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domingo, 22 de enero de 2012

Sobre el liderazgo ético, la democracia mercantil y los pre-candidatos champú

Foto: Globoterror
“Recordando a Norberto Bobbio”, es el título de un breve artículo firmado por Sergio Arellano, en el que el autor hace un apretado resumen de la carrera del “filósofo de la democracia”, destacando su trabajo como profesor, los títulos recibidos, pero sobre todo la preocupación que este siempre tuvo por los valores de la democracia. Si bien es cierto que autores como Enrique Dussel han definido a Bobbio como miembro del grupo de pensadores “procedimentalistas” de la democracia, citaremos a continuación lo que Arellano destaca de su visión de este sistema de gobierno, para desembocar finalmente en lo que terminó transformándose el llamdo gobierno del, por, y para el pueblo que, en nuestra realidad venezolana concreta, tiene sus devotos y practicantes.

Dice Arellano que Bobbio tendió siempre a la defensa de tres principios “autoimplicativos”: “La democracia entre los derechos del hombre y la paz ya que sin derechos del hombre reconocidos y protegidos no hay democracia; sin democracia no se dan las condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos”. Continúa el autor, especificando que “En otras palabras, la democracia para Bobbio es la sociedad de los ciudadanos, y los súbditos se convierten en ciudadanos cuando les son reconocidos derechos fundamentales. Habrá paz estable, una paz que no tenga la guerra como alternativa, solamente cuando seamos ciudadanos no de este o aquel Estado, sino del mundo”. Formalismos y ciertamente procedimentalismos aparte, queremos destacar que el autor recuerda con mayor precisión lo que no es democracia:

Actualmente muchos partidos políticos ven a la democracia como un poder que les confiere el Estado para gobernar bajo sus propios ideales y propuestas con la idea firme de lograr metas personales, descuidando la cosa pública y su gran trascendencia”.

Tal realidad nunca se denunciará mucho. Sin embargo conviene recordar, esta vez con Dussel, que el poder político se desarrolla por medio de la adhesión consensual fuerte de voluntades movidas por razones libres; que este poder reside en la comunidad política, en el pueblo, como potentia, lo que es decir como facultad, como capacidad que le es inherente “en tanto última instancia de la soberanía, de la autoridad, de la gobernabilidad, de lo político”. El problema aludido por Arellano en la cita de arriba refiere lo que Dussel denomina la fetichización del poder, en el que la relación entre el poder originario ―desdoblado e instituyente, que delega el ejercicio del poder en instituciones y representantes― y la potestas, que es el poder constituido, se interrumpe, se nubla y se corta, fetichizándose, convirtiéndose en un poder autorreferente, alienado de la comunidad política.

Volviendo al artículo de Arellano, este recuerda la definición de democracia que dejó Lincoln: “La democracia es el esquema político de Gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”.

Afortunadamente en Venezuela, existen devotos y promotores de esta concepción de democracia, que sería una concepción consustanciada con lo que nosotros hemos llamado democracia participativa y protagónica; desafortunadamente, abundan también entre nosotros los discípulos del ejercicio fetichizado del poder, que son aquellos que quieren acceder a los cargos diversos de representación recurriendo a estrategias de marketing. Precisamente en este punto, citaremos los últimos párrafos de Arellano, donde este pareciera discurrir sobre los precandidatos de la MUD:

Los actuales precandidatos a las diferentes posiciones políticas postulan temas tan trillados como: “Yo soy la solución a tus problemas, Yo sí sé cómo gobernar, Yo tengo las herramientas para acabar con la pobreza, Conmigo no habrá corrupción, Que el Gobierno te pague las medicinas, Yo sí se gobernar”, entre otras ideas de mercadotecnia que ya la sociedad pensante cuestiona y critica”.

No es cuestión de candidatos, no es cuestión de partidos, no es cuestión de carisma personal o de ganchos de mercadotecnia, es simplemente el querer al País, no hundirlo con intereses personales y que la sociedad participe verdaderamente y no sólo con su credencial para votar. Hagamos una participación activa y versada en nuestros derechos fundamentales, los gobernantes no gobiernan solos, el pueblo es quien les da las facultades a través de la representación”.

De tal manera, que tenemos una visión de democracia mercantilizada, mediatizada, donde los candidatos a los cargos de elección popular se presentan ante el público en campañas que no se diferencian mucho de aquellas que promocionan un automóvil, unas sandalias o un nuevo champú para caballeros. Pero también está esa visión de la democracia, que podemos decir es la visión más lúcida, la correcta y auténtica si es que admitimos que pueden haber varias “visiones”, donde los candidatos, partiendo de “el querer al país” y de un discurso ético y trascendente, hacen campaña demostrando una auténtica preocupación por los problemas, necesidades, aspiraciones y deseos de la gente, además de una voluntad expresada en hechos concretos.

@maurogonzag

amauryalejandrogv@gmail.com

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