Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

lunes, 22 de abril de 2013

Enchufado con el vino, el perfume y las mujeres

En Venezuela, la renta petrolera y la sociedad rentista que esta produce, ciertamente configuran un cuadro sociocultural y sociopolítico complejo, de ahí que sea pertinente empezar por ahí al emprender cualquier análisis de la sociedad venezolana, y más aún cuando ensayamos un análisis del proceso político venezolano, de la Revolución bolivariana.

En los últimos años ―como todo el mundo― he tenido conversaciones (discusiones) sobre política con allegados, familiares y amigos. En una de las más recientes, noté que surgió de nuevo una “crítica” dirigida a lo que se podría llamar “contradicciones de la revolución” o, “incoherencias de los revolucionarios”. De entrada, señalo que cabe aquí el tema de nuestro consuetudinario consumismo, las viejas críticas del Che Guevara de hacer la revolución con las armas melladas del capitalismo, la mentalidad “pequeño burguesa” que caracterizaría ―de acuerdo a las últimas investigaciones de Hinterlaces― al venezolano y a la venezolana, nuestro modo de vida, cosmovisión, sistema de creencias y valores, educación, y todo aquello que desde la perspectiva antropológica defina nuestra cultura.

 Esta “crítica”, todos la hemos escuchado en algún momento y tiene que ver con aquellos funcionarios, directivos, cuadros medios, y a fin de cuentas con todos aquellos que, al tiempo que manifiestan y defienden su filiación política socialista, portando su camisa roja y sosteniendo un discurso abundante en consignas revolucionarias y frases de Marx y el Che, se declaran partidarios “del vino, las mujeres y los perfumes” de la burguesía, para decirlo con palabras de Trotsky, quien en su momento opinó que los tres elementos citados era lo mejor que tenia para ofrecer la clase dominante. Apartemos esos tres elementos simbólicos y hablemos de las “cosas buenas”, “cosas caras” y demás exquisiteces que se tienden a asociar con status o que han llegado a convertirse, dadas ciertas condiciones históricas, en verdaderos fetiches del mercado. Un ejemplo entre muchos, los blackberrys.

 “Miren a esos socialistas, comiendo en McDonalds”, “Mira la camionetota que se compró ese socialista”, “Eres socialista y te gustan las cosas buenas, no entiendo”, “¿Eres socialista y compras en el imperio?”, “Miren a este socialista usando pura ropa de marca”, “¿Eres socialista y usas la tecnología del imperio?”, “Tremendo socialista, admirador de Michael Jackson!”, “Este es el peor, socialista tomando puro Whisky 18 años”; son expresiones que seguramente hemos escuchado en estos últimos años de Revolución bolivariana, provenientes de gente de oposición pero también de muchos chavistas que, ya sea en nombre de sinceras posturas éticas-revolucionarias o por mera pretensión de pureza o pedigrí socialista, no hacen sino condenar y atacar a los “pequeño-burgueses” que tienen alrededor porque, a fin de cuentas, todos son víctimas de penosas contradicciones excepto ellos.

Mucha tinta tendrá que correr para demostrar cuánto daño le han hecho al proceso bolivariano las posturas tipo “Torquemada”, actitudes y comportamientos sectarios que ciertamente no suman gente a la revolución. Y es que ¿hay alguien aquí libre de contradicciones? Por ahora, nos interesa destacar la idea de que socialismo no es sinónimo de pobreza, de carestía, de volver al guayuco, de no comerciar con los centros metropolitanos del capitalismo histórico, o de rechazo y condena al cambio tecnológico y sus consecuencias.

