Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Rafael Correa y la “libertad de expresión” subsumida por la libertad de empresa, es decir, pervertida por el capitalismo

La libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten. Si un ciudadano tuviera derecho a hacer lo que éstas prohíben, ya no sería libertad, pues cualquier otro tendría el mismo derecho
Montesquieu.

 “No busquemos solemnes definiciones de la libertad. Ella es sólo esto: Responsabilidad” George Bernard Shaw.

Rafael Correa en la Cumbre de la Celac
Rafael Correa, líder de la Revolución ciudadana en Ecuador, miembro de la alianza bolivariana, en su intervención en la Cumbre de la Celac denunció con las palabras precisas el actual estado pervertido del campo de la comunicación; a la canalla mediática que, tal como ocurrió aquí y sigue ocurriendo con Chávez, lo ha venido atacando de la manera más visceral y descarada. El presidente ecuatoriano, como complemento a una exposición que no tuvo desperdicio alguno, presentó dos videos que demuestran el grado de depravación de unas empresas mediáticas que, en nombre de la “libertad de expresión”, pasan por encima de toda ética y toda ley. Destacó Correa, que tal situación es de carácter planetario, y que la efectiva integración de Latinoamérica y el Caribe pasa por ganar esta batalla frente a las corporaciones mediáticas, que como sabemos hacen estragos en cada uno de los países de la región.

 En Venezuela, dos hechos históricos recientes, aunados a la intensidad de la lucha política de los últimos años, nos permitieron adquirir una privilegiada conciencia sobre un tema que nos ha llevado muchas veces a concluir que no será posible el socialismo, ni aún una transformación política profunda, sin una transformación de este campo tan determinante para la vida social de cualquier país. Uno de ellos fue el golpe de Estado de 2002, que como sabemos fue en una medida importante, mediático. Aquel nefando día, todos fuimos testigos de cómo se quiso engañar a venezolanos y extranjeros con la toma que desde un edificio cercano al Puente Llaguno, hacía la cámara de uno de los cuatro canales que en aquel entonces trabajaba ferozmente para sacar el presidente Chávez de Miraflores. Afortunadamente, esa no era la única cámara que en los alrededores del Llaguno captaba imágenes de una realidad que, como vimos, no era ni tan confusa ni tan obvia como se quiso postular.



El otro hecho de importancia alrededor del cual surgió un enriquecedor debate sobre el tema de los “medios de comunicación”, fue el fin de la concesión al canal Rctv, el 27 de mayo de 2007. Las semanas previas y las posteriores. Como todos recordarán, los dueños de esa empresa, sus trabajadores y las empresas de información afines convertidos en auténticos partidos políticos comunicacionales, un novedoso grupo de estudiantes (manos blancas) captados y manipulados por los artífices de las revoluciones de colores, se movilizaron frente a un hecho que fue definido por ellos como el “cierre” antidemocrático de un canal cuyo único pecado había sido defender la “libertad de expresión”. Tal acontecimiento también movilizó a los estudiantes bolivarianos y a la sociedad civil popular que, el 27 de mayo a las doce de la noche, desde los espacios del Teresa Carreño y en sus adyacencias, donde se dispuso una pantalla gigante, recibieron como quien recibe al año nuevo, a la señal de la Televisora Venezolana Social Tves. A pesar de que hoy en día, muchas veces por la fuerza de la costumbre, les siguen diciendo “medios de comunicación” a este conglomerado de radios, periódicos, webs y televisoras que lo que son ―y siempre han sido― es empresas puras y duras, empresas de difusión de informaciones, pero empresas al fin, negocios, entes privados en busca de reproducción de capital, ha sido apreciable la conciencia adquirida sobre el tema.

En esa oportunidad nos dimos cuenta de esa suerte de hándicap crítico que padecíamos como sector revolucionario, nos dimos cuenta de cuan subjetivados estábamos en lo referente a este tema de los “medios de comunicación”. Recuerdo que los tópicos centrales que se debatieron giraron en torno a la “libertad de pensamiento y expresión”, el derecho a la información, la democracia, el poder, el capitalismo, la cuestión de la hegemonía, el significado de la comunicación alternativa, la estética y los métodos que debían usarse en la nueva forma de comunicar, entre otros debates hoy abiertos aún. La subjetivación, esta manera de entender el hecho mediático consolidado por la costumbre, donde la consigna del periodismo oportuno y veraz, la objetividad y la inmediatez, se consideraban prácticamente incuestionables, gente como Fernando Buen Abad, se preguntaba en un foro realizado meses antes de que se anunciara el fin de la concesión a Rctv, si ya teníamos preparada una parrilla de programación, una agenda, unas palabras, una estética y un discurso realmente alternativos a lo que teníamos. Los primeros meses de Tves justificaron las inquietudes de Buen Abad.

