La jornada del 18 de febrero, afortunadamente y gracias a la
previsión y firmeza del Gobierno, se desarrolló con total normalidad y,
lo más importante, de forma pacífica. El líder opositor y responsable de
la violencia de los últimos días, Leopoldo López, se ha entregado a las
autoridades en una escena propia de quien se quiere victimizar y, no lo
dudemos, presentarse como un perseguido político más del rrégimen. Los
sucesos del 12 de febrero, van quedando como una tenue sombra que quiso
posarse de nuevo sobre la tranquilidad de la República.
Dice Marx, al inicio de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte
y citando a Hegel, que todos los grandes hechos y personajes de la
historia universal se producen, como si dijéramos, dos veces. De
inmediato, Marx completa la reflexión: “Pero se le olvidó agregar: una
vez como tragedia y otra vez como farsa”. Aparte la grandilocuencia y
eurocentrismo hegeliano, podemos decir que los hechos socio-políticos
históricos ocurren, ciertamente, dos veces: una como documental de la
vida real, con toda su carga trágica y hasta romántica, y otra como
caricatura mal hecha aspirante a drama, a mediana realización, como
remedo de la anterior; como farsa pues.
Así, lo ocurrido el 11 de abril de 2002, un golpe de Estado
patronal-mediático que se apoyó en una multitudinaria manifestación de
la “sociedad civil” que fue conducida hacia las adyacencias del Palacio
de Miraflores, donde fue emboscada por francotiradores, los cuales
produjeron 19 muertos y 73 heridos que fueron presentados por los
medios-instrumentos de la política reaccionaria como víctimas del
Gobierno “autoritario” de Chávez, fue la tragedia; una tragedia que duró
sólo 48 horas. Esta vez, lo que los venezolanos hemos visto en los
últimos días no ha sido sino una caricatura de aquellos hechos, una mala
comedia que quiso reeditar el guión de aquellos días, pero con sus
añadidos de guerra de cuarta generación, la cual recurre a la influencia
creciente de las redes sociales para movilizar, esta vez, a los
estudiantes de la “sociedad civil”, mezcla de ingenuidad, ociosidad,
rebeldía sin causa y sinvergüenzura, a los que luego se le unen
mercenarios entrenados y por cierto, bien pagados, para que perpetren
acciones vandálicas de violencia.
A pesar de los heridos y los fallecidos del 12 de febrero y los días
subsiguientes, estas nuevas acciones desestabilizadoras no dejan de ser
una caricatura, una versión farsesca de aquel golpe de Estado que estuvo
apoyado por todas las cúpulas podridas de la vieja sociedad, en un
contexto donde el Gobierno bolivariano y el Estado en general, no tenían
la fortaleza y la unidad que hoy tienen en materia de unidad, cohesión e
inteligencia. Sin embargo, algunos elementos del drama persisten en la
farsa, tal como lo demuestra el lenguaje que siguen usando algunos
medios para referirse a los manifestantes opositores, a quienes
denominan “Sociedad civil”, o las campañas mediáticas descaradas que
siguen ejecutándose contra el Gobierno, aunque esta vez con el
predominio de las redes sociales y las corporaciones mediáticas
internacionales.
No lograron su cometido y esta farsa está llegando a su fin, esta vez
con la determinación de terminar con la impunidad, rasgo a destacar en
este final de la comedia humana del fascismo trasnochado, con el que hoy
hasta un Capriles Radonski parece estar en desacuerdo. Sin mebargo, no
está demás decirlo: no nos confiemos.
@maurogonzag
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