Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

domingo, 25 de marzo de 2012

El mundo está harto del discurso del "progreso" y de sus trasnochados defensores

Resulta insólito que a estas alturas de la partida se esté proponiendo el “progreso” como si la palabrita por sí misma tuviera algún poder sobrenatural para convencer a gente que ya sabe que en nombre de la idea de “progreso”, se ha colonizado, recolonizado y neocolonizado a países que desde la perspectiva de la Teoría de la Dependencia estuvieron siempre en la llamada periferia, indistintamente del optimismo y su fe en el indetenible “progreso”.

Comencemos diciendo, con el Mariátegui de “El alma matinal”, que en el ser humano está presente una necesidad de infinito, de trascendencia, por lo que la necesidad de una Fe, de una creencia superior, ha estado siempre presente en el alma de las sociedades, de los pueblos. Históricamente, las religiones siempre desempeñaron este rol de re-ligar al ser humano con ese universo trascendente por medio de ese conjunto de ceremonias y creencias que son las religiones. Ahora bien, la modernidad capitalista de los 500 años, como proceso de racionalización y secularización, entre otras cosas, en cierta medida transfirió esta influencia que siempre tuvo la Iglesia (la comunidad de los creyentes) a las llamadas ciencias sociales. A medida que la institución eclesiástica perdía influencia la ganaban estas disciplinas que nacieron haciendo de la sociedad su “objeto de estudio”, en el marco fundamental del siglo en el que, podemos decir, se consolidó la ideología colonialista: la centuria del XVIII.

Es así, como el fundador de una de esas “ciencias” acuñó la conocida frase “Orden y progreso”, como consigna y flamante mitología emanada de las plumas de los intelectuales orgánicos de la burguesía en ascenso. La revolución industrial como subsunción de la tecnología en el capital, como lo plasma Marx en el Manifiesto Comunista, transformó vertiginosamente las relaciones sociales, en un contexto donde el “progreso”, inauguró una visión lineal de la historia y de la vida, con la mitología de fondo de que el mero transcurrir del tiempo aumentaría el bienestar general. De tal manera, lograr el bienestar de todos era solo cuestión de dejar que los pioneros burgueses, armados con su voluntad, su ciencia y su técnica, hicieran su trabajo.


En este orden de ideas, son muchos los pesadores que han develado este mito del progreso, que si bien los mitos y la ideología forman parte de la estructura social como refiere Ludovico Silva, este del “progreso” es un “mal mito por ser ilusorio y destructivo” (Dussel). Pero lo que preocupa de todo esto, es que después de un siglo como el siglo XX, muchos crean aún en este cuento del progresismo que lo que sí recuerda es a un burro tras la zanahoria; o peor, que crean en el “capitalismo popular”. A propósito de esto, recordemos también que existe toda una genealogía de palabras mitológicas cuyo carácter teleológico, cuya “inevitabilidad”, las han emparentado en las diversas épocas. Es el caso del progreso, pero también de palabras-mito como “desarrollo”, “crecimiento”, “civilización” o “globalización”, que sugieren lo que es de alguna forma ―de alguna forma porque son mitos― imparable, inevitable y necesario.

La palabra “desarrollo”, por ejemplo, es uno de esos signos mitológicos heredero del “progreso”, y que el pensador colombiano Arturo Escobar analiza en tanto “régimen de representación”, como discurso articulado y difundido desde el norte del mundo en un determinado contexto histórico, el de la segunda post-guerra, y que logró colonizar el imaginario social hasta el punto que no se pudo pensar en algún esfuerzo orientado a lograr el bienestar de los pueblos en términos que no fueran los del “desarrollo”. La consecuencia necesaria de esto fue que se creó el subdesarrollo, en una renovada dualidad moderna-capitalista heredera de aquella civilización-barbarie, creándose junto a aquel todo un “tercer mundo” como espacio de lo “sub-desarrollado.

Ciertamente, tales discursos devienen en “prácticas concretas de pensamiento y acción” por medio de las cuales se llega a crear realmente una determinada realidad, aunque sin embargo sean unas gramáticas de las cuales podemos y tenemos que salirnos. A esto agregaríamos que la falta de imaginación no excusa la incapacidad o la renuencia para transitar por el camino de la descolonización intelectual.
 
