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domingo, 23 de marzo de 2014

Motorizados, patotas y colectivos: no toda sirena es ambulancia

Encuentra al Tupamaro

 En momentos en que las guarimbas desestabilizadoras van llegando a su fin ―optimismo por delante―, conviene plantear que, si bien el objeto de la violencia que se desató salvajemente desde el pasado 12 de febrero era reeditar el guión desestabilizador-golpista del 11 de abril de 2002, hubo un objetivo transversal durante el desarrollo de los hechos: señalar, satanizándolos, a los diversos colectivos sociales que hacen vida en el país, y por esta vía a los motorizados.


No fue casualidad que el 12 de febrero, uno de los asesinados de la jornada haya sido un conocido luchador social miembro de un colectivo del 23 de enero, y que los brazos mediáticos del golpe continuado se hayan precipitado al unísono a denunciar la presencia de “colectivos armados”, como los responsables de las muertes que ocurrieron ese día. Según esta lógica, esos “colectivos” son fácilmente identificables porque andan en moto, aunque estas no sean de alta cilindrada como las que desfilaron en Chacao y en otros municipios en los peores días de la guarimba.

En medio de las reflexiones y la preocupación que causa constatar como en los últimos años se han venido importando ciertas prácticas de violencia criminal de rasgos terroristas, surgió de inmediato ―plena como la luna llena― la idea de que los inescrupulosos factores de la para-política que estarían operando en varios sectores del país, ven en los colectivos sociales un peligroso enemigo y un formidable obstáculo para llevar adelante sus oscuros planes contra el Gobierno bolivariano y contra el país en general.

Agreguemos, que tal campaña estaría enmarcada en un plan a mediano plazo, seguramente ya detectado y neutralizado, que se estaría planteando controlar cada vez más territorios de la república para, llegado el momento, dar el zarpazo golpista. De ahí la importancia de controlar la situación del Zulia y Táchira, donde la penetración e influencia de estos factores lleva ya varios años, y donde las acciones oportunas del Gobierno en materia de contrabando y demás negocios ilícitos ―por ejemplo, el de las remesas―, activaron las alarmas de las mafias fronterizas binacionales.

Como en años recientes tuvimos guarimbas en el país ―así como hoy, solo en municipios gobernados por la oposición―; así como hace pocos años los estudiantes identificados con la oposición salieron a la calle en manifestaciones que fueron alternativamente pacíficas y violentas, recordé dos escenas emblemáticas que nos sirven para ilustrar lo que venimos comentando sobre los colectivos revolucionarios, los cuales se funden simbólicamente ―o por lo menos así se pretende― con los motorizados.

En la primera escena hubo violencia, fuego y estudiantes, y se desarrolló en la Escuela de Trabajo Social de la UCV. Fue por los días de la salida del aire del canal RCTV, contexto en el que los estudiantes opositores al Gobierno bolivariano ―antes como ahora, minoría frente a los estudiantes bolivarianos― fueron movilizados en protestas muchas veces violentas contra el Gobierno de Chávez. Un buen día, estudiantes universitarios identificados con la Revolución se encontraban reunidos en la mencionada escuela de la UCV, y cuando se dieron cuenta estaban encerrados en sus instalaciones, a las que de paso le habían prendido fuego. Sí, la irracionalidad de este sector no se había ido, estaba agazapada. Por su parte, las autoridades del recinto universitario, tal como hoy lo hacen los alcaldes de los municipios donde aún se guarimbea, se declararon incompetentes para controlar la situación, al tiempo que impedían y denunciaban cualquier intento de ingreso de las fuerzas de seguridad del Estado, amparadas en la mentada “autonomía”.

Los lectores (as) podrán imaginarse la situación desesperante en que se encontraban estos estudiantes, quienes vieron súbitamente amenazadas sus vidas y sin posibilidad de que la fuerza pública los ayudara. Destáquese el carácter fascista de dicha acción de asedio. Incluso, uno de los elementos violentos portaba un arma de fuego. Pero como los muchachos no se encontraban completamente incomunicados o abandonados, alguien le avisó a los colectivos sociales de lo que acontecía en la UCV, y al rato se hicieron presentes. Llegó un contingente ensillado en motos. Es verdad que hubo acciones disuasivas, disparos al aire, pero sólo así pudieron ser liberados los estudiantes del asedio irracional.

