Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

sábado, 30 de julio de 2011

Lucha de clases, fascismo y nacionalismo en la Revolución bolivariana

En una entrega publicada a finales de mayo, planteaba lo que parece ser un dilema presente en el proceso bolivariano, el cual ha consistido en un dinámica política orientada a la transformación social que parece oscilar entre la lucha nacional y la lucha de clases, lo cual adquiere matices polémicos en la medida en que se ha definido al Socialismo como la forma organizativa, como el sistema social, al cual debe enrumbarse el proceso de cambio que conocemos como Revolución bolivariana.

En esa oportunidad, destacamos el carácter complejo del debate sobre cómo lograr ese objetivo, sobre cuál debería ser el programa y los principios que debería seguir el sujeto del cambio para lograr la necesaria transformación social. Cómo ejemplo, citamos a un autor que en uno de sus artículos planteaba como uno de los temas objeto de debate, el papel que debe desempeñar la empresa privada en el proceso, surgiendo preguntas como ¿Debe o no desaparecer la empresa privada en el socialismo?, ¿Si no tiene por qué desaparecer, cual debe ser su papel? Y ¿En caso de que tenga que desaparecer, es el Estado el que debería ejercer la hegemonía socioeconómica, o más bien las comunidades organizadas? ¿Sistema mixto con efectiva regulación estatal?

Seguidamente, recordamos que, como es natural, estos debates han surgido y se han dado en otros momentos de la historia, por lo que nos pareció pertinente recordar el debate que se dio en los años 20 del siglo XX, entre Haya de la Torre, fundador del APRA (organización en la que se inspiró Acción Democrática), y José Carlos Mariátegui, aquel que diría que el socialismo en nuestras tierras no debe ser calco no copia sino creación heroica. En este sentido, establecimos una analogía entre las posiciones fijadas en esos años por esas figuras, y las posiciones que vienen expresándose en los debates que se dan hoy en Venezuela, preguntándonos si así como el Partido Socialista fundado por Mariátegui se encontró ubicado por sus principios y programa entre el APRA y la III Internacional, nuestro Psuv se ubicaba entre el Partido Comunista y Acción Democrática o, si más bien el Psuv no se parecía más –o una de sus corrientes principales- al APRA. Es así, como recordamos que en ese debate, Haya de la Torre representó el paradigma de la lucha nacional, así como Mariátegui representó el de la lucha de clases.

miércoles, 27 de julio de 2011

Ensayos críticos por una Revolución cultural (contribución a la batalla de las ideas)

La expresión "Revolución cultural" ciertamente tiene una poderosa carga que remite casi por reflejo a la Revolución cultural china, pero esta propuesta poco tiene que ver con aquel movimiento, aunque si mucho con la lucha contra el capitalismo como cultura, como manera de ver y entender el mundo, como gramática, como modo de producir y de pensar.

Sin embargo, lo que entiendo como Revolución cultural no se encuentra explícitamente planteado en el texto. Este gran tema constituye sin duda una batalla y un desafío intrincado donde los haya, y merecería ser resuelto en otro libro, si es que de resolver algo se trata. No obstante, la expresión tiene una presencia como de inquietud, como derrotero fatal y respuesta necesaria, ante los cuellos de botella con que se ha encontrado el proceso bolivariano, sobre todo en los últimos años; sobre todo después de la derrota del 2 de diciembre de 2007.

La propuesta de una Revolución cultural se siente como vector que recorre transversalmente un libro que, siendo un ordenamiento temático de ensayos y artículos en su mayoría publicados en aporrea.org, portal de comunicación popular que ha sido y sigue siendo una ventana para la reflexión crítica emergente, el carácter crítico de sus piezas le otorga muchas veces una organicidad no pensada ni planificada.

Una fe inquebrantable en el poder de las ideas resplandece al inicio de la presentación:

"Con la convicción de que efectivamente “hay ideas que son como un atentado”, como afirmara el escritor checo Milan Kundera; con la seguridad de que interpretar y teorizar sobre la luminosa y emulada Revolución Bolivariana constituye una labor necesaria y una tarea pendiente en un proceso político inédito, donde la voluntad política y la consiguiente práctica han ido decididamente por delante de la reflexión teórica; conscientes de la certeza de las palabras de Víctor Hugo cuando afirmó que “las que conducen y arrastran al mundo no son las máquinas sino las ideas”; teniendo como inspiración y guía espiritual aquella advertencia que nos hiciera Samuel Robinson que quedó plasmada en la frase “O inventamos o erramos”, presento este conjunto de artículos y ensayos breves con el firme propósito de hacer un modesto aporte a una batalla, que por ser de ideas no deja por eso de ser un enfrentamiento donde una eventual derrota implicaría un golpe mortal al proceso de liberación de los pueblos de Venezuela, Nuestramérica y el mundo; batalla que por ser de ideas, repito, está enmarcada dentro de lo que se ha denominado “guerra de cuarta generación”, realidad que plantea la necesidad de que a la revolución política, económica y social se sume la Revolución cultural, momento en que se consagraría el proceso general de cambio, sin la cual los logros alcanzados no superarían un carácter meramente coyuntural".

