Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

viernes, 29 de marzo de 2013

Palabras en tu honor, camarada

Cuando nuestras vidas se cruzaron en la artillería del pensamiento, al poco tiempo recordé un correo que hacía un par de años había recibido con un amable comentario de un artículo en el que criticaba a un conocido personaje de la Cuarta República. El remitente y él tenían el mismo nombre. Más adelante, le pregunté si había sido él quien me había enviado ese correo y su respuesta fue una sonrisa, una evasiva sonrisa. Así era el camarada, sugerente, reservado. Hoy, me pregunto sobre la vida de una persona, de un compañero, cuyo mundo personal mantuvo siempre en infranqueable discreción; hoy, me pregunto sobre lo que la tribulación pudo haber acumulado en su pecho y en su mente.

Ese acumulado, ese dolor, el trabajo y el estudio sin descanso, la incomprensión, la muerte del Comandante, todo eso pudo haberlo matado. Nunca supo sobre la jodedera que mantuvimos cuando era nuevo por su parecido con un conocido diputado de la oposición, con quien también compartía el apellido. Activo en todos los proyectos, como queriendo recuperar algún tiempo perdido, vivir a plenitud esta maravillosa época bolivariana, en cada debate sabía escuchar cada intervención, sintetizar, tomar nota, replicar si era necesario, cualidades de las que muchos carecían y que hicieron de él alguien culto, en el parecer de Galeano que es el parecer de nosotros. Al poder del conocimiento unía el de su voz, la cual sabía administrar, esconder y enseñar en función del escenario.

Ingeniero sin el papel, pero también lector voraz y apasionado de la historia, nos acompañó en los diálogos que se iniciaron a propósito del bicentenario del primer germen independentista, en los espacios de Tiuna El Fuerte junto al historiador Alexander Torres, quien supo apreciar su aporte, toda vez que la pregunta que nos hicimos y que abrió los fuegos del foro, fue si realmente teníamos algo que celebrar, conmemorar, recordar o reflexionar, por los doscientos años de aquella declaratoria de fidelidad a aquel rey. Su sentido de la responsabilidad era rígido, sin concesiones, asfixiante, innegociable. Solo después de tu imprevista y súbita partida, distanciados, reciente la muerte del Comandante, comprendí que actuabas contra el tiempo, en rebelión permanente contra la entropía, con la conciencia del final siempre presente. Nunca nos dijiste nada, hermano, pero sabía de tu mariateguiana agonía.

Hombre de familia, riguroso en el trabajo, fue siempre de los primeros en llegar y de los últimos en irse. Solidario, compañero de lucha a toda prueba, amigo de sus amigos, prefirió reservarse las críticas y optar siempre por el diálogo, la diplomacia. Asimismo, creo sinceramente que no hubiera titubeado al momento de tomar el fusil, y orgulloso hubiera combatido y caído en la refriega. Pero igual, en esta Revolución pacífica, más difícil aún, cayó combatiendo en el lugar de trabajo, en el frente complejo y turbulento de la burocracia.

Confieso que no quise verte en la caja. Preferí llevarme la imagen del compañero que estuvo conmigo en la presentación de la biblioteca José Carlos Mariátegui en el Parque Francisco de Miranda, en ese lluvioso noviembre de 2010; prefiero recordar las amables palabras que tuviste a bien pronunciar durante la presentación de mi libro, hace apenas dos años. Siempre estuviste ahí, como un hermano misterioso, como un guardián. No sé si lograste todos tus cometidos en el terreno, lo que sí sé es que fuiste un ejemplo, y desde acá te recordaremos.



domingo, 24 de marzo de 2013

La violencia y el papaheladismo patológico

Venezuela entera celebra la creación del Movimiento por la Paz y la Vida, una política de Estado que se espera movilice a la sociedad en su conjunto en el propósito de combatir y erradicar definitivamente el complejo mal de la violencia. En este contexto, aprovecharé para hacer una breve reflexión como forma de aportar al debate abierto sobre un tema que, a pesar de sus complejidades, fue y sigue siendo utilizado políticamente por los sectores que se oponen al Gobierno bolivariano.

Históricamente, la pobreza, la genética, las drogas, se han aludido como causantes de la violencia en nuestro país. Las tesis sobre el por qué del comportamiento violento abundan. Sobre el tema se encuentran trabajos de la mayor seriedad, así como otros sin mucha fundamentación, simplificadores, jalados por los pelos. De otro lado, la politización del asunto no ha colaborado en nada para solucionar el problema, aunque sí para ampliar un poco nuestra visión sobre la situación.

