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sábado, 9 de junio de 2012

La rebelión de los calibanes y la superación del sistema interamericano colonialista

Los países Alba mandaron al carajo al TIAR (Tratado Interamericano de asistencia recíproca), en una acción de gran significación geopolítica que anuncia la separación definitiva de Nuestra América del colonialista y desfasado sistema interamericano desprendido de la OEA. Y el presidente Chávez junto Rafael Correa, han sido los principales artífices de este importante paso descolonizador.

Siempre me ha parecido que Rafael Correa, figura surgida en el contexto de la primavera política latinoamericana que se inició con el siglo y la Revolución bolivariana, tiene un liderazgo en la región que sigue y complementa al del presidente Chávez. Recuerdo que en 2006 visitó la Universidad Bolivariana y ofreció unas palabras en el salón Simón Bolívar. No pude asistir, pero una compañera que si estuvo en el evento me dijo: “El carajo está claro de verdad”.

Luego de la llegada de Correa a la presidencia de Ecuador, se inició un proceso de cambio pacífico al estilo inaugurado por la Revolución bolivariana, que viéndolo bien, son procesos que no han incluido el conflicto armado directo, pero de otro lado han sido tremendamente violentos desde la perspectiva simbólica, sin descartar por supuesto una violencia material que ha incluido golpes de Estado.

Correa ha sabido interpretar muy bien las transformaciones geopolíticas que han tenido lugar en el mundo en los últimos años, reiterando la idea de que no estamos viviendo una época de cambios sino más bien un cambio de época. Un ilustrativo retruécano que expresa la crisis orgánica en desarrollo, donde hay algo que muere y al mismo tiempo hay algo que nace.

Entre esas cosas que mueren pero no terminan de morir, que siguen ahí a pesar de su anacronismo, inutilidad y desnudez política, está la OEA y el sistema interamericano, tan caducos como la pasada Cumbre de las Américas, otro foro desfasado donde, recordemos, no hace nada se dio el primer consenso sin Washington. Desde que Fidel Castro definió con precisión a la Organización de Estados Americanos como el Ministerio de Colonias de EEUU para América Latina, siempre hemos sabido qué es la OEA, sólo que es ahora cuando se han dado las condiciones para emprender las necesarias acciones en la dirección de separarnos de la colonialista organización.


Chávez y Correa, junto a Evo, han sido los principales impulsos descolonizadores en la región, diciendo las cosas como son, quitando el espeso velo ideológico que siempre cubrió al discurso geopolítico continental en el pasado reciente, y estremeciendo la elegancia acartonada de la diplomacia tradicional. Que esta burocracia internacional haya despotricado de Chávez en los primeros años ante su discurso digno y frontal, y que aún lo haga, es la mejor señal de que el camino que se recorre es el camino; y la mejor prueba, es que este discurso ha sido emulado y asumido por varios líderes de países hermanos de la región. Recordemos la sepultura del Alca, el discurso en la ONU de 2006 en el que Chávez denunció, aparte del olor a azufre dejado por el nefasto Bush, el escandaloso carácter inservible de las Naciones Unidas.

Correa venia reiterando la necesidad de separarnos de la OEA, y en su intervención durante la Cumbre de la Celac dejó clara la posición de Ecuador respecto a lo que había que hacer frente al absurdo de tener que ir a Washington para discutir los problemas concernientes a la región indoamericana. Viendo como a Chávez se le subía la pasión al rostro escuchando a Correa, imagine el gran esfuerzo que estaría haciendo para no mandar al carajo de una buena vez, tomándole la palabra, al insolente ministerio de colonias y a toda su “burocracia internacional”.

Luego vino la Cumbre de las Américas, otro foro que Correa no titubeó en denunciar, ante la continuidad en el hemisferio en pleno siglo XXI, de dos situaciones ciertamente inaceptables: la exclusión de Cuba de la cumbre y el colonialismo presente aún en las argentinas islas Malvinas. Y es que, a propósito de las Malvinas y de salida de los países Alba del TIAR,  hay que recordar que estas islas fueron hace treinta años el escenario de una guerra donde quedó evidenciada la hipocresía rezumante en los tratados que se firmaban con la otrora omnipotencia hegemónica.

Recuerdo una frase que alguna vez se pronunció en un salón de clase,  y que expresa fielmente lo que ocurrió con los bloques, alianzas y tratados durante la guerra de las Malvinas: OTAN mata TIAR. Siempre es pertinente recordar el contexto en el que ocurrieron los hechos, lo cual sin embargo no pretende justificar la inoperancia e inutilidad que demostró el tratado en cuestión. Análisis posteriores a la guerra dieron cuenta de cierta ingenuidad por parte de la junta militar argentina, al calcular que EEUU apoyaría sus acciones en las Malvinas. Es cierto que en ese momento los militares argentinos trabajaban conjuntamente con los gringos en oscuras actividades represoras, contrarrevolucionarias, en Centroamérica. Sin embargo, hablamos de ingenuidad, en primer lugar porque la OTAN, bloque político - militar del que EEUU y Gran Bretaña formaban parte, en el marco de la “guerra fría” ―vigente en ese entonces―, constituía una alianza que nació para defender los intereses del Occidente capitalista frente al mundo Soviético-socialista. Si partimos del supuesto de que Argentina es también Occidente, no pertenecía sin embargo a la OTAN. Y es que vale preguntarse ¿Es Argentina, o Venezuela, parte de Occidente? Pertenecemos a América, pero a América del Sur; somos Occidente, pero sin ser Europa ni EEUU. Es decir, somos otra cosa, el “Otro Occidente” (buen título para un libro).