Todo lo cual nos lleva a destacar el carácter trasnochado del discurso del progreso como estrategia otorgadora de esperanzas, ambigua y difusa, y por demás atribuible históricamente tanto a derechas como a izquierdas. Así como se articuló en su momento el “discurso del desarrollo”, con el criminal Harry Truman como punta de lanza, más adelante con Kennedy surgió la estrategia de la “alianza para el progreso”, como reacción y como expresión de inquietudes y miedos ante el triunfo de la Revolución cubana. El historiador Sant Roz lo recuerda así:

En diciembre de 1960, el agente de la CIA, Adolf Berle, coordinador del grupo de trabajo del Partido Demócrata sobre América Latina, consultó la opinión de uno de sus agentes para el  área, el señor José Figueres, para definir la política de John F. Kennedy hacia la región. De aquí surgió la propuesta de anunciar en la Unión Panamericana de Washington el programa «Alianza para el Progreso».

Desde entonces la denominación Progreso, como término que se refiere a avance, a proyección desarrollista hacia el futuro, sentido de superación económica, adquirió una dimensión tremenda en todos los informes, artículos de opinión, libros, documentos y titulares de prensa.


No obstante hay que decirle a un montón de ignorantes, que aunque parezca insólito, el verdadero inspirador del programa «Alianza para el Progreso» fue Fidel Castro. Incluso, Fidel Castro estimó su costo en unos 20.000 millones de dólares. Esta fue una proposición que Fidel presentó en mayo de 1959 durante una visita que hizo a Buenos Aires en momentos en que allí se realizaba una reunión de la OEA. 


De tal manera, podemos concluir apretadamente que:

1- El discurso del progreso ―presente actualmente en el oposicionismo venezolano―  es un heredero del discurso del desarrollo ―que a su vez es pariente de aquel “orden y progreso” positivista―, como estrategia política-discursiva articulada en un contexto imperial y con el propósito de justificar y naturalizar coloniajes y neo-coloniajes.

2- En nuestro actual contexto, de reconfiguración geopolítica mundial hacia la multipolaridad, de una crisis estructural del capitalismo que viene desde hace 100 años como lo explica Theotonio Dos Santos; de renovado keynesianismo de guerra y de crisis ecológica mundial, hablar de “progreso” resulta anacrónico, inviable, desubicado y torpe.

3- Si entendemos al “progreso” y al “desarrollo”, no sólo de manera tecnocrática como “crecimiento de la economía”, o como el florecimiento de la cabilla y el concreto por todos lados, sino como el aumento del bienestar, la satisfacción y la felicidad de la gente, bien podríamos decir que en los últimos años hemos tenido progreso, y no precisamente como perfección de los medios y confusión en los fines, aunque habría que ser cuidadosos con la posibilidad de enseñorear a la racionalidad instrumental.

@maurogonzag
amauryalejandrogv@gmail.com

lunes, 12 de marzo de 2012

Ricardo Lagos en Banesco y sus "palabras para la oposición venezolana"

Ricardo Lagos, ex-presidente de Chile
La conferencia pública realizada el sábado en los espacios de Banesco, denominada  “Palabras para Venezuela”, como ya se sabe constituye la cuarta edición de un evento que tiene por lema “Visiones de una economía con rostro humano”, eventos que se han realizado en años determinantes para el futuro de nuestra sociedad, como por ejemplo en años de gran “conflictividad política” (2002) o simplemente en años electorales (2004). Conocemos la historia del 2002, de ahí el eufemismo que utilizo. Respecto al año 2004, sabemos que este fue mucho más que un año electoral. Este fue el año del referéndum, un acontecimiento sin precedente que no sólo ratificó a Hugo Chávez como presidente, sino que consolidó la democracia protagónica venezolana como la más avanzada del mundo.