sábado, 23 de julio de 2011

"Rodolfo Walsh en Cuba. Agencia Prensa Latina, milicias, ron y criptografía", cuarenta testimonios reunidos por Enrique Arrosagaray

A partir de cuarenta entrevistas reunidas con un criterio temático, y que fueron hechas a distintos personajes importantes que estuvieron vinculados con Rodolfo Walsh en esos dos primeros y apasionantes años de la Revolución Cubana, particularmente los que compartieron la gran tarea de fundar la hoy mundialmente conocida Agencia Prensa Latina, el autor hace un notable esfuerzo orientado a desentrañar el papel que desempeñó Walsh en esos dos años iniciales de la agencia, su relación con el que fuera su fundador principal, Jorge Masetti, la estrecha relación que mantuvo éste con el Che Guevara y la relación de estos con un Walsh, que es retratado por sus amigos y viejos compañeros de labores y sueños, como un hombre callado, introvertido, un “prolífico productor de Servicios Especiales” y una “persona de acción”.

A pesar de la afirmación del autor, de que es mucho lo que no se sabe de Rodolfo Walsh y su fructífero y fugaz paso por Cuba, es evidente la luz que esta obra arroja sobre algunos temas que han llegado a adquirir matices legendarios, como el referido al papel protagónico que jugó en el descubrimiento de los planes del imperialismo de invadir Playa Girón. La capacidad de Walsh para descifrar mensajes secretos a partir de sus conocimientos en criptografía, como una de las tareas que éste desempeñó como Jefe del Departamento de Servicios Especiales de Prensa Latina, es un tema situado, de acuerdo al autor, en la esfera de las suposiciones. Sin embargo, los testimonios que presenta el trabajo son elocuentes y dicen mucho sobre este y otros temas álgidos, como lo es el del sectarismo que surgió en la agencia y de la lucha por la “hegemonía política” que, como sugieren varios de los testimonios -entre ellos el de Gabriel García Márquez- fue el factor que determinó la salida de la agencia de los que dos años antes, la habían fundado: Jorge Masetti y Rodolfo Walsh. 

Enrique Arrosagaray es investigador y periodista especializado en historia política y social del siglo XX. Ha colaborado en distintos medios de prensa como Clarín, el infausto diario Perfil, La Maga y Página/12, entre muchos otros. Es autor de los libros: Los Villaflor de Avellaneda y La Resistencia y el general Valle. Actualmente tiene en imprenta otro trabajo sobre Rodolfo Walsh.

Editorial El perro y la rana. Caracas, 2009.

jueves, 7 de julio de 2011

Preliminar necesario a las Crónicas de Buenos Aires

Librería Ateneo
Está claro, Argentina no es Buenos Aires. Es una verdad de perogrullo y es probable que un porteño clásico tenga la convicción de que de hecho es así, o que sin ser tan porteñocéntrico, afirme más elegantemente que quien haya ido a la Argentina y no haya pasado por Buenos Aires es como si nunca hubiera pisado ese país. O también, que el paisaje de Bariloche o el de las cataratas de Iguazú son un único y alucinante espectáculo; que estando en Ushuaia uno pareciera estar en la misma puerta hacia la otra dimensión, pero que el paisaje urbano de la Gran Buenos Aires, con toda su ecléctica belleza, sus anchas avenidas, sus contrastes, con su inagotable vida cultural, su monumentalismo, su ajetreo, su historia y sus seductores símbolos, era un paisaje que, además de ineludible, era también susceptible de ser recorrido y palpado, sudado, gozado; un lugar para extenuar al cuerpo y deleitar al espíritu hasta salirle al paso, deliciosa y triunfalmente, a la inexorable entropía. Sí, desde el principio estaba claro que visitaba la Argentina, particularmente por el paisaje urbano de ese pequeño país llamado Buenos Aires, “la hermosa, la grande”.

De la ciudad del Río de la Plata tenía referencias desde que tenía memoria. Me habían llegado por diversos medios desde mi infancia. No creo equivocarme cuando digo que las primeras imágenes de Argentina me llegaron –y como no iba a ser así- por el fútbol, por Maradona, por aquellos años ochenta, década perdida para la región, de transición a la “democracia” para la Argentina y de quiebre con el sistema político puntofijista para Venezuela. Algunas referencias a una tal Evita aparecían esporádicamente en alguna reunión donde se conversaban cosas serias o, también, en el cine y la música. Una vieja cinta con una canción que ostentaba el sentido estribillo “No llores por mí Argentina”, donde el idioma vernáculo se alternaba con el inglés, me remitía a una pasión particular propia de un país que, al parecer, gozaba de una extraña fama por nuestros lares. Lo que se escuchaba de Eva Perón eran leyendas, relatos fantásticos, y no sabía si realmente había sido alguien de la vida real, una mujer bella y muy querida en su tierra por su especial don, por alguna romántica proeza, o la protagonista de una entrañable película. Parte de esas prenociones que alimentaban el imaginario del común, muy ligado a lo que se ha llamado el “humor venezolano” –porque los venezolanos somos “jodedores”- era eso de la pretenciosidad de los vecinos del Sur, opinión sobre la que se hicieron innumerables chistes y que provocaron risas desbordantes en la variada humorística que “animó” siempre nuestra televisión.

