Uno de los objetivos más desafiantes de nuestro país ha sido siempre
el de la industrialización. La guerra económica frontal que desató la
burguesía importadora en nuestro país, hace poco más de un año, nos
volvió a recordar que la economía predominante era, no solo capitalista
sino rentista petrolera. Pero también, fue el toque de rebato para
reimpulsar un conjunto de medidas orientadas a crear las condiciones
para industrializar al país. Incluso, hemos leído por ahí que la
“Revolución industrial” en Venezuela sigue siendo “materia pendiente”.
La industrialización, un desafío que ha sido encarado desde los
primeros años del pos gomecismo, y que hoy en día constituye un reto
formidable, toda vez que el proceso industrializador que está planteado
debe ser de un carácter diferente, socialista; toda vez que nuestro país
es hoy en día la principal reserva de petróleo del mundo, aparte del
abundante gas que también tenemos. Industrializar para sustituir
importaciones, para superar los efectos distorsionantes de nuestra
tradicional economía rentista, pero también para construir nuevas
relaciones de producción en función de lo planteado en el Programa de la
Patria.
Dos frases podrían resumir nuestra actual situación y la nueva realidad por construir. La primera, “Importamos porque no producimos y no producimos porque importamos”; la segunda: “Producir lo que consumimos y consumir lo que producimos”.
La primera, expresa la fatalidad de la economía rentista importadora,
producto en gran medida de la ausencia de una burguesía nacional
emprendedora, la segunda, nos habla de una realidad en la que hemos
logrado, finalmente, sustituir las importaciones, conformar una
burguesía nacional y consolidar el mercado interno.
Sobre el proceso de sustitución de importaciones, el libro Claves para la industrialización socialista,
de Víctor Álvarez, dedica un apartado a explicar con claridad los
antecedentes de la industrialización en Venezuela y las causas del
fracaso del proceso de sustitución de importaciones, el cual fue, en los
primeros años del puntofijismo, la bandera de las nuevas élites
políticas que buscaban legitimar su modelo político ante la sociedad. En
ese contexto, la industrialización fue un componente central del
discurso modernizador que esgrimía la democracia representativa como el
advenimiento de la “ansiada” modernidad política; algo así como el gran
factor cohesionador.
Álvarez, luego de explicar en qué consiste el “Modelo de sustitución
de importaciones”, pasa a explicar las razones por las que este no fue
exitoso en nuestro país. El factor principal que produjo la ineficiencia
―hasta el fracaso― de la sustitución de importaciones, fue el excesivo
proteccionismo del Estado, que consistió en un conjunto de medidas que
Álvarez resume como “Una irracional e indiscriminada sobreprotección
arancelaria, infinitas prohibiciones de exportación, innumerables
exoneraciones, concesión de créditos baratos a muy largo plazo… y el
otorgamiento de generosos subsidios a la producción y el consumo”.
Así las cosas, el todo poderoso Estado cuartarrepublicano,
consintiendo de más a la incipiente burguesía industrial, le hizo
mostrar su lado más rentista. Ante la ausencia de desafíos, de una
mínima competencia, esta querida burguesía se monopolizó y oligopolizó,
generando una producción que no beneficiaba mucho a la población en
materia de calidad y precios. De tal manera, el rentismo se hizo
presente en el excesivo proteccionismo que practicó el Estado con una
burguesía que, cortoplacista y sin una visión estratégica nacional, para
decirlo en criollo, se rumbeó los reales de la renta con que el Estado
quiso potenciarla.
Tanto fue el proteccionismo, que el Estado se adjudicó el privilegio
de importar bienes no producidos en el país con el fin de restringir la
competencia foránea en el mercado interno. Hoy, una medida similar se
orienta más bien a controlar la adjudicación de los dólares para el proceso de importación de la burguesía comercial.
Ahora bien, un balance histórico de este proceso podría dar lugar a
una importante conclusión, nada nueva, de cara a la “Revolución
industrial socialista” que está por hacerse en Venezuela: la necesidad
de educar, de formar, de preparar, a ese talento humano, a esos
estadistas, visionarios, a ese potencial creativo del pueblo para la
colosal tarea de impulsar una industrialización, no solo para los
objetivos básicos de diversificar la economía y superar el rentismo
petrolero, sino para conformar un nuevo modo de producción donde los
trabajadores desempeñen el rol central.
