Escuchando al presidente Nicolás Maduro en el acto con la Fuerza Armada Bolivariana, me doy cuenta de cómo ha comprendido y asumido lo que me parece es uno de los legados más importantes del Comandante Chávez.
A un mes de la desaparición física del huracán Chávez, no nos queda duda de que esa parte de su legado es la que convertirá a Venezuela en una auténtica potencia, en lo político, económico, militar, cultural y moral. Ese legado, cuya fuerza telúrica dejó profunda impronta, es el de la voluntad.
Si algo demostró el presidente Chávez con su pujanza, su personalidad, su potencia, sensibilidad, energía y compromiso, es que para hacer, para transformar, para construir, para concretar lo que se plasma en un papel, para aterrizar los sueños, hay algo de lo que no puede prescindirse y que incluso, dadas ciertas condiciones puede llegar a ser determinante: la voluntad. Chávez fue, ante todo, una gran voluntad, la estrepitosa voluntad política quebradora de los pesimismos de la inteligencia.
En el apogeo de su intervención ante los compañeros militares, Maduro planteó la posibilidad de que la Fuerza Armada Bolivariana desarrollara la capacidad de fabricar sus propios aviones, sus propios helicópteros; incluso sus propios alimentos. El hijo de Chávez reflexionó sobre algo que siempre ha sido una verdad, y que fue un objeto constante de las inquietudes y preocupaciones de Chávez: si somos inteligentes, si tenemos la capacidad, si tenemos los recursos materiales, si lo tenemos todo ¿Por qué no podemos? ¿Es que acaso somos seres inferiores, incapaces?
Nadie duda que los venezolanos tenemos la capacidad para realizar las tareas más nobles, emprender los proyectos más ambiciosos, concretar los más grandes proyectos. El problema, el obstáculo, no es ni ha sido nunca de inteligencia o capacidad. Afirmar lo contrario sería asumir el viejo mito moderno de que como nos tocó en suerte nacer en el territorio de lo “incivilizado”, de lo “subdesarrollado” y “bárbaro”, en la tierra de Calibán, somos inferiores por naturaleza, tal como lo eran los esclavos para Aristóteles. Y si la cosa es así, el problema se escaparía de nuestras manos y tendríamos que asumirnos eternamente dependientes de la ciencia y la tecnología; del pensamiento, europeo o euro-norteamericano.
En este sentido, recordamos como hace algunos años, ya formando parte del torbellino político desatado con la Revolución, una reflexión nos llevó a plantear que Chávez era una gran voluntad política que estaba forzando a las fuerzas del cambio a levantarse, a despertarse, a sacudirse la modorra de la desesperanza y el pesimismo y ponerse a la altura de esa voluntad irrefrenable, al nivel del desafío. Nuestra propia formación teórica-política, salvo las excepciones de siempre, no parecía estar en sintonía con lo que ese dinamo incansable proponía, concebía, inventaba.
Como líder revolucionario, Chávez se rebeló contra un conjunto de "situaciones cristalizadas" que habíamos heredado de la cuarta república, situaciones frente a las que muchos, o habían abdicado o consideraban parte del paisaje político-social del país que teníamos. Una de esas situaciones fue evocada hace poco por Aristóbulo Istúriz, quien recordó como en los primeros años del chavismo, en un Consejo de Ministros en el que él participaba, el presidente hizo la siguiente pregunta: ¿Ustedes creen que vale la pena gobernar este país sin tomar el control de Pdvsa? Cuenta Istúriz, que de inmediato saltó Miquilena a decir que meterse con Pdvsa implicaba golpe de Estado, que mejor no tocara la gran empresa.
Pero Chávez aceptó el reto, no encogió los hombros ante lo que “siempre había sido así”, y en lo sucesivo Pdvsa no seguiría siendo un Estado intocable dentro del Estado. Ya sabemos lo que pasó. Ahora bien ¿Fue la inteligencia, la mentalidad filosófica, la sabiduría de los doctores, los lineamientos de algún gurú de la planificación lo que hizo que el gobierno tomara el control de la principal industria del país? No, compañeros, fue una decisión política movida por un sentimiento patriótico y una gran sensibilidad social, es decir, la recuperación o, democratización de Pdvsa se llevó a cabo gracias a la voluntad política.
Recordemos a Gramsci “Ante el pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”
¿Cuál es la enseñanza? Esta: ¿Hay o no hay voluntad política? That`s the question.
Es necesario destacar que el anterior es solo un ejemplo de todos los que se pueden citar. Imaginémonos el gran trabajo de sistematización que habrá que emprender con los miles de testimonios que quedaron de esta brillante y compleja historia en la que la acerada voluntad de un hombre, Hugo Chávez, despertó conciencias, rompió paradigmas y nos demostró que, efectivamente, vivimos en la tierra de lo posible.
A 14 años del inicio del fenómeno político que se llamó ―y que continua llamándose― Revolución bolivariana, pensamos que es mucho lo que se ha aprendido, muchos los espacios que nacieron, las instituciones que se crearon, los recursos invertidos en el desarrollo del país, todo lo cual generará necesariamente un salto cualitativo en Venezuela. Se vislumbra en el horizonte un legado monstruoso, y desde ya podemos decir que, si se mantiene esa voluntad ―y Nicolás está demostrando haber asumido ese legado fundamental― y a esta se suma una preparación y capacidad a la altura de esa voluntad, más temprano que tarde tendremos una nueva potencia en el mundo.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
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