Esto nos habla del carácter orgánico que tienen estos eventos respecto a la campaña nacional e internacional contra el presidente Chávez y el proceso que lidera, por lo que está bastante lejos de ser casual que, por ejemplo, Felipillo haya vuelto con el tema de la “alternancia” como “esencia de la democracia”, lanzando además comentarios como ese de que gobernó catorce años tras los cuales él sabía que la gente estaba cansada de él, añadiendo además que hasta estaba cansado “de él mismo”. No recuerdo aplausos más apasionados que los que se dieron tras estas palabras de Felipillo.

Debo decir que no escuché completa la intervención de Cardozo, y que nadie duda de la experiencia y los conocimientos que portan estos tres personajes que hablaron ayer en el conocido banco privado. Mis respetos para ellos; ojalá en las filas de nuestra oposición tuviéramos políticos de esa “seriedad”. Ahora bien, a pesar de que el ex presidente español quiso alejarse del matiz tecnócrata en su discurso con aquello de que observar los “estados de ánimo” de los pueblos era más científico que lo que dicen los economistas, palabras-conceptos como “crecimiento”, “productividad”, “competitividad”, fueron dominantes en su intervención, en un evento donde por cierto se habló de la “globalización” como si fuera la gran novedad teórica brotada recientemente de las excelsas cabezas de las ciencias sociales del norte del mundo, o el último alarido de las ciencias sociales. Como si ese foro fuera pendejo; bueno. 


Sin embargo, más allá de estos planteos y de los malabares retóricos de estos veteranísimos de la política en “clave norte”, lo que me motivó a escribir estas líneas fue la intervención del chileno Ricardo Lagos, en la que se expuso una visión de la democracia muy distinta a la presentada por González, y en la que me pareció advertir también un importante mensaje dirigido a la oposición venezolana, sobre todo al sector más disociado, aventurero y obcecado.

Lagos inició sus palabras agradeciendo a Venezuela por haber acogido a muchos de sus compatriotas cuando en su país “se apagó la libertad”. Una libertad por cierto que todos gozaban durante el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, aunque por supuesto no fuera el momento para que Lagos recordara un proceso político que hoy reconocemos como antecedente de la Revolución bolivariana en tanto vía pacífica hacia el socialismo, o revolución social utilizando los mecanismos del Estado burgués.

Pero como no es nuestra intención comentar cada palabra del chileno, vayamos de una vez a lo que dijo sobre lo que para él, a diferencia de Felipillo, es la esencia de la democracia. Ricardo Lagos hizo un interesante énfasis en la necesidad de que los gobernantes tengan una “mirada larga”, “que trascienda el período de gobierno”, destacando la importancia de las políticas de “consenso nacional” como esencia de la democracia y vía privilegiada para la realización efectiva de los proyectos de largo plazo. En este sentido, para Lagos la construcción de consenso, vale decir uno de los tres determinantes de la política para Dussel, constituye la esencia de la democracia.

Recordemos que en la construcción del consenso como proceso, como ejercicio de la práctica discursiva, está la participación como incorporación consciente y en condiciones de igualdad en los procesos de toma de decisiones. De ahí que estemos de acuerdo con el chileno en esta parte de sus planteos que, como veremos, tienen un sabor crítico dirigido a ciertas prácticas políticas caracterizadas por el sectarismo, la inmadurez y la cortedad de mirada.

Concretamente, la aseveración de Lagos sobre la importancia de que los dirigentes tengan una “mirada larga”, pone de relieve una importante cuestión: si es vital para la efectiva ejecución de las grandes políticas públicas de mediano y largo plazo, que exista consenso en torno a un proyecto nacional de país, el comportamiento reaccionario y antipolítico que ha caracterizado a una oposición que sólo en tiempos recientes ha reconocido y comenzado a respetar a la Constitución de la República, ha impedido la construcción del consenso que Lagos plantea con vehemencia como condición para la continuidad de las grandes políticas públicas, dando por sentado el escenario de la alternancia luego de finalizado el periodo de gobierno. Ahora bien, la construcción del consenso hacia una “hegemonía popular”, es una tarea que está planteada en el seno del Gran Polo Patriótico.
 

