Calificar de “revolucionario”, a éste o a cualquier papado no sólo evidencia un exceso de fidelidad confesional, sino también, y sobre todo, una pérdida de memoria histórica. Desde que los Papas decidieron hacer de la Iglesia un instrumento político al servicio de las rancias monarquías del Medioevo, alejándola del servicio pastoral, los Papas han sido y seguirán siendo los peregrinos del capital para su reproducción.
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