A 5 días de publicado el testimonio de Giordani, si bien este no puede considerarse un rayo en el cielo en un día soleado, si puede verse como la nube cargada que encapota el cielo y anuncia tempestad. Tenemos un debate serio en pleno desarrollo, y ahora que tocamos tierra me parece pertinente que nos preguntemos si la revolución no está atrapada entre los postulados keynesianos y los liberales.
Después de leer en Aporrea
el artículo de Hernán Torres Nuñez, uno de los primeros que reaccionó ante el
ya famoso testimonio, no pude sino reflexionar y preguntarme si, dada la
tendencia que puede identificarse actualmente en la dinámica económica, la
Revolución bolivariana no se encuentra en una jaula sociopolítica-conceptual
que, así como le impide ir más allá de un reformismo fuerte, la puede
precipitar eventualmente hacia los brazos del capitalismo puro y duro. Me
explico.
Para Torres, existe una razón de fondo que explica la
decisión de apartar a Giordani del poder. Esta, no es otra que la visión que
tuvo y que tiene este sobre los grandes lineamientos económicos que debe seguir
el proceso revolucionario. Según el autor, el ex ministro habría retratado su
pensamiento cuando afirmó que el socialismo del siglo XXI no era otra cosa que
el socialismo de siempre pero ubicado en este nuevo siglo. Torres coligió de
estas palabras que Giordani era partidario del socialismo soviético, un modelo
que ya se sabe terminó fracasando, pero que con todo y eso fue efectivamente
introducido en Venezuela. Es decir, al ministro de planificación de Chávez lo
sacan por haber implantado en Venezuela el “socialismo real del siglo XXI”.
Nos parece una apreciación equivocada la de Torres, más aún
cuando asume y alimenta el discurso según el cual el “modelo” de la Revolución se habría
agotado, lo cual necesita por tanto un ajuste económico ultra ―o neo― liberal.
Torres, plantea así los rasgos del supuesto modelo: “expropiaciones de tierra y
empresas, un férreo control de cambios, controles de precios, regulación de
alquileres de viviendas y locales comerciales, el desvío hacia unos fondos de
inversión de los dólares que debían entrar al Banco Central y consolidar las
reservas internacionales”. Pero donde Torres ve socialismo real, nosotros vemos
puro keynesianismo o, si se quiere, capitalismo de Estado.
Indudablemente, la ingente inversión social generadora de
demanda interna, las nacionalizaciones, el control de cambios y la regulación
de los precios son medidas más cerca del modelo definido por Keynes ―el Estado
interviniendo contra-cíclicamente en la economía, que del socialismo real. Este
último, por cierto incluía la planificación centralizada de la economía, junto
a una banca y un comercio exterior controlados férreamente por el Estado. Es
decir, sin sector privado. De hecho, uno de los escenarios menos deseados en
los momentos de mayor intervención estatal fue la Revolución bolivariana
adquiriera los peores rasgos del socialismo soviético, como la burocratización
de los cuadros, el dogmatismo vanguardista, la identidad Estado-partido y el
“círculo cuadrado del centralismo democrático” (Dussel dixit).
De tal manera, que eso que llaman el “fracaso” del modelo,
está más cerca de una combinación de algunos errores gubernamentales más la
innegable guerra económica, que del “agotamiento” de algún “modelo”. Además,
nunca podemos olvidar que los debates teóricos sobre la economía y la propia
dinámica económica, se han dado en el marco de un capitalismo permeado por el
rentismo petrolero, carácter que se acentuó efectivamente en estos años de
keynesianismo de Giordani, tiempo en el que se avanzó trascendentalmente en
materia de inclusión social, aunque quedara relegada como materia pendiente la
industrialización del país.
Ahora, estamos observando el incremento del precio de los
alimentos, tanto en establecimientos privados como públicos, el aumento del
precio del pasaje en el transporte público, un aumento del salario mínimo
aplaudido por Fedecámaras, entre otras medidas que han tenido todas las características
de un paquete económico al detal, como lo definió el compañero Heiber Barreto.
Es decir, todo parece indicar que la nueva dinámica económica tiende a devolverle
poco a poco a la burguesía lo que había perdido en los momentos más
revolucionarios de la era Chávez.
Tenemos la esperanza, aunque el movimiento debería ser mejor
explicado, que semejantes medidas, más que una revancha oligárquica o una
torcida de brazo al chavismo de izquierda, constituyen pasos conscientes hacia
la superación progresiva del rentismo petrolero, y que no estamos presenciando
una mal disimulada restauración conservadora que pretende llevar hasta el mínimo
el legado del Comandante eterno.
Quedará para la consciencia de los intelectuales en quienes aún domina un imaginario revolucionario tipo “siglo XX”, advertir que lo que ha vivido Venezuela es una lucha política por la redistribución de la renta petrolera sin transformación profunda de la estructura económica ni de la ideológica. Esta última por cierto, al pleno servicio de la lógica del capital.
Así las cosas, no cabe sino plantear una Revolución
educativa-cultural que nos permita salir de la “jaula de hierro” que hasta
ahora ha logrado reducir el margen de maniobra del proceso de cambio, a una
oscilación entre reforma y reacción.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
No hay comentarios:
Publicar un comentario