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender”. J. L. Borges

Considerando el marco geopolítico en el que surge el TIAR, que es el del pleno comienzo de la “guerra fría”, podemos decir que este tratado, así como la OEA, nació orientado al mantenimiento del predominio del Gran Hermano sobre el continente americano. El TIAR, fue un pacto de defensa mutua, firmado en 1947 en Río de Janeiro. El artículo 3.1 del pacto, establece que “En caso de (…) de un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado americano, será considerado un ataque contra todos los estados americanos, y en consecuencia, cada una de las partes contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inminente de legítima defensa individual o colectiva que reconoce el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas”.

Recordemos también que este tratado, en el mundo de post-guerra era el primero de su especie, firmado dos años antes del nacimiento de la OTAN, siendo también el primero nacido en el marco de la recién inaugurada bipolaridad mundial.

Ciertamente, el caso de las Malvinas había echado por tierra, deslegitimándolo, al TIAR. Pero también es verdad que no era la primera vez que el tratado era invocado y desoído. ¿Por qué? Porque era obvio que en EEUU dominaba un doble interés: representaba a una de las dos superpotencias del enfrentamiento este-oeste, y por tanto era quien lideraba la “lucha contra el comunismo” en el mundo. De otro lado, su interés en mantener al continente bajo su dominio en el espíritu de la doctrina Monroe. Así las cosas, el TIAR se invocaría en 1962, cuando se le impuso el bloqueo a la Cuba revolucionaria, y en 1969, durante la guerra entre Honduras y El Salvador. En ambos casos sería ignorado en nombre de los intereses del Occidente capitalista.

Los gringos apoyaron a los ingleses
Ahora bien, durante la guerra de las Malvinas, conflicto que enfrentó a Inglaterra y Argentina en 1982, el tratado se invocaría nuevamente, pero sería otra vez ignorado. EEUU alegaría que había sido Argentina la que había invadido las islas Malvinas, realizando una ocupación de unas tierras consideradas “territorio británico”, siendo el TIAR un tratado estrictamente defensivo. Estos alegatos serían esgrimidos también por Colombia y Chile, citando el artículo 3.1 del tratado, antes aludido. Súmesele a esto, que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (En el cual estaban –y están aún- EEUU e Inglaterra), había emitido la resolución  502, la cual exigía el retiro de las tropas argentinas como condición para cualquier negociación.

No obstante, la actuación de EEUU, al no retirarse del Tratado ante la OEA por medio de un comunicado oficial como lo establece el artículo 25 del TIAR, hizo de su acción un no cumplimiento de facto de las obligaciones del tratado. Pero no conforme con eso, los soberanos hijos de la gran reina no se mantuvieron neutrales, prestado apoyo satelital a Gran Bretaña, particularmente en la ubicación del buque Belgrano, torpedeado por un submarino inglés ―recientemente enviaron uno de estos aparatos a las islas― fuera de la zona de exclusión previamente definida por los británicos, matando a 300 argentinos.

EEUU, Chile y Colombia, suscriptores del TIAR, justificaron su violación en el hecho de que había sido Argentina la que había empezado el pleito (pos supuesto, el hecho estaba lejos de considerarse la recuperación de un territorio perdido hace 149 años), sin embargo, este argumento no los eximía de no haber apoyado a Argentina como Estado contratante de un tratado que obligaba a la asistencia recíproca. Como agravante, en el caso de EEUU, tenemos una contravención flagrante del tratado al prestarse para apoyar a un país que, si bien era su aliado en la OTAN, no fue un apoyo dirigido precisamente a la contención del comunismo, misión fundamental del Tratado del Atlántico Norte. Es decir, no fue un apoyo para luchar contra el este comunista.

¿Entonces el apoyo estuvo dirigido a qué?

Existía en el mundo de principios de los ochenta un mapa geopolítico visible: el este y el oeste, donde el primero era el lugar del “comunismo rojo antidemocrático”, y el segundo el del capitalismo, presentado como el universo de la “democracia y la libertad”; pero también, aunque un poco más encubierto, existía otra cartografía geopolítica: el norte, lugar de las potencias colonialistas, centro del sistema-mundo moderno/colonial, y el Sur, territorio periférico de lo subalterno, de lo dependiente, lo colonial.

¿Qué quiere decir esto?

Que tanto ingleses como gringos, y más allá de su común interés de luchar contra el comunismo, se sintieron ofendidos en lo más profundo de su sentimiento de patrón colonialista ante las pretensiones descolonizadoras de un país ubicado en el llamado tercer mundo. La lucha contra el comunismo era una cosa, y los soviéticos tenían poder nuclear, tecnología, capacidad de disuasión, países satélites; pero Argentina era periferia, mercado de la metrópoli, territorio de lo civilizado subalterno, un satélite rebelde del mundo occidental con aspiraciones de potencia, y que este pretendiera retomar por la fuerza un territorio considerado real propiedad de los ingleses, era una insolencia imperdonable.

Próspero ―para utilizar a los personajes conceptuales de La Tempestad― no podía permitir que esa suerte de mezcla entre Ariel y Calibán, pero Calibán al fin, se le revelara de esa manera. Hoy día, sucede que los calibanes se han reunido y se han rebelado. Juntándose, cada vez les importa menos lo que diga Próspero, que está en decadencia. Así, Correa, Evo y Chávez, junto al resto de la tribu, enhorabuena mandan al carajo al TIAR, al tiempo que Ecuador propone la creación de una Corte Penal de la Unasur. Se superan los resabios del viejo colonialismo, pero aún nos queda superar la cultura que dejó sembrada. Pero ese es otro cuento.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag


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