De buenas a primeras, la pregunta me sorprendió un poco. Los compañeros de trabajo sabían que me habían publicado algún artículo, como a muchos otros, en la web aporrea.org; mi visión, era la de un estudiante de ciencias sociales y lector permanente y sistemático, que podía eventualmente analizar alguna situación y emitir opinión sobre el acontecer de nuestro mundo sin tener algún tipo de licencia para ello. Recuerdo que le dije que sí, que yo era el "periodista" de la familia. Hoy, todavía me parece algo extraño eso de asociar a alguien que puede escribir un artículo de opinión con el periodismo como profesión. Es decir, todo aquel que escribe algo, cualquier cosa, y lo publica en algún papel, en cualquier medio, ese tiene que ser periodista.
Más adelante ocurrió algo similar. Había redactado un informe sobre un texto que aspiraba publicación para que fuera leído en una reunión, y así decidir si se imprimiría. En dicho informe, argumenté por qué no debía ser publicado. Era una propuesta plagada de las falacias de la "mano invisible del mercado"; incluso con apasionadas citas de Adam Smith. Al término de la discusión, el primer comentario que me hicieron fue: "Caramba ¿Usted es economista?".
Una cosa es, que en la sociedad haya una "Diferenciación heterogénea de funciones", en un contexto donde todos no podemos hacer y saber todo, correcto. Pero esta realidad ha servido no sólo para mantener una división intelectual del saber funcional al sistema que pretendemos superar, sino para que los intentos de comprensión holística de la realidad sean sutilmente condenados como propios de una particular fauna conocida como los "toderos" o, también, diletantes revolucionarios. Al parecer, para estos mandarines del conocimiento, si usted estudió periodismo, usted no puede hablar del Mercosur, salvo que sea economista, pero además economista "especializado" en Mercosur. Pero si usted quiere hablar del caso brasilero, debe ser economísta, especializado en Mercosur - caso Brasil, y así sucesivamente hasta que se llega al colmo de los economistas especializados en la producción de las trenzas de los zapatos Adidas que se exportarán a Venezuela el próximo verano.
Inmediatamente, me vino a la mente aquello del vicio del especialismo ―cualidad central del hombre-masa de Ortega y Gasset―, de la fragmentación del conocimiento como expresión de la división del trabajo social; aquello del “zapatero a su zapato”, asociado también a la vigencia del “principio racional” como uno de los vectores de dominación instaurados en esta tierras hace 500 años. Si los que escriben para las empresas o instancias de información deben y tienen que ser periodistas, entonces para que un ciudadano común emita su opinión en una asamblea de ciudadanos y reflexione sobre los problemas de su comunidad, este debe y tiene que ser sociólogo, Trabajador Social, Antropólogo u opinólogo, certificado para hablar de temas que afectan a la mujer común sin que pueda hablar la mujer común.
Evidentemente me estoy refiriendo a un importante debate sobre lo que significa hoy día el “conocimiento experto”, y su relación con el sistema capitalista y la estructura del Estado burgués, discusión que se puede dar en otro espacio. El tema que trato en esta oportunidad es el del periodismo, a propósito de que, desde aquel momento en que me titularon de periodista, he seguido escribiendo sin tener tal título. ¡Oh pero que atrevimiento!
Igual sorpresa debe haberse llevado el compañero Nicmer Evans, quien comienza su artículo del 28 de junio, intitulado “El periodismo ante y en el chavismo”, con esta frase: “Para algunos incautos lectores de mi columna soy periodista, pero en realidad me he formado como politólogo…”, luego de la cual declara que ha sido “el destino” quien ha orientado sus acciones políticas en el campo de la “comunicación masiva y opinática”. Tales reflexiones las hizo en el marco del Día del Periodista, el pasado 27 de junio, día en que marcharon los comunicadores populares – alternativos, y que ha generado una serie de reflexiones sobre las que quiero aprovechar de añadir la propia.
Dice Nicmer: “creo importante aclarar que si bien soy un hombre comprometido con el chavismo, esto de ninguna manera afecta la credibilidad de mis argumentaciones así como el ser de oposición no desmerita ser un periodista serio…”. Básicamente, el planteamiento refiere que indistintamente de la filiación política, un periodista puede mantener su credibilidad en base a sus argumentaciones, e incluso ser considerado un periodista “serio”. Ahora bien, el nivel o grado o calidad de la argumentación, puede ser un criterio válido para evaluar un discurso político o un artículo de opinión, que es una especie de ensayo breve donde se sostiene un punto de vista en base posturas éticas, teóricas, datos estadísticos, etc., y que por lo general tiene una estructura que mantiene una determinada ilación. Pero cuando se trata de una simple reseña, de un reportaje, de una noticia pura y dura, que son los géneros que más presumieron de objetividad, la argumentación no suele ser el criterio más válido.
