Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

sábado, 31 de agosto de 2013

Sábado en el Guaraira Repano, el turismo "Más Chévere"

El pasado sábado 24 de agosto no era quincena, y eso bastó para imaginar que las colas para subir al parque Guaraira Repano no estarían tan largas. Comenzando la tarde, cuando llegué a Plaza Venezuela, algunas nubes grises y un fuerte ventarrón querían anunciar otro chubasco de estos que han caído cada día de agosto y que pueden cambiarte los planes. Sin embargo no llovió, y decidí subir al parque junto a una vieja amiga.

Llegamos a la taquilla. De inmediato, vimos una serpenteante cola de gente de cuatro rectas y media, y titubeamos. Vi muchos niños en la cola, recordé que estábamos en plenas vacaciones escolares, eran diez para la cinco. Intercambié pareceres con mi amiga y decidimos que era temprano y podíamos hacer parte de la gran serpiente, que parecía más o menos fluida. Compramos los tickets alegremente, el día estaba templado, sabroso.

La cola fue de una hora, que se nos pasó rápido hablando una cantidad de cosas dado el tiempo transcurrido sin vernos. “Subir a la montaña siempre es una opción para salir de Caracas sin salir”, le recordé. Luego la bajada de noche, la ciudad iluminada, la sensación de que estas volando con la montaña profunda bajo tus pies. A las seis nos estábamos montando en la ágil cabina, junto a dos mujeres con sus respectivos hijos, y en casi 15 minutos ya pisábamos el mármol de la estación.

Confieso que no sabía que el acogedor local que se ubica bajo la pista de hielo lo habían convertido en discoteca, en una muy “chic”, según comentarios y lo que alcancé a ver desde el filtro de la entrada. Entramos en el bulevar, a esa hora medio borroso de neblina. Muchos niños correteaban frenéticamente en cada espacio, la estaban pasando realmente bien. Vimos el slogan ―bien pensado― que forma parte de las nuevas estrategias para atraer turistas extranjeros ―y a nosotros mismos― a todos los paisajes que el país tiene para ofrecer: Venezuela, el destino “Más Chévere”. Comenzábamos a pasarla bien, pero si todo hubiera ido mejor en ese “paraíso recuperado” no me hubiera molestado en escribir estas líneas.

Breves pasos más adelante divisamos La cima, un restorán montado sobre una fantasmal arepera Venezuela ubicada a un lado del paseo. Casi a las seis treinta estábamos sentados en la barra lateral del local, junto a un ventanal con vista a la ciudad, en ese momento invisible. Comencé a departir con mi amiga, y como está el trabajo, que si los roba cabelleras y qué has hecho y con quien sales y tal. Le hice una seña a una de las jóvenes trabajadoras del local, y cuando esta se acercó le pedí vino, pero no tenían del tinto. Tampoco había cerveza. Otra opción era la ginebra, pero no había jugo de naranja. Creo que si tú vas, lector, lectora, a un Cacao Venezuela lo mínimo que esperarías sería el chocolate ¿No? Al fin, nos decidimos por la ginebra con limón y otros néctares; Gin tonic, creo que le dicen.

Con la inquietud de que me dijeran que no había limón para un trago más, pedí un segundo Gin para mi amiga, pero no se podía. ¿Por qué? Limón había, pero eran cinco pa las ocho y el local estaba cerrando. Fue como un madrugonazo, pero en todo caso a esa hora podíamos bajar y continuar la charla en otro lugar. Ahora bien, eso de “bajar”, que en todas las veces anteriores que había subido a la montaña protectora de Caracas había sido un ráspalo suave, esta vez sería bastante diferente. Tan diferente como las más de dos horas que estuvimos en la cola, sí, más de dos horas no muy agradables, que con la otra hora que esperamos para subir suman tres horitas de espera, mucho tiempo en comparación a las menos de dos que disfrutamos propiamente en el parque.

El servicio, la calidad del tiempo, la variedad y las sorpresas, no parecían compensar esas horas de espera en las que algunos adultos mayores y muchas madres con sus hijos tuvieron que sentarse en el piso, un cuadro parecido al de la caótica zona de tránsito de un aeropuerto en el que todos los vuelos se han retrasado. Nos reímos de la escena, pero solo al principio. Delante de nosotros en la fila, un señor alto y ancho como un escaparate y muy paciente, daba sus parsimoniosos pasos mientras su esposa y sus dos hijas lo esperaban sentadas por ahí. Cuando nos escuchó dando nuestras opiniones sobre lo que allí pasaba, el señor contemporizó, con visible buen humor, y hasta se animó a contarnos que también había entrado en “La cima” para comer, aunque en el atractivo restorán no tenían carne.

