Nunca vieron y nunca van a ver. Esos que juran, hasta con lagrimitas en los ojos, que los tiempos adeco copeyanos eran una mezcla del Paraíso Terrenal con Disney World: los venezolanos todos, sonrientes, prósperos, tomaditos de la manos porque “éramos felices y no lo sabíamos”. Nunca vieron los cerros, aunque los presentían. En las casas del este del Este, susurraban sus temores: “¡Ay, Dios! ¿Y si bajan los cerros?”
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