Lo que ocurrió ese día, fue una agresión de un grupo numeroso de “estudiantes” de derecha a un grupo mucho más pequeño de jóvenes revolucionarios, en un territorio que se declaró tierra de nadie, una zona gris donde la violencia podía enseñorearse sin que le costara trabajo. Pero la violencia del que somete y pretende acabar con la vida humana ―como diría Dussel― no tiene la misma dignidad ética de quien la ejerce para defenderse, para la liberarse. En este caso, ese grupo que llegó en las motos no hirió a nadie, y tuvieron la capacidad de evitar un hecho que pudo haber enlutado terriblemente a la ”casa que vence las sombras”. Recordemos que aquella vez, la estrategia, similar a la de ahora, fue forzar al Estado a la intervención de la UCV, para que luego la canalla mediática vociferara sobre el autoritarismo, la violación de la autonomía unievrsitaria y la represión del rrrégimen chavista.

Hoy, lo que todos los venezolanos pudimos ver en Chacao y en otros municipios gobernados por alcaldes opositores al Gobierno bolivariano, fue la conversión de esos territorios en tierra de nadie, en zonas grises sin autoridad donde la mezcla de manifestantes “normales” y factores violentos incendiarios, fue posible gracias a la “indiferencia activa” de estos gobernantes locales, quienes formaron parte de la renovada estrategia de provocar la acción legítima de las fuerzas de seguridad del Estado, para luego denunciar represión, violación de derechos humanos y hasta torturas. Y he aquí lo nuevo: la utilización de grupos infiltrados para opacar el escenario, confundir a los actores en juego y por esa vía, señalar como perpetradores de la violencia a colectivos como los tupamaros.

La segunda escena la vivimos un poco más atrás, en la época en que el objeto de la estrategia criminalizadora eran los círculos bolivarianos. Llamó la atención de propios y extraños, que los hechos ocurrieran a plena luz del día y en los alrededores de la emblemática Plaza Francia. De repente, tres o cuatro individuos que se desplazaban en moto por la Francisco de Miranda, hicieron unas maniobras frente a la aludida Plaza, se bajaron de las motos, sacaron armas de fuego y descerrajaron varios tiros, hiriendo a varios transeúntes y, si no recuerdo mal, asesinando a una persona. Uno de estos individuos, llevaba una boina roja y hasta bigotes a lo Che Guevara, detalle nada casual y que hizo pensar que la intención fue que acusaran a estos elementos de tenebrosos miembros de los círculos del terror. Un acto farsesco, algo confuso, pero con toda seguridad planeado para generar miedo en torno a los colectivos revolucionarios.

De tal manera, que la campaña contra estos colectivos, que muchas veces se movilizan en moto como decenas ―o centenas― de miles en el país, no es nada nueva, toda vez que los motorizados desempeñaron un importante rol movilizador y comunicacional, durante las 48 horas que duró el golpe de abril de 2002, lo cual les otorgó una innegable importancia política.

De ahí la importancia del lenguaje, en un contexto en el que cualquier acción, cualquier movimiento en el que se vean involucrados grupos de motorizados, están siendo atribuidos a los “colectivos”, con el renovado propósito de aludir a las organizaciones chavistas. Al momento de escribir esto, reportan vía twitter a un programa de VTV, que en Táchira ciertos “colectivos de motorizados” estaban infundiendo miedo por las calles y decretando un toque de queda. Pero el detalle está, en que estos motorizados no son otra cosa que paramilitares y, como se develó en el caso de Caracas, gente pagada para vandalizar y desquiciar la normalidad de la vida civil.

Así las cosas, digamos simplemente que no todo grupo motorizado es un “colectivo”, en el sentido organizativo y revolucionario del término, así como no toda organización, agrupación o movimiento es revolucionaria; así como no toda sirena es ambulancia.

@maurogonzag

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