Dadle un martillo a un niño, y verás como para él todo se hará merecedor de un martillazo”, dijo una vez Gastón Bachelard para criticar la forma ciega, vertiginosa, irreflexiva y acrítica que tendían a adoptar ciertos investigadores sociales en la aplicación de una determinada metodología, dada la validez y aceptación de esta, indistintamente de los contextos y realidades concretas. Pero además, un niño con un martillo simboliza un sujeto, un infante, alguien sin la madurez suficiente, sin el criterio necesario, al cual se le ha entregado una herramienta que, por sus características, se hace peligrosa en sus manos, cuando no impertinente y torpe.

Ahora bien, hacer una extrapolación de esta idea a una comunidad o sociedad entera resultaría jalado de los pelos, y no es eso lo que se pretende. Otro sí, comprender que la Revolución bolivariana, como proceso de democratización de todos los aspectos de la vida, de redistribución de la riqueza y de inclusión de las mayorías históricamente excluidas, de los seres invisibles, se impulsó con las herramientas y los funcionarios y cuadros que se tenían a la mano dado el momento histórico. Pero también, esa gran voluntad política llamada Hugo Chávez, para hacer, para transformar, fue un toque de rebato que puso a prueba la formación y la capacidad de mucha gente que no necesariamente era socialista ni por formación ni por convicción. Agreguemos que el proceso se da en un contexto ideológico, es decir, en el marco de una ideología dominante, que formando parte de la estructura social (Silva, 2011), desempeña un papel en el funcionamiento y la dinámica social.

Dicho de otra forma, la redistribución de la riqueza, real y efectiva, se da en el marco de un determinado sistema de valores y de creencias. De tal manera, el debate, se centraría en lo sucesivo en evaluar el proceso de democratización que ha vivido Venezuela, incluyendo reflexionar sobre qué ha significado, hasta ahora, la inclusión social. Preguntarnos, por ejemplo, en qué totalidad o estructuras estamos incluyendo o, también, si inclusión es transformación. Es verdad, de otro lado, que la cantidad afecta la cualidad. El tema es complejo y puede resultar espinoso. Sin embargo, podemos citar dos investigaciones realizadas, una por Hinterlaces y otra por GISS XXI, que aluden precisamente los gustos, preferencias, actitudes, manera de ver y entender el mundo del venezolano y que pueden ilustrar lo que venimos diciendo.

No está demás aclarar que, indistintamente de lo que se pueda decir sobre estas “contradicciones”, estas nunca tendrán tanto peso como los grandes logros en materia de inclusión y dignificación del pueblo pobre, alcanzados gracias a Dios y a Chávez.

Fue en la campaña presidencial previa al 7 de octubre, que Oscar Schemel presentó los resultados de una investigación realizada en el marco de la lucha política venezolana, y que consideró en su análisis la confrontación socialismo-capitalismo. Empleando la metodología de los grupos focales, en distintos estratos sociales y a nivel nacional, Hinterlaces concluyó que en Venezuela había una “lucha de clases no antagónica”, basada en una exigencia de democratización social por parte del pueblo. En este contexto, varios de los testimonios manifestaban la “comprensión” de que los ricos lo eran por su trabajo y que ellos, los pobres, lo que querían era “oportunidades” para trabajar y progresar.

Por otra parte, fue en noviembre de 2011 cuando Jesse Chacón, en compañía de Fernando Buen Abad, presentó los resultados de una investigación sobre “Sociología del gusto de los venezolanos”, cuyos resultados fueron comentados por el director de GISS XXI en términos de los grandes desafíos que tenía por delante la construcción del socialismo en Venezuela. Uno de los resultados arrojados por la investigación, establecía que el venezolano se caracterizaba por ser alguien que quiere acceder al “capital cultural” para poder así acceder al “capital económico”. Este resultado coincide con las últimas apreciaciones ofrecidas por Schemel en el reciente encuentro de las encuestadoras. “El venezolano es muy aspiracional, muy pequeño burgués”, fueron las palabras de Schemel. Aquí podríamos hacernos una pregunta ¿Cómo encajaría esta idiosincrasia pequeño-burguesa con las ideas de justicia, igualdad, solidaridad, cooperación y humanismo, propias del socialismo?

