Grecia colapsa bajo el peso de una deuda odiosa, ilegítima e impagable. Los monopolios mediáticos culpabilizan a la víctima: el pueblo, que no consintió en endeudarse ni recibió el dinero, que se fue casi todo en auxiliar bancos quebrados e importar armamentos. La túnica empapada con sangre del centauro Neso inflige al héroe a quien cubre un dolor tan atroz, que la víctima prefiere morir incinerada.
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