Lo que allí ocurría era una expresión más, me dije, de lo que ocurre cuando la demanda de comida, bebida, servicios, de opciones y posibilidades, desbordan las modestas capacidades de la oferta en este hiper comunismo que comenzó a vivir nuestro país en los últimos años. Este exceso tenía en la kilométrica cola su peor expresión, algo tan sencillo como no saber qué hacer para canalizar de forma más programada la bajada a la ciudad, en un parque que muchos países quisieran tener y donde seguramente no despacharían a la gente a las 8 de la noche, salvo por aquellos que optan por meterse en Cabina Bar, la discoteca que mencioné al principio y sobre la que no puedo especular hasta conocerla por dentro hasta la madrugada.

Como lo ha dicho el presidente Maduro en varias ocasiones, y como lo dijo Chávez incontables veces, nuestro país tiene todo ―y si no, puede importarlo― para convertirse en una potencia. Tenemos los recursos ¿Quién lo duda?, tenemos el personal necesario, en un país de gente joven. Ahora bien, lo visto en el Teleférico de Caracas tiene, como no, su tufillo a rentismo, a comodidad, a la consuetudinaria falta de rigurosidad en los campos de la coordinación y planificación; a imaginación dormida en la embriaguez de las vertiginosas y altas tasas de ganancia, y ahí puede estar la clave para dar finalmente el salto cualitativo que convierta a Venezuela en uno de los mejores destinos turísticos de la región y el mundo.

Este es, sin duda, un proyecto realizable. Sin embargo, detalles como estos atentan contra la imagen y el tremendo potencial que tiene un parque que nació del conocido empuje modernizador de los años cincuenta, y que en los últimos años parece haberse retomado con fuerza. Gobierno, emprendedores y comunidad organizada y creativa, tienen la palabra.

* Publicado en PoderenlaRed.com el 26/08/13



amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

sábado, 17 de agosto de 2013

La prensa socialista debe ser democrática, alegre y original

En 1975, García Márquez publicó Cuba de cabo a rabo, una extensa crónica donde el gran escritor plasmó el recorrido que “durante seis semanas de jornadas sin término” hizo por la Cuba revolucionaria, acompañado de su hijo y de un “severo e incansable” guía que cumplió al pie de la letra las instrucciones de hacerle abrir todas las puertas donde tocara, sin excepción.

El Gabo se explaya y concluye que Cuba es una “realidad deslumbrante” en la que no hay un solo niño sin escuela, ni desempleados, ni un solo ser humano sin vivienda, zapatos y sus tres comidas al día. Una sociedad en la que no hay mendigos, ni rateros ni analfabetos, ni “nadie de cualquier edad” que no disponga de educación gratuita a cualquier nivel, ni nadie que no disponga de atención médica oportuna y gratuita.

De forma magistral, García Márquez describe la emergencia de una nueva moral, una moral revolucionaria dotada de esa “chispa de locura recóndita” que el escritor calificó como una de las virtudes más antiguas y fecundas del pueblo cubano. El cronista, también brinda un análisis detallado del bloqueo imperialista y de cómo ese pueblo valeroso lo enfrentó y lo venció con dignidad desde adentro. También, la gran campaña de alfabetización y la emergencia del poder popular merecieron la atención detenida del colombiano quien, de paso, se había contado entre los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina, creada en los primeros años de la revolución.

No obstante, de todo este gran testimonio queremos detenernos en la sección en la que el autor analiza el tema de la “prensa socialista”, campo considerado complejo por aquel, y que los cubanos definieron en ese momento ―y quién diría que hoy toda la región no lo considera así― como una “materia política muy delicada”. De una, el Gabo mata la culebra por la cabeza, o una de sus primeras cabezas, refutando la acusación sobre la supuesta falta de “libertad de prensa” en Cuba, el clásico caballo de batalla liberal burgués que aún hoy es utilizado por las grandes corporaciones mediáticas para atacar a los gobiernos progresistas que, enhorabuena, decidieron plantarle cara.

Para ese momento, el Gabo dejó claro que quienes afirmaban que en Cuba no había libertad de prensa, querían decir algo completamente distinto: que no existe una prensa como la creada por el capitalismo para defender sus intereses e imponer sus objetivos. En una sociedad donde el orden burgués había sido destruido de raíz, resultaba casi natural que no existiera prensa capitalista y por tanto, este tipo de “libertad de prensa”. Si bien este apartado de la crónica garciamarquiana abarca poco más de una cuartilla, habría que leer entre líneas lo que al autor quiso decir cuando afirmó que en Cuba los medios de comunicación eran ahora propiedad social y, lo más importante, que los cubanos lo que buscaban era una nueva concepción de la prensa.