Si escogemos el tema de la pobreza como el nodo crítico entre los factores causantes de la violencia en Venezuela, de inmediato recordamos la intervención en CNN en español del sociólogo venezolano Roberto Briceño León, quien tiene años dirigiendo un instituto especializado en el tema que nos ocupa. Todos recordamos como en ese programa, el investigador, debatiendo en vivo con el entonces ministro de comunicación Andrés Izarra, argumentaba que si la pobreza en Venezuela se había reducido sustancialmente, tal como lo afirmaba el gobierno, y la pobreza era la principal causa de la violencia, entonces la violencia registrada en el país constituía el mentís de la primera afirmación: la reducción de la pobreza en el país.

Ahora bien, si la pobreza se redujo en Venezuela y sin embargo los niveles de violencia siguen siendo preocupantes ―partiendo de la premisa de que la pobreza es la causante de la violencia―, eso nos estaría indicando una de dos cosas: que es falso que la pobreza se ha reducido en el país o, que la pobreza ―entendida como mera pobreza material― no es entonces lo que causa la violencia, o por lo menos no es la causa fundamental en este momento de la historia del país, toda vez que pudo serlo en otra época o en otro contexto.

Con esta afirmación no nos referimos exclusivamente a la idea de que la pobreza también puede ser espiritual, cultural, lo cual constituye otro factor a considerar, sino que existe un correlato más perverso de la exclusión material, un factor que alude directamente elementos ideológicos, psicológicos, subjetivos, y que generan un sufrimiento mayor que la carencia material o el hambre en sí misma. No me refiero a otra cosa sino a la indiferencia, el desprecio y la discriminación que, junto al hambre, tienden a sufrir los pobres por su condición, en el contexto de todas las modernas sociedades capitalistas.

Efectivamente, estamos recordando la investigación citada por Oscar Schemel, de la agencia Hinterlaces, durante un foro realizado en el marco de la pasada campaña presidencial, previa al 7 de octubre. El estudio citado, consistió en una encuesta realizada a 60 mil personas en sesenta países, en la que se le preguntó a la gente que era lo que más dolía de ser pobre. Una respuesta se impuso por encima del hambre, y fue “la mirada de desprecio”. Los resultados de este estudio fueron citados hoy, y no por casualidad, por Eleazar Díaz Rangel en su columna dominical.

¿Qué lectura podemos dar de los resultados de esta curiosa encuesta? En el documental Zeitgeist Moving Forward, por medio de la voz de diversos profesores y voces acreditadas para ello, se da cuenta de que la violencia es inherente a las sociedades estratificadas y jerárquicas, y en algún momento llegan a una conclusión similar a la del estudio mencionado: la violencia es producto de la discriminación, del irrespeto, de la formas más inverosímiles de humillación y sometimiento propias de sociedades donde las desigualdades o jerarquías económicas son sólo las más visibles entre un conjunto de formas de opresión que terminan expresándose en distintas formas de violencia.

De esta manera, conviene entonces analizar el conjunto de valores y creencias dominantes en nuestra sociedad, siempre en relación con nuestra economía rentista que todo lo permea y distorsiona.

A mi modo de ver, bien valdría la pena preguntarnos sobre los actuales fundamentos del estatus social, considerando que estamos, como se ha dicho hasta la saciedad, en un proceso de cambio de época.

Esto nos llevaría a preguntarnos, en primer lugar, que es eso del “estatus social”, en un país caracterizado por lo que he llamado el “papaheladismo patológico”. Recordemos que a Chávez lo llamaban el “malhablado”, el “inquilino”, así como ahora llaman a Maduro “el autobusero”.

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

viernes, 22 de marzo de 2013

Prólogo a "Ensayos heterodoxos en derechos humanos", de Gregorio Pérez Almeida

Esta bien, luchemos por los derechos humanos, pero hagamos la revolución anticapitalista... que la barbarie arrecia y amenaza con arrasar a la humanidad
Gregorio P. Almeida

Resulta para este servidor un verdadero placer, haber tenido la oportunidad de plasmar las palabras introductorias de una obra que, por su temática y por la perspectiva con que esta se examina, no sólo nos llega en el mejor momento posible, sino que constituye para nosotros una referencia de lo que significa el abordaje y análisis de nuestra realidad sociopolítica contemporánea desde una visión crítica-reflexiva, particularmente utilizando de manera aguda y brillante las categorías y conceptos de la teoría crítica decolonial.