Ahora, en el caso de Venezuela, los rasgos de la lucha política parecen dificultar el eventual logro del consenso en torno al Proyecto Nacional Simón Bolívar, una visión de país que no ha sido compartida en lo más mínimo por los sectores oposicionistas, y a la que recientemente se le opuso un proyecto de fuertes rasgos neoliberales, antagónico de aquel. Tenemos así una polarización de proyectos que expresa la ausencia de consenso en torno al Plan de Desarrollo que viene ejecutando el gobierno bolivariano, lo cual ha entronizado la convicción de que en un eventual acceso de la oposición al gobierno, no solo se daría una simple interrupción de la continuidad, sino que volveríamos pa tras, con todo y que esto sea imposible. De otro lado, la mayoría del pueblo venezolano ha relegitimado en varias oportunidades al presidente Chávez, dándole además la oportunidad de postularse para un tercer mandato con la aprobación de la enmienda constitucional en febrero de 2009.

De tal manera, si planteamos que el proceso bolivariano ha enarbolado siempre la inclusión como una de sus políticas centrales sin que esta signifique, sin embargo, la exclusión de los que siempre estuvieron incluidos, y de esto existen datos y realidades objetivas verificables, el llamado de Lagos esta evidentemente dirigido a una oposición venezolana recalcitrante como ninguna, que parece no haber aprendido a estas alturas a pensar en términos nacionales, pudiéndose constatar ―porque nunca ha sido un secreto― su articulación y supeditación a intereses foráneos por todos conocidos, todo lo cual hace de ella una clase política que se ubica al margen del actual proyecto político nacional de desarrollo. En pocas palabras, hemos visto como Lagos ha afirmado que el consenso en torno al Plan Nacional es vital para la realización de los proyectos de largo plazo, y como en el caso venezolano hemos tenido una oposición que se ha esforzado, como si firmeza fuera igual a obcecación y recalcitrancia, por boicotear todo proyecto y desconocer cada logro ―que han sido muchos― del gobierno bolivariano, siendo su deber como dirigentes políticos a los que se les ha permitido ocupar espacios en el sistema político, trabajar en función del bienestar del país.

Es así, como podemos decir que Lagos ha regañado a la oposición venezolana, pidiéndoles más seriedad y más capacidad para trabajar con un gobierno que no los ha excluido y que reiteradamente los ha llamado a participar en los grandes proyectos de desarrollo del país. Sin embargo, no podemos engañarnos respecto a la lectura general que podemos hacer del evento en Banesco, que como mencionamos al principio forma parte de la campaña mediática, ideológica y cultural internacional que existe contra los gobiernos populares de la región, particularmente contra los del Alba, cuyos presidentes si podrían ofrecer unas “Palabras para Europa”, que es la que realmente necesita un poco de orientación.

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

jueves, 1 de marzo de 2012

Brzezinski, Fukuyama, el Caracazo y la primavera política en Nuestramérica

Los años de imposición del llamado neoliberalismo ―o remozado regreso al liberalismo salvaje― fueron años particularmente difíciles para Venezuela y para nuestra América en general. Durante los años ochenta, el mundo fue testigo de cómo el imperialismo destruía pueblos enteros en Centroamérica, de cómo un viejo imperio reafirmaba su colonialismo sobre las Islas Malvinas quedando deslegitimado para siempre el Sistema Interamericano; de cómo la Unión Soviética se quebraba y daba paso a la “Transparencia” y a la “Reestructuración”, y de cómo en el año 1989, meses antes de que ocurriera el hecho que simbolizaría la derrota del “Socialismo real” en el mundo y por tanto el resonante y soberbio triunfo del capitalismo (Caída del Muro de Berlín), en Venezuela el pueblo ya se alzaba contra el nuevo esquema de dominación mundial llamado, como dijimos, Neo-liberalismo.

Recordar tan pantanoso contexto, en el marco de la conmemoración de los 23 años de los sucesos del Guarenazo-Caracazo, hoy nos sirve para plantear que si bien para personajes como Daniel Bell o Francis Fukuyama, el derrumbe de la URSS expresó el “fin de las ideologías” y el “fin de la historia”, en Venezuela, desde otra geopolítica de la razón, ese año significó algo diametralmente opuesto. Porque el Caracazo, como hecho político, multitudinario, popular, señaló el camino de la transformación social y de una nueva historia para Venezuela, y que repercutiría en un histórico y poético amanecer político para toda la región.

