Cuando el periodismo, a principios del siglo pasado, se adaptaba a las nuevas necesidades informativas de la gente, lo primero que se cuestionó fue la doctrina de la objetividad. La doctrina de la objetividad, de factura gringa, “supone la existencia de ‘hechos brutos’, aislados, sin relación de causa y efecto, lo que conduce inevitablemente a la fragmentación de la realidad.
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