Aparte la solemnidad y profundidad de las palabras del
maestro Pérez Arcay, conviene que nos detengamos en algunas de sus citas, en
sus sentidas reflexiones sobre la filosofía social y ética republicana
presentes en el pensamiento bolivariano y en uno de sus más coherentes
epígonos, Hugo Chávez. De todo lo dicho, hubo una reflexión que nos motivó a
escribir estas líneas, a propósito de una tarea pendiente desde hace un tiempo:
“Una revolución, o es educativa o no es revolución”. Innegable la relación de
esta frase con aquella otra sentencia, por cierto de la misma estirpe: “Una
revolución, o es cultural o no es revolución”.
No por casualidad, el orador citó estas palabras de Bolívar,
pronunciadas durante el Discurso de Angostura: “El progreso de las luces es el
que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que
ensancha el progreso de las luces“, ideas que mantienen hoy toda su vigencia,
adelantadas por demás en su momento, particularmente por su enfoque
eminentemente dialéctico. En la página siguiente del documento, recordemos que
Bolívar, abogando por la educación popular, nos dice: “Moral y luces son los
polos de una República; moral y luces son nuestras primeras necesidades”. ¿Cuál
moral y qué luces deben ser los polos de la Venezuela bolivariana del siglo
XXI?
Pérez Arcay se expresó con elocuencia en su discurso, y
enfatizó siempre ―hasta la vehemencia― el tema cultural, hasta el punto de
recordar que el hombre es una unidad bio-psico-social que necesita ante todo
alimentar su espíritu, su psique. De esta manera, si bien el discurso del
maestro de Chávez merece especial atención, pasaremos a detenernos en el tema
cultural, más precisamente en lo que significa la palabra cultura, dada la
guerra declarada contra la corrupción y dado que una revolución que se precie
de tal, debe ser siempre cultural.
Ahora bien, todos sin duda tenemos una idea de qué es
cultura. Recuerdo una vez, debatiendo sobre estos temas formativos, en la que
mencioné que no se qué cuestión dependía de los “niveles de cultura” que tuvieran
fulano y perencejo. De inmediato, mi interlocutor me refutó, o quiso refutarme,
diciéndome que no había “niveles de cultura”, que no había culturas que
estuvieran en niveles superiores o inferiores respecto a otras, que toda
“cultura” tiene valor en sí misma, y que estas pueden ser distintas entre sí,
lo cual no implica establecer jerarquías. Estuve de acuerdo con mi contertulio.
En efecto, no había tal cosa como “niveles de cultura”, pero siempre que
ubiquemos la discusión en la perspectiva antropológica. En efecto, los dos
teníamos nuestra parte de razón, dado que este servidor estaba haciendo el
planteamiento desde la perspectiva, digamos, ilustrada, referida al
conocimiento del mundo, ciencias, artes, política, historia, papel del hombre
en la sociedad y su relación con la naturaleza, etc., y el compañero hablaba
desde la perspectiva sociológica-antropológica, desde la cual, efectivamente,
la cultura del hombre blanco, cristiano, patriarcal, europeo, no es superior a
la cultura yanomami. Sin embargo, para mi interlocutor, la visión antropológica
era la única existente o la única merecía llamarse cultura.
De tal manera, hacer esta distinción constituye un buen
comienzo para la definición de la cultura, o bien para su problematización, en
un contexto donde las Tics (Tecnologías de la información y la comunicación, la
industria cultural o, también y mejor, la industria de la ideología y el
proceso de reivindicación y democratización social que ha vivido nuestro país
en los últimos años, han introducido nuevos elementos en el campo de la
cultura, algunos de los cuales parecen adquirir caracteres cada vez más
determinantes, como en el caso del universo abierto por la red de redes.
También, este constituiría el necesario inicio de una discusión orientada a
dilucidar lo que sería una Revolución cultural, recogiendo en un principio
estas palabras de Enrique Dussel:
“El siglo XXI exige gran creatividad. Aún el socialismo, si
aún tiene algún significado, deberá desarrollarse como indica Evo Morales,
también como una “revolución cultural” (Y no es ya para nada la de la China de
1966)”.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
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