Efectivamente no hay retórica alguna en la afirmación de que la presente obra nos llega en el mejor momento posible. Al momento de escribir estas palabras, para no extenderme en la ilustración de nuestro actual contexto político y geopolítico mundial signado por el conflicto y la guerra, es noticia y debate de alcance mundial, la filtración por parte de un bizarro colectivo informático-mediático internacional y su visibilización a la opinión pública mundial, de la más que apreciable cantidad de 250 mil documentos –de diversa índole pero en general considerados secretos- que, en su carácter de cables diplomáticos, develan descarnadamente los “secretos” de la política exterior imperial estadounidense, con énfasis en diversos actos que constituyen flagrantes violaciones a los “derechos humanos”, particularmente en la guerra imperialista que estos llevan a cabo en Irak y Afganistán. Wikileaks, ciertamente, no es el tema del presente trabajo; si lo constituye el de los renombrados y no muy respetados “derechos humanos”.

Ciertamente, la expresión entre comillas señala el objeto de la crítica del autor  en el presente trabajo quien, inscribiéndose –como lo afirma al principio de la obra- dentro de la llamada cultura de la sospecha, abre fuegos desde el principio contra la concepción que hasta ahora nos han presentado sobre los derechos humanos, quitando el velo mítico de luz que los ha recubierto –labor por excelencia del pensamiento crítico- detrás del cual encontramos suficiente oscuridad como para, en un principio, sospechar de ellos. Hasta podemos decir que a lo largo de su trabajo, el profesor Pérez Almeida hace con ellos algo así como lo que Wikileaks está haciendo con la diplomacia estadounidense, dejándolos en paños menores, abriendo al mismo tiempo un feraz campo de investigación y de crítica con gran potencial político-transformador, en los ámbitos del revigorizado pensamiento crítico de la Venezuela  enrumbada hacia el Socialismo para el siglo XXI, que no es tanto expresión de una época de cambios –como dice Rafael Correa- como de un cambio de época.

Desde el capitulo inicial, el autor deja claro cual es la idea central del texto: existen dos historias sobre los derechos humanos, una bonita –que es la que conocemos porque es la que nos han contado- y otra fea –que nos han encubierto y escamoteado-, a partir de la cual el autor despliega una importante labor crítica, desmitificando lo que para el autor es, recurriendo a la categoría Diseño Global planteada por Walter Mignolo, un constructo epistémico o ético-político bien localizado desde la perspectiva de la Geopolítica del Conocimiento: el norte euro-norteamericano en el contexto de la entronización de los EEUU como potencia hegemónica mundial post Segunda Guerra Mundial. De tal manera, los derechos humanos no tienen un “origen divino”, ni forman parte de la naturaleza humana, ni tienen una esencia eterna cuya expresión acabada y perfecta este plasmada en la redacción -por parte de los voceros del liberalismo burgués angloamericano y francés- de los 30 artículos que en 1948 se aprobaron como Declaración Universal de los “Derechos Humanos”.

Es así como el profesor Pérez Almeida hace énfasis en una idea que atraviesa transversalmente la obra. Los voceros de la modernidad capitalista y del mentado progreso como uno de sus mitos fundantes, han presentado a la historia de la humanidad como un trayecto que parte en un supuesto “estado de naturaleza”, donde primaría una suerte de guerra o conflicto permanente -el desorden y la barbarie como producto de la ausencia de una normatividad que regule la vida social-, y que tiene como término o punto de llegada –el súmmum- la Europa moderna, cristiana, capitalista, blanca y patriarcal, como la expresión más acabada o estadio más “avanzado” de sociedad en la historia de la especie humana. Una concepción que tiene en Hegel a uno de sus más importantes pilares y que por demás simboliza al capitalismo triunfante en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX. Con este mito de fondo en el centro de su planteamiento, nuestro autor enfila sus baterías contra “la concepción universalista de los derechos humanos como eje de la evolución de la humanidad”.

