Las transformaciones estructurales de una sociedad por lo general se viven de manera inconsciente. Muchas veces los cambios, salvó que se tenga memoria y se viva con ella, suceden sin que nos demos cuenta, resultando casi imperceptibles; y no porque esos cambios sean de corto alcance, o visibles y comprensibles solo para especialistas en la materia en cuestión.
La ciudad, la polis, en el marco de la revolucionaria modernidad, como lugar que concentra el poder económico y político, como escenario donde se levantan los grandes templos y edificios, las largas y anchas avenidas, como espacio de ciudadanía y de humana convivencia, de historias secretas y posibilidades infinitas, fue una vez en nuestro país una especie de inquietante campamento que fue haciéndose cada vez más hostil para sus habitantes. El elitismo, la incuria y la exclusión hicieron lo suyo. Esa realidad ha venido cambiando sustancialmente en los últimos años, y llegó el día en que un hombre o una mujer de este pueblo, como siempre lo hizo o como tenía tiempo sin hacerlo, se adentró en el centro de Caracas y experimentó una vieja sensación que creía olvidada. Era algo así como el regreso de otros tiempos pero en nuevas condiciones. Suspiraron, respiraron, y sintieron que formaban parte de una nación, de una patria restaurada.
La llegada del bicentenario de la independencia logró movilizar a la sociedad en la dirección de recuperar los espacios públicos y monumentos históricos de la ciudad. Ya el bulevar de Sabana Grande se abría al público como mucha gente lo no veía desde los años setenta. Una gran voluntad política en movimiento rescataba el sentido de pertenencia y el valor de lo nuestro. Es así, como con la recuperación de vitales espacios públicos de la ciudad, se produjo ―y se produce― un proceso de re-habitación de la plaza pública, donde a la restauración, a la apariencia, se le ha sumado el concepto, el contenido espiritual, propiamente humano.
Fue en julio del año pasado, cuando se realizó un evento que viene cobrando cada vez mayor importancia: La Ruta Nocturna, una propuesta con la que la gente se ha dado cuenta que el centro de Caracas no es sólo un espacio monumental para tomar fotografías, sino que de noche puede convertirse en un espacio para la cultura y la recreación, con calidad y seguridad. Ante lo novedoso de estos eventos, es normal que haya todavía quienes piensen que no es seguro eso ir a pasear por el centro de la ciudad hasta la medianoche. Sobre esto, la opinión de una amiga resulta interesante, no por su validez ―bien podría tenerla― sino por lo que este tipo de opiniones refleja: una suerte de negación o resistencia ante los cambios que están ocurriendo delante de nosotros. De acuerdo a esta opinión, el problema no sería la ruta como tal, que seguramente está bien custodiada, sino los “alrededores”.
El tema aquí es que si bien hay gente que ha preferido disfrutar de la noche de la ciudad en el este, ahora, como muchos que conozco, se han reconciliado con esa parte de la ciudad que fue mucho tiempo una especie de mujer descuidada o abandonada a su suerte. Y si de seguridad se trata cuando se habla de ir a divertirse hacia el este, es bueno recordar la cantidad de sucesos violentos que han ocurrido en zonas como Las Mercedes, tanto en los locales nocturnos como en las areperas donde por lo general suelen terminar las farras de los fines de semana. La disociación estaría en no reconocer que en el este hay violencia, o que puede incluso ser más peligroso que el oeste.
Pero como aquí no se trata de plantear una confrontación este-oeste, que no sería esta vez de sistemas políticos sino de formas de diversión, planeemos de una vez que lo central en esta discusión es la humanización del espacio público. Y esta humanización, contrasta con los espacios de diversión privatizados donde los asistentes son, antes que ciudadanos, consumidores.
Reinaldo González, es el encargado de la programación cultural del Gobierno del Distrito Capital, y en declaraciones recogidas por AVN el 26 de julio, afirma que “La gente salía antes de que existiera la Ruta, pero se iba hacia el este. Lo que nosotros creemos que hemos logrado con este programa es que la gente voltee la mirada al centro de Caracas y que lo disfrute por medio de sus espacios amables, agradables y propicios para el encuentro“.
La Ruta Nocturna, consiste en un recorrido en el que en distintos puntos la gente se encuentra con propuestas musicales de diversas agrupaciones o también Dj`s, además de cafés, restoranes y bares de diverso tipo, al estilo de esas calles o bulevares que existen en otras ciudades del mundo caracterizadas por lo poco que duermen. Recuerda el aludido reportaje de Christian Gutiérrez, que “La más reciente edición de la Ruta se realizó el 13 de julio en la Plaza de los Museos, ubicada en Bellas Artes, donde la incorporación de los museos y teatros del sector añadieron novedades a la jornada que se ha caracterizado por el despliegue de bandas musicales, espacios gastronómicos y expresiones artísticas”.
González añade que “La asistencia ha ido creciendo, en la primera Ruta abrimos cuatro espacios. Para las siguientes hemos tenido que abrir más lugares por la cantidad de personas que se han sumado a la convocatoria. Han venido de todos los lugares. La experiencia ha sido catalogada según los comentarios y las redes sociales como algo que hay que vivir y experimentar“.
No hay duda de que los resultados que viene arrojando “La ruta nocturna” son dignos de atención, y si usted no conoce la experiencia le sugerimos esté pendiente de la próxima edición de un evento que simboliza el renacimiento de una ciudad y la afirmación de la vida y la paz por la que apuestan sus organizadores y el pueblo en general.
Publicado originalmente el 30 de julio en Poderenlared.com
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