Continua Nicmer diciendo que “lo que sí lo desmerita en nuestros tiempos -al periodista- es pretender ser un periodista “objetivo”, ya que ninguno de los periodistas de nuestro país es imparcial, lo que si puede es ser sistemático, investigador, veraz, militante de sus principios pero con bases argumentativas, en pocas palabras: Un periodista subjetivo con excelente capacidad de ser validado socialmente por su ética profesional”. Efectivamente, desde que se comienza la redacción de un artículo o nota de prensa, ya hay una visión adoptada; es inevitable. La objetividad es para el periodismo lo que es para las ciencias sociales en general: un mito, por lo que estoy de acuerdo cor el autor cuando dice que ninguno de los periodistas de nuestro país es imparcial, una verdad que se exacerba y se hace más patente en contextos de cambio social; si no recordemos las palabras de uno de los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina, Jorge Masetti: “Tenemos que ser objetivos pero no imparciales”, con lo que parece haber querido decir más bien: Es bueno que intentemos ser objetivos, porque nunca podremos ser imparciales.
Ahora bien, para Nicmer, lo que sí se puede ser es un periodista subjetivo, pero que ha logrado ganar respeto y credibilidad por su “ética profesional”. El problema, me parece, es más de ética política que de ética profesional. De ahí que periodistas de dilatada trayectoria ―y más que periodista, poeta y escritor― como Earle Herrera, piensen que el periodismo venezolano haya “caído vertiginosamente”, y haya sufrido un “daño terrible” a su credibilidad, desde que en 2002, las empresas de información, junto a muchos de sus periodistas ―porque no todos se prestaron al pavoroso autoatentado profesional― protagonizaron el primer golpe de Estado mediático ―en gran medida fue así― de la historia venezolana. Lo que se ha llamado ética profesional, cuando quien la esgrime es el periodista en solitario que trabaja para un medio privado o público, ha servido más bien para salvar su responsabilidad como pieza al servicio de inescrupulosos empresarios de la comunicación. El periodista subjetivo, con filiación política, con corazón y militancia, puede ganarse el respeto por saber defender sus principios y convicciones y expresarlos con calidad y rigurosidad, y eso no lo hace más profesional, un adjetivo que tiene mucho de engranaje desentendido de contextos y de ideología al servicio del sistema. El debate pica y se extiende. Por ahora, les dejo el siguiente dialogo extraído de la entrevista que le hizo la periodista de Televisión Española, Anita Pastor, al presidente Rafael Correa, justo cuando entraron en el tema de los “medios de comunicación”.
Ana Pastor: Todavía no le he preguntado por el tema más polémico y ha hecho mucha referencia en estos 15 minutos de entrevista a la prensa, al diario El Universo…
Rafael Correa: Yo creo que es uno de los grandes problemas planetarios… Son negocios privados dedicados a la comunicación social, dedicados a proveer un bien público fundamental para las sociedades. Es una contradicción de base.
AP: Bueno es una contradicción pero tiene que haber medios de todo tipo, supongo que defiende que haya medios de todo tipo…
RC: Sí pero yo creo que deben haber más medios públicos, más medios comunitarios que no tengan ese conflicto: el lucro, el bolsillo, y la comunicación social. ¿Usted que cree que prevalece cuando un medio es dueño de la banca y debe criticar a la banca? ¿Qué va a prevalecer? ¿El interés privado o el interés público?
AP: En alguno casos incluso lo profesional…
RC: No… eso es usted como periodista profesional, pero los dueños de medios le impondrían el fin de lucro…
El intercambio es ilustrativo y elocuente. Puede que el problema no sea la idea de profesión en sí misma, y sí la de profesión asociada al capitalismo; a la idea de éxito en el capitalismo, lo que hace que muchos periodistas “profesionales”, “liberales”, elijan no ver más allá de su trabajo cotidiano, incapacitándose para relacionar su trabajo con propósitos éticos trascendentes más allá de la paga que reciben, y muchos menos para enmarcarlo en su contexto social concreto.
Finalmente, independientemente de este debate, el contexto, el siempre inexorable contexto, nos habla de una tendencia en la que gente con formación en áreas distintas a la del periodismo académico, pero que leen, piensan, reflexionan y escriben, han incursionado con éxito en el noble oficio periodístico ―anterior por cierto a las escuelas de comunicación social―, sacudiéndolo, interpelándolo, enriqueciéndolo, salvándolo, transformándolo. Enhorabuena!
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
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