¿Dónde queda, o cómo fortalecer la “Conciencia del deber social” postulada por Antonio Aponte en el contexto saudita de la superabundancia petrolera?

Dichas señales, comprendidas en el marco de una sociedad rentista, deben hacernos comprender que la lucha por el socialismo, como utopía concreta, se está dando en el marco de una batalla de ideas donde la hegemonía cultural parece seguirla ostentando el proyecto burgués, el cual podríamos resumir parcialmente con estas palabras: progreso, desarrollo, conocimiento experto, orden, industrialización, tecnología, individuo, razón, Estado-nación, capital, mercado, etc., palabras que en nuestro contexto de cambio de época, siendo optimistas, están en proceso de resignificación en el marco de la lucha política por una sociedad diferente, pos capitalista.

Así las cosas, estas “contradicciones” son completamente normales en un contexto que sería una combinación de un discurso radical antiimperialista ―lo cual no significa rechazar al pueblo habitante del Estado identificado con el imperio, su cultura, sus valores, etc.―, un proyecto de modernización ―industrialización socialista, satélites, canaimitas, transferencia de tecnología, urbanización, integración física de la nación, adopción de valores culturales propios de la modernidad― y una gran sensibilidad social expresada en el discurso y las acciones concretas del líder carismático que se conecta poderosa y afectivamente con la mayoría del pueblo, todo lo cual emparenta al proceso político chavista con otros procesos históricos como, por ejemplo, el peronismo.

Venezuela, en fin, sigue siendo un país capitalista, y como el socialismo y la conciencia revolucionaria no se decretan, es natural, comprensible, aunque por supuesto de ninguna manera deseable, que sigamos siendo un país consumista, importador, con una burguesía parasitaria y donde suelen verse este tipo de “contradicciones” entre los que defendemos ―porque no me considero libre de contradicción― una sociedad alternativa a la capitalista. De otro lado, solo una ceguera criminal o una imperdonable ingratitud ignoraría el bienestar que ha generado en los últimos años la ingente inversión social hecha por el Estado venezolano para beneficio de todas y todos.

Quizá, una manera de entender un proceso donde las acusaciones de incoherencia y contradicción provienen de distintos sectores ―quiero decir, vienen de la izquierda también―, sea analizarlo a la luz de lo que Enrique Dussel definió como Transmodernidad. Varios autores han visto en la Revolución bolivariana una revolución transmoderna, una visión, una propuesta que está planteada en el país.

Venezuela, por ahora sigue siendo una condensación de tamunangue con informática, de hayacas con nuggets, y de blackberrys con sueldo mínimo; un país donde el que no es “papa de los helados” es un pendejo. En fin, soy contradictorio, viva la Revolución bolivariana.

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

sábado, 20 de abril de 2013

Crónicas del cierre de campaña: los retos que tiene Nicolás Maduro

El 11 de abril despuntó con un brillante sol abrazador, purificador, sin brisa. En los Altos Mirandinos, los pinos y eucaliptos parecían estar petrificados. Ni la más fina rama se movía. La luz del cielo parecía perenne, eterna. Se cumplían 11 años del golpe de Estado, y la memoria de tan importante acontecimiento se conjugaba con el cierre de campaña de Nicolás Maduro, el candidato obrero, hijo de Chávez.

Tomé la primera camioneta, la que atraviesa la principal arteria de la parroquia. Al llegar a un conocido sector comercial, vi que un autobús venía entrando a la avenida proveniente de la transversal. Ese autobús estaba lleno de alegría y combatividad porque se dirigía hacia el gran evento. De un estacionamiento adyacente se acercaban tres hombres delgados, sonriendo, uniformados. Eran los vigilantes del estacionamiento, quienes respondiendo a las consignas que salían del bus, exclamaban “Chávez vive, la lucha sigue”.

