Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

domingo, 7 de octubre de 2012

Crónicas del cierre de campaña: sobre el cordonazo de votos que se viene

En la avenida Bolívar
Cualquiera que haya usado el twitter para verificar como está el tráfico de la ciudad, se habrá dado cuenta de cómo, producto de los usuales embotellamientos que se presentan a diario, se hace un uso melodramático de la palabra “colapso”. Para muchos y muchas, en las horas pico las calles están “colapsadas”. Pero ningún día como ayer para utilizar esta palabra, cuando verdaderamente el Valle de Caracas colapsó, y no precisamente por el desborde de un río.

Siguiendo el diccionario, un colapso es una “Disminución brusca o paralización de una actividad”. Cuando este es producido por algún accidente de tránsito o un fenómeno natural, la connotación de este colapso suele ser negativa, pero cuando una ciudad colapsa producto de la más grande manifestación política de la historia de un país, ese “colapso”, se convierte en una gran demostración de fuerza y vitalidad política.

Al cierre de la campaña electoral por las presidenciales más importantes y determinantes de la historia del país, podemos decir que la avalancha humana que cubrió Caracas desde tempranas horas de la mañana del 4 de octubre, constituye un poderoso signo de la victoria que se avecina para este domingo 7. Ya el 11 de junio, día en que Chávez inscribió su candidatura ante el Poder Electoral, una impresionante multitud había colmado las plazas adyacentes a la institución para acompañar al candidato de la Patria; ese había sido el primer anticipo de la gran victoria popular.

El esperado 4 de octubre amaneció con un cielo despejado y un sol particularmente abrasador. Las vías hacia Caracas ya estaban congestionándose y los choferes de la línea optaron por meterse por La Rinconada, y así sortear el creciente apiñamiento de la autopista Valle-Coche. Eran 7 las avenidas que se inundarían de pueblo ese día, por lo que mucha gente llegó a la capital desde tempranas horas de la mañana. Un compromiso en el centro de Caracas fue la razón por la que mi recorrido empezó por la avenida Universidad, donde ya se armaban los templetes y sonaba la música.

La avenida se iba llenando de color, del fervor patrio que ya podía sentirse y respirarse a tres días del gran evento. Empiezo mi caminata en dirección a Bellas Artes y me encuentro con un colectivo de trabajadores peruano-venezolanos que, con pancartas y banderas marchan hacia su lugar en la avenida entre multitud creciente. Franelas con los ojos de Chávez, camisas Vinotinto con el número siete de la más importante de todas las misiones, kioscos, pequeñas ventas de bebidas varias. Veo a mi derecha un grupo de hombres que se acercan y se abrazan cual equipo que define la nueva estrategia a seguir.

A nivel de La Hoyada, cerca de las 11 de la mañana, diviso la avenida Bolívar, que a esa hora ya estaba roja, en plena ebullición. En un cruce que empata con la Bolívar, una legión motorizada pasa frente a mi roncando los motores, organizados, combativos, resteados como siempre. Más adelante volteo y diviso la torre negra del Banco de Venezuela, la Torre Ministerial, gente que baja y sube, el porte magnífico de nuestras mujeres. Alzo la mirada, veo una nube cargada que se cierne sobre la ciudad. Me acerco a Bellas Artes y veo como los trabajadores de la cultura suben por la México en dirección a la gran avenida. Me encuentro con amigos de la editorial El perro y la rana, el mago del origami, José el estoico, el Labrador y la poeta Coral iban por la calle disfrutando de ese sol y de esa belleza.

Llegó a Bellas Artes y la densidad popular me frena en seco. Debo recurrir a la inercia de mi peso y a leves empujones para poder desplazarme. La banda El Pacto suena en la tarima con su “vamos creando Poder Popular”. Ya es mediodía y me meto en un pequeño negocio adyacente a comerme unas empanadas y un refrescante batido de piña. La manifestación va tomando cuerpo y la gente seguía llegando de todas las direcciones como diversos ríos que desembocan en el mar. Muchas mujeres con sus niños. Gente tomando cerveza a la salud del comandante. Una calle me separa de la Bolívar, calle a lo largo de la cual se levanta uno de los edificios que han brotado en pocos meses de la mano de la Misión Vivienda Venezuela. La cruzo. El calor que hace es atizado por el vapor de las ventas de pinchos por las que paso. El cielo se ha encapotado. Ese sol y ese calor auguran un gran palo de agua.

Hasta ese momento me he cruzado con ex compañeros de trabajo, gente de la universidad, amigos y amigas, militancia. Caracas es un ágora gigante, una fiesta sincrética que mezcla joropo con salsa, rock y tambor.

Cuando llegué a la Bolívar, ya la aglomeración superaba positivamente a la convocada por el cierre de campaña del candidato de la “extrema derecha progresista”, Henrique Capriles”, y el cielo ya anunciaba lo que después todos comprendimos era el tradicional “Cordonazo de San Francisco”, que este año cayó puntualmente en el día del santo y justo antes de que el comandante ofreciera sus palabras, y durante estas. Este hecho no deja de ser significativo y llevó al candidato de la patria a afirmar que “Hemos sido bañados por el agua bendita del cordonazo de San Francisco”.

Así, el baño del 4 de octubre fue no solo de pueblo sino de agua bendita. Empapado, seguro de la inminente victoria popular, el comandante dijo: “Esta avalancha bolivariana que viene recorriendo el país en las últimas semanas, en los últimos días, ahora tenemos que convertirla en una avalancha de votos el próximo domingo”, destacando la idea de que si bien la magnitud de la manifestación allí reunida era una clara expresión de quien ganaría las elecciones, ese tsunami humano debía traducirse en votos el próximo domingo.

Escampó. Oscurecía. El cielo no perdía las ganas. Emprendía la vuelta a la trinchera caminando por la Fajardo, bordeando el Jardín Botánico viendo si la ruta de alguno de los autobuses aparcados a lo largo de la vía, coincidía con la mía.

Reconocí una unidad de la línea de Los Teques, prácticamente vacía. Sentándome me llegó un curioso mensaje al celular, enviado por alguien a quien imaginaba como un ser contumaz en su ignorancia:

“AMAURY (Así en mayúsculas), todo tiene su final, nada dura para siempre. Y 14 años ya son más que suficientes. Esto no va a cambiar, esto no tiene vida. No los acompaño más”.

Luego de usar un verso de una conocida canción de Héctor Lavoe, esta persona se presenta como alguien que siempre fue chavista pero que ha dejado de serlo, en vista del tiempo “suficiente” que ha transcurrido.

Pero el 7 de octubre votaremos por Chávez porque los cambios que ha experimentado Venezuela en los últimos años han sido evidentes, impresionantes, sobre todo en materia de inclusión social y soberanía.

Y por la consolidación de esos cambios, y por la irreversible transformación de la sociedad venezolana y latinoamericana, el domingo, ya bendecidos por San Francisco, saldremos a darle un cordonazo de votos a la revolución.

Publicado el 5 de octubre en Poderenlared.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario