Jessica, incluido esta vez su novio Adriano.

Imaginemos a Jessica y a Adriano consternados por lo que pasó. Muchos de sus compañeros y amigos habían fallecido trágicamente en esa fiesta a la que decidieron no ir en el último momento. No obstante, una semana después de los hechos de la discoteca Kiss, la pareja partió hacia Toledo donde Adriano laboraba. Iban en un Volkswagen Golf cuando la fatalidad hizo que este chocara con un camión, impacto que le arrebató la vida a Jessica en el acto, y que lo haría también con Adriano, aunque este falleciera un poco más tarde en un hospital.

Adriano cumplía 21 años al día siguiente. Aquel que crea en el destino dirá que su muerte estaba escrita, que no había para donde coger, lo cual parece una verdad en este caso. El padre de Adriano, declaró al portal Terra Brasil que los cuerpos de la pareja serán enterrados juntos en Silveira Martins, de acuerdo al deseo de la familia de Jessica. Era su “destino final”.

Publicado hoy en Poderenlared.com

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Daniel Estulin: Casa Rothschild trabaja para reducir la población mundial

Las familias más poderosas del mundo buscan reducir la población mundial para tener más recursos para sí mismas, según afirma el investigador y escritor Daniel Estulin, autor de obras como La verdadera historia del club Bilderberg, y responsable del programa de la agencia RT “Desde la sombra”.

En un contexto donde el factor demográfico plantea importantes desafíos para los dirigentes del mundo, Estulin afirma que “si no hay progreso ni desarrollo industrial, no habrá crecimiento de la población”, con lo cual intenta ilustrar que influyentes familias como la Casa Rothschild vienen vinculándose a la filantropía y al ecologismo, pero no con el interés de salvar al planeta son con el objetivo principal de “reducir la población mundial”. Sin embargo, indistintamente del interés de estas potentadas familias, constituye un hecho la necesidad del control de la natalidad, tal como ocurre en China.

También merece una matización el hecho de que una cosa es controlar la natalidad, y otra muy diferente lo que Estulin plantea: el interés de los Rothschild en reducir la población mundial en los lugares en los que esta se oponga al logro de sus objetivos.

Estulin, también manifiesta su preocupación respecto al crecimiento de la población mundial y su relación con los recursos naturales necesarios para su sostén, la vieja correlación que también preocupó al Sr. Malthus. Según Estulin el problema de la escasez es cada vez más grave, aunque no deja claro en qué región del mundo este problema es más patente. Por ejemplo, Argentina produce alimentos para 300 millones de personas, aunque alberga en su seno solo a 40 millones. ¿Escasez o perversión del sistema?

Preocupado por qué haremos cuando lleguemos a 10 o 20 mil millones de habitantes, Estulin parece plantear una gramática algo contradictoria: dice que para que haya crecimiento de la población es necesaria la industrialización y el progreso, pero denuncia que los Rothschild quieren reducir la población mundial invirtiendo en causas ecológicas y no en grandes proyectos industriales; luego, acepta que la población está en franco crecimiento a pesar de la crisis mundial ―particularmente porque en regiones como América Latina y el Sudeste asiático la dinámica viene siendo otra―, y en ningún momento menciona el tema del control demográfico, lo cual otorga a su tesis un carácter ficcional.

En general, la reseña que hace RT de las ideas planteadas por Estulin no deja de plantear una verdad de fondo: que en el mundo existen potentados interesados en oponerse al acceso democrático a los recursos porque este atentaría contra el control que eventualmente pueden ejercer sobre la dinámica socioeconómica mundial.

El problema, parece estar en las consuetudinarias concepciones de progreso como industrialización y crecimiento, que tiran a la basura gran parte de la producción, explotan al ser humano y además distribuye la riqueza de forma desigual.

Publicado hoy en Poderenlared.com

lunes, 4 de febrero de 2013

El 4 de febrero fue casi tan golpe de Estado como la Revolución cubana

Golpistas son los que se unen a la oligarquía para atropellar a su propio pueblo”

“Nosotros no somos golpistas, somos revolucionarios"
Hugo Chávez Frías

Decir que el 4 de febrero hubo un golpe de Estado en Venezuela es casi como afirmar que el 15 de febrero de 2009 los venezolanos votamos por la reelección indefinida del presidente Chávez. En ambas expresiones hay importantes imprecisiones.

En el primer caso, el error consiste en no tomar en cuenta el contexto en el que ocurrieron los hechos; en el segundo, caso más delicado, la imprecisión consiste en asumir irreflexivamente una frase sin mucho sentido con una carga o significado originado en los laboratorios contrarrevolucionarios.

Hoy se conmemoran 21 años de aquellos hechos que fueron para la revolución bolivariana lo que el asalto al Moncada fue para la Revolución cubana. Por cierto ¿Fue la Revolución cubana un golpe de Estado? El tema, es que hay aquí cierta batalla de ideas que no se puede descuidar, sobre todo porque hoy muchos voceros del oposicionismo, cuando tienen el chance, siguen llamando golpista al comandante presidente. Y de acuerdo a esa lógica, lo que pasó el 11 de abril de 2002 no se diferenció mucho de lo ocurrido el 4 de febrero de 1992.

Valga esta nueva conmemoración del 4 de febrero, para recordar que no cabe comparación alguna entre lo ocurrido en esta fecha y lo que pasó el 11 de abril de 2002. Decir que ambos eventos fueron golpes de Estado y que por tanto los protagonistas de ambas acciones son golpistas sin más, sería como comparar la Revolución cubana de 1959, apoyada por el pueblo cubano y que expulsó a un gobernante que había entregado a Cuba al imperialismo, con el golpe de Estado a Salvador Allende en 1973, perpetrado en contra de la mayoría de un pueblo que lo había elegido democráticamente, y que incluyó la muerte del derrocado y la desaparición, tortura y muerte de decenas de miles de chilenos, para imponer en el país un sistema funcional al imperialismo.

De la misma manera, los hechos del 4 de febrero no fueron otra cosa que una rebelión militar contra un sistema político deslegitimado y en decadencia. Una rebelión que de haber logrado todos sus objetivos se habría convertido en una revolución popular, y que desde el primer momento fue apoyada directa o indirectamente, por el pueblo venezolano que celebró y no olvidó como un Comandante, con hidalguía y dignidad, reconoció una derrota militar que se convertiría en una importante victoria política, además de haber dado al traste con la nefasta cultura de la irresponsabilidad que había predominado en el país.

Y fue una victoria política porque fue una rebelión, y Chávez fue elegido presidente porque fue una rebelión, y la revolución vendría después de crear las condiciones mínimas de soberanía y autodeterminación. En eso estamos hoy.

amauryalejandrogv@gmail.com

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