Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Aclaración importante sobre el blog Ágora Caracas

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Desde hace tiempo tenía pendiente escribir esta aclaración sobre Ágora Caracas, mi blog personal, a manera de aclaratoria sobre los cambios que ha experimentado en materia de contenidos, específicamente en los últimos dos años.

Como proyecto, puedo decir que Ágora Caracas fue la expresión natural de dos procesos simultáneos que se retroalimentaron crítica y creativamente: el fenómeno político conocido en la región y el mundo como la Revolución bolivariana, y ese proceso de empoderamiento tecno-político posibilitado por la democratización de las tecnologías de la información y la comunicación, en el contexto de la sociedad de la información y el conocimiento.

Después de algunos años publicando mis artículos, en su mayoría ensayos de diversa extensión sobre temas políticos y sociales, en otras webs que habían surgido y se habían posicionado al calor de los procesos mencionados, decidí crear mi propio espacio reflexivo como antesala de un proyecto de mayor envergadura que vería la luz pocos meses después. Sin embargo, en los últimos tiempos, los lectores han notado algunos virajes y cambios en los registros, tonos y temáticas del espacio.

Hoy, basta echar una mirada al archivo y apreciar el carácter de los últimos textos para notar dos cosas: que algo ocurrió en 2015 con la “línea editorial”; y que a lo largo de 2016 hubo un cambio en la “política de contenidos”. Estos golpes de timón los había dado, lo confieso, sin mayor explicación, confiando siempre en la perspicacia de un público lector bastante avezado y consciente de la evolución del panorama mediático, tanto a nivel del patio local como a nivel planetario, y capaz de imaginar además las cosas que pueden ocurrir en la mente de un bloguero. 

Tres etapas, dos ciclos

Así, al hacer una rápida retrospectiva, pude distinguir tres períodos o etapas en la vida del blog. La primera se inicia con su creación en 2011, y termina con el año 2014; la segunda, a la que puedo denominar de “transición”, fue la que caracterizó al año 2015. La tercera etapa es la que actualmente se desarrolla, y que inaugura lo que sería un nuevo ciclo de vida para el blog, identificado con los nuevos tiempos que se abren para la humanidad, más allá del lenguaje, factores y esquemas sociopolíticos.

En la parte inferior de la columna de la derecha, después del indicador de visitas, está una lista de artículos a los que denominé “Populares históricos”, donde confluyen los textos que más se leyeron en esta primera etapa, que suman en total 210 escritos. En su mayoría, estos son ensayos y artículos, además de algunas crónicas y textos “híbridos”, algunos de los cuales hicieron parte de dos libros publicados, uno en 2011 y otro en 2013. Con todo, el lector podrá ver en ese “Top” un  ensayo sobre la Carta de Jamaica que, si bien fue publicado el pasado enero, afortunadamente ha sido lo suficientemente leído como para entrar en esta lista.

Otro detalle a considerar, es que los artículos publicados en este período son todos de mi autoría, salvo dos o tres textos que tuvieron el carácter de “autor invitado” por su calidad o excepcionalidad. Entre ellos, el más leído, cosa de la que estoy igualmente orgulloso, es: El maestro Simón Rodríguez en la pluma de Eduardo Galeano.

La segunda etapa, la cual llamo de transición, fue la que desarrollé en 2015. Si seguiste las publicaciones de este período o si te detienes a ver el archivo del blog, podrás notar que de un promedio de 53 entradas por año, pasé a publicar 521, aunque solo por ese año. ¿Qué ocurrió? Simple, quise convertir un blog personal en un proyecto de opinión más amplio, e incluso noticioso, considerando su buen posicionamiento. Es así, como nacen los blogs asociados Ágora Cultural, Ágora Crítica, Ágora Bipolar y Desde el Ágora, cada uno con una misión más específica, y que le abrió paso a los trabajos de un conjunto de autores seleccionados entre todas las tendencias.

De esta manera, una introducción a los artículos publicados en estas nuevas páginas era publicada en este blog, con un enlace que remitía a los lectores al blog correspondiente en función de la temática. Vale destacar, que mis artículos personales los seguí publicando en Ágora Caracas, aunque también en Ágora Crítica y, cuando se trataba de reseñas, en Ágora Cultural. Como ya puede notarse, se trataba de un proyecto un poco más ambicioso, el cual resultó poco factible a la larga debido a la reducción de los recursos que todos experimentamos en el país durante el año.

No obstante, después comprendí que este ensayo era parte de un proceso de transición hacia otra cosa que ya se venía gestando desde hacía al menos tres años, a partir de nuevas lecturas de la realidad que estaba haciendo a partir de la evolución de mi propio proceso de formación, es decir, a partir de mi propia evolución como creador; como escritor, como persona que expande su conciencia. 

Se abre una nueva etapa

El nuevo período del blog comienza en enero de este año con la publicación del ensayo sobre Simón Bolívar y el extraordinario documento que el año pasado cumplió 200 años: La Carta de Jamaica. Sin embargo, ya tenía tiempo de haber incursionado en otras áreas que siempre habían sido de mi interés, áreas en las que nunca me había detenido a profundizar y que ahora considero de gran importancia desde una perspectiva evolutiva.

