El pasado jueves 8 de noviembre, tuvo lugar en Buenos Aires una nutrida manifestación en la que ciudadanos opositores al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner atestaron el micro-centro porteño para protestar por temas como la inflación, la inseguridad y, siguiendo las apreciaciones de Humberto Tumini del movimiento Libres del Sur, la “agresividad del kirchnerismo”, el “autoritarismo” y la pretensión que tendría la actual presidenta argentina de modificar la Constitución para posibilitar una nueva reelección.
La “abundante manifestación”, tal como la define Horacio Verbitsky en artículo aparecido el día 9 en Página12, fue convocada desde las redes sociales y tuvo como antecedente el “cacerolazo” del 13 de septiembre, en el cual predominaron las clases acomodadas identificadas con los tradicionales poderes fácticos de la Sociedad Rural y los medios corporativos. Entre las consignas manifestadas durante la protesta, llamó la atención una donde se leía “No queremos Venezuela”, en clara alusión a la alianza estratégica y a la amistad que unen a los gobiernos ―y a los pueblos― de Argentina y Venezuela.
Las alusiones a Venezuela no son casuales, como tampoco lo es la similitud de los poderes que, tanto el gobierno de CFK como el de Chávez, han tenido que enfrentar en los últimos años. Salvando distancias y particularidades, escuchando las consignas, considerando la composición social de la protesta y las razones allí esgrimidas, la manifestación del 8 de noviembre tiene muchos de los rasgos ―una especie de reedición porteña― de muchas de las protestas que, en Venezuela, protagonizaron los privilegiados de siempre en contra del gobierno de Chávez.
Como en Venezuela, la concurrida manifestación es presentada por sus promotores como una especie de “porteñazo” con el poder telúrico de tambalear la legitimidad democrática de Cristina Fernández, aunque, como bien señala Verbitsky, la manifestación evidencie ante todo la solidez de una democracia que había sido “derretida por la crisis de 2001/2002″; como en Venezuela, catalogan al gobierno de Cristina Fernández de autoritario y a esta de dictadora, pero lo hacen desde la calle ejerciendo su democrático derecho a la protesta y sin ser reprimidos. Recordemos que en Venezuela, aunque hacerlo hoy sea hacer el ridículo, se denunció hasta la saciedad al Chávez dictador y sus terribles atentados contra la libertad de expresión, aunque estas denuncias, extrañamente, se hicieron siempre con total “libertad” desde la radio, la prensa y la televisión.
Venezuela, vale recordar, fue el único país en el que los heridos en las manifestaciones no se encontraban entre los manifestantes sino entre las fuerzas de seguridad que salían a las calles a garantizar el derecho a la protesta. Sin embargo, los grandes medios informativos, devenidos en partidos políticos, ejercieron como nunca el libertinaje informativo y se permitieron manipulaciones y censuras de todo tipo, presentando reiteradamente a los agresores como víctimas, luego de pegarles una curita en la nariz.
Esto nos lleva a la otra innegable similitud. También en Argentina, el gobierno enfrenta las sistemáticas campañas de los grandes grupos mediáticos como Clarín, quienes han devenido, en el contexto de la crisis de liderazgo que sufre la derecha continental, en actores políticos centrales.
Lo dice el teórico Ernesto Laclau en entrevista de mediados de octubre:
“En Argentina la oposición política no logra construir un frente de fuerzas creíble. Eso es entendible porque ellos no pueden trascender el horizonte neoliberal que gobernó Argentina desde los mediados de los ’80 hasta el surgimiento del kirchnerismo. En esa medida, todos estos sectores están desaglutinados, sin propuestas reales. La única fuerza que consigue aglutinar una acción opositora son los medios, que se han transformado en el principal partido opositor. (Héctor) Magnetto es uno de los ejes de la acción opositora en la Argentina, incluso si él no actúa abiertamente en política. La acción opositora deriva hacia la acción social de los medios y estos sectores representan la única oposición creíble en este país”. (http://bit.ly/RFxssx)
Quitemos Argentina y coloquemos Venezuela, cambiemos la frase “surgimiento del kirchnerismo”, por surgimiento del chavismo, y tendremos una situación que expresa ante todo el similar comportamiento que tienen las derechas del continente, toda vez que existen matices importantes entre kirchnerismo y chavismo.
Verbitsky compara la manifestación del 8 de noviembre con la “marcha de la Constitución y la Libertad” de 1945, y con la recepción a Eduardo Lonardi en 1955, las cuales expresaron en aquel entonces, así como ahora, la visibilización de un sector minoritario pero significativo de la sociedad argentina. De la misma forma, recordando el cierre de campaña del candidato derrotado Henrique Capriles, acto en el que sus seguidores casi llenan la Avenida Bolívar, en Caracas, la derecha en Venezuela representa una minoría significativa, pero indiscutiblemente minoría.
Lo interesante y lo complejo del proceso venezolano, es que en esa minoría significativa que el 7 de octubre sacó seis millones y medio de votos, hay gente de clase media baja y e incluso de algunos sectores populares, lo cual nos lleva a otro campo de discusión.
En fin, si los medios corporativos se oponen, tanto allá como aquí, es que vamos por el camino correcto. Allá, entrará en vigencia en diciembre una ley que democratizará el campo de la comunicación; aquí, con todo el avance que ha habido en materia de comunicación alternativa, la aprobación de la Ley de Comunicación Popular es materia pendiente.
Publicado el 11 de noviembre en Poderenlared.com
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