Es así, como las palabras de Correa en su intervención durante la histórica Celac, nos recuerdan que las oligarquías, descontroladas por la angustia que sienten por la primavera política que vive la región y la potencialmente devastadora crisis del capitalismo, se comportan de manera muy similar cuando a su desesperación se suma el poder que tienen de nombrar, de definir y difundir visiones de la realidad, en virtud de su dominio sobre los medios de producción de sentidos y de información. En este sentido, dejo en lo sucesivo algunas citas de escritos anteriores en los que plasmé algunas ideas sobre el tema mediático, y que me parece pertinente recordar. Cada fragmento estará encabezado por el título que en su oportunidad llevó el artículo. En el último, consideré pertinente reproducir el artículo íntegro. Asimismo, al final de cada cita, el lector podrá encontrar el enlace que remite al escrito completo, tal como fue publicado originalmente, por lo general en el portal aporrea.org.
 

1.- La ilusión liberal y las libertades

Si la libertad de expresión, adaptando la máxima de Montesquieu, consiste en poder decir lo que se debe decir, en el derecho a decir lo que la ley permite, no podría decir lo que a mí me dé la gana de decir, es decir, confundir libertad de expresión con libertad de distorsión, manipulación, enajenación, extorsión, interpretación… o en otras palabras, pretender que no sabemos que ese concepto de libertad es el resultado de la subsunción de la libertad de expresión en la libertad de empresa. http://bit.ly/tb2520

2.- Es verdad, es verdad, en Venezuela no hay libertad de expresión

Lo que ha habido es un libertinaje, un bochinche y una gran irresponsabilidad en el ejercicio de este derecho civil, que como todo derecho termina donde comienza el de mi vecino, el de mi compatriota, el de mis congéneres. He notado como se ha abusado (tendencia siempre presente) de la frase de Voltaire donde este dice algo así como “no estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida por tu derecho a decirlo”, que muy románticamente se usa para justificar el ejercicio ilimitado, obsceno, infame y aberrado, que se ha hecho de este derecho. Más liberalismo sin cultura, sin Paideia. Este abuso de la libertad de expresar nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, ha llegado a tanto que, con la intención de “polemizar”, se permite, aupa y facilita el insulto del gentilicio venezolano por una extranjera en un programa bufo que no sólo demostró el marco pleno de “libertad de expresión” que se “disfruta” en el país, sino que resalta la vigencia de la reflexión de Montesquieu: “La libertad es el derecho a hacer lo que las leyes permiten. Si un ciudadano tuviera derecho a hacer lo que éstas prohíben, ya no sería libertad, pues cualquier otro tendría el mismo derecho”. Esta es una materia que debería estar estrictamente regulada. Esta es la ocasión propicia para que se discuta el tema y se legisle en consecuencia. http://bit.ly/s86Up7

3.- Aclarar conceptos, ese sí es el debate

Podemos decir que la única libertad absoluta es la libertad de pensamiento, su materialización en la expresión hablada, escrita o simbólica no lo es. Por lo que libertad de expresión es poder decir lo que se debe decir, decir lo que la ley permite. Es conveniente aquí recordar a Bolívar en su aserto de que “el ejercicio de la Justicia es el ejercicio de la Libertad”. La subsunción de ésta libertad en la libertad de empresa, y si ésta es una empresa audiovisual, crea desde su misma raíz una grave distorsión. Una empresa privada, por su naturaleza, privatiza los beneficios y socializa los daños, una empresa cuyo fin es el lucro privado difícilmente puede decir sólo lo que permite la ley o lo que debe de decir. Ella dirá lo que venda, lo que enganche, lo que cree necesidades, a costa de la educación, el entretenimiento y el derecho a la información de la sociedad. http://bit.ly/rs1uV4

