Uno de los objetivos más desafiantes de nuestro país ha sido siempre
el de la industrialización. La guerra económica frontal que desató la
burguesía importadora en nuestro país, hace poco más de un año, nos
volvió a recordar que la economía predominante era, no solo capitalista
sino rentista petrolera. Pero también, fue el toque de rebato para
reimpulsar un conjunto de medidas orientadas a crear las condiciones
para industrializar al país. Incluso, hemos leído por ahí que la
“Revolución industrial” en Venezuela sigue siendo “materia pendiente”.
La industrialización, un desafío que ha sido encarado desde los
primeros años del pos gomecismo, y que hoy en día constituye un reto
formidable, toda vez que el proceso industrializador que está planteado
debe ser de un carácter diferente, socialista; toda vez que nuestro país
es hoy en día la principal reserva de petróleo del mundo, aparte del
abundante gas que también tenemos. Industrializar para sustituir
importaciones, para superar los efectos distorsionantes de nuestra
tradicional economía rentista, pero también para construir nuevas
relaciones de producción en función de lo planteado en el Programa de la
Patria.
Dos frases podrían resumir nuestra actual situación y la nueva realidad por construir. La primera, “Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos”; la segunda: “Producir lo que consumimos y consumir lo que producimos”.
La primera, expresa la fatalidad de la economía rentista importadora,
producto en gran medida de la ausencia de una burguesía nacional
emprendedora, la segunda, nos habla de una realidad en la que hemos
logrado, finalmente, sustituir las importaciones, conformar una
burguesía nacional y consolidar el mercado interno.
Sobre el proceso de sustitución de importaciones, el libro Claves para la industrialización socialista,
de Víctor Álvarez, dedica un apartado a explicar con claridad los
antecedentes de la industrialización en Venezuela y las causas del
fracaso del proceso de sustitución de importaciones, el cual fue, en los
primeros años del puntofijismo, la bandera de las nuevas élites
políticas que buscaban legitimar su modelo político ante la sociedad. En
ese contexto, la industrialización fue un componente central del
discurso modernizador que esgrimía la democracia representativa como el
advenimiento de la “ansiada” modernidad política; algo así como el gran
factor cohesionador.
Álvarez, luego de explicar en qué consiste el “Modelo de sustitución
de importaciones”, pasa a explicar las razones por las que este no fue
exitoso en nuestro país. El factor principal que produjo la ineficiencia
―hasta el fracaso― de la sustitución de importaciones, fue el excesivo
proteccionismo del Estado, que consistió en un conjunto de medidas que
Álvarez resume como “Una irracional e indiscriminada sobreprotección
arancelaria, infinitas prohibiciones de exportación, innumerables
exoneraciones, concesión de créditos baratos a muy largo plazo… y el
otorgamiento de generosos subsidios a la producción y el consumo”.
Así las cosas, el todo poderoso Estado cuartarrepublicano,
consintiendo de más a la incipiente burguesía industrial, le hizo
mostrar su lado más rentista. Ante la ausencia de desafíos, de una
mínima competencia, esta querida burguesía se monopolizó y oligopolizó,
generando una producción que no beneficiaba mucho a la población en
materia de calidad y precios. De tal manera, el rentismo se hizo
presente en el excesivo proteccionismo que practicó el Estado con una
burguesía que, cortoplacista y sin una visión estratégica nacional, para
decirlo en criollo, se rumbeó los reales de la renta con que el Estado
quiso potenciarla.
Tanto fue el proteccionismo, que el Estado se adjudicó el privilegio
de importar bienes no producidos en el país con el fin de restringir la
competencia foránea en el mercado interno. Hoy, una medida similar se
orienta más bien a controlar la adjudicación de los dólares para el proceso de importación de la burguesía comercial.