En este sentido, según el mito básico de la modernidad y de acuerdo a los teóricos del imperialismo euro-norteamericano dominante a partir de 1945, la Declaración Universal de Derechos Humanos viene a ser el estado evolutivo más avanzado –e insuperable- de una vocación normativa que forma parte de la esencia humana y que ha venido evolucionando a través del tiempo, tal como lo ha hecho la ciencia y la tecnología en el marco general del progreso como visión diacrónica y unilineal de la historia y de la vida. Así las cosas, queda claro el mensaje revolucionario que transmite Pérez Almeida en su crítica: los derechos humanos son la notoria expresión, en el ámbito normativo de las relaciones internacionales –en la superestructura jurídica, diría Marx-, de lo que para Ramón Grosfoguel es el “sistema mundo Europeo/Euro-norteamericano moderno/colonial capitalista/patriarcal, cuya estructuración comienza en el 1492 y cuya consolidación ocurre en el siglo XVIII con la Revolución industrial y la Revolución Francesa, siempre con la visión universalista propia del despliegue histórico de la modernidad como una perspectiva del mundo, local, provinciana, expansiva y totalizante.

Sin dudas ni ambages, el autor nos dice que:

“En este sentido, debemos concluir que los derechos humanos son un producto histórico y de naturaleza clasista, que son una creación humana surgida al fragor de la lucha de clases y que, como expresión de la ideología liberal triunfante desde la Revolución francesa, ha servido de amalgama para construir la hegemonía política y cultural de la burguesía en el sistema-mundo- capitalista”.

El papel de la geopolítica del conocimiento y del entendimiento, en este sentido resulta la clave para entender el origen de lo que bien podríamos llamar la falacia jurídica de los derechos universales (en alusión a aquella otra falacia -la desarrollista mencionada por Dussel-). Siempre que se nos presenta alguna teoría, con todos sus postulados, conceptos y categorías, sobre todo si tienen que ver con el complejo tema del comportamiento humano, el cambio social y las formas de autoridad, se hace necesario hacernos una pregunta que encierra en si misma la cultura de la sospecha como postura teórica y actitud epistemológica: quien dice qué y desde donde. Partiendo de este principio, podemos constatar con el autor que lo que se dio en llamar “derechos humanos” –tal como la modernidad misma- tiene unos orígenes espacio-temporales bien definidos: el mundo configurado alrededor de la hegemonía estadounidense a partir de los genocidios de Hiroshima y Nagasaky, y que inauguró toda una era: la era nuclear, que es decir la era del terror por la posibilidad cierta de la destrucción de la humanidad en una guerra donde se utilice la mortífera arma.

Luego del triunfo definitivo de los aliados en 1945, y sobretodo desde la firma de los acuerdos de Bretton Woods unos meses antes, desde Estados Unidos se comienza a impulsar lo que se dio en llamar el Estado de Bienestar, llamado también Estado keynesiano de Posguerra, el cual inauguró la llamada edad de oro del capitalismo y que tuvo como rasgos fundamentales una distribución más o menos equitativa de las ganancias de la productividad entre capital y trabajo, lo que permitió la expansión del consumo en unas sociedades donde se comenzaba a promover con fuerza el estilo de vida americano, un sindicalismo fuerte y combativo, una fuerte campaña de difusión de los valores modernos y de los procesos de modernización, donde el llamado por Arturo Escobar “discurso del desarrollo” logró erigirse en la gramática fundamental que definió los senderos por los que cada país debía transitar para lograr el bienestar general, además de la promoción y defensa de la democracia liberal burguesa que, como bien lo expresa el autor es una forma de gobierno donde los derechos civiles y políticos individuales, garantistas, tuvieron siempre la primacía por sobre los derechos sociales, económicos y culturales.

Es en este contexto donde se entroniza la aplicación de la ciencia y la tecnología como la indiscutible forma de alcanzar el “progreso” y el “desarrollo” –luego de que Estados Unidos demostrara al mundo hasta donde era capaz de llegar en la carrera científico-tecnológica-militar- y donde surgen los “derechos humanos” como marco jurídico regulador de las relaciones entre los estados del sistema internacional. De tal manera, en el espíritu del planteamiento del “desarrollo como discurso” del pensador decolonial Arturo Escobar, podríamos de la misma forma esbozar que así como esta gramática del desarrollo se orientó siempre a influir sobre los procesos y ámbitos político, económico y cultural de las sociedades, esta vez con un alcance global, los derechos humanos –como ideología, como discurso- configuraron otra gramática –asociada a la anterior- orientada a definir e influir en los procesos jurídicos a nivel mundial. Como bien lo reitera nuestro autor, los derechos humanos tienen una historia bonita y otra fea; otro tanto se puede decir de la historia del desarrollo. Luego de décadas de este último podemos constatar, como resultado de la colonización en nuestro imaginario por esta mitología, el aumento de la pobreza y la exclusión; lo contrario de lo que vende el desarrollo. En el mismo orden de ideas, luego de 62 años de derechos humanos, enfrentamos una realidad que es ilustrada con mordacidad por Pérez Almeida cuando nos dice que el imperialismo, después de destruir casas y matar mucha gente, sus mismos aviones sobrevuelan las zonas devastadas –de un tiempo para acá humanitariamente- lanzando comida y medicamentos por las mismas compuertas por las que salió el fósforo blanco que asesinó a muchos civiles inocentes; claro, estas acciones “humanitarias” se realizan con la intención de garantizar los derechos humanos de los sobrevivientes. Ya se sabe, por lo demás, que las víctimas inocentes de los ataques a objetivos militares no son tales sino daños colaterales.