De inmediato me bajé de la camioneta para abordar el autobús, que no era el del progreso, pero sí el que nos llevaría por el camino, con el que continuaríamos la senda de la emancipación, de la prosperidad, de la liberación. Agarramos carretera. Era inevitable no recordar el cuatro de octubre, el día en que el cordonazo de San Francisco bendijo el cierre de campaña del Comandante Chávez, evento que anticipó la victoria popular del 7 de octubre. Este 11 de abril sería muy particular porque sería una reedición del 4 de octubre, a once años del golpe de Estado y sin la presencia física de Hugo Chávez. El pueblo, como siempre, respondería.

Llegamos a Plaza Venezuela más rápido de lo previsto. Como el 4 de octubre, mucha gente había llegado a la capital desde la noche anterior o desde tempranas horas de la mañana. Ahí nos bajamos y aproveché para preguntarle a Emilio Rojas Farfán cual era a su parecer el principal desafío que tenía Nicolás Maduro una vez ganara las elecciones presidenciales, único escenario posible que arrojan los estudios de las principales agencias de opinión, dicho sea de paso y valga la acotación…

En estos momentos Nicolás tiene una responsabilidad en el proceso revolucionario. Lo hacen ver como el legado del presidente Chávez, hacia uno de los alumnos principales que estuvo con él acompañándolo hasta sus últimos momentos. Hablando de responsabilidades después de los comicios electorales, le queda (a Maduro) construir un liderazgo utilizando la estructura del poder popular, pero bajo las bases de la ideología chavista, ya que Chávez trasciende lo físico y pasa al pensamiento y la forma ideológica. Nosotros de ahora en adelante tenemos que ver a Chávez como una ideología pura dentro del proceso revolucionario, acompañado al Árbol de las Tres Raíces para sumar la cuarta raíz entre Bolívar, Zamora, Rodríguez y Chávez”.

Caracas ardía. A poco más de un mes de la desaparición física de Chávez, era impresionante ver el entusiasmo, la festividad y la combatividad de un pueblo que aún peregrina en el Cuartel de la Montaña para rendirle honor al Comandante. A mediodía, a pleno sol, llegamos a la sede principal de la Cantv del pueblo, donde tomamos un refrigerio antes de continuar la marcha a la Av. Bolívar. Ahí me despedí de los compañeros con los que había llegado para perderme entre la multitud, bañarme de pueblo, captar imágenes para la historia, y pasar por la Av. México, donde me encontraría con otros compañeros de la lucha por la organización y la conciencia. Reflexiones sobre si esta lucha era nacional o de clases ―o si incluye las dos perspectivas―, la importancia de sistematizar el ideario chavista, la construcción del Estado comunal en condiciones hegemónicas adversas, el combate a la violencia, la especulación, el burocratismo y la corrupción, afloraban naturalmente durante la marcha.

La avenida México se llenaba de color, de música, del fervor patrio que ya podía sentirse y respirarse a tres días del gran evento. Empiezo mi caminata en dirección a Bellas Artes y me encuentro con viejos amigos, grupos institucionales, camiones con música resplandeciendo bajo el sol voraz. Las maravillosas franelas con los ojos de Chávez por todos lados, ahora junto con las que llaman a votar por Maduro, muchas mujeres con bigotes o con su plátano en mano. No faltaban las pequeñas ventas de bebidas varias. A mi izquierda, un grupo de samba pone a mover las caderas a un grupo de exuberantes compatriotas. De repente me encontré en una sombra, bajo el toldo de un comercio, y reflexiono por un momento sobre el hecho de que haya gente aún, después de 14 años de proceso político de cambio, capaz de equipar una concentración como la de hoy con la del candidato de la derecha, el cual se está enfrentando, recordemos, al suicidio político de perder dos elecciones presidenciales seguidas en menos de seis meses.