4.- Aclarar conceptos, ese sí es el debate II

Muchas de esas “expresiones” reiteradas veces no son producto del “pensamiento” en el sentido de juicio racional, sino que muchas veces lo que se difunde son apetitos con palabras, discursos viscerales, sensibilidades y deseos hechos pasar por “opiniones”. La transformación, o en un primer momento, la recuperación de los medios de comunicación como lo que son, un instrumento para la expresión de la sociedad y no el poder de interpretación de una empresa, una vía para lo político y no lo político mismo, una posibilidad para que se vean las “caras del mensaje”, como en el programa de VIVE, y no los mensajes sin cara, implica comenzar a ver a las macabras telepantallas como un instrumento a nuestro servicio y no como un vicio que nos hace su instrumento. http://bit.ly/rsdRkP

5.- Tves, un humilde quebrador de hegemonía

En otras palabras, si a sangre y fuego se instaura en una sociedad determinada un orden jurídico-político-económico con su necesario correlato cultural, acultural o transcultural, cuando ese orden en un momento determinado se supera la conciencia falsa permanece, el efecto ideológico queda. En este sentido, esta falta de adecuación entre la realidad y la interpretación que se tiene de ella, es y ha sido notablemente y en gran medida perpetuada por el trabajo armonizador y naturalizador que han realizado las empresas de difusión de interpretaciones, que según el “conocimiento oficial” se llaman “mass media”. Ninguna fecha tan propicia como esta para hacer estas reflexiones, fecha en la que se democratizó el espectro radioeléctrico y se avanzó significativamente en la construcción del nuevo bloque histórico.

Se podria decir, analizando lo que ha sido el primer año de Tves, que es más lo que se redujo de hegemonía del bloque cuartarepublicano que lo que se ha avanzado en la consolidación del nuevo trabajo de difusión simbólica o en la construcción de ese nuevo bloque histórico revolucionario, de lo que esta llamado a ser la televisión del siglo XXI, tan en construcción como el mismo socialismo del siglo XXI. Se dice que el nuevo canal no ha cumplido con las grandes expectativas que de el se tenían al momento de su nacimiento, y no está mal que sea así. Y no está mal porque si bien algunas de las críticas que puedan hacerse son válidas, junto con las no tan válidas puede que estén resaltando una realidad: el choque que produce el ser espectador de un experimento al que se le presentan algunos problemas, como el de correr el riesgo de reproducir los discursos, valores y conceptos del discurso hegemónico neoliberal, por una parte, o el de impulsar de una manera poco creativa un discurso diferente, innovador, cargado de otra cosmovisión y de otros valores, y que sería lo deseable de cara a la construcción de una televisión distinta, renovadora y revolucionaria.

Con todo, un proceso democratizador del espectro radioeléctrico es la oportunidad para, desde una instancia ideológica tan abarcante como lo es una señal de TV y en particular la de Tves, ir superando progresivamente el embrutecimiento y alienación producto de la difusión permanente del discurso individualizador materialista moderno colonial. Así las cosas, démosle a Tves un espaldarazo, en aras de una Revolución Cultural.
http://bit.ly/skJUsm

6.- Facebook o la inocencia de la tecnología

De esta manera, el cine, la TV y la radio, primero, y el cine, la radio, la TV, los video-juegos y la Internet, hoy día, como industria cultural de la información y el entretenimiento han venido provocando y han logrado instaurar en gran medida, un mundo de virtualidad que termina siendo más real que lo que nosotros llamamos realidad. El fenómeno de alteración nerviosa y de fascinación que producen estos maravillosos artificios nos individualizan y desconectan hasta tal punto del suelo, que muchos, y no se sabe si consciente o inconscientemente, cuando no sin querer queriendo, terminan asumiendo la ficción tecnológica como realidad satisfactoria y valga la redundancia, como la realidad real. Pero la tecnología, en su condición de retoño fatal de la ciencia moderna, ha servido entre otras cosas como dispositivo individualizador, constructor de hegemonía e instrumento de dominación, Desde este punto de vista, desde la comprensión de los artilugios tecnológicos como no neutrales, lo político frente a lo técnico es una confrontación de dos políticas, de dos ideologías. http://bit.ly/t7aO99