El tono sarcástico que se percibe en el estilo del autor, es el tono que usa el intelectual crítico que en el hallazgo de su análisis, devela una realidad indignante que lo mueve a hacer un llamado a través de su obra, dirigido a todos aquellos colectivos que hoy, desde distintos lugares geográficos y teóricos, impugnan el sistema capitalista y a sus intelectuales orgánicos que, con el apoyo de las grandes corporaciones mediáticas de alcance mundial, son capaces de crear realidades con definiciones y discursos encubridores de realidades que, muchas veces, más allá de las posibilidades del lenguaje al servicio de la dominación, el control y la mentira, no son fácilmente escamoteables por más que esta perversa creatividad produzca oximorons como los se han planteado y difundido mas o menos recientemente como ese del "capitalismo popular", o uno que toca al tema de este libro como es el de la "guerra humanitaria"; no hablemos del cínico "fuego amigo".

Quizá de todos los valiosos planteamientos y puertas que abre nuestro autor para la investigación militante y revolucionaria en materia de derechos humanos, el más importante sea aquel que denuncia estos “derechos” como una especie de ideología catalizadora o discurso lubricante del sistema mundo capitalista. En tal sentido, el autor sacude la ironía presente en la supuesta defensa de los derechos humanos por parte de algunos estados-naciones y actores políticos, preguntándose si es posible que un defensor de tan sagrados derechos pueda ejercer la violencia produciendo muerte y destrucción. En efecto, la respuesta que se da el autor ante las inhumanas prácticas que llevan a cabo estos “defensores de la humanidad” –como por ejemplo en Haití o Irak- y que constituyen un claro mentís de su discurso, es la siguiente:

“el problema más grave en derechos humanos no es que “la brecha entre lo que se dice y lo que se hace es cada día más grande”, sino que esa brecha es el fundamento y la razón de ser de dichos derechos y sin ella no podríamos hablar de ellos. Esquizofrenia pura”.

Así las cosas, en completo acuerdo con Pérez Almeida, vivimos en un mundo esquizofrénico donde por una parte nos venden la idea de que efectivamente existen unos derechos humanos para todos los hombres y mujeres que vivimos en este mundo –siempre con el mito de fondo de que vivimos en el mejor de los mundos jurídicos posibles-, pero por otra lo que se constata es que se siguen violando de manera descarada y salvaje la humanidad de pueblos que tuvieron la desgracia de nacer en tierras con grandes reservas de minerales e hidrocarburos, necesarias para mantener el funcionamiento de un sistema mundo cuya violencia es inherente a su naturaleza y funcionamiento. En otras palabras, en el mundo patas arriba del que nos habla Galeano y como bien nos dice nuestro autor, este camino mitológico nos monta en algo así como la rueda del Hámster, pero ideológica; es el burro de la humanidad persiguiendo eternamente la zanahoria del respeto a sus sagrados derechos mientras recibe el azote de los adláteres de los jefes-dirigentes del sistema mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal.

Finalmente, entre todos las discusiones que deja abiertas con variedad de preguntas problematizadoras, el autor participa de un importante debate en el campo de la teoría crítica decolonial, cuyo eje central es la inclusión de la "Declaración universal de los Derechos Humanos”, dentro de lo que W. Mignolo llama Diseño Global. Luego de llamar la atención y de criticar el hecho de que Mignolo no considere los derechos humanos un Diseño Global como constructo epistémico o ético-político -entre otros que han impulsado históricamente los países centro-imperiales- preguntándose si entonces este autor considera que estos derechos, en el momento de su aprobación en 1948, recogían las esperanzas y aspiraciones de los estados periféricos en proceso de descolonización, Pérez Almeida afirma que, efectivamente

    “…el constructo derechos humanos es un “diseño global” (Mignolo) o una “estrategia ideológica/simbólica global” (Grosfogel), que ha calado en la raíz de los imaginarios sociales de los pueblos del Sur, lo que habla de su éxito como estrategia hegemónica”.

