Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Héctor Mujica y el "capitalismo popular"

Héctor Mujica
Del recientemente desempolvado “Capitalismo popular”, hemos dicho que es un descarado oxímoron; que es expresión de lo que Britto García llamó Neolingua en uno de sus artículos más actuales: todo un “genocidio humanitario”; un artificio volteador del lenguaje que va más allá del eufemismo y lo políticamente correcto; una vieja mentira enarbolada por Margaret Thatcher en momentos en que esta señora decía que “No existe la sociedad”, porque además  “No hay alternativa”. Era la época de la imposición del neoliberalismo. También afirmamos que era una inviabilidad racional y un irrespeto a la inteligencia de los venezolanos; una secuela de la más burda demagogia cuartarrepublicana pues. Tal propuesta produjo indignación y hasta hilaridad.

Pero resulta que el “capitalismo popular” es también una vieja fórmula psicológica, tal como lo recuerda Héctor Mujica en su libro, cuya primera edición data de 1967, El imperio de la noticia, recientemente reeditado por la Agencia Venezolana de Noticias.

El capitulo séptimo de esta insoslayable y vigente obra, se llama “La información económica y financiera”. En términos generales, en esta parte del trabajo se destaca la creciente importancia que para la época vienen tomando los reportajes y trabajos especiales relacionados con las vicisitudes del desempeño económico de los diversos países del orbe. Si bien Mujica abre fuegos afirmando que este tipo de información se ha convertido en una “moda”, hecho relacionado por demás con la incipiente ofensiva de la llamada globalización neoliberal, más adelante establece cuatro tipos de público al que van dirigidos los datos financieros:

1) Medios de negocios
2) A los cuadros de la actividad económica
3) Información del personal
4) Información al consumidor

De estos públicos nos interesa destacar, como bien lo sabe el lector, la información económica dirigida a los consumidores, a la gente, a los pueblos. Dice Mujica que en ese proceso llamado desarrollo económico no operan únicamente los factores “propiamente técnicos” y las decisiones de Estado, de los dirigentes. Intervienen también elementos “secundarios” que parecen cobrar cada vez la mayor importancia. Quiere decir Mujica que hay que atender no sólo a los factores objetivos del proceso económico, sino también y más aún a los factores subjetivos. Los factores psico-sociales, las costumbres, los valores y creencias, la “sociología del gusto” (Giss XXI).

Como ejemplo, cuenta Mujica que en 1965, el diario Pravda publicó una crítica hecha por una de sus lectoras soviéticas, en relación a un hecho al parecer insignificante. La mujer había comprado unas medias en un CUM (Almacenes Universales del Estado) y se le había roto al día siguiente. Además, en la misiva la mujer se explayaba en detalles sobre la mala calidad del producto, ensayando a partir de ahí comparaciones con la producción occidental, considerando además del precio y la calidad, el elemento estético. Esta publicación dio lugar a otras del mismo tono, lo que provocó una investigación del partido que dio a conocer que había en Moscú, dos telares que databan de la época del primer Plan Quinquenal (1927), entre otras situaciones relacionadas.

En este episodio se basa Mujica, para destacar la importancia que tienen las actitudes y reacciones del “consumidor” para el desarrollo económico armónico y sostenido. De ahí que el autor afirme, refiriéndose al sistema soviético, que “En general, todos los pueblos están dispuestos al sacrificio, pero no a la ignorancia de su sacrificio”. En países que impulsan proyectos de industrialización más o menos acelerada, conviene implementar, como refiere Mujica sucedía en los países socialistas, una política que a la construcción se unan los procesos de educación e información de manera constante y simultánea. Leyendo entre líneas, Mujica está elevando a primer orden lo que conocemos como política comunicacional.

Es en este punto donde entra a escena el “capitalismo popular”. La importancia de este proceso comunicativo  Estado-Sociedad, donde el libre flujo de la crítica seria y comprometida es capaz de impulsar y mejorar la ejecución las políticas públicas orientadas al bienestar general de la población, en los países altamente industrializados, como Estados Unidos, se traduce en “fórmulas psicológicas como el llamado capitalismo popular”, elaborada por los think thanks publicitarios “para aliviar la creciente tensión por el formidable enriquecimiento de unos pocos y las malas condiciones de vida de grandes sectores de la población, así como la tendencia interna a mirar hacia el exterior, hacia el mundo socialista” (Mujica, 2010). Salta a la vista, la importancia que tiene la información fidedigna y pertinente, no sólo para evitar los focos de perturbación, sino para garantizar el éxito de los planes y proyectos orientados a la emancipación y la transformación social.

