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martes, 9 de agosto de 2016

La bendita ignorancia de Cypher o por qué en la Matrix se vive mejor

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Confieso que desde hace tiempo quería escribir algo sobre The Matrix (1999), la película de los hermanos Wachowski que marcó una pauta en el universo del cine de ciencia ficción. Con los años fui superando prejuicios y me acerqué paulatinamente a la producción. Luego de verla varias veces, despierto mi interés, al adentrarme en el ciberespacio fui encontrando diversas reseñas y análisis interesantes sobre esta cinta protagonizada por Keanu Reeves (Neo), Laurence Fishburne, (Morfeo), Carrie Anne Moss (Trinity), Joe Pantoliano (Cifra) y Hugo Weaving (Agente Smith). Con la lectura de cada texto cobré consciencia del ruido generado; del impacto que había causado y la cantidad de símbolos que encerraba.

Siempre había querido escribir sobre el tema, entre los trabajos formales y otros quehaceres escriturales. Talvez esperaba una excusa, una motivación; un desencadenante, que finalmente llegó.

Diecisiete años después de su estreno, en la segunda mitad de este 2016, me senté a escribir este ensayo motivado por un texto del filósofo Arturo Serrano, extraído de su libro El sueño de la razón produce cine y otros ensayos sobre cine (1), que discurre sobre el tema de los placeres a partir del personaje interpretado por Joe Pantoliano. Entre oráculos, profecías y elegidos, Pantoliano representa la intriga, el escepticismo y la traición. Mientras lo que queda de la humanidad lucha por su derecho a la Paz y a la vida, este personaje decide transar con el agente Smith y reconectarse a la Matrix, el mundo virtual creado por las máquinas para mantener controlada a la humanidad.

Si viste Matrix y alguna vez has tenido la sensación de que vives en algo parecido, o que en este mundo hay algo que no cuadra; si estudiantes filosofía, ciencias sociales o eres conocedor de las teorías de la conspiración; si ya te diste cuenta del poder que tiene nuestra mente; si perteneces a la fauna lectora, si te gusta el cine, estoy seguro que no solo continuarás leyendo esto hasta el final, sino que dejarás un valioso comentario que arrojará más luz sobre este apasionante tema.

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Neo: Esto no es real.

Morpheus: ¿Qué es real?, ¿Cómo defines “real”? Si hablas de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, probar y ver, lo “real” son impulsos eléctricos que tu cerebro interpreta.

A estas alturas del siglo XXI puede resultar difícil que alguien que se considere amante del cine, o mejor, del cine de ciencia ficción o, más precisamente, discípulo del género cyberpunk, no haya visto The Matrix (1999). Dirigida por los hermanos Wachowski, esta es una cinta sobre la que se ha escrito mucho, no solo por las innovaciones técnicas que supuso o por el destacado trabajo de los actores que participaron, sino por la abundancia de elementos filosóficos, místico-religiosos y espirituales que contiene. Hoy, la última distopía del siglo XX sigue dando de qué hablar.

Han pasado 17 años y la producción sigue llamando la atención de las nuevas generaciones, aunque también de todos aquellos que si bien la vieron en su momento, no habían reparado en los meta-mensajes de una película que hoy sigue siendo referencia y objeto de análisis para quienes se formaron en la llamada “cultura de la sospecha”, lo cual incluye toda una gama de pensadores y ensayistas que van desde filósofos y cinéfilos comprometidos hasta los más depurados teóricos de la conspiración, que no conspiranoicos.

En esta oportunidad, vamos a centrarnos en el análisis del artículo “Placeres virtuales y placeres reales en The Matrix”, que integra el mencionado libro del investigador y filósofo Arturo Serrano, en el que se ensaya “Una defensa de Cypher”, el personaje “antihéroe” que forma parte de la tripulación de Morfeo, interpretado convincentemente por Joe Pantoliano. Este, si bien forma parte de la resistencia humana frente a las máquinas, representa el cinismo, la intriga; el tipo hastiado de la vida que lleva como miembro de la tripulación del Nabucodonosor, que es una vida de soldado bajo la órdenes de Morfeo, el líder carismático cuyo propósito es encontrar al “elegido” y terminar así con la guerra.

Desde el principio, notamos en Cypher la actitud de quien está cansado de la rutina, de comer cada día la misma sustancia sin sabor; de los discursos místicos de un líder en el cual ha dejado de creer y que al final decide traicionar. Está harto de llevar una vida sin placeres, dedicada a luchar contra las máquinas, sin amor, rechazando el presente y viviendo de las cenizas de viejas noches hedónicas que se perdieron en el tiempo. La liberación de Neo y la llegada de este a la tripulación parecen acelerar la decisión de Cypher de cometer la traición. Al final, el antihéroe llega a un acuerdo con los agentes de la Matrix. A cambio de entregar al hombre que conoce los códigos de Sión (la última ciudad humana) y traicionar así a sus compañeros, los agentes lo conectarían otra vez al mundo interactivo de ilusiones, esta vez con las ventajas de una vida acomodada y sin memoria de su traición.

En la escena donde se concreta la traición, se encuentra en un elegante restaurante de la Matrix con el agente Smith (Weaving), y está degustando un pedazo de carne. Esta es una escena interesante –central para el análisis− dado que está consciente que la carne no existe, y que lo que ocurre es que la gran computadora le está diciendo a su cerebro que está jugosa y deliciosa. “Después de nueve años ¿sabe de qué me he dado cuenta? La ignorancia es una bendición”, dice antes de llevar un trozo de carne virtual a su boca, masticarla y disfrutar de su sabor. Pero, un momento, ¿cómo es eso de disfrutar de la consistencia y el sabor de una pulpa falsa, a pesar que estoy consciente de que esta no existe? He aquí la clave de la defensa que hace Serrano de la decisión de Cifra; una decisión que, siguiendo al filósofo, sería la que tomaría cualquiera de nosotros haciendo abstracción de la situación de la película.