Afirmación a partir de la cual el autor, incorporando la categoría de colonialidad del poder de Aníbal Quijano y citando los aportes que a esta ha hecho el pensador Ramón Grosfoguel, afirma que además del control de los recursos y productos del trabajo, de los recursos y productos del sexo, de la autoridad política y de sus mecanismos de coacción y del conocimiento y la subjetividad, se puede incluir en este patrón de poder colonial “el control de la utopía y los ideales de emancipación por medio del diseño global de los derechos humanos”, todo lo cual constituye un desafío para los grupos progresistas, movimientos sociales y actores políticos revolucionarios, que hoy utilizan el discurso de los derechos universales en su lucha por la liberación y que constituye otra de las cuestiones a dilucidar por la intelectualidad crítica-revolucionaria y radical contemporánea.

Estos Ensayos heterodoxos en derechos humanos, como análisis político-crítico, como diagnóstico y como visibilización de una realidad que muchos no observan en su convicción de que el mundo “ha avanzado”, constituyen un aporte significativo a la batalla de las ideas en la cual estamos inmersos y una demostración del potencial político transformador que encierra una propuesta teórico-epistémica que, difundida en los nuevos espacios comunicativos, políticos y educativos que han surgido en los últimos años de proceso político, podrían erigirse en el gran impulso que este necesita para avanzar hacia el carácter cultural que tiene que adoptar definitivamente la Revolución bolivariana.

Invito pues, al pueblo venezolano y dentro de este a la intelectualidad crítica que apoya la transformación del país, de la región y del mundo, a leer y estudiar con la mayor atención y rigurosidad, individual y colectivamente, este valioso aporte al pensamiento crítico venezolano y nuestramericano, con la esperanza de que contribuya, en el espiritu de Alfredo Maneiro, a fortalecer la eficacia política y la calidad revolucionaria de todos aquellos que pensamos y sentimos que el camino a recorrer es el que conduce al socialismo indoafroamericano.

Amaury González Vilera
Altos Mirandinos, diciembre de 2010 


sábado, 16 de marzo de 2013

Chávez contra "los estúpidos de Fox News"

14 Mar. PoderenlaRed.com.- Veamos el siguiente video, y recordemos como el presidente Chávez tuvo la oportunidad de decirle unas cuantas verdades a un periodista de la corporación mediática Fox News, luego de que este lo abordara para hacerle una pregunta que, a grandes rasgos, concentró la “línea editorial” de la conocida cadena estadounidense.


El periodista inició su pregunta afirmando que “hay mucha gente confundida por su amistad” (La de Chávez) con el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, que según la voz de Fox News es un presidente que ha negado el holocausto judío y cuyos policías y ejército han matado a mucha gente después de las elecciones realizadas en ese país.

Chávez fue contundente. Lo primero que dijo fue “Me río de Fox News“, para seguidamente recordar y suscribir la opinión que en su momento expresara el actor estadounidense Sean Penn: “Los estúpidos de Fox News”. Chávez acotó que el estúpido no era él, aunque, agregamos nosotros, cada vocero de la mentira tenga algo de estúpido. “Tu pregunta, tu eleboración es artificiosa, tu mente tiene ahí confusiones, veneno”, añadió Chávez.

El periodista respondió diciendo que su mente estaba bien, e insistió con el tema del holocausto y las “imagenes” en las que se ve como matan gente en Irán. Chávez ripostó enseguida y le recordó el genocidio del ejército estadounidense en Irak y Afganistán, entre otras barbaries que la cadena ha encubierto reiterada y sistemáticamente.

Todo esto nos recuerda a Marcuse, quien en en un pasaje de El hombre unidimensional, nos dice que “Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y la prensa: su mundo es el de los países subdesarrollados”. En Venezuela tuvimos y tendremos por siempre, quien lo duda, a un “legendario héroe revolucionario” que fue capaz de derrotar a la televisión y la prensa durante el golpe de Estado de 2002, y que lo hizo en cada una de sus intervenciones públicas: Hugo Chávez.