De tal manera que lo del “capitalismo popular”, como mero discurso, si bien fue empleado por Thatcher en los ochenta, ya iniciada la imposición del neoliberalismo en el mundo, fue empleado también por los gringos en los años sesenta como “fórmula psicológica”, lo que es decir como artificio del lenguaje, como sutileza lingüística, para engañar a los “loosers” del sistema en un contexto donde llegaba a su fin el modelo keynesiano de posguerra.

Finalmente, traer ese discurso a nuestro actual contexto no resulta menos de exótico y funambulesco, reflejando el lado derecho de una dependencia cultural que condena, a ese lado derecho, al fracaso político.

amauryalejandrogv@gmail.com
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sábado, 12 de noviembre de 2011

Calle 13 en Las Vegas, Dudamel y los zapatos de Chávez

Los Calle 13
Hemos vivido en una época de simplificaciones, simplismos y mutilaciones de la realidad. Muchas veces la ideología al uso, consolidada con el paso de los años, el imperio de la moda, la ausencia de crítica y nuestros consuetudinarios problemas educativos y culturales, configuran una “visión del mundo” que hace cuesta arriba la comprensión de una realidad compleja. En un contexto como el nuestro, de cambio social, de pretensiones de ruptura radical con el sistema imperante en el marco de las propias reglas de ese sistema, las contradicciones puede que no sean sólo comprensibles, sino hasta naturales.

Es verdad que algunas no se justifican, y que reflejan una realidad subyacente, incólume, impoluta, intocada; hay otras que ni siquiera pueden llamarse contradicciones o que sólo lo son en una primera mirada. Por otra parte, hay situaciones que son harto comprensibles pero no por eso aceptables. En los últimos años, la campaña en la red que ha pretendido poner de manifiesto las “contradicciones” del postulado antiimperialismo de los que nos identificamos con el proceso bolivariano, ha sido incisiva y permanente, y me parece que nunca ha recibido una respuesta adecuada orientada a clarificar, por ejemplo, que las personas que usan teléfonos móviles Blackberry y apoyan a Chávez, no necesariamente están hundidas en un pozo de contradicción, aunque sea verdad que haya otros equipos con las mismas funciones e igualmente bonitos y hasta más baratos.

Otro sí, eso puede ser un indicador de que, efectiva y evidentemente ―escandalosamente―, aún nos queda mucho sendero por recorrer en el propósito de, como esgrime el lema ecológico, cambiar el sistema y no el clima; sobre todo porque a muchos como que nos gusta el mostrico. Oscar Varsavsky, quien trabajó en el venezolano Cendes y que fue un crítico de la dependencia cultural y científica de nuestros países nuestramericanos, afirmó que la modernidad capitalista había logrado producir una técnica, que devino en “fuerza física irrebatible”, que nos colocaba en la situación de no poder renunciar, por ejemplo, a las armas hechas por occidente para usarlas en la lucha por la liberación. Varsavsky decía que si un país Africano decidía antiimperialistamente renunciar a las armas hechas en occidente para defenderse, estaría condenado al colonialismo. Suena sensato. Hoy podríamos aplicar dicho ejemplo no solo a las armas de fuego sino a las armas de todo tipo, como por ejemplo las comunicacionales.



En tal sentido, conviene destacar que no renunciar a las armas no significa que debemos ser promotores de la guerra. La fórmula la ha dado la Revolución bolivariana: pacífica pero armada. Las armas, y la disposición privilegiada de ellas por parte de un sector de la sociedad, asociada a la necesidad originaria de garantizar un mínimo de orden que haga posible la vida social, han sido inherentes a la historia social, a la historia humana. Me parece que la clave está en poder hacer la distinción. Porque, ciertamente, ser antisionista o condenar los ataques del Estado de Israel a los palestinos, no significa en lo absoluto ser antisemita, como ser antiimperialista en referencia a los EEUU, no significa rechazar al pueblo norteamericano, así como no significa condenar “todo lo gringo”, verbigracia muchas de las producciones culturales que han nacido en su seno, como el Jazz, el Blues, Whitman o la música Rock. De ahí que sea algo equivocado aunque ciertamente llamativo, ver una contradicción en un militante que, revolucionario de corazón, es admirador de Michael Jackson. Sin embargo, otra cosa sería si ese militante termina amando o admirando, a través de Michael Jackson, los helicópteros Apache, los F-22 y la ciencia Wasp.

