Después de las fiestas decembrinas, que por lo general comienzan desde noviembre, Venezuela por lo general entra en “modo 1º de enero”, expresión que sugiere que la ciudad parecería entrar en un estado de descanso y desintoxicación como quien se recupera de una fuerte resaca. Vías desahogadas, locales comerciales cerrados y lentitud en los que están abiertos, vacaciones que parecen no terminar, son solo algunas de las señales de un país que, dependiendo de cómo haya sido la pea, suele despertar realmente finalizando el mes.
Sin embargo, políticamente el año se inició con mucho
dinamismo. Campañas de rumores sobre un supuesto paro nacional impulsadas a
través de la aplicación Whatsapp y demás redes sociales, colas generadas en
torno a mercados y abastos producto de meses de guerra psicológica y demás
factores como el bachaqueo o el puro y simple “desabastecimiento” en el que
muchos comercios suelen quedar después de la etapa decembrina ―muy, pero muy
alta en ventas―, mientras reponen los inventarios; la exitosa gira
internacional del presidente Maduro en la temprana batalla por la recuperación
de los precios del petróleo, son factores con los que comienza un año
prometedor, por lo desafiante, para los venezolanos y el mundo en general.
En este contexto, la comunicación, la política
comunicacional, vuelve a situarse en un lugar de gran importancia como dinámica
central de la lucha política en la era del conocimiento y de la información; en
la era de la batalla de las ideas. Como lo expresé en artículo anterior, el año
2014 fue de importantes aprendizajes, de lecciones que conviene tener presente en
la etapa que comienza para el país. Una de esas lecciones fue la de lucha por
el mantenimiento de la Paz teniendo a la violencia en nuestras caras.
Venezuela, afortunadamente, no fue Ucrania. Pero hubo otro aprendizaje: la toma
de consciencia del poder de las redes sociales, de su viralidad y su capacidad
para planificar acciones políticas subversivas y para crear realidades alternas
a la realidad concreta de la calle, pero con consecuencias en esta.
Con todo y que no era nada nuevo el tema de las redes
sociales en Venezuela, muchos compañeros y compañeras seguían manteniendo una
visión un tanto anacrónica respecto a estas nuevas herramientas que, sí, han
sido diseñadas por gente que piensa que puede llegar a controlar las mentes y
los corazones de los pueblos a través del control de la información. Si las nuevas
generaciones no han visto la película Matrix, pues deberían aprovechar este
relax para verla con detenimiento. Expresiones como “tuiter no sube cerro”, o
que “la gente del barrio no tiene acceso o no le para a las redes sociales”, o
que “la lucha no está en internet sino en la calle”, dan cuenta no solo del desconocimiento
de algunas cifras sobre el acceso a internet en el país, sino de la incomprensión
de la actitud de los venezolanos frente a la tecnología y sus novedades;
incluso, tales posturas no entenderían aún porque Chávez se desplegó en
@ChavezCandanga. De otro lado, hay que decir que aquellas expresiones encierran
parte de verdad.
Según cifras de CONATEL, 15.529.494 personas tienen acceso a
internet en Venezuela. A estos, sumemos o solapemos 4 millones de usuarios
Movilnet que disponen de teléfonos inteligentes y los otros tantos millones de
usuarios Movistar y Digitel que también los usan. Se trata, además, de una realidad
constatable en cada familia, en cada comunidad, en la calle; incontestable.
Y es que, decir que la lucha en las redes sociales,
defensiva u ofensiva, activa o pasiva, no es tan importante como la lucha en la
calle o que, incluso, es una lucha virtual y por tanto, irreal, es como decir
que lo que vemos en televisión, escuchamos por la radio o leemos en el
periódico también es irreal y virtual y no ejerce influencia sobre nosotros. Y les digo algo, así como la Tv subió
cerro ―convenientemente, como las antenas de Directv―, las redes sociales lo
están haciendo.
A partir de aquí, somos conscientes del poder de las redes
sociales; ahora, nos toca no caer en el error clásico que el poeta Horacio
atribuía a los necios quienes, de acuerdo a su reflexión, por evitar cometer un
error, suelen incurrir en el error contrario. Oportunamente, se han venido
realizando algunas dinámicas en las que los comunicadores que usamos la red de
redes como herramienta central de nuestro trabajo, nos hemos encontrado para
aprender e intercambiar experiencias sobre el trabajo comunicacional en las
redes. De esas reuniones, quiero destacar brevemente algunos aspectos que me
parecen importantes.
1.- Los influenciadores del twitter son aquellas cuentas que
por factores como su cantidad de seguidores, carácter referencial o vinculación
con los laboratorios de generación de matrices, son las que lanzan las líneas
centrales para que sean redifundidas y viralizadas por cantidad de cuentas alineadas con esa
visión política-ideológica. En tal sentido, si bien es cierto que los
influenciadores opositores al Gobierno bolivariano giran alrededor de La
patilla, Ravell o el Chigüire bipolar, del lado bolivariano parecen haber
muchos influenciadores, lo cual en ocasiones tendería a dispersar los
esfuerzos.
Esto, muchas veces produce un panorama atomizado, en el que
diversos proyectos que expresan diversas corrientes de pensamiento
revolucionario o, distintas visiones de la comunicación y del manejo de las
redes, van cada cual por su lado. Es verdad, que esta situación expresa en
primer lugar la riqueza y la creatividad tradicional de la izquierda pensante,
y que las tentativas de centralización muchas veces son vistas como líneas
verticales por grupos que se sienten ellos mismos influenciadores. Sin embargo,
me parece que la circunstancia no da para llamarla problema. Hay una vieja
fórmula: unidad en la diversidad; pero unidad con reconocimiento y respeto, no
simulacro de unidad. Si todos coincidimos en lo estratégico, los acuerdos tácticos
no deberían ser un problema. Palabra clave: organización, pero no como decreto,
mera imagen o simulación.
A esto, sumémosle la situación de competencia―disimulada a
veces, explicita, otras― que se da entre los medios de comunicación
alternativos y del sistema de medios públicos. Situaciones en las que actúan
los egos, además de ciertos criterios muchas veces desfasados, anacrónicos o
sentimentales. Para otro espacio quedarán algunas crónicas que habrá que
escribir sobre tan delicado tema.
2.- Las visiones que se tienen de la comunicación suelen
generar debates que deberían zanjarse, en la medida de lo posible, con un
debate político serio en el que se haga un diagnostico de la coyuntura
nacional, regional y mundial, por aquello de que una realidad nacional no puede
estudiarse con independencia de la situación de la región, de la geopolítica
mundial. Se impone una realidad, seguimos siendo un país capitalista, de los
que postulan un mercado regulado, pero capitalista; mejor o más preciso, rentista.
3.- He notado con preocupación cómo algunas compañeras y
compañeros han hablado de desesperanza. Con preocupación porque una situación
de guerra económica bien podría despertar, en alguna generación, sentimientos
de desesperanza. No olvidemos que de ahí venimos, de la desesperanza aprendida,
y que por tanto la generación de desesperanza puede ser el objetivo que los
laboratorios rendonianos o sharpianos tienen delineado en sus mentes perversas.
En este punto, conviene tomar con pinzas la crítica, con la que siempre hay que
tener cuidado, de manera que no socavemos la Fe de la gente que nos ve, nos oye
y nos lee.
La intención, es generar un debate fraterno y centrarnos en
el tema de los contenidos, en la medida en que estos están relacionados con el
tipo de sociedad que tenemos y los condicionamientos históricos a los que esta ha
estado sometida.
@maurogonzag / Foto: Edar
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