Publicado el 14 de marzo en PoderenlaRed.com

jueves, 14 de marzo de 2013

El Deja Vu del 11 de marzo en la plaza Diego Ibarra

Comunicadores esperan el discurso de Maduro
En horas del mediodía de ayer, 11 de marzo, la plaza Diego Ibarra fue inundada por la misma marea roja que el pasado 11 de junio acompañó al Comandante Chávez en la inscripción de su candidatura, esta vez demostrando su apoyo total a Nicolás Maduro, quien ha asumido la tremenda responsabilidad de darle continuidad a la Revolución bolivariana.

Nueve meses transcurrieron para que se repitiera la escena de la plaza Diego Ibarra. No dejaba se impresionar, en medio de la gran concentración, el hecho de que Chávez ya no estaba. Desde que abordé el primer autobús hacia mi destino, pude notar las señales de un duelo que solo cesará con la gran victoria que se espera para el próximo 14 de abril en homenaje al Presidente Chávez.

El chofer, como todos los choferes, tenía la radio puesta. Había tráfico, y en un determinado momento se empezó a escuchar la voz de Chávez entonando “Patria, patria, patria querida…” Ahí, en ese preciso momento, pude ver como se fruncía el ceño del señor como tratando de contener las lágrimas. Al instante, sus ojos se tornaron vidriosos. Luego, en el metro, aparte el elocuente silencio imperante, el dolor y el vacío en hombres y mujeres que se dirigían, con tristeza pero con firmeza, a la plaza del centro de Caracas para apoyar al hombre en quien Chávez depositó toda su confianza, o también a la capilla ardiente de la Academia Militar para darle un último saludo al Comandante, prestarle solemne juramento o persignarse delante de sus restos mortales.

El día era de un sol inclemente, como han sido todos los de este histórico mes de marzo. El calor que hacía era como el de aquel 11 de junio de 2012, cuando un Chávez hinchado pero vigoroso inscribía su candidatura con el Programa de la Patria en la mano, en medio de la lealtad de un pueblo que no esperaba que hablara durante cuatro horas, como al final lo hizo. Así, el 11 de marzo tuvo mucho de Deja vu. Esta vez, el candidato llegó manejando un autobús, oficio que desempeñó en el pasado, formalizó su candidatura como “hijo de Chávez”, con el mismo Programa de la Patria en la manos, para luego asomarse en el balcón ubicado en el extremo oeste de la Diego Ibarra, donde funciona el Consejo Nacional Electoral, y enviar un saludo a la multitud. Así lo hizo Chávez.

Aplaudimos y gritamos consignas, silbamos y esgrimimos el puño izquierdo en señal de combatividad escuchando el discurso de Maduro, pero el dolor era inocultable. Encontrarse a los amigos de la universidad y de la vida no fue lo mismo esta vez. No podía ser lo mismo.

No podemos desplomarnos, dice Maduro ahora en TeleSur.

*Publicado el 12 de marzo en PoderenlaRed.com

@maurogonzag

miércoles, 6 de marzo de 2013

Gracias Comandante, misión cumplida

El último parte médico ofrecido por el ministro Ernesto Villegas en la noche del lunes 4 de marzo no auguraba buenas noticias. La primicia de la muerte física del gran Hugo Chávez parecía inminente. Luego, durante la mañana del 5 de marzo, Nicolás Maduro sugirió que la enfermedad del presidente pudo haber sido inoculada, al tiempo que anunciaba la expulsión de un agregado diplomático estadounidense por conspirador.

El ambiente se había enrarecido. El asesinato del cacique Sabino Romero había golpeado a los revolucionarios, en otro duro golpe a un proceso que ha sido pacífico solo en un sentido. La rueda de prensa con el Alto Mando Militar adquirió un aspecto grave. A la desalentadora información ofrecida sobre la salud de Chávez la noche anterior, se sumaba la sugerencia de la posible inoculación de la enfermedad y la expulsión del gringo injerencista. Las especulaciones aumentaron después de mediodía. Finalmente, lo que era inminente, uno de los escenarios probables, fue sin embargo un golpe imprevisto.

En horas de la tarde, El vicepresidente de la República, rodeado de dirigentes civiles y militares y en cadena nacional, dio la terrible noticia: Hugo Chávez, el huracán de Sabaneta, el presidente más democrático y legítimo de la historia occidental, el líder político más amado y odiado del continente, acaso del mundo, había fallecido.