Lo he dicho en otras oportunidades. Una cosa es querer un carro porque lo necesito y porque el transporte público no sirve y toda la gama de razones que se puedan plantear, y otra bastante diferente querer el carro como si el motor albergara la potencia sexual y los cauchos la dignidad personal. Sean sólo aparentes y comprensibles o cínicas y escandalosas, nadie está absuelto de la contradicción. De ahí que sea importante siempre, de cara a dar el ejemplo, ser coherentes con nuestro discurso y poder explicar con sensatez, ingenio y creatividad las contradicciones que saltan por todos lados. Más aún, con tanta gente portadora del famoso revolucionómetro, una auténtica “maravilla” capaz de armarse y desarmarse con los contextos.

Cuando vi a Calle 13 en Las Vegas junto a Dudamel, mi primera impresión fue de vaya que interesante esta mezcla, propia de la riqueza y creatividad infinita que nos caracteriza. Calle 13, contestatario, ingenioso, poético y combativo, lanzando su verso popular junto a la Sinfónica Simón Bolívar, fenómeno venezolano dirigido por el prodigio Dudamel, en una audaz reunión materializada en un escenario que celebra al mainstream de la música latina, es decir, lo más comercial, empaquetado y simpático, lo que vende y enamora, lo que dirige, lo que se oye, lo que entra en los tops. El Grammy Latino en algún momento se erigió en máxima distinción de la música latina, y entregar ese premio en una ciudad que representa lo que representa Las Vegas daría lugar a muchas críticas bien fundadas, pero que Calle 13 haya arrasado en los premios no deja de ser llamativo y ciertamente encomiable. De todo lo que tal hecho podría simbolizar, habría que pensar si calle 13 en Las Vegas no expresa el reciclaje de lo contestatario, la asimilación de la protesta convertida en medio de la tramoya de los escenarios, en un exótico producto que vende bien. Sin embargo, si vemos aquí la clásica tensión entre el artista crítico antisistema y la gran industria de la música, creo no exagerar al afirmar que aquí la ventaja la obtuvo el primero y con cierta impunidad.

Finalmente, no es contradicción, en nuestro país importador y con los rasgos planteados en el primer párrafo, que Chávez use zapatos marca Nike cuando sale a trotar, así como no lo es que Fidel use monos marca Adidas. Al ser preguntado por Atilio Borón sobre si usar la marca no contradecía la revolución, Fidel respondió que él también era víctima del imperio. Más que una contradicción, incurrir en “la falta” sería más una especie de tupé, un mal necesario pero cómodo.

Siempre que se tenga conciencia, no parece pecado el uso y consumo de ciertos productos, siempre que lo que se esté considerando sea el valor de uso y no el valor de cambio y o el valor simbólico, lo cual supondría un proceso previo de alienación. La Coca Cola, por ejemplo, no sirve ni para quitar la sed.

De tal manera, que a pesar del toque de Calle 13 y  Dudamel juntos en Las Vegas, en esa meca del consumismo y el derroche, nadie les puede quitar lo bailao, aunque, como muchos seguramente han imaginado, lo mejor sería tener nuestros propios premios a la música latina.
Esto da para más, seguro que sí…


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@maurogonzag

martes, 8 de noviembre de 2011

Dussel, Laclau y el Gran Polo Patriótico

Enrique Dussel
Al feminista que no es socialista le falta estrategia, al socialista que no es feminista le falta amplitud

El Gran polo patriótico, podría definirse como el necesario espacio de confluencia y articulación de todas las organizaciones políticas y movimientos sociales que apoyan al gobierno bolivariano, conscientes de que la continuidad del proyecto político enrumbado hacia el socialismo depende de la reelección del comandante Hugo Chávez. Sin embargo, cuando recordamos lo que costó aglutinar a los varios partidos políticos identificados con el proceso bolivariano en el Psuv, y sobre todo al observar como evolucionó la configuración de los partidos, nos damos cuenta de la magnitud del desafío que significa aglutinar en una sola gran organización, a partidos y movimientos.

La diferencia fundamental entre ambas formas de organización sociopolítica, viene dada por la lógica de la lucha, donde en el partido está centrada en alcanzar el poder, lo que es decir en ganar elecciones, y en el movimiento social está centrada en la lucha por una reivindicación particular, por ejemplo la lucha de los campesinos por la tierra, la de las feministas contra la discriminación de género, o la del movimiento de pobladores por una vivienda digna y popular. Una visión simplista, plantearía que los movimientos sociales deben “acompañar” al partido político, quien a fin de cuentas es el que dispone de la maquinaria que gana las elecciones, y que argumentar la importancia de los movimientos sociales o equipararlos al gran partido equivale a fragmentar la lucha en la medida que son movimientos diversos con diversas banderas de lucha, lo cual resultaría suicida de cara a cualquier evento electoral.