Una comparación que, cuando no tiene que ver con el músculo, con la capacidad, con lo cuantitativo, alude a supuestos comportamientos agresivos “tanto de un lado como de otro”. Se trata de verdades objetivas contra opiniones sesgadas o auto-mutiladas. Ojos que no quieren ver, cerrados al amor, a la verdad, a la belleza. Son los momentos en los que la ciencia, en tanto conocimiento susceptible de validación empírica, adquiere una redonda importancia.

Ya en la Av. México, me encuentro con el poeta y militante de Caracas José Javier Sánchez. Le hice la misma pregunta. Para el vate, el mayor reto de Maduro es

“…primero, es darle continuidad al proyecto revolucionario y seguirlo profundizando, el segundo reto mayor es generar las condiciones para que la unidad en torno al movimiento revolucionario se mantenga, para que no puedan existir confrontaciones entre el poder militar, que es tan importante y que le ha dado tanta fortaleza al proyecto y que el Comandante Chávez supo darle su lado justo dentro de la construcción de la revolución y lo que tiene que ver con el proyecto social. Esa unidad cívico-militar que Chávez mantuvo con tanta fuerza es un compromiso y un reto para Nicolás mantenerlo. Y por otra parte, es seguir profundizando los proyectos revolucionarios que tienen que ver, primero con la materialización del verdadero poder popular, la materialización del poder popular, creo que Nicolás en su discurso lo ha mantenido, siento que lo que ha dicho se acerca mucho a ese sueño revolucionario que hemos tenido nosotros donde el pueblo asume las riendas de la construcción de su proceso, quizá ese es el mayor reto. El otro reto, es saber, entender, que la burguesía, el capitalismo, juega de distintas maneras, con distintas manos, y saber leer esas lecturas que le pueda prestar, que le puede ofrecer el capitalismo a él, y que en algún momento si no se hace una lectura sana pueda desviar el proceso revolucionario. El compromiso para él es un compromiso fuerte porque, como lo decía ayer Soto Rojas “Esta es nuestra primera batalla sin Chávez”, sin Chávez vivo, porque Chávez es un espíritu que se mantiene en todos nosotros y nos toca asumir este primer reto sin él en vida, pero también el primer reto de Maduro, y Maduro significa la continuidad política. Entonces el papel de él va a ser importante, creo que Chávez le dejó un reto muy grande porque es la continuidad después de Chávez. Con el apoyo y la solidaridad del pueblo venezolano creo que vamos a materializar ese sueño pero él tiene que tener mano dura y conciencia clara para que eso no se le vaya de las manos”.

La tarde apenas comenzaba. La cerveza se evaporaba en el cuerpo, canciones y consignas, discursos y puños en alto, aplausos y bailes, daban cuenta de un pueblo rodilla en tierra, preparado para la nueva batalla, para seguir haciendo historia.

En la Av. Bolívar, algún facineroso intentó ensuciar el armónico, fluido y pacifico evento. Fueron actos fallidos que se estrellaron contra la grandeza de la presencia divina del pueblo del amor. Este domingo, Venezuela escogerá el camino de la luz.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

lunes, 15 de abril de 2013

La primera batalla electoral sin Chávez fue una gran advertencia

Chávez en su último discurso del 8/12/12
Luego de la lamentable desaparición física del Comandante Chávez el pasado marzo, había quedado claro que Nicolás Maduro era la persona que el chavismo tenía que apoyar. Lo hicimos. Cumplimos con Chávez, aunque no todos los que le dieron su voto en octubre lo apoyaron ahora. Fueron 615.626 mil votos menos.

Es cierto que a lo largo del proceso bolivariano, con elecciones cada año, el presidente Chávez nos acostumbró a las victorias amplias, contundentes. Ahora, dada la victoria por menos de dos puntos del candidato de la Patria, se tuvo que hacer cierto esfuerzo discursivo para dejar claro que una victoria cerrada era también una victoria, como si nuestro sistema electoral automatizado y tecnológicamente blindado, perdiera sus cualidades en situaciones donde la brecha entre dos contendientes resulta bastante corta; como si la autoridad del poder electoral dependiera de las victorias contundentes de amplia brecha.