domingo, 3 de julio de 2011

El Mito de Santander, de Laureano Gómez: Prólogo a la edición venezolana

El conocimiento del pasado, ciertamente, puede ser adquirido en cualquier trabajo histórico serio, sistemático y bien documentado. Sin embargo, adquirido el conocimiento del hecho histórico, queda por hacer lo más importante: su interpretación. Resulta en este sentido significativo, lo que para el autor del libro “Bolívar: Pensamiento Precursor del Antiimperialismo”, Francisco Pividal, es la historia: la interpretación del pasado según los reclamos del presente. De ésta manera, nunca será reiterativo recordar que nuestro presente, la situación actual de nuestros pueblos, su grandeza, su idiosincrasia, sus problemas estructurales, son inexorable producto de un determinado proceso histórico. Es así, como en el actual contexto de cambio sociopolítico que vive Venezuela y la región, en plena inauguración de la Era Bicentenaria, la publicación de la obra “El Mito de Santander”, de Laureano Gómez, cobra indudable pertinencia. 

Son varias las razones que nos motivaron a plantear la publicación de un trabajo que, en su momento, causó un revuelo de considerables dimensiones. En primer lugar, este año dio inicio al período Bicentenario y de esta manera a una revitalizada iniciativa de recuperación y mantenimiento de la memoria histórica, del estudio sistemático de la de la gesta independentista y de la vida y obra de sus protagonistas, proceso que ha dado como resultado tanto la reivindicación y realce de personajes clave para la mejor comprensión de nuestro devenir histórico, como la multiplicación y profundización de los estudios sobre los procesos y personalidades de nuestra historia patria. El general Francisco de Paula Santander, conocido como el “fundador civil” de la hermana república de Colombia, llamado por Bolívar “el hombre de las leyes”, sin duda constituye uno de esos personajes centrales sin cuyo estudio no lograríamos la cabal comprensión de los acontecimientos que rodearon la heroica creación y el posterior desmembramiento de “Colombia la Grande”.

sábado, 2 de julio de 2011

Prólogo al libro "De la emancipación a la integración. La historia de una Patria Grande" de Franklin González

Para cuando escribo estas palabras el Presidente Chávez se encuentra en plena gira por África, Medio Oriente, Europa y Asia Central, dejando claro una vez más para tirios y troyanos que el líder máximo de la Revolución Bolivariana ha sido ─desde que resucitó a la OPEP en los primeros años del gobierno bolivariano─ y sigue siendo el artífice y principal promotor de la Nueva Geopolítica Mundial. Este último, ha sido uno de los objetivos estratégicos fundamentales del proceso bolivariano, presente tanto en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2001-2007, como en el Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2013. Asimismo, la “democratización de la sociedad internacional” figura en el Preámbulo de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como uno de los objetivos que se desprenden del acto mismo de refundación republicana.

Lo que ha ocurrido en Venezuela en los últimos diez años puede calificarse ─a riesgo de parecer exagerado─ de decisivo, histórico y trascendental no sólo para Venezuela y la región sino para el orbe en su conjunto. Desde el punto de vista nacional, nuestro país recobró el lugar que le corresponde en la región y en el mundo, comenzando por la recuperación de su soberanía y autodeterminación, renovándose y fortaleciéndose la autoestima y la personalidad de una nación que tiene una de las más destacadas tradiciones heroicas entre las jóvenes Repúblicas que se emanciparon del otrora imperio español, hace ya casi 200 años.  Desde el punto de vista regional, se retomó el ideal integracionista bolivariano como divisa fundamental de la política exterior de la República, elevando nuevamente al primer plano una realidad que se mantuvo inalterable desde que Simón Bolívar convocara al augusto Congreso Anfictiónico de Panamá: la presencia del imperialismo y la consiguiente necesidad de la integración de unos pueblos que siempre fueron el mismo pueblo. Desde el punto de vista internacional, la renovada política exterior de la República, impulsada de manera brillante y con gran esfuerzo por el presidente Chávez y un renovado cuerpo diplomático, ha logrado efectivamente promover la paz y la solidaridad entre las naciones, además de haber desempeñado un rol protagónico en la creación ─en pleno desarrollo─ del nuevo mapa geoestratégico mundial.