Ahora bien, un balance histórico de este proceso podría dar lugar a
una importante conclusión, nada nueva, de cara a la “Revolución
industrial socialista” que está por hacerse en Venezuela: la necesidad
de educar, de formar, de preparar, a ese talento humano, a esos
estadistas, visionarios, a ese potencial creativo del pueblo para la
colosal tarea de impulsar una industrialización, no solo para los
objetivos básicos de diversificar la economía y superar el rentismo
petrolero, sino para conformar un nuevo modo de producción donde los
trabajadores desempeñen el rol central.
Todo lo anterior, nos lleva a recordar algunas reflexiones de varios
intelectuales venezolanos que, desde el marxismo heterodoxo (lo cual es
casi redundancia) y crítico, destacaron la necesidad de la formación y
la potenciación de los factores subjetivos para la consolidación de los
procesos de transformación social y, también, para los procesos de
construcción industrial. Uno de ellos fue Ludovico Silva, quien en el
libro Belleza y Revolución, concluye que los fracasos,
retrocesos, vacilaciones y recaídas de los movimientos socialistas del
siglo XX, se debieron a que no se plantearon, con urgencia y desde el
principio, la transformación de las conciencias para emprender el camino
de la Revolución socialista.
Más recientemente, Carlos Lanz, en el documento de 2004 La Revolución es cultural o reproducirá la dominación,
después de hacer un balance de las razones que precipitaron el fracaso
de las revoluciones del siglo XX, con énfasis en la experiencia
soviética, concluye que hubo “Un abandono en el esfuerzo por construir
la subjetividad revolucionaria, con su complejidad étnico-cultural”.
Tenemos entonces, dos reflexiones que nos dicen que una revolución
política, económica, sin un decisivo componente cultural, en un momento
determinado deja de ser revolución.
Aunque pareciera que nos desviamos del tema central de este artículo,
queremos destacar, al contrario, que es necesario también potenciar una
nueva subjetividad en el propósito de pasar del rentismo al
industrialismo, en la dirección de impulsar una Revolución industrial
del siglo XXI, distinta a las experiencias anteriores tanto del mundo
“desarrollado” como las de algunos países latinoamericanos que pasaron
por el proceso de sustitución de importaciones sobre el cual venimos
discurriendo.
Así, todo nos vuelve a llevar al tema de las “Casamatas de la
sociedad civil”, dentro de estas al campo de la educación, y dentro de
este campo al importante tema de la educación universitaria.
El presidente Maduro, tal como lo hizo Chávez reiteradamente, ha
hecho llamados a la conformación de una burguesía nacional, de ese
conjunto de pioneros y emprendedores que, en sintonía con la visión
estratégica del Gobierno plasmada en el Plan de la Patria, asuman la
tarea de diversificar la economía. Pero, si consideramos la historia
citada, y más aún la historia reciente que nos habla, ya no de una
burguesía industrial consentida a la que le faltó competitividad y
creatividad sino de una burguesía importadora antinacional, usurera y
chupa dólares, tenemos razones para alertar sobre la indudable y hasta
determinante importancia del proceso educativo.
¿Cuántas veces, en la universidad, no constatamos que las
expectativas de los estudiantes luego de la graduación se centraban en
insertarse en la administración pública, en aterrizar en un bien
remunerado cargo burocrático? Nada nuevo, aunque nos lleva a concluir
que, mientras no haya una reorientación en los programas de estudio de
nuestras universidades, difícilmente podamos sostener una
industrialización socialista; más aún bajo el fuego de la falta de
consenso nacional y de la hegemonía del cortoplacismo miope del
capitalismo rentista.
Los esfuerzos se están haciendo: el control de la burguesía
parasitaria ―que está sirviendo para fortalecer al Estado―, el apoyo
decidido del Gobierno a los productores, a los emprendedores, los
proyectos de la juventud, la transferencia de tecnología por parte de
potencias amigas. Sin embargo, damos un voto porque la educación, en vez
de fomentar el conformismo y subestimar la imaginación y la
creatividad, cree y potencie mentalidades criticas, creativas,
emprendedoras, si lo que queremos es una industrialización exitosa,
inédita y eficiente, que vaya más allá de una mera redistribución de la
renta, la eterna renta petrolera.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
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