7.- La batalla mediática y la batalla de las ideas: Entre el Show y el debate real

Una vez que se tomó conciencia sobre la importancia de la cuestión mediática, comenzó la proliferación de medios comunitarios alternativos, se creó VIVE TV y TeleSur, entre otros; pero la batalla mediática estaba comenzando. En otras ocasiones hemos mencionado que, ante la fuerza comunicacional telúrica del presidente Chávez y su don para crear conciencia, a las empresas mediáticas tradicionalmente naturalizadoras del orden existente y controladoras del imaginario colectivo no les quedó más que asumir el papel político de las decadentes y deslegitimadas organizaciones partidistas de la cuarta. En este sentido, conviene no dejar el análisis sólo en el traslado del protagonismo político a las empresas mediáticas, y dentro de éstas a algunos “periodistas”.

Históricamente, los mal llamados “medios de comunicación social” no han sido sólo meras empresas capitalistas, que ya es decir bastante; han sido sobre todo fundamentales instrumentos de dominación simbólica y política. Denominados en algún momento de su historia el “cuarto poder”, muchas veces han tenido en el mundo y tuvieron en Venezuela el poder de quitar y poner gobernantes, por lo que muchos personeros dueños de empresas mediáticas, actores centrales de campañas publicitarias y electorales y por tanto del sistema capitalista demo-liberal, concentraron y ostentaron no sólo poder económico sino político. Esto sin mencionar una consabida influencia cultural, por lo que la expresión “cuarto poder” resulta ser más o menos un eufemismo de algo que se fue convirtiendo en “el poder”.

Para ser menos asépticos, amparados en el tradicional y mal entendido derecho a la libertad de prensa y expresión, estos “medios” han sido siempre productores y reproductores de la falsa conciencia, naturalizadores del orden existente y promotores de la ignorancia y la vulgaridad. Que estos “medios” hayan adquirido un carácter más frontalmente político en los últimos años no quiere decir que antes no hayan sido políticos o que antes eran imparciales y objetivos. Ciertamente, todo estudio, todo análisis que se haga de la cuestión mediática debe forzosamente considerar el radical cambio del contexto político en los últimos 10 años en Venezuela, un contexto que sirve para profundizar en el debate sobre los derechos civiles, la supuesta imparcialidad profesional de los “periodistas” y la importancia y preeminencia del derecho de una sociedad a la información “veraz y oportuna”.

Tratando de responder a las preguntas esbozadas en el primer párrafo, se podría afirmar en primer lugar, que una batalla mediática como la que actualmente se desarrolla y que tiene un alcance no sólo nacional, sería también batalla de ideas si por ejemplo, al esfuerzo por desmontar  las pretensiones de crear matrices de opinión adversas al proceso, al esfuerzo por informar y visibilizar lo que invisibiliza y desinforma el partido audiovisual de turno, se suma el esfuerzo por avanzar en agendas, discursos y propuestas que vayan más allá del mero desmonte de las manipulaciones mediáticas de Globovisión. Quedarse en la estrategia de desmonte es dejarse atrapar en una “batalla mediática” que prolongada en el tiempo tiene el efecto del cansancio y del desgaste, que es a fin de cuentas a lo que apuntan los exóticos y apátridas discípulos del capital en nuestro país.
http://bit.ly/u6Bnbm

8.- Lo bueno de la guerra mediática y lo malo del “exceso de libertad de expresión”

Aunque pareciera una tragedia hablar de guerra mediática en la medida en que ésta implica un enfrentamiento donde la información y las ideas sustituyen la pólvora y el plomo, y donde el objetivo a tomar no es el control de un Estado (aunque si a la larga) sino las mentes, la conciencia colectiva, es cierto también que si consideramos el contexto comunicacional de otros países como España, Colombia o México ¡o el contexto mediático general mundial! encontramos razones para sentirnos privilegiados. ¿Por qué? Porque el hecho mismo de la batalla mediática expresa lo que Gramsci denominó crisis orgánica; porque ciertamente este tipo de batalla se da en contextos donde no existe una situación de hegemonía, por lo que el consenso en torno a un proyecto político determinado se encuentra en construcción. Eventualmente y por esto mismo, dicho proyecto es atacado por los grupos que con escasa influencia en la Sociedad Política, ejercen aún considerable poder desde las instancias ideológicas de la llamada Sociedad Civil.

