“Las conspiraciones sí existen… Cualquier conocimiento que
uno tiene que no tienen los demás, a uno le da un poder y una ventaja sobre el
resto. Entonces, vivimos en un mundo en el cual se controla la información” Sixto
Paz Wells.
“Ninguna fuerza externa ha frenado todavía nuestra tendencia
general hacia un mundo kafkiano–orwelliano donde las peores fantasías parecen
cada vez más plausible para más y más gente”
R. Anton Wilson.
Por lo general, cuando se esbozan explicaciones alternativas
sobre acontecimientos históricos o actuales que tuvieron algún tipo de
trascendencia económica, social o política, que generaron conmoción en alguna
medida y que incluso han influido significativamente en el curso del desarrollo
de la humanidad, tarde o temprano terminan siendo ubicadas en el campo de la
llamada teoría de la conspiración.
Estas teorías, muchas veces suelen ofrecer una
interpretación de los hechos que se ubica en las antípodas de las versiones
oficiales, lo cual puede resultar escandaloso cuando no increíble. Una vez que
se han detectado suficientes cabos sueltos en la explicación oficial, cuando no
está plagada de incoherencias o incongruencias, la mesa queda servida para las lecturas
alternativas que, con todo, en una primera mirada podrían parecer jaladas de
los pelos, inverosímiles, o al menos el producto de mentes inquietas adictas a
la ficción.
De acuerdo a la definición generalmente aceptada, estas
teorías dan cuenta de todo un espectro de hechos y situaciones a la luz de un
poderoso grupo oculto en las sombras, infiltrado en todas las instituciones
sociales, económicas, jurídicas, políticas y culturales, cuyas intenciones
giran en torno a la planificación, control y manipulación de procesos y sucesos
de importancia, ya sea a niveles tácticos o estratégicos y con propósitos
orientados, en el mejor de los casos, a la dominación social.
No obstante, destaquemos que el término “conspiración” es
bastante anterior a las “teorías de conspiración”, y que la existencia de las
más bizarras conspiraciones está bien documentada en textos históricos y, al
decir de la wikipedia (una suerte de enciclopedia conspirativa), en el derecho
penal, las leyes y sentencias de los tribunales. Esto nos indica, en un primer
momento, que han existido conspiraciones que de alguna manera se han develado
al público y han llegado a formar parte de las más diversas historias
oficialmente aceptadas.
Sin embargo, por razones elementales de manejo, circulación
y democratización de la información, ha llegado el momento en que algún ser
imaginativo o grupo de investigadores, buscadores (y encontradores) de la
verdad, logra detectar más de una inconsistencia en las explicaciones oficiales
de muchos hechos, advirtiendo una notable debilidad en las argumentaciones y
justificaciones que con el tiempo se van tornando absurdas e insostenibles,
atrayendo el interés, la curiosidad y, durante el proceso, la indignación del
investigador que descubre cosas y va develando la urdimbre mitológica de la que
él mismo ha formado parte, decidiendo sacar a la luz la nueva verdad.
Discurrir sobre el tema de las teorías de la conspiración en
una época como la nuestra, parte de una serie de premisas que convendrá siempre
considerar. En primer lugar, esta es una era signada por el conocimiento y el
exceso de información, lo que es decir marcada por la desinformación. Agreguemos
que la historia que hemos conocido fue la que se escribió, lo cual no implica
la certeza de que haya sido lo que realmente ocurrió. Esto nos recuerda una
premisa clásica, propia de un mundo en cuyas poblaciones siempre ha sido
posible distinguir gobernantes y gobernados, dominantes y dominados; ganadores
y perdedores.
En pocas palabras, lo que nosotros, ciudadanos de a pie,
optimistas transeúntes y entusiastas participantes de los cuentos que nos echa
la matrix, lo que hemos conocido como historia ha sido el relato que ha
plasmado e institucionalizado el grupo de los ganadores. Marx expresó la misma
idea al decir que las ideas dominantes de una época eran las ideas de la clase
dominante. Teniendo esto claro, debemos ahora combinar esta premisa con una
reflexión sobre lo que entendemos por realidad y por ficción. Se ha dicho, por
ejemplo, que “la realidad supera con creces a la ficción”, y para los efectos
de lo que tratamos en este ensayo conviene tener presente la idea en todo
momento, así como advertir sus implicaciones.