No voy a decir que los cambios en el panorama sociopolítico y socioeconómico fueron determinantes en los cambios, pero jugaron un papel importante. A medida que la situación de “crisis” iba permeando, ganando terreno, estaba sirviendo para develar algunas cosas sobre nosotros, nuestra idiosincrasia; sobre una vieja cultura cuyos aspectos más retrógrados salieron a la luz sin pudor, despojados al fin del espeso velo de abundancia generado por los petrodólares. Estos aspectos a los que me refiero serían materia para otro texto. Digamos aquí, que todo lo que ocurría y sigue ocurriendo, no tenía nada de casual ni tiene tampoco nada de fatal. Atando cabos, me fui dando cuenta de que todo era necesario y que no podía pasar de otra manera.

El hecho es que, a poco más de tres años y medio, ha sido realmente impresionante el cambio que ha sufrido la “atmósfera” psico-socio-política del país, después de la desaparición física de Hugo Chávez. Los precios del petróleo tocaron fondo, el poder adquisitivo se fue diluyendo, y el tema humano sobre el hombre nuevo quedó como suspendido en el aire en medio de un conjunto de situaciones complejas que nosotros mismos sembramos a lo largo de los años de un terremoto político que, nadie duda, transformó la región e influyó poderosamente en el parto de un nuevo mundo cuyos rasgos apenas comenzamos a distinguir.

Siguiendo mi intuición, estaba cada vez más claro para mí que los tiempos de la polarización política habían quedado irrevocablemente en el pasado, que era el momento, como sociedad, como pueblo, de superar la heridas, los disturbios emocionales, las viejas penas, incapacidades aprendidas y condicionamientos mediáticos, para volver a reencontrarnos en la polis como hermanos, una vez aprendida la lección, para quienes tuvieron la fortuna de aprender alguna lección en los últimos quince años. En pocas palabras, entendí que no podía haber revolución alguna si no había evolución desde lo individual; comprendí, que el cambio social pacífico –que es el que queremos−, solo es posible si ayudamos a las personas a conocerse a sí mismas, a descubrir su poder creador innato.

Porque, es un hecho: si no creamos, nos crean; si no sueñas, te sueñan. 

En los últimos años, como lo supo ver Hugo Chávez, todos los genios se habían  salido de todas las botellas. Los pensamientos y emociones se exaltaron y desbocaron, manifestándose en discursos intensos que ejercieron todo tipo de efectos en nuestra población. La sociedad venezolana fue sacudida porque era necesario que lo fuera ante tanta injusticia, y fue mucho lo que se ganó en justicia material y consciencia política; pero de otro lado, al calor de las animosidades se engendraron algunos monstruos que aún hoy agitan las alas y sacuden la cola. Hay mucho que proteger y conservar, bastante que desechar, y mucho más aún por lo cual trabajar.

Estamos en plenos tiempos de transición hacia una nueva era, en un auténtico cambio de época que había sido anunciado hace bastante tiempo por los mayas en su luminoso calendario. Si Max Weber definió a la modernidad como un “desencantamiento del mundo”, frase con la que aludía al proceso de racionalización de todos los aspectos de la vida que vivía Occidente, en su fervor religioso por el progreso de la ciencia y la técnica, la época que se abre se nos presenta como un “reencantamiento del mundo”, lo cual no debe ser visto como el regreso a un supuesto oscurantismo supersticioso. Al contrario, se trata de un tiempo de despertar, de expansión de la consciencia y desarrollo espiritual.

Reconozco que estas palabras pueden sonar a “New Age”, a la revancha de un desubicado neo romanticismo e, incluso, a una paranoica conspiración del pensamiento posmoderno en aras de la restauración del orden neoliberal. Sin embargo, y a despecho del pensamiento de izquierda estancado espacio-temporalmente, se trataría –si hablamos en términos de filosofía social− de una trans-modernidad que, de hecho, históricamente se ha parecido más a nosotros –la raza cósmica (literalmente cósmica, más allá de Vasconcelos)−, en un contexto donde nuestra región desempeñará un papel vital como centro espiritual del mundo.

De esta manera, habría que decir que se acabó el tiempo de la supresión de lo femenino (otra forma de hablar de modernidad). En el ciclo que comienza, las fábulas vuelven a la ciudad de la furia.

En este contexto cósmico, cuántico y esplendoroso, la era de la Pacha, la liberación de los colectivos pasa por la liberación de cada una de las personas desde su ser interno, como proceso de auto-descubrimiento que, si bien puede necesitar de algún detonante, alguna orientación, no necesita de templos, religiones ni gurús; solo necesita de tu voluntad para reconocer el poder que llevas dentro y desplegar así todo tu poder creador.

Así, si me preguntaran hoy cuál es la misión de este espacio diría, si hablamos de forma y de fondo, que la primera se enriqueció con nuevos rasgos y expresiones, y que el segundo adquirió nuevas dimensiones manteniendo, digamos, el mismo propósito transformador; aunque ahora centrado más en promover nuestra evolución como personas y como especie. Entonces, los invito a participar y ¡bienvenidos y bienvenidas!