Otra de las consecuencias de esta batalla es el valioso aprendizaje que va dejando en su desarrollo como un importante saldo en alfabetización mediática, una forma de conocimiento que forma parte de la siempre necesaria formación política de la gente y que puede traducirse en pasos importantes hacia la nueva sociedad. Sin embargo, sigue teniendo una importancia de primer orden que la batalla mediática sea también batalla de ideas, situación a que se llega de manera plena cuando a la actitud reactiva frente a las pretensiones de manipulación y distorsión de la realidad, se le suma la actitud creativa en el proceso de planificación, elaboración y construcción permanente discursos, agendas y propuestas que logren neutralizar efectivamente el show desinformativo oposicionista.

Pero si la batalla contra-hegemónica puede considerarse algo sano de cara a la construcción de la nueva sociedad, nunca será reiterativo volver sobre la idea de que en una crisis orgánica donde hay un mundo que muere y otro que nace, donde los estertores del primero hacen su trabajo de zapa y el naciente fuelle del segundo parece en ocasiones vacilar, si no se avanza en el despertar del pensamiento crítico revolucionario, si no logramos influir en la conciencia colectiva de manera de transformar lo que Erich Fromm denominó carácter social, la época moribunda podría volver fatalmente transfigurada, levantándose sobre el cansancio de la burocracia y la confusión ideológica.

“Hay ideas que son como un atentado”, dice el escritor checo Milan Kundera; pero son atentados sólo si derrumban o ponen en peligro los cimientos o las bases de lo que se quiere derrumbar. Si por ejemplo decimos que se está especulando groseramente con los vehículos, que hay que meter en cintura a los concesionarios, que si están engordando los precios de las camionetas, y no nos preguntamos por qué nuestro discurso parte del supuesto de que en este país todo el mundo quiere un carro -indistintamente de la “clase social”- no estamos atentando contra nada. En este sentido, pensamos que la batalla de ideas debe enfocarse en atentar y destruir los supuestos (entiéndase valores, concepciones, fines, perspectivas, etc.) sobre los que se levanta el discurso y la visión de mundo demo-liberal burgués moderno, adoptado por el oposicionismo pero muchas veces adoptado por elementos de izquierda o progresistas, muy modernos para concebir una revolución cultural; muy modernos para pensar en un mundo diferente al del progreso tecnológico, los “motores del poder” y las pantallas multicolor.

De hecho, hablar de “batalla mediática” como enfrentamiento interpretativo, psicológico-simbólico tiene como supuesto el peor de todos los supuestos: el de que vivimos pegados a la “telepantalla” (Orwell) y de que realmente no miramos a la televisión sino que es ésta la que nos mira, nos seduce y nos atrapa. Concibiendo nuestra sociedad actual como un teatro, no sabría decir si esta realidad se puede entender como tragedia o como comedia, pero como diría el compañero Noel Padilla a quien escuché en reciente foro: “…los “medios” son referentes de nuestra vida”; es decir, dependemos de ellos porque necesitamos estar informados, pero como no es sólo “información” lo que nos brinda la telepantalla sino series, programas, películas y culebras de todo calibre, habría que preguntarse si lo de “referente” es sólo por lo de la información o porque alude más bien a una necesidad que, como en el caso del yonqui o el farmacodependiente, debe ser satisfecha con una dosis mínima diaria, teniendo siempre la ventaja de disponer en cada hogar de una variedad de pantallas de TV o computadora que siempre podemos encender en busca de “información” o “entretenimiento”.

De esta manera, en primer lugar debemos agradecer el hecho de la batalla mediática y de tener que luchar contra empresas audiovisuales cuya postura política frontal, grosera y recalcitrante, expresa el desespero de una oligarquía sin líder ni propuesta política seria y responsable. Esto por una parte. Súmesele a lo anterior, el hecho de que todo el debate en torno a la cuestión de los “medios” está generando un proceso de alfabetización mediática que aunado al Plan Revolucionario de Lectura, tendrá el previsible resultado de elevar la conciencia política de nuestra gente. En segundo lugar, si hemos de considerarnos privilegiados por vivir un proceso contra-hegemónico, adquiere carácter estratégico que nuestras ideas sean a parte de simples respuestas, atentados reales que generen distintos procesos y erosionen progresivamente las bases de la visión y el discurso demo-liberal exótico burgués.