Un párrafo, resulta particularmente esclarecedor sobre el estado de la comunicación en Cuba a principios de los setenta:

“En la actualidad solo existen diarios del Partido Comunista que cumplen con bastante eficiencia la tarea de agitar y orientar pero que son deficientes en la información y apenas si intentan algún examen crítico”.
Seguidamente, el escritor hace un repaso de las emisoras oficiales existentes, de la música que habitualmente colocan; incluso destaca la existencia de una emisora especial dedicada exclusivamente a informar durante todo el día, y celebra el hecho de que el vespertino de la Juventud Comunista tenga una sección de “cartas de los lectores”, donde recientemente se había publicado la denuncia de una ciudadana. Sin embargo, García Márquez habla claro y considera una limitación que todos estos medios de información estén bajo la dirección y el control del Partido Comunista.

Ahora bien, traigamos a nuestro contexto de construcción del socialismo bolivariano y de su respectiva concepción de la comunicación la frase arriba citada, y recordemos que una de las críticas que le han hecho al movimiento de la comunicación popular y alternativa, es su reiterada recurrencia a la agitación y la consigna en detrimento del requerimiento informativo y la siempre necesaria crítica. Mencionemos además, que la propaganda y la consigna si bien hacen deficiente la información, aleja más aún la producción de contenidos de profundidad, al periodismo de investigación y en general a todo género que no acepte la cartilla aquella según la cual los “hechos son sagrados”.

La crítica del Gabo sigue siendo válida, tal como la que hizo Pascual Serrano en un foro realizado en el Teatro Principal hace pocas semanas. Sin embargo, un mal diagnóstico de la problemática bien podría llevarnos a la aplicación de la peor de las terapias. Por ejemplo, pensar que para superar el vicio de la consigna sea necesario revivir o fortalecer aún más las prácticas de la prensa capitalista, con toda su mitología y su dogmática funcional al orden capitalista. Y con esto nos referimos a la noticia como mercancía, a las reseñas depuradas, a la fragmentación del flujo informativo producido por el “tratamiento objetivo” de los hechos aislados, tal como afirma Federico Álvarez en La información contemporánea.

Volviendo a García Márquez, la esperanza para superar este complejo problema se sigue localizando en al campo de la comunicación alternativa. En el último párrafo del texto citado, se hace referencia a los planes para crear en Cuba una cadena de periódicos que no dependan del Partido Comunista, y de proyectos de los trabajadores organizados y las organizaciones de mujeres para crear sus propias publicaciones.

Da tal manera, dice el Gabo: “De esta proliferación de diarios y revistas que ya empiezan a saturar los quioscos callejeros con sus colores vivos, ha de surgir la nueva prensa sin vicio de la nueva Cuba”.

Así, el debate sigue estando en lo que significa la “prensa sin vicio”. Lo que sí pronostica el autor es que esta prensa será “democrática, alegre y original”, cualidades que podemos tomar para la construcción de la prensa sin vicio de la nueva Venezuela.

Publicado en PoderenlaRed.com el 15 de agosto

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

martes, 13 de agosto de 2013

El viernes del atardecer púrpura


El viernes 19 de julio amaneció gris y templado, como escarmentado por la primera tormenta eléctrica de verano que había caído la noche anterior, y que se extendió hasta la mitad de la madrugada. Los eucaliptos y los pinos resonaban sus hojas y tambaleaban sus troncos. Tenía una leve resaca de ron que tenía tiempo sin padecer y mi cabeza parecía más pesada.

La telepantalla de mi pieza se encendió a las siete en punto. La había programado a esa hora porque debía asistir a un curso especial en el que me había anotado para no perder la oportunidad, aunque sin tener la seguridad de que podría terminarlo. Ya había faltado una vez, y esa ausencia me había privado del certificado. Una falta más y no aprobaría el curso. En esas meditaciones estaba mientras daba vueltas en la cama, y al final decidí no terminar el curso y quedarme en casa. Más aún, luego de constatar que las vías estaban trancadas por algún tronco caído y el siempre excesivo tránsito vehicular.

Con una sensación como de sueño interrumpido y con un leve mareo, hice mis ejercicios matutinos, los cuales en algo ayudaron a poner mi cabeza de nuevo en su lugar. Mientras saboreaba el café sentía la piel como reseca, y la brisita fría que se colaba por el resquicio de la ventana parecía exacerbar esa sensibilidad. El ron corría por mis venas, el gris del cielo de esa mañana parecía demasiado claro. Empecé mi rutina con suavidad. Abrí varias páginas web y di con un blog cuyo fondo blanco me pareció escandaloso. El contraste de ese blanco con las letras negras, extrañamente incomodó mis ojos.

