A tan solo cinco días de los hechos de violencia
que protagonizaron grupúsculos fascistas infiltrados en la marcha de
los estudiantes opositores al Gobierno, nos sumamos a la condena total
de las acciones violentas de tufillo golpista que pretenden crear en
Venezuela un escenario de ingobernabilidad y desestabilización al estilo
Ucrania o, peor aún, un escenario catastrófico de caos y degeneración
social tal como ha ocurrido en Siria.
No podemos dejar de hacernos eco de la reflexión hecha por el veterano
de la política venezolana, José Vicente Rangel, quien en su espacio
televisivo dominical condenó categóricamente los hechos violentos que
dejaron como saldo decenas de heridos, cuantiosos daños materiales y
tres ciudadanos asesinados. Para Rangel, está claro que hubo una
reedición del formato de abril de 2002, y que fue orquestado por los
mismos actores. Pero además, no hay duda para el viejo dirigente sobre la
responsabilidad de los hechos, frente a la cínica estrategia de opacar y
diluir lo que es evidencia indiscutible: declaraciones, las “amenazas
de los dirigentes de la aventura”, además de diversidad de imágenes y
videos, así lo demuestran.
Estas imágenes, por cierto, no son las que la canalla mediática
cómplice y aliada de la ultraderecha fascista venezolana se ha encargado
de difundir en el contexto internacional, las cuales fueron manipuladas
hasta el punto de presentar imágenes de protestas de Cataluña (Europa),
Egipto (África), Ucrania (Europa oriental), Grecia (Sur de Europa),
Chile y hasta de Brasil, como "pruebas" de lo que estaba ocurriendo en
Venezuela.
No parece comprensible que los variopintos sectores de la oposición se
estén dejando arrastrar por las aventuras de quien en el 2002, junto a
Henrique Capriles, encabezó la cacería de brujas contra funcionarios del
Gobierno, además del asedio a la embajada de Cuba; más aún, después de
que el presidente Maduro abriera las puertas de Miraflores a
gobernadores y alcaldes de la oposición para interactuar con cada uno de
ellos en un diálogo sincero sobre las situaciones y temas de mayor
importancia nacional, lo cual constituyó, como lo expresó Ernesto
Villegas en reciente artículo, un verdadero hito en la medida en que esa
clase política no pisaba Miraflores desde el año 2002.
La oposición ha desechado el diálogo otra vez porque nunca lo han
querido, y porque su estrategia en los últimos años ha sido la de la
mentira, la anti-política, la de los lineamientos de Leo Strauss
llevados a su nivel más desquiciante y oligofrénico. ¿Qué hacer con una
oposición golpista que, si bien ha sido perdonada por sus aventuras y
reiteradamente invitada a dialogar con el Gobierno de buena Fe, persiste
en su locura?
No es interpretación ni retórica ni particular lectura: estamos ante un
nuevo pateo de la mesa por parte de la oposición. Pateo de las
instituciones democráticas, la paz social y de una estabilidad política
que muchos países petroleros quisieran disfrutar. Y si bien la oposición
venezolana no es homogénea y hay sectores dentro de ella que al parecer
rechazan la violencia, a la fecha existen serias dudas sobre la
sinceridad de las tímidas declaraciones que hasta ahora hemos escuchado.
Lo que tendría que haber, lo que se debe exigir, es un claro deslinde
entre los que optan por la lucha pacífica y democrática y los que
promueven la violencia. En este contexto, como ha dicho José Vicente,
toda ambigüedad, aparte de reflejar cobardía o complicidad, es de por sí
insostenible e inaceptable.
De tal manera, que aquí todo el mundo debe repudiar la violencia si lo
que queremos es una Venezuela de paz y trabajo, de verdadero progreso y
bienestar, y no una Siria o una Ucrania latinoamericana.
Editorial PoderenlaRed.com del 17F
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