La caída del famoso muro desató la euforia capitalista y les permitió a sus dirigentes mundiales ahorrarse la amabilidad de las poses, mostrando su rostro más descarnado. Comenzarían los “felices 90”, años de privatizaciones, expoliación de los pueblos y más guerras. El mundo unipolar que quedó luego del fin de la Unión Soviética, impuso la ideología del individualismo  exacerbado, la del imperio irresistible del mercado y la separación vertiginosa de política y economía. En tal contexto, Margaret Thatcher llegaría afirmar que la sociedad no existía; si existían, por supuesto, los individuos, particularidades indefensas y solitarias dispuestas a vender su fuerza de trabajo y a doblar el espinazo ante la desbordante ola capitalista; ante la llamada globalización.

En un apretado balance histórico, hoy diríamos que esos sucesos del 89 explican en medida importante dos realidades contemporáneas indiscutibles: la de la primavera política de América Latina, hoy día más integrada y pujante que nunca; y la realidad de Estados Unidos y Europa: de decadencia, desesperación guerrerista, de crisis económica y de legitimidad. Por vez primera, presidentes como nuestro Chávez denunciaría abiertamente al imperialismo demente de Bush en la tribuna de la Asamblea General de la ONU; por primera vez un presidente brasileño, Lula Da Silva, declararía que la crisis capitalista en desarrollo no había sido causada por un  afrodescendiente, un mestizo o un indígena, y si por el hombre blanco de ojos azules, en clara alusión al hombre blanco capitalista euro-norteamericano; por vez primera, un presidente argentino, Néstor Kirchner, le diría en su cara a los representantes de Canadá y EEUU que no permitiría más patoteos por parte de potencia alguna.

De tal manera, digamos que el año 89 del siglo XX resultó determinante para los procesos políticos que se desarrollarían tanto en el este como en el oeste, en el norte como en el sur.

Todo lo que venimos planteando en relación a la emergencia del Sur y la crisis en el norte, lo confirman las recientes declaraciones Zbigniew Brzezinski, connotado ex asesor de la Casa Blanca, quien recientemente afirmó que EEUU ya no podía reinar como la única superpotencia del mundo (http://bit.ly/xbFmQJ), es decir, que la supremacía global del país del norte, terminó. Recordemos también, a propósito de las palabras de quien fuera el principal responsable del empantanamiento de la URSS en Afganistán, guerra ocurrida durante los años 80 y que fuera plasmada en la película Rambo III, que el Sr. Fukuyama, invalidando su tesis de finales de esta misma década y siendo también un reputado ex asesor del Dpto. de Estado, refirió algo así como que la historia había regresado, que había renacido de sus cenizas.

En este sentido, el Caracazo, como respuesta popular temprana al paquetazo neoliberal, explica el hecho de que la Revolución bolivariana haya sido la última del siglo XX y la primera del XXI, siempre con la permanente presencia revolucionaria de Cuba, y que hoy Venezuela este jugando un apreciable rol en la nueva configuración geopolítica mundial.

Por todo lo anterior, conviene recordar que el candidato del empresariado, de la derecha, si bien regresar al pasado es imposible, pretende resucitar vínculos con instituciones financieras internacionales como el FMI, lugar donde se diseñaron las políticas económicas para Venezuela y otros países de la región, y cuya aplicación por parte de las anteriores clases políticas, oligárquicas, subalternas, colonizadas, originaron resonantes explosiones sociales que trastocaron el rumbo de nuestros países, hoy en plena lucha política por su completa liberación.

El mundo cambió definitivamente, y no porque Brzezinski diga que ya EEUU no es el gendarme mundial o porque Fukuyama haya hablado del “regreso de la historia”, sino porque el proceso bolivariano ha dado luz a una nueva época, al ALBA, a la CELAC, para mencionar sólo dos grandes señales de unidad, de soberanía y autodeterminación.

@maurogonzag

amauryalejandrogv@gmail.com