Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Calle 13 en Las Vegas, Dudamel y los zapatos de Chávez

Los Calle 13
Hemos vivido en una época de simplificaciones, simplismos y mutilaciones de la realidad. Muchas veces la ideología al uso, consolidada con el paso de los años, el imperio de la moda, la ausencia de crítica y nuestros consuetudinarios problemas educativos y culturales, configuran una “visión del mundo” que hace cuesta arriba la comprensión de una realidad compleja. En un contexto como el nuestro, de cambio social, de pretensiones de ruptura radical con el sistema imperante en el marco de las propias reglas de ese sistema, las contradicciones puede que no sean sólo comprensibles, sino hasta naturales.

Es verdad que algunas no se justifican, y que reflejan una realidad subyacente, incólume, impoluta, intocada; hay otras que ni siquiera pueden llamarse contradicciones o que sólo lo son en una primera mirada. Por otra parte, hay situaciones que son harto comprensibles pero no por eso aceptables. En los últimos años, la campaña en la red que ha pretendido poner de manifiesto las “contradicciones” del postulado antiimperialismo de los que nos identificamos con el proceso bolivariano, ha sido incisiva y permanente, y me parece que nunca ha recibido una respuesta adecuada orientada a clarificar, por ejemplo, que las personas que usan teléfonos móviles Blackberry y apoyan a Chávez, no necesariamente están hundidas en un pozo de contradicción, aunque sea verdad que haya otros equipos con las mismas funciones e igualmente bonitos y hasta más baratos.

Otro sí, eso puede ser un indicador de que, efectiva y evidentemente ―escandalosamente―, aún nos queda mucho sendero por recorrer en el propósito de, como esgrime el lema ecológico, cambiar el sistema y no el clima; sobre todo porque a muchos como que nos gusta el mostrico. Oscar Varsavsky, quien trabajó en el venezolano Cendes y que fue un crítico de la dependencia cultural y científica de nuestros países nuestramericanos, afirmó que la modernidad capitalista había logrado producir una técnica, que devino en “fuerza física irrebatible”, que nos colocaba en la situación de no poder renunciar, por ejemplo, a las armas hechas por occidente para usarlas en la lucha por la liberación. Varsavsky decía que si un país Africano decidía antiimperialistamente renunciar a las armas hechas en occidente para defenderse, estaría condenado al colonialismo. Suena sensato. Hoy podríamos aplicar dicho ejemplo no solo a las armas de fuego sino a las armas de todo tipo, como por ejemplo las comunicacionales.



En tal sentido, conviene destacar que no renunciar a las armas no significa que debemos ser promotores de la guerra. La fórmula la ha dado la Revolución bolivariana: pacífica pero armada. Las armas, y la disposición privilegiada de ellas por parte de un sector de la sociedad, asociada a la necesidad originaria de garantizar un mínimo de orden que haga posible la vida social, han sido inherentes a la historia social, a la historia humana. Me parece que la clave está en poder hacer la distinción. Porque, ciertamente, ser antisionista o condenar los ataques del Estado de Israel a los palestinos, no significa en lo absoluto ser antisemita, como ser antiimperialista en referencia a los EEUU, no significa rechazar al pueblo norteamericano, así como no significa condenar “todo lo gringo”, verbigracia muchas de las producciones culturales que han nacido en su seno, como el Jazz, el Blues, Whitman o la música Rock. De ahí que sea algo equivocado aunque ciertamente llamativo, ver una contradicción en un militante que, revolucionario de corazón, es admirador de Michael Jackson. Sin embargo, otra cosa sería si ese militante termina amando o admirando, a través de Michael Jackson, los helicópteros Apache, los F-22 y la ciencia Wasp.

Lo he dicho en otras oportunidades. Una cosa es querer un carro porque lo necesito y porque el transporte público no sirve y toda la gama de razones que se puedan plantear, y otra bastante diferente querer el carro como si el motor albergara la potencia sexual y los cauchos la dignidad personal. Sean sólo aparentes y comprensibles o cínicas y escandalosas, nadie está absuelto de la contradicción. De ahí que sea importante siempre, de cara a dar el ejemplo, ser coherentes con nuestro discurso y poder explicar con sensatez, ingenio y creatividad las contradicciones que saltan por todos lados. Más aún, con tanta gente portadora del famoso revolucionómetro, una auténtica “maravilla” capaz de armarse y desarmarse con los contextos.

Cuando vi a Calle 13 en Las Vegas junto a Dudamel, mi primera impresión fue de vaya que interesante esta mezcla, propia de la riqueza y creatividad infinita que nos caracteriza. Calle 13, contestatario, ingenioso, poético y combativo, lanzando su verso popular junto a la Sinfónica Simón Bolívar, fenómeno venezolano dirigido por el prodigio Dudamel, en una audaz reunión materializada en un escenario que celebra al mainstream de la música latina, es decir, lo más comercial, empaquetado y simpático, lo que vende y enamora, lo que dirige, lo que se oye, lo que entra en los tops. El Grammy Latino en algún momento se erigió en máxima distinción de la música latina, y entregar ese premio en una ciudad que representa lo que representa Las Vegas daría lugar a muchas críticas bien fundadas, pero que Calle 13 haya arrasado en los premios no deja de ser llamativo y ciertamente encomiable. De todo lo que tal hecho podría simbolizar, habría que pensar si calle 13 en Las Vegas no expresa el reciclaje de lo contestatario, la asimilación de la protesta convertida en medio de la tramoya de los escenarios, en un exótico producto que vende bien. Sin embargo, si vemos aquí la clásica tensión entre el artista crítico antisistema y la gran industria de la música, creo no exagerar al afirmar que aquí la ventaja la obtuvo el primero y con cierta impunidad.

Finalmente, no es contradicción, en nuestro país importador y con los rasgos planteados en el primer párrafo, que Chávez use zapatos marca Nike cuando sale a trotar, así como no lo es que Fidel use monos marca Adidas. Al ser preguntado por Atilio Borón sobre si usar la marca no contradecía la revolución, Fidel respondió que él también era víctima del imperio. Más que una contradicción, incurrir en “la falta” sería más una especie de tupé, un mal necesario pero cómodo.

Siempre que se tenga conciencia, no parece pecado el uso y consumo de ciertos productos, siempre que lo que se esté considerando sea el valor de uso y no el valor de cambio y o el valor simbólico, lo cual supondría un proceso previo de alienación. La Coca Cola, por ejemplo, no sirve ni para quitar la sed.

De tal manera, que a pesar del toque de Calle 13 y  Dudamel juntos en Las Vegas, en esa meca del consumismo y el derroche, nadie les puede quitar lo bailao, aunque, como muchos seguramente han imaginado, lo mejor sería tener nuestros propios premios a la música latina.
Esto da para más, seguro que sí…


amauryalejandrogv@gmail.com   

@maurogonzag

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