Todo lo anterior, nos lleva a recordar algunas reflexiones de varios
intelectuales venezolanos que, desde el marxismo heterodoxo (lo cual es
casi redundancia) y crítico, destacaron la necesidad de la formación y
la potenciación de los factores subjetivos para la consolidación de los
procesos de transformación social y, también, para los procesos de
construcción industrial. Uno de ellos fue Ludovico Silva, quien en el
libro Belleza y Revolución, concluye que los fracasos,
retrocesos, vacilaciones y recaídas de los movimientos socialistas del
siglo XX, se debieron a que no se plantearon, con urgencia y desde el
principio, la transformación de las conciencias para emprender el camino
de la Revolución socialista.
Más recientemente, Carlos Lanz, en el documento de 2004 La Revolución es cultural o reproducirá la dominación,
después de hacer un balance de las razones que precipitaron el fracaso
de las revoluciones del siglo XX, con énfasis en la experiencia
soviética, concluye que hubo “Un abandono en el esfuerzo por construir
la subjetividad revolucionaria, con su complejidad étnico-cultural”.
Tenemos entonces, dos reflexiones que nos dicen que una revolución
política, económica, sin un decisivo componente cultural, en un momento
determinado deja de ser revolución.
Aunque pareciera que nos desviamos del tema central de este artículo,
queremos destacar, al contrario, que es necesario también potenciar una
nueva subjetividad en el propósito de pasar del rentismo al
industrialismo, en la dirección de impulsar una Revolución industrial
del siglo XXI, distinta a las experiencias anteriores tanto del mundo
“desarrollado” como las de algunos países latinoamericanos que pasaron
por el proceso de sustitución de importaciones sobre el cual venimos
discurriendo.
Así, todo nos vuelve a llevar al tema de las “Casamatas de la
sociedad civil”, dentro de estas al campo de la educación, y dentro de
este campo al importante tema de la educación universitaria.
El presidente Maduro, tal como lo hizo Chávez reiteradamente, ha
hecho llamados a la conformación de una burguesía nacional, de ese
conjunto de pioneros y emprendedores que, en sintonía con la visión
estratégica del Gobierno plasmada en el Plan de la Patria, asuman la
tarea de diversificar la economía. Pero, si consideramos la historia
citada, y más aún la historia reciente que nos habla, ya no de una
burguesía industrial consentida a la que le faltó competitividad y
creatividad sino de una burguesía importadora antinacional, usurera y
chupa dólares, tenemos razones para alertar sobre la indudable y hasta
determinante importancia del proceso educativo.
¿Cuántas veces, en la universidad, no constatamos que las
expectativas de los estudiantes luego de la graduación se centraban en
insertarse en la administración pública, en aterrizar en un bien
remunerado cargo burocrático? Nada nuevo, aunque nos lleva a concluir
que, mientras no haya una reorientación en los programas de estudio de
nuestras universidades, difícilmente podamos sostener una
industrialización socialista; más aún bajo el fuego de la falta de
consenso nacional y de la hegemonía del cortoplacismo miope del
capitalismo rentista.
Los esfuerzos se están haciendo: el control de la burguesía
parasitaria ―que está sirviendo para fortalecer al Estado―, el apoyo
decidido del Gobierno a los productores, a los emprendedores, los
proyectos de la juventud, la transferencia de tecnología por parte de
potencias amigas. Sin embargo, damos un voto porque la educación, en vez
de fomentar el conformismo y subestimar la imaginación y la
creatividad, cree y potencie mentalidades criticas, creativas,
emprendedoras, si lo que queremos es una industrialización exitosa,
inédita y eficiente, que vaya más allá de una mera redistribución de la
renta, la eterna renta petrolera.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Industrialización, bien, pero quiero mi cargo burocrático
Etiquetas:
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Kennedy: “La victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana”
A 50 años del asesinato de John F. Kennedy
Así lo dijo el ex presidente
estadounidense John Fitzgerald Kennedy en uno de sus discursos antes de que el
22 de noviembre de 1963 fuera brutalmente asesinado en Dallas, Texas, por
varios disparos que lo impactaron desde diversos ángulos.
Aquel día fatídico, se produjo un importante quiebre en la
historia contemporánea de Estados Unidos, y hoy día sigue constituyendo una
herida abierta en la historia de un país en el que, como producto de la Segunda
Guerra Mundial y en el complejo contexto de la guerra fría, se había ido
conformando el llamado Complejo Militar Industrial, un Estado dentro del Estado
también conocido como “Estado profundo”, una organización que, desde las
sombras, ha manejado la alta política del Big Brother por lo menos desde la
segunda posguerra hasta la actualidad.
Recordar la existencia de este “Estado profundo” no sería de
nuestro interés, si las acciones e intereses de este no estarían relacionadas
con el asesinato de Kennedy, tal como lo han sugerido diversidad de materiales,
artículos, investigaciones, más allá de los cabos sueltos que desde el mismo
día del acontecimiento, quedaron martillando la consciencia de muchos dentro y
fuera de Estados Unidos.