Finalmente una cosa. Si en el marco del discurso de la “libertad de expresión” entendemos por libertad el derecho a hacer lo que la ley permite, cuando en su nombre se incita al magnicidio ya no podemos hablar de “exceso de libertad de expresión”. Esto por dos razones. La primera, porque cuando el discurso se sale de la ley ya deja de ser libertad de expresión; llámesele abuso, descaro, impunidad, bochinche, pero nunca un exceso de libertad. La segunda, porque dentro de la gramática discursiva liberal hablar de “exceso de libertad de expresión”, puede sonar e incluso suena a algo positivo, único en el mundo, éticamente necesario y privilegio subvalorado de nuestra sociedad. Beber alcohol en exceso es perjudicial para la salud, pero la cerveza sigue siendo cerveza; el llamado “exceso de libertad” puede perjudicar la salud y la vida de sociedades enteras, pero una cosa así ya no sería libertad, sería un crimen.
http://bit.ly/taeqgV

9.- Crítica para despertar, batalla de ideas para transformar

Recordando a Marx, “la crítica no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí anatómico sino un arma. Su objeto es su enemigo al que no quiere refutar sino destruir”. A partir de aquí, podemos destacar la importancia central de la crítica para el despertar de la conciencia, en la medida en que deconstruye, desmitifica y devela la construcción de la realidad efectuada, en una sociedad capitalista, por los “científicos sociales” de la “clase dominante” encargados de disciplinar a las masas, armonizar y naturalizar relaciones de explotación y construir un “consenso” en el que las clases subalternas asumen como suyo el proyecto de los grupos sociales dominantes. Es así como el ejercicio intelectual crítico, como destrucción de esas ideas-fuerza que naturalizan el statu quo en virtud del trabajo de los “abogados del diablo”, constituye una labor fundamental creadora de conciencia y ciertamente, un proceso que, destruyendo la justificación destruye lo justificado. En este caso, pues, la moderna sociedad capitalista.

En este sentido, la crítica develadora sería una crítica también destructora, porque visibiliza las razones para la impugnación de una manera de ver y entender el mundo, hasta ese momento natural porque “siempre había sido así”, al tiempo que crea las condiciones para la invención de lo nuevo y para el ejercicio práctico transformador de esas viejas estructuras. Estas estructuras, por otra parte, además de ser políticas y económicas son también mentales. Sin embargo, esa crítica es también constructiva. Hoy día, se sabe que este proceso deconstrucción crítica debe llevar aparejado un proceso de resemantización y de construcción práctica de lo nuevo, todo lo que nos habla de la importancia de la crítica en un proceso revolucionario; es en sí misma (la crítica) revolucionaria. A partir de aquí se nos presenta entonces la batalla de las ideas. Como nos dice Vargas “Crítica contra ideología: he aquí la lucha de ideas”, una dinámica donde el ejercicio crítico va erosionando progresivamente el continente del imaginario creado por las instituciones de la vieja sociedad: crítica e ideas revolucionarias Vs. ideas conservadoras y reproductoras del statu quo
. http://bit.ly/vhfjAQ

10.- Crítica para despertar, batalla de ideas para transformar (II)

En una anterior entrega, afirmaba que desde que se renombró al socialismo como el camino alternativo, posible y necesario a seguir de cara a la emancipación –y de ahí a la liberación- de nuestros pueblos, se produjo una vigorosa revitalización del pensamiento crítico-reflexivo, en un contexto de “Revolución pacífica” (las comillas son porque ha sido pacífica sólo en un sentido) donde ésta se ha nutrido de la rica tradición del pensamiento clásico-europeo de izquierda, así como de nuestra propia tradición de pensamiento con el árbol de las tres raíces, incluyendo por supuesto a pensadores que interpretaron y adaptaron críticamente desde Nuestramérica la herencia teórica marxista, como lo fueron J.C. Mariátegui y Ludovico Silva.

