Hay paracos del periodismo desde hace rato, demasiado para nuestra vergüenza profesional. En Colombia bailaron pegado el vallenato de las autodefensas unidas. En Venezuela largaron sus rubores cuando a los infiltrados de la finca Daktari los cubrieron y encubrieron con el remoquete de “paracachitos”. La invención no les devanó los sesos en demasía, pero fue bien pagada. No todo es por dinero, el paraperiodismo cultiva sus propios odios.
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