Ni el CNE y ni el campo revolucionario pueden aceptar chantajes. En 2007, durante el Referéndum de la Propuesta de Reforma Constitucional, todo indicaba, por lo que estaba en juego ―aunque la aprobación de la reforma no decretara el socialismo así sin más―, que si ganaba la propuesta esta debía ganar por un amplio margen, dada la necesidad de garantizar la gobernabilidad en la construcción de una sociedad socialista, antagónica de la capitalista. Ahora, si la “mitad del país” se estaba oponiendo a la reforma, bastaba un voto a favor para que no se aprobara la revolucionaria propuesta. A partir de ahí, pareció quedar instalada la idea de que las victorias socialistas, para ser tales, debían ser necesariamente amplias, mientras que las victorias de la derecha podían contentarse con ser cerradas, por un voto, pírricas.

Pero desde la óptica electoral y las leyes electorales las victorias cerradas son también victorias; incluso las pírricas, como fue el triunfo del No en el referéndum de diciembre de 2007. Ahora bien, otra cosa es la lectura de los resultados desde la perspectiva del propósito de construir el socialismo. Si Nicolás Maduro representa, así como representó Chávez, la posibilidad de construcción de la Venezuela socialista, del Estado comunal, el autogobierno, la diversificación de las formas de propiedad de los medios de producción, siempre con la presencia, la potenciación, regulación y facilitación de un Estado al servicio de las clases más vulnerables, ese proyecto debe ser hegemónico o hacerse progresivamente hegemónico.

Pero los dos últimos resultados electorales, victorias del chavismo, vienen indicando todo lo contrario, una pérdida de terreno hegemónico desde la perspectiva socialista.

Los análisis comienzan. Tal vez la indignación de constatar que el chavismo sacó 615.626 votos menos en relación al 7 de octubre, y que Capriles sacó 711.337 votos más en relación a la misma fecha, sea suficiente esta vez para asumir la autocrítica de manera sincera, más allá del discurso.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

viernes, 5 de abril de 2013

Ahora es que comienza tu era, Comandante

Escuchando al presidente Nicolás Maduro en el acto con la Fuerza Armada Bolivariana, me doy cuenta de cómo ha comprendido y asumido lo que me parece es uno de los legados más importantes del Comandante Chávez.

A un mes de la desaparición física del huracán Chávez, no nos queda duda de que esa parte de su legado es la que convertirá a Venezuela en una auténtica potencia, en lo político, económico, militar, cultural y moral. Ese legado, cuya fuerza telúrica dejó profunda impronta, es el de la voluntad.

Si algo demostró el presidente Chávez con su pujanza, su personalidad, su potencia, sensibilidad, energía y compromiso, es que para hacer, para transformar, para construir, para concretar lo que se plasma en un papel, para aterrizar los sueños, hay algo de lo que no puede prescindirse y que incluso, dadas ciertas condiciones puede llegar a ser determinante: la voluntad. Chávez fue, ante todo, una gran voluntad, la estrepitosa voluntad política quebradora de los pesimismos de la inteligencia.

En el apogeo de su intervención ante los compañeros militares, Maduro planteó la posibilidad de que la Fuerza Armada Bolivariana desarrollara la capacidad de fabricar sus propios aviones, sus propios helicópteros; incluso sus propios alimentos. El hijo de Chávez reflexionó sobre algo que siempre ha sido una verdad, y que fue un objeto constante de las inquietudes y preocupaciones de Chávez: si somos inteligentes, si tenemos la capacidad, si tenemos los recursos materiales, si lo tenemos todo ¿Por qué no podemos? ¿Es que acaso somos seres inferiores, incapaces?