Ante esta afirmación, un compañero me decía con preocupación que esa revitalización de la crítica ocurría en un contexto de exacerbación del consumismo y de nuevas formas de fragmentación social y alienación ideológica; en un contexto donde prevalecen los mismos criterios capitalistas de éxito y las consuetudinarias divisiones de la izquierda en diversas facciones y clanes; un entorno donde se intensifica la publicidad sexual y se renueva el viejo fetichismo analizado por Marx -por ejemplo con los nuevos teléfonos tipo blackberry- todo lo cual hace de nuestra época una suerte de “escenario exacerbado” de la ya conocida batalla entre pensamiento crítico e ideología, entre la actitud reflexiva y la actitud repetidora y reproductora. Sin embargo, si hacemos un esfuerzo por modificar la “geografía de la razón”, o también, la “geopolítica del conocimiento”, se hace necesario hacer –desde una perspectiva genuinamente robinsoniana- un doble esfuerzo crítico. Esto implica tomar el camino de mayor resistencia, el más complejo, digamos.

Si nuestro discurso se estanca en la mera contraposición: Crítica vs. Ideología (falsa conciencia) estaríamos haciendo a un lado la mencionada “geopolítica del conocimiento”. Con esta última hay que preguntarse siempre ¿Quién dice que y desde dónde? Si la ideología produce formas de colonización mental donde los grupos sociales dominados adoptan la forma de pensar de los dominantes, una crítica no reflexiva, es decir, un pensamiento crítico basado en herencias teóricas eurocéntricas con pretensiones universalistas, termina produciendo una particular forma de colonialismo intelectual de izquierda que, lamentablemente, termina haciéndole el juego a las exóticas fuerzas liberales acólitas de un indefinido y abstracto “desarrollo” y “progreso”. Esto, porque terminan oponiéndose al capitalismo y eso está bien pero, ¿a cuál capitalismo se oponen? De esta manera, plantean en una Revolución pacífica, la “lucha de clases” pero ¿Entre quienes, entre ricos y pobres? Y si ese fuera el caso ¿Cual sería el criterio de pobreza a considerar para definir el sujeto de la revolución, el criterio capitalista? En este ámbito de ideas, en otras palabras afirmamos que el pensamiento crítico debe serlo consigo mismo, y desde la Venezuela del alba del siglo XXI, la crítica cultural capitalista que heredamos de Europa debe ser el objeto primordial de los esfuerzos teóricos críticos; de la más importante de las críticas.

En este caso, la batalla de ideas se puede entender de dos formas: en términos generales como la lucha de la crítica contra la ideología, de la conciencia contra la falsa conciencia, batalla que alude una confrontación que se da en los términos más básicos y visibles (los económicos). Y desde nuestra perspectiva nuestramericana, desde nuestro “subdesarrollo”, esta lucha adquiere la particularidad de ser una batalla entre la crítica hecha por nosotros y la crítica hecha por ellos. La primera, puede dar lugar a una Revolución cultural, la segunda, a una Revolución política-social. En otras palabras, en la segunda cambiamos el tema de la conversación, en la primera, cambiamos los términos de la conversación. De esta manera, la crítica necesaria es genuinamente robinsoniana porque implica un doble esfuerzo que se explica porque adoptamos sin adaptar tanto las diversas instituciones de la vida económica y sociopolítica, como las formas que en un momento histórico dado impugnaron esas instituciones. Más gráficamente, la herencia de la izquierda moderna se ha traducido en nuestra tierra -y aún hoy se sigue traduciendo- en una suerte de falsa conciencia revolucionaria donde el espectro derecha-izquierda forma las caras de una misma moneda civilizatoria, configurando un juego muy parecido al del policía bueno y el policía malo, donde la izquierda religiosa sin imaginación hace, como no, de policía bueno
. http://bit.ly/s9J41s

11.- La importancia y la violencia de la batalla de las ideas

Las reflexiones del comandante Fidel Castro, caracterizadas siempre por su profundidad y en numerosos casos por su carácter profético –y no me refiero sólo a aquellas que han quedado plasmadas en los últimos años en cantidad de artículos- tienen detrás una vasta experiencia de lucha que nos llama a leer con todo el propósito y toda la atención que merece a un estadista que, entre otros escenarios que anticipó, se encuentran el de la actual crisis financiera internacional y el de la crisis ecológica mundial.