Súbitamente, sobrevino un deslumbramiento y unas extrañas luminiscencias en la periferia de la mirada me saboteaban la lectura. Pensé en el fondo blanco del blog, que no era el sol, y me dije que algo extraño estaba pasando. Cerré los ojos y me tapé la cara con las manos. Ahí estaban las luces, como hacia la derecha, cínicas, como burlándose de mí. ¿El cuerpo, mi cerebro, me mandaban una señal? Una leve preocupación quiso invadirme, pero como no me sentía mal me dije que no podía ser nada grave salvo el efecto de haber tomado más ron de la cuenta.

Ese viernes se cumplían 34 años de la Revolución sandinista, y esa era una de las noticias del día, más allá de que fuera una efeméride, que las hay todos los días. Recibí la luz de las manos con cruces con toda la Fe de siempre, después de semanas alejado de su fuerza purificadora. El deslumbramiento duró cerca de media hora. Al sentarme frente a la pantalla luminosa, mis ojos tras los cristales leyeron como siempre y ningún fondo blanco pudo molestarme. La mañana avanzaba inexorable y, otra vez la resaca, recordé a Gina y quise tenerla a mi merced, al alcance de mi cuerpo.

Traté de ser dueño de mis pensamientos, habían pasado cuatro meses sin saber de ella. Sentí que debía llamarla y sorprenderla. La extensión de su oficina no respondió. Le escribo en inglés y de una le digo que la quiero ver y para mi sorpresa se muestra receptiva. Ese viernes 19 de julio sigue deparando detalles interesantes, me dije. Leí algunas páginas de Vicente Romano sobre la manipulación mediática y me salió un artículo sobre el tema. Esas páginas despertaron mi apetito lector para interrumpir el libro que estaba leyendo y tomar la obra periodística de García Márquez, la cual inicié con el placer y la voracidad del antropólogo que da con la prueba del “eslabón perdido”.

Cuando vi la hora habían pasado las cuatro. En eso sonó el móvil, el cual atendí ―inusualmente― sin ver el número en la pantalla. La voz preguntó por mí con una extraña seriedad, y sin preguntar de parte de quién respondí con expectante seriedad que sí, que hablaba con Mauro Gonzaga. De inmediato me dijo su nombre, de donde llamaba y para qué llamaba, y esa fue la verdadera noticia del día. Me informaban que era el ganador del Premio Stefanía Mosca, las Crónicas de la ciudad del bajo se lo habían merecido. Dije que no podía ser, que era un notición. La llamada fue breve, tanto, que después pensé que se trataba de una mala broma.

Pero era verdad. Al salir a darle la buena nueva a mi madre, con las manos juntas y benévolas, me dijo que ella lo sabía, que la noche anterior se había acordado del libro, que le había dicho a no sé quién que ganaría ese concurso. Ese día el atardecer fue púrpura, la resaca había desaparecido, y para cuando llegó la noche había dado con dos películas cuya trama giraba en torno a escritores, lectores y librerías. Entre las vueltas en la cama al amanecer de la tormenta, y el atardecer profundo y el buen cine, estaba el brillo plateado de las narraciones de Buenos Aires. Esa fue la noticia del día y para mi, puede que la noticia del año. Volví a saber que las señales existen.

Mauro Gonzaga


viernes, 9 de agosto de 2013

La producción periodística es parcial y su objetivo siempre tiende hacia la hegemonía

La frase la extraemos del “Manual para la lectura crítica del mensaje mediático”, encartado de Fernando Casado aparecido hoy en el Correo del Orinoco, en el pasaje en el que se cita al Observatorio de Medios de Argentina, en relación a su postura frente al funcionamiento de la tendencia dominante en las producciones periodísticas.

A continuación, el fragmento completo:

“Las producciones periodísticas son parciales (Reflejan tomas de partido a favor o en contra de determinados intereses de clase o grupos) y tienen como objetivo final la creación de sentidos comunes hegemónicos.

La mayor o menor eficacia de esas operaciones dependerá del éxito con que las parcialidades sean presentadas y aceptadas como parcialidades universales y para ello todo sistema de producción periodística apela al “mito de la objetividad”, en el sentido de presentar a la misma asociada con una parcialidad especifica”.


Evidentemente, del acertado análisis solo podemos colegir que, no solo estamos en medio de una gran batalla contra-hegemónica, sino que dentro de ésta pareciera no haber posibilidad de descartar la adopción del “mito de la objetividad” de cara a la construcción de Hegemonía.

Publicado el 5 de agosto en PoderenlaRed.com