Dice el historiador español Fernando García de Cortázar, que
"La muerte de Kennedy a sus 46 años, fue una muerte de repercusión
universal y la noticia orbitó el planeta como aquellos ingenios que habían
empezado ya a surcar el espacio por entonces, mezclándose con muestras de
incredulidad, impotencia y dolor",
Recientemente, en el artículo John F. Kennedy contra el imperio, Anton Chaitkin, ofrece un
análisis que da cuenta de los poderosos intereses con los cuales la política de
Kennedy había entrado en franca contradicción. Como no es la idea citar acá el
extenso artículo de Chaitkin, autor que fue el último entrevistado de Daniel
Estulin en su programa “Desde la sombra”, solo recordaremos algunos elementos
que, a juicio del autor, teniéndolos bien claros permiten dilucidar “Quien lo
mató”.
En primer lugar, “Los investigadores normalmente consideran
quién se beneficia de un crimen y qué cambia como resultado del mismo”, dice
Chaitkin, en una sociedad donde el internet y los estudios documentales sobre
el tema han abierto poco a poco el camino de la verdad. Aunado a esto, “primero
debemos entender quién fue Kennedy y por qué causa luchó; qué éramos como
nación, y hacia dónde nos dirigíamos cuando le dispararon. El conocimiento de
esto dejará en claro quién lo mató y por qué. Esto nos ayudará a guiarnos en lo
que hoy debemos cambiar para lograr nuestra sobrevivencia”.
Si bien las últimas palabras del autor parecen algo
dramáticas, no dejan de referir un peligro de grandes proporciones que ha sido
advertido, entre otros, por intelectuales como Noam Chomsky y líderes como
Fidel Castro. Muchas reflexiones, parecen dar cuenta de una maquinaria
subterránea que, creada para determinados fines, se fue convirtiendo en un
verdadero azote tanto para el pueblo habitante del territorio de ese Estado,
como para muchos otros pueblos del mundo. Y de ser así la cuestión, Kennedy no
fue sino una de las primeras víctimas de esta poderosa, “bien unida y eficiente
máquina, que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia,
económicas, científicas y políticas”, en sus propias palabras.
Lo que está claro, es que Kennedy fue asesinado mientras se
desplazaba, junto a su esposa, en el asiento trasero de una limosina descapotada.
Y si bien no se tienen, o no han aparecido, las pruebas concluyentes de quien
planificó y ordenó el hecho, se tienen, en cambio, evidencias que, como lo
sugiere Chaitkin, permiten identificar el rostro del asesino de Kennedy, no
obstante su silueta opaca y sinuosa. En este sentido, las llamadas teorías de
la conspiración, en un contexto de sociedad de masas, muchas veces tienden a
banalizarse y hasta se han llegado a considerar ficción y hasta mera habladera
de paja.
Pero, si el lector conviene en adentrarse un poco más en la
madeja de la historia y recurre solo un poco a su imaginación, e incluso al más
común de sus sentidos, podrá darse cuenta no solo de que existen diversas
teorías conspirativas que han sido demostradas, y que permiten dilucidar
cuestiones que en su momento quedaron en la más terrible ―y conveniente―
oscuridad.
En esta oportunidad, solo recordaremos algunos elementos que
en su momento, intentaron explicar y zanjar el infausto acontecimiento:
- Su asesino fue identificado como Lee Harvey Oswald, que
supuestamente le disparó a Kennedy con una escopeta. Luego de su captura, el
mundo estaba a la expectativa esperando su confesión, su explicación,
oportunidad que nunca llegó porque fue asesinado dos días después. Tenemos
entonces una primera realidad: nunca se llegó a saber que pasó exactamente esa
tarde.
- En esa oportunidad, la policía dijo que había sido un
disparo, pero en realidad habían sido tres. En el video del momento puede verse ―y
después se demostró― que el primer disparo le llegó por detrás y le salió por
la corbata.
- Esto demuestra que no fue una sola persona quien hizo los
disparos, sino que fueron mínimo dos personas; Oswald, supuestamente uno de
ellos.
- Increíblemente, el segundo disparo, el disparo mortal,
pudo haber sido ejecutado ―a quema ropa― por el propio chofer del vehículo en
el que Kennedy se desplazaba, quien habría usado un arma reglamentaria de la
CIA. En el video se ve algo, lo dejamos al juicio de los usuarios y usuarias.