Entre esas reflexiones, hubo una que siempre me ha parecido contentiva de un importante mensaje. Fidel nos habló en una oportunidad de la “batalla de las ideas”, frase que en lo inmediato parece aludir –con un especial énfasis- a la necesidad de profundizar el debate político-ideológico, pero que desde otro ángulo parece referir que en nuestro actual contexto particular-local, regional y mundial, la contienda que cobra mayor importancia es la batalla por los imaginarios, por el control de las mentes, por la opinión pública, la guerra espiritual pues. En la actualidad se habla de hegemonía imperial porque efectivamente existe y de que –por lo menos en la región- a ésta se le opone un proceso contra-hegemónico que tiene como vertiente fundamental la lucha de las ideas; su legitimación en el discurso y su realización práctica.

Por otra parte, la propuesta de la batalla de las ideas deja ver la necesidad de la redefinición del papel de la violencia en los procesos de transformación social, de su replanteo; del debate en torno a la clásica lucha de clases y de cómo ésta se matiza en nuestras realidades sociales concretas. Recordemos sólo el asomo crítico de Ludovico Silva en su obra Teoría del Socialismo, donde refiere sobre la cuestión de la oposición clásica proletariado-burguesía que ésta
:

“se matiza gravemente en nuestros países no sólo por la existencia de diversos tipos de burguesía y proletariado, sino por la presencia activa de estratos sociales que no encajan dentro del esquema clásico”.

Está claro que no se trata de negar la lucha de clases, de lo que se trata es de comprender la época, nuestra cultura, la realidad concreta y las posibilidades que nos ofrece. Tampoco Enrique Dussel, ganador del premio Libertador al Pensamiento Crítico, niega el papel de la violencia en los procesos de transformación. Afirmación válida sólo si careciera de importancia darle primacía a los principios éticos por sobre una violencia producto de interpretaciones destructivas y fatalistas de la concepción materialista de la historia.

En este sentido, es preciso recordar que la violencia, considerada en un proceso de lucha revolucionaria, no es o no implica necesariamente el enfrentamiento físico con armas o sin armas. Otro sí, el conflicto constituye parte constitutiva de la política pero aún así, el objetivo último de la política es la afirmación de la vida humana, su producción, reproducción y aumento, nunca el enfrentamiento por el mero enfrentamiento. Hablar de guerra psicológica, espiritual o simbólica es hablar de violencia psicológica, espiritual y simbólica, y el ser humano es una unidad bio-psico-social, unidad de mente, cuerpo y espíritu. De tal manera, una eventual campaña de guerra psicológica emprendida contra una sociedad que ha decidido recuperar su soberanía frente a un imperio, afecta al cuerpo afectando el espíritu y la mente. No fue una veleidad de Bolívar decir que se nos dominó más por la ignorancia que por la fuerza. En las sociedades de la información, y esto es una verdad comprobable empíricamente, quien controla los flujos informativos controla la formación, la subjetividad y el conocimiento; por tanto, ejerce un formidable poder de dominación frente al cual la lucha debe ser permanente. 

En este sentido, el proceso contra-hegemónico mundial podría entenderse como una extrapolación de la teoría de la Revolución Permanente de Trotsky al ámbito espiritual, abstracto, de las ideas. Ciertamente, si decimos con Víctor Hugo que no hay nada tan poderoso como una idea a la que le ha llegado su época, la batalla de las ideas contiene y supone la violencia no simbólica cuando el ideario de la transformación social se ha legitimado y ha sido internalizado por el bloque social del cambio, partiendo de la toma de conciencia de que la clase opresora no está dispuesta a entregar nada por las buenas. Hablamos de una confrontación latente, cada vez más inminente, si no le damos importancia central a los factores subjetivos –considerados históricamente por el marxismo abierto, crítico y creador- en el diario acontecer del proceso bolivariano.

Hablar entonces del factor subjetivo en el contexto de transformación de una realidad social concreta, en este caso la venezolana, es recordar los planteamientos gramscianos de construcción de consenso, y es recordar la vigencia de los planteamientos de J.C. Mariátegui, cuya filosofía de la historia de explícito contenido místico-religioso vinculada a una activa praxis política y su concepción del socialismo para nuestra tierra como “creación heroica”, hacen del Amauta un ejemplo de “intelectual orgánico” y de soldado espiritual; un ejemplo pues, de lo que es dar la batalla de las ideas
. http://bit.ly/siuftJ

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

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