Chávez fue el Jefe de Estado sobre el que se escribió más, el protagonista de miles de artículos de opinión, de crónicas, ensayos, décimas y poemas, tesis y antítesis. Si bien así lo demuestra el libro Hugo Chávez Frías y la Revolución Bolivariana, de Rafael Ramón Castellanos, creemos que aún es mucho lo que queda por plasmar sobre la obra multitudinaria y eterna del arañero de Sabaneta, ahora que viene el momento de la sistematización, del balance histórico, de la evaluación, del destape de algunas situaciones, de la desclasificación de documentos, de las tribulaciones de un ser humano que cargando con una enfermedad tan dura fue capaz de alcanzar una nueva y aplastante victoria electoral el pasado 7 de octubre.

El dolor nos embarga en esta hora. Sin embargo, convendrán conmigo en que si hay alguien en el mundo que no puede llamarse muerto, ese es el Comandante Chávez, el libertador del alba del siglo XXI. Son muchos los recuerdos, las ideas, las vivencias que a todos nos marcaron y nos recordarán siempre a Hugo Chávez. La huella dejada fue profunda, indeleble. Desde principios de siglo la ola bolivariana se venía sintiendo con fuerza. El renacimiento del debate político, la politización de la gente, un despertar mágico y poético en el seno del pueblo, un nuevo sentido de la vida que movilizó ―a favor o en contra― a Venezuela entera. Chávez era como una gran locomotora arrastrando vagones oxidados, una poderosa inyección de idealismo, un reencantamiento de la cotidianidad, una bocanada de vida; alguien a quien seguir y a quien oponerse en medio de la nada, de la desesperanza.

Chávez, eres grande. Refundaste la República. Fuiste el único dirigente político que, derrocado en golpe de Estado mediático-patronal, logró regresar a la silla presidencial en 48 horas, en un episodio aún muy reciente como para comprender todas sus implicaciones y consecuencias; inauguraste un proceso político de cambio social con las herramientas que tuviste a la mano, las del Estado liberal-burgués, en una lucha que no te dio cuartel y que te autodefinió como un subversivo en Miraflores. Diste inicio a la primavera política de América latina; llevaste el pan y las letras a las mayorías que siempre estuvieron excluidas, en lo que fue tu mayor logro, la gran luz con la que brilló tu pueblo. Pero además enfrentaste al imperialismo y le hiciste entender que Venezuela merecía respeto. Expulsaste embajadores golpistas y enterraste al Alca en la tierra del general Perón.

Chávez combatió prejuicios, ignorancias, incomprensiones, la soberbia de la oligarquía venezolana y las del continente. Pasó por encima de las miserias, soportó infamias hasta el último de sus días. El golpe vencido tuvo una segunda parte que su liderazgo y la entereza del pueblo fue capaz también de derrotar, en un episodio que permitió poner definitivamente la principal industria del país al servicio de las mayorías del pueblo. Y es que, el Gobierno bolivariano fue una limpieza permanente desde que, en diciembre de 1999, se lanzó en paracaídas encima de la terrible inundación que se llevó a miles de venezolanos, tragedia natural donde se puso al frente y donde supo decirle No a la “ayuda desinteresada” que los gringos ofrecieron con intenciones no muy claras.

Chávez fue la gran voluntad de vida, el gran conciliador, un espíritu volcánico que nos demostró el valor del optimismo histórico, de la esperanza, de lo que es capaz de lograr el ser humano cuando se plantea altos propósitos. Si lo hasta ahora dicho suena apologético es porque es una apología, casi un ditirambo, aunque se hayan cometido muchos errores. En este sentido, Chávez también nos deja un valioso aprendizaje. Para este servidor, dígase lo que se diga, Chávez vino evidentemente a cumplir una misión, a despertar nuestros sentidos, a hacernos madurar. Chávez vino a enseñarnos que no podemos vivir en el territorio de un Estado como si de un campamento se tratara, preocupándonos solo por lo nuestro, predicando un darwinismo ingenuo y promoviendo el sálvese quien pueda, sin cultura para la verdadera libertad, sin conciencia histórica, sin saber lo que es vivir en una patria soberana.

Chávez, es mucho lo que podríamos decir y muchas cosas se dirán y se discutirán. Por ahora, nos reconforta que hayas dejado una sólida unidad cívico-militar y un ejército de millones dispuesto a recoger tu legado. Aquí, en la patria de Bolívar, viven algunos millones de esos que Tupac Amarú predijo que regresarían. Chávez, América Latina, los pueblos del mundo, te lloran, y te lloran porque ahora vivirán para celebrarte.

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag