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miércoles, 19 de febrero de 2014

La historia golpista se repite: aquella como tragedia, esta como farsa

La jornada del 18 de febrero, afortunadamente y gracias a la previsión y firmeza del Gobierno, se desarrolló con total normalidad y, lo más importante, de forma pacífica. El líder opositor y responsable de la violencia de los últimos días, Leopoldo López, se ha entregado a las autoridades en una escena propia de quien se quiere victimizar y, no lo dudemos, presentarse como un perseguido político más del rrégimen. Los sucesos del 12 de febrero, van quedando como una tenue sombra que quiso posarse de nuevo sobre la tranquilidad de la República.

Dice Marx, al inicio de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte y citando a Hegel, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. De inmediato, Marx completa la reflexión: “Pero se le olvidó agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa”. Aparte la grandilocuencia y eurocentrismo hegeliano, podemos decir que los hechos socio-políticos históricos ocurren, ciertamente, dos veces: una como documental de la vida real, con toda su carga trágica y hasta romántica, y otra como caricatura mal hecha aspirante a drama, a mediana realización, como remedo de la anterior; como farsa pues.

Así, lo ocurrido el 11 de abril de 2002, un golpe de Estado patronal-mediático que se apoyó en una multitudinaria manifestación de la “sociedad civil” que fue conducida hacia las adyacencias del Palacio de Miraflores, donde fue emboscada por francotiradores, los cuales produjeron 19 muertos y 73 heridos que fueron presentados por los medios-instrumentos de la política reaccionaria como víctimas del Gobierno “autoritario” de Chávez, fue la tragedia; una tragedia que duró sólo 48 horas. Esta vez,  lo que los venezolanos hemos visto en los últimos días no ha sido sino una caricatura de aquellos hechos, una mala comedia que quiso reeditar el guión de aquellos días, pero con sus añadidos de guerra de cuarta generación, la cual recurre a la influencia creciente de las redes sociales para movilizar, esta vez, a los estudiantes de la “sociedad civil”, mezcla de ingenuidad, ociosidad, rebeldía sin causa y sinvergüenzura, a los que luego se le unen mercenarios entrenados y por cierto, bien pagados, para que perpetren acciones vandálicas de violencia.

A pesar de los heridos y los fallecidos del 12 de febrero y los días subsiguientes, estas nuevas acciones desestabilizadoras no dejan de ser una caricatura, una versión farsesca de aquel golpe de Estado que estuvo apoyado por todas las cúpulas podridas de la vieja sociedad, en un contexto donde el Gobierno bolivariano y el Estado en general, no tenían la fortaleza y la unidad que hoy tienen en materia de unidad, cohesión e inteligencia. Sin embargo, algunos elementos del drama persisten en la farsa, tal como lo demuestra el lenguaje que siguen usando algunos medios para referirse a los manifestantes opositores, a quienes denominan “Sociedad civil”, o las campañas mediáticas descaradas que siguen ejecutándose contra el Gobierno, aunque esta vez con el predominio de las redes sociales y las corporaciones mediáticas internacionales.

No lograron su cometido y esta farsa está llegando a su fin, esta vez con la determinación de terminar con la impunidad, rasgo a destacar en este final de la comedia humana del fascismo trasnochado, con el que hoy hasta un Capriles Radonski parece estar en desacuerdo. Sin mebargo, no está demás decirlo: no nos confiemos.

@maurogonzag

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