Nadie duda que los venezolanos tenemos la capacidad para realizar las tareas más nobles, emprender los proyectos más ambiciosos, concretar los más grandes proyectos. El problema, el obstáculo, no es ni ha sido nunca de inteligencia o capacidad. Afirmar lo contrario sería asumir el viejo mito moderno de que como nos tocó en suerte nacer en el territorio de lo “incivilizado”, de lo “subdesarrollado” y “bárbaro”, en la tierra de Calibán, somos inferiores por naturaleza, tal como lo eran los esclavos para Aristóteles. Y si la cosa es así, el problema se escaparía de nuestras manos y tendríamos que asumirnos eternamente dependientes de la ciencia y la tecnología; del pensamiento, europeo o euro-norteamericano.

En este sentido, recordamos como hace algunos años, ya formando parte del torbellino político desatado con la Revolución, una reflexión nos llevó a plantear que Chávez era una gran voluntad política que estaba forzando a las fuerzas del cambio a levantarse, a despertarse, a sacudirse la modorra de la desesperanza y el pesimismo y ponerse a la altura de esa voluntad irrefrenable, al nivel del desafío. Nuestra propia formación teórica-política, salvo las excepciones de siempre, no parecía estar en sintonía con lo que ese dinamo incansable proponía, concebía, inventaba.

Como líder revolucionario, Chávez se rebeló contra un conjunto de "situaciones cristalizadas" que habíamos heredado de la cuarta república, situaciones frente a las que muchos, o habían abdicado o consideraban parte del paisaje político-social del país que teníamos. Una de esas situaciones fue evocada hace poco por Aristóbulo Istúriz, quien recordó como en los primeros años del chavismo, en un Consejo de Ministros en el que él participaba, el presidente hizo la siguiente pregunta: ¿Ustedes creen que vale la pena gobernar este país sin tomar el control de Pdvsa? Cuenta Istúriz, que de inmediato saltó Miquilena a decir que meterse con Pdvsa implicaba golpe de Estado, que mejor no tocara la gran empresa.

Pero Chávez aceptó el reto, no encogió los hombros ante lo que “siempre había sido así”, y en lo sucesivo Pdvsa no seguiría siendo un Estado intocable dentro del Estado. Ya sabemos lo que pasó. Ahora bien ¿Fue la inteligencia, la mentalidad filosófica, la sabiduría de los doctores, los lineamientos de algún gurú de la planificación lo que hizo que el gobierno tomara el control de la principal industria del país? No, compañeros, fue una decisión política movida por un sentimiento patriótico y una gran sensibilidad social, es decir, la recuperación o, democratización de Pdvsa se llevó a cabo gracias a la voluntad política.

Recordemos a Gramsci “Ante el pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”

¿Cuál es la enseñanza? Esta: ¿Hay o no hay voluntad política? That`s the question.

Es necesario destacar que el anterior es solo un ejemplo de todos los que se pueden citar. Imaginémonos el gran trabajo de sistematización que habrá que emprender con los miles de testimonios que quedaron de esta brillante y compleja historia en la que la acerada voluntad de un hombre, Hugo Chávez, despertó conciencias, rompió paradigmas y nos demostró que, efectivamente, vivimos en la tierra de lo posible.

A 14 años del inicio del fenómeno político que se llamó ―y que continua llamándose― Revolución bolivariana, pensamos que es mucho lo que se ha aprendido, muchos los espacios que nacieron, las instituciones que se crearon, los recursos invertidos en el desarrollo del país, todo lo cual generará necesariamente un salto cualitativo en Venezuela. Se vislumbra en el horizonte un legado monstruoso, y desde ya podemos decir que, si se mantiene esa voluntad ―y Nicolás está demostrando haber asumido ese legado fundamental― y a esta se suma una preparación y capacidad a la altura de esa voluntad, más temprano que tarde tendremos una nueva potencia en el mundo.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag