Graziano, recuerda que Strauss emigró a Estados Unidos
perseguido por motivos raciales por el Tercer Reich, y que fue muy bien
recibido en la conocida Universidad de Chicago, casa de estudios fundada y
dirigida por los intereses petroleros, y lugar donde florecieron las teorías
monetaristas de Milton Friedman, base del neoliberalismo, y donde además
trabajaron los físicos que llevaron a cabo los estudios para el desarrollo de
la bomba atómica.
Añade el autor de Hitler
ganó la guerra, que Strauss se convirtió en una especie de gurú para los
neoconservadores republicanos quienes, después de los atentados del 11/09 en
Nueva York, como lo expone Miguel Ángel Contreras en Una Geopolítica del Espíritu, configuraron un escenario discursivo
“anclado en una restauración de la teología-política”. Esto implicaba una
“filosofía política como retorno”, lo cual no le venía nada mal a los intereses
de la elite globalizadora, desde siempre darwinista y malthusiana.
Lo interesante del pasaje del libro de Graziano, es que
resume el pensamiento de Strauss, plasmándolo en una premisa básica y tres
líneas de acción estratégicas. Agrega el autor, para más señas, que Strauss es
un continuador de las tesis de Maquiavelo, cuyas conocidas máximas no le
merecieron nunca la más mínima crítica. De tal manera, como esta es la
filosofía-ideología de los neoconservadores en Estados Unidos, de los cuales por
cierto se pueden encontrar algunos epígonos en la ultraderecha de nuestro país,
conviene que nos detengamos en las implicaciones de este pensamiento, una vez
aclarada su base filosófica. Empecemos con la premisa básica, según la cual:
Por derecho natural,
los fuertes deben gobernar sobre los débiles.
La premisa recuerda a los “esclavos por naturaleza” de
Aristóteles, un esencialismo peligroso que evoca la doctrina del “Destino
manifiesto”, dotado de una teleología muy aristotélica; las palabras de Ginés
de Sepúlveda en el debate con el padre De las Casas con las que pretendió
justificar la guerra y exterminio indígena, y las afirmaciones sobre el
supuesto “Excepcionalismo” de EE.UU. con las que Obama sugirió, desde la
tribuna de la ONU, que su país puede atropellar el derecho internacional cuando
sus intereses así lo reclamen.
Por otra parte, las líneas de acción, si bien son manejadas
por la elite con fines de dominación mundial, podrían ser también la fuente
nutricia del accionar político de personajes más conocidos por nosotros:
1.- La mentira como
necesidad: como no existen verdades absolutas, sino solo relativas, es
necesario que los gobiernos mientan. Las clases dirigentes, a través de la
prensa, deben difundir solo un mínimo indispensable de información veraz. En
términos generales, no cabe otra posibilidad que la mentira y el engaño, con el
fin de mantener bien cohesionada la fe y el optimismo de las masas en el futuro
y en un sistema de valores y creencias. Así, la mentira y el engaño serían las
armas para impedir el mínimo brote de escepticismo o nihilismo en los pueblos,
lo cual podría conducir al desorden.
- Claramente, esta línea straussiana nos habla del perverso
papel que la ideología ―entendida como falsa consciencia o “imagen invertida”―
desempeña en las modernas sociedades capitalistas, mediatizadas y en gran
medida condicionadas por los “mass media”. Como puede verse, son múltiples las
implicaciones de esta “línea”.
- De otro lado, como actitud y comportamiento político, en
Venezuela hemos presenciado hasta la saciedad como los personajes más
representativos de la ultraderecha venezolana, recurren a la mentira y al
engaño de manera sistemática, muchas veces obedeciendo “líneas” de los
entusiastas discípulos que dejó señor Strauss.
2.- Al contrario de lo que establece la mayoría de las
constituciones democráticas modernas, de carácter laico y que por tanto separan
Iglesia y Estado, Strauss pensaba, a la usanza de los neocons estadounidenses
con los Bush a la cabeza, que la fe
religiosa y las constantes invocaciones a un dios todopoderoso (Bush hijo,
incluso, hablaba con Dios) ayudan significativamente a que ese nihilismo y ese
escepticismo se mantenga en el mínimo posible. De tal manera, la religión,
cualquiera que sea, es una potente arma de dominio, tal como la mentira, para
lograr meter en cintura, disciplinar, encolumnar, a las masas tras un líder y
tras la clase dominante que, de acuerdo a la premisa básica, debe gobernar una
sociedad o país por “derecho natural”.
- Este lineamiento pretendería aprovecharse de la necesidad
de trascendencia presente en el alma humana, dándole un uso convenientemente
político. Recordemos con Ludovico Silva, que los sacerdotes fueron los
“primeros ideólogos”, dotados de autoridad carismática y de conocimiento
trascendental. En 15 años de Revolución bolivariana, si hacemos un repaso del
papel de la iglesia nos daremos cuenta de cómo su autoridad ―hoy bastante
maltratada y socavada― fue utilizada siempre para canalizar intereses políticos
criminales y antipopulares. Estaríamos en presencia aquí de un importante
factor teológico-político, escolástico-medieval, propio de Strauss, capaz
incluso de poner entre paréntesis el supuesto laicismo de nuestras sociedades
modernas.
3.- La base de cualquier Estado y de cualquier gobierno es la existencia de un enemigo. Luchar
contra un enemigo común sirve para aglutinar y mantener cohesionadas a las
masas. Si bien un enemigo externo a un Estado puede aparecer de manera
espontánea o imprevisible, según Strauss, y aquellos que siguen y practican su
pensamiento, si ese enemigo no aparece, no existe, es necesario crearlo. Si no
se puede echar mano de uno, este debe ser fabricado, porque sin la existencia
de un enemigo poderoso al acecho se corre el riesgo de que se den las
condiciones para que surjan importantes grados de disenso interno, el cual
podría poner en cuestión la conducción del Estado y el dominio de un país por
la clase “ungida” por derecho natural, es decir, los más fuertes. Lógicamente,
en un sistema capitalista, los más fuertes son por lo general los más ricos.
- Una línea aplicable sobre todo a estados territorialmente
extensos y culturalmente heterogéneos, ciertamente como Estados Unidos, pero
sobre todo a aquellos países de vocación imperialista dirigidos desde las
sombras por élites capaces de asesinar presidentes, organizar increíbles
auto-atentados y crear enemigos de la nada, incluso sacarlos de entre el viejo
grupo de “aliados”.
En resumen, mentir, usar la fe religiosa, y crear enemigos
de la nada, nos da un resultado interesante: hegemonía, una situación de
dominación-dirección construida en lo esencial por ese conglomerado
ideológico-condicionante, hoy en el ojo del huracán en Venezuela: las empresas
de información y “entretenimiento” llamadas medios de comunicación.
@maurogonzag
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