Sobre este importante aspecto de la conformación del GPP, la tesis 11 del libro 20 tesis de política, de Enrique Dussel, hace un aporte que conviene tomar en cuenta.

Si seguimos la idea planteada arriba en el epígrafe, tendríamos la fórmula para la conformación del GPP. Una feminista puede tener serias diferencias con la estructura organizativa del gran partido político, y podría albergar diferencias que la inducirían a cometer el error de absolutizar su lucha, una lucha que es una reivindicación particular frente a la pragmática partidista de sumar votos para alcanzar una posición de poder que permitiría avanzar hacia un socialismo que, como debe estar lejos de las experiencias del “socialismo real”, se encuentra en discusión, en construcción. Por su parte, el militante del partido, que puede definirse como marxista crítico, bolivariano o humanista, puede considerar legítima la lucha feminista, siempre que no sea, por supuesto, machista. Pero incluso no siendo machista (y el machista puede ser hombre o mujer), podría, de la manera más natural, considerar la reivindicación de la mujer como algo que se logrará al arribar al socialismo, y para eso es necesario que la feminista forme parte de la maquinaria y mas nada.

Ernesto Laclau
Es así como la situación que se presenta es una tensión entre lo que Ernesto Laclau denomina la lógica de la diferencia y la lógica de la equivalencia. Surge acá un problema político, o más bien un desafío, político, cuando se advierte que hay tantos movimientos como reivindicaciones particulares, “diferenciales”, que en un principio parecen oponerse. Dussel se pregunta en la onceava tesis “¿Cómo puede pasarse de una reivindicación particular a una reivindicación hegemónica que pueda unificar a todos los movimientos sociales de un país en un momento dado? Es toda la cuestión del pasaje de particularidades diferenciales a una universalidad que las englobe” (Dussel, 2008). En esta parte de su explicación, el autor cita la obra La razón populista, de Ernesto Laclau, donde este explica con detalle cómo se realiza ese tránsito hacia lo que Dussel llama el “unívoco equivalencial”, y que da cuenta del proceso en el que las “demandas democráticas”, aisladas, particulares, se transforman en “demandas populares”, articuladas hegemónicamente a partir de la lógica de la equivalencia.

De tal manera, se hace necesario encontrar las equivalencias a través de un arduo proceso político de intercambio y discusión. Laclau, en el capítulo de la obra citada “La construcción del pueblo”, parece definir al Gran Polo Patriótico cuando establece las tres dimensiones estructurales de ese tránsito hacia lo que nosotros podemos llamar “Hegemonía popular revolucionaria”:

- La unificación de una pluralidad de demandas en una cadena equivalencial;

- La constitución de una frontera que divide a la sociedad en dos campos;

- La consolidación de la cadena equivalencial mediante la construcción de una identidad popular que es cualitativamente algo más que la simple suma de los lazos equivalenciales.

La Plebs, el Populus, el pueblo
La tesis 11 de Dussel constituye así, un diálogo con la mencionada obra de Ernesto Laclau, aunque en su planteamiento de la conformación del “hegemón analógico” ―otra forma de mencionar al GPP― añada también la propuesta de Boaventura de Sousa Santos, quien piensa sobre el tema de la unificación de los movimientos, que cada reivindicación debe entrar en un proceso de diálogo y de traducción, con el objeto de lograr un entendimiento que sin embargo nunca llega a ser el de una universalidad englobante. Dice Dussel que un ejemplo de demanda universal y universalizante de las demandas particulares, fue “la libertad”, en el marco de la lucha por la emancipación de España en 1810. La “libertad”, en ese contexto cobró una primacía indiscutible que tuvo la capacidad de unificar a todos los grupos del “bloque patriótico” latinoamericano.

Si en 1810 existía esa demanda universal de “libertad”, de lucha contra la monarquía (poder de uno) y los privilegios aristocráticos (nobleza de sangre) 200 años después, diría que existen demandas más apremiantes y con igual o mayor poder aglutinador: la demanda de liberación de las distintas opresiones inherentes a la modernidad capitalista de los 500 años, donde la mujer feminista toma conciencia de que si esta es afrodescendiente o indígena, obrera o de diferente orientación sexual, sufre mayor discriminación aún. Surgen así las analogías, las equivalencias entre los distintos movimientos que se reconocen antagónicos de un enemigo común, y que son agrupados por una “expresión simbólica positiva” (Laclau, 2005), que ya ustedes saben quién es.

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