Este domingo, José Vicente Hoy tuvo como invitado al Ministro del Poder Popular para el Turismo, Andrés Izarra, para discurrir sobre uno de los temas-motores de la nueva Venezuela en construcción: el desafío de convertir a Venezuela en el destino turístico por excelencia del Caribe, una zona paradisíaca donde “la competencia turística es feroz”.
Entrando en materia, Izarra destacó la necesidad de invertir
en infraestructura y de ejecutar una política cambiaria más favorable para la
actividad turística. A pesar de que Venezuela, como ya es lugar común
mencionar, lo tiene todo para ser una potencia turística, ante la pregunta de
José Vicente sobre si el Gobierno tenía una política turística, el ministro no
pudo menos de recordar que fue durante el Gobierno de Hugo Chávez que nació el
ministerio de Turismo, y lo que se podría llamar una Po-lí-ti-ca de turismo en
Venezuela.
Pero, ¿Por qué ahora y no antes? Todo el mundo sabe que
vivimos en una tierra de gracia, que los paisajes que ofrece Venezuela no se
limitan a una extensa costa y un mar Caribe pletóricos de playas paradisíacas.
Sin embargo, parece ser ahora, entradito el siglo XXI, cuando se está
considerando con seriedad a idea de convertir a Venezuela en un gran destino
turístico, y convertir dicha actividad en uno de los motores de nuestra
economía. Y la razón por la que esto no se hizo antes no es difícil de ubicar,
y es la misma que ha afectado la política industrial del país: el rentismo
petrolero, con su abundancia de petrodólares y su peso aceitoso sobre las alas
del espíritu emprendedor.
En este contexto, Izarra planteó tres políticas centrales
que se encuentran en la base del propósito de transformar a Venezuela en un
gran oasis turístico mundial:
1- Una nueva política cambiaria
2- Potenciar la inter-conectividad aérea y acuática
3- Crear condiciones de seguridad para el turista
Uno de los datos interesantes que refleja el inmenso
potencial de Venezuela como destino turístico, es que la isla de Aruba, cercana
a las costas de Falcón, en el occidente del país, recibe un millón quinientos
mil turistas al año. No obstante, Venezuela tiene la isla La Tortuga,
prácticamente del mismo tamaño que Aruba, y de una belleza equiparable ―y que según
algunos supera― a la del Archipiélago Los Roques, otro paraíso del Caribe
venezolano, por cierto.
En este contexto, existen tres líneas centrales de trabajo
para alcanzar un propósito que no solamente es deseable y probable sino
altamente posible.
A) Mercadeo: El gran crecimiento del turismo interno permite
concluir que las energías deben enfocarse en el posicionamiento de la imagen
del país en el exterior. En este sentido, Izarra destacó que esto significa,
más que campañas de publicidad (Que son necesarias y que deben ser creativas y
agresivas) crear las condiciones para promover la publicidad boca-oído-boca,
para lo cual es necesario que la experiencia que se llevan los turistas del
país sea tan satisfactoria que logre que sean ellos mismos quienes se
conviertan en los mejores promotores de los destinos turísticos del país.
B) Calidad del servicio: una condición sine qua non para que
se pueda desarrollar la anterior. Sin calidad en el servicio, seguramente que
el boca-oído-boca seguirá funcionando, de eso no hay duda, con la diferencia
que será una mala publicidad, aunque no sea menos cierto que no haya tal cosa
como una “mala publicidad”.
C) Desarrollo turístico: la línea que contiene a todas las
demás, donde confluye desde la inversión en infraestructura (Tenemos un déficit
de 60 mil habitaciones, 120 mil plazas-cama) y el desarrollo de una nueva
cultura turística, hasta la inter-conectividad y el mercadeo inteligente. Sobre
este último punto, recordemos que la guerra mediática permanente contra
Venezuela tiene su incidencia sobre el turismo internacional.
Muchos somos los venezolanos que tenemos experiencias que
contar sobre el servicio y las atenciones en lugares de interés turístico y
recreacional, y que pueden dar cuenta de nuestras falencias en materia de
cultura turística. Fue en el Teleférico del Waraira Repano, un parque nacional
que atrae gente de todas partes del país, y que evidentemente es una de las
atracciones de la ciudad de Caracas.
La experiencia la tuve en agosto del año pasado, y me movió
a escribir esta crónica. Todo lo ocurrido y percibido ese día pudo ser producto
de que estábamos en vacaciones, de la alta demanda que en Venezuela, como
producto del carácter rentista de la economía, existe para muchos bienes y
servicios en muchos casos no producidos en el país. El hecho, es que tuvimos
que invertir más de tres horas haciendo colas, una para subir y más de dos para
bajar; la cosa fue que cuando entramos al restorán La Cima, casi tuvimos que
jalar bolas para que nos atendieran, para de inmediato constatar que no tenían ni
vino, ni cerveza ni jugo de naranja para la ginebra ni carne para comer.
Por cierto que no era un miércoles a mediodía, era un sábado
a las seis de la tarde, un día de alta afluencia de gente proveniente de varios
lugares del país. En nuestra estancia de menos de dos horas en el parque,
recuerdo, me crucé con unos maracaiberos, gente de valencia y de los andes.
Como lo dijo Chávez incontables veces, reflexioné después, nuestro
país tiene todo para convertirse en una potencia. Tenemos los recursos ¿Quién
lo duda?, tenemos el personal necesario, en un país de gente joven. Ahora bien,
lo visto en el Teleférico de Caracas tiene, como no, su tufillo a rentismo, a
comodidad, a la consuetudinaria falta de rigurosidad en los campos de la
coordinación y planificación; a imaginación dormida en la embriaguez de las
vertiginosas y altas tasas de ganancia, y ahí puede estar la clave para dar
finalmente el salto cualitativo que convierta a Venezuela en uno de los mejores
destinos turísticos de la región y el mundo.
Es definitivo. No basta con tener las mejores
infraestructuras, si no tenemos a la gente formada en una cultura turística que
tiene que ser de las mejores, dado que tiene que estar a la altura de nuestra
increíble y noble tierra de gracia.
@maurogonzag
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