- La conclusión de todo esto: la CIA asesinó a Kennedy. ¿Por
qué?:
1- Había despedido al Jefe de la CIA, Allen Dulles
2- Su política de reducir las actividades militares en
Vietnam
3- Quiso aumentar los impuestos a los ciudadanos estadounidenses
en el extranjero, lo cual afectaba a los banqueros internacionales
4- En general, su nacionalismo y su oposición al
imperialismo financiero británico. La familia Kennedy era de origen irlandés,
raíces que siempre causaron recelo en algunos sectores.
5- La razón más insólita de todas: Kennedy, el 22 de
noviembre pensaba organizar un acto en Nuevo México, en el que daría a conocer
al mundo un hallazgo que databa de julio de 1947. En esta fecha, fue hallado en
Roswell, Nuevo México, un platillo volador con cuatro humanoides sin vida. De
acuerdo a esta teoría, desde el momento del hallazgo se crearon varios
proyectos en torno al tema de los extraterrestres, el más importante de los
cuales estaba siendo dirigido por la CIA. Además, desde ese encuentro EEUU
mantiene contacto permanente con alienígenas, los cuales supuestamente
transfieren tecnología a cambio de que el hombre y la mujer aprendan a
conservar el planeta. El proyecto, llamado Majestic 12, se desarrollaba en la
llamada área 51, lugar secreto controlado por la CIA que el joven Kennedy planeaba
dar a conocer al mundo. Otra contradicción con la CIA, pues.
Publicado en PoderenlaRed.com el 22 de noviembre
Introducción a un venidero ensayo sobre cultura y revolución
El pasado lunes 14 de octubre, el Mayor General Jacinto Pérez Arcay,
fue el orador de orden en la sesión solemne realizada en el Cabildo
Metropolitano de Caracas, a propósito de la conmemoración de los 200 años de la
proclamación de Simón Bolívar como Libertador de Venezuela. Durante su
discurso, el maestro sintetizó lo más acabado del pensamiento republicano
bolivariano, así como también citó pasajes de las más brillantes reflexiones
hechas por el Comandante Chávez, a quien el general colocó junto a Bolívar en el
pedestal de los grandes de la historia de la Patria.
Aparte la solemnidad y profundidad de las palabras del
maestro Pérez Arcay, conviene que nos detengamos en algunas de sus citas, en
sus sentidas reflexiones sobre la filosofía social y ética republicana
presentes en el pensamiento bolivariano y en uno de sus más coherentes
epígonos, Hugo Chávez. De todo lo dicho, hubo una reflexión que nos motivó a
escribir estas líneas, a propósito de una tarea pendiente desde hace un tiempo:
“Una revolución, o es educativa o no es revolución”. Innegable la relación de
esta frase con aquella otra sentencia, por cierto de la misma estirpe: “Una
revolución, o es cultural o no es revolución”.
No por casualidad, el orador citó estas palabras de Bolívar,
pronunciadas durante el Discurso de Angostura: “El progreso de las luces es el
que ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que
ensancha el progreso de las luces“, ideas que mantienen hoy toda su vigencia,
adelantadas por demás en su momento, particularmente por su enfoque
eminentemente dialéctico. En la página siguiente del documento, recordemos que
Bolívar, abogando por la educación popular, nos dice: “Moral y luces son los
polos de una República; moral y luces son nuestras primeras necesidades”. ¿Cuál
moral y qué luces deben ser los polos de la Venezuela bolivariana del siglo
XXI?
Pérez Arcay se expresó con elocuencia en su discurso, y
enfatizó siempre ―hasta la vehemencia― el tema cultural, hasta el punto de
recordar que el hombre es una unidad bio-psico-social que necesita ante todo
alimentar su espíritu, su psique. De esta manera, si bien el discurso del
maestro de Chávez merece especial atención, pasaremos a detenernos en el tema
cultural, más precisamente en lo que significa la palabra cultura, dada la
guerra declarada contra la corrupción y dado que una revolución que se precie
de tal, debe ser siempre cultural.
Ahora bien, todos sin duda tenemos una idea de qué es
cultura. Recuerdo una vez, debatiendo sobre estos temas formativos, en la que
mencioné que no se qué cuestión dependía de los “niveles de cultura” que tuvieran
fulano y perencejo. De inmediato, mi interlocutor me refutó, o quiso refutarme,
diciéndome que no había “niveles de cultura”, que no había culturas que
estuvieran en niveles superiores o inferiores respecto a otras, que toda
“cultura” tiene valor en sí misma, y que estas pueden ser distintas entre sí,
lo cual no implica establecer jerarquías. Estuve de acuerdo con mi contertulio.
En efecto, no había tal cosa como “niveles de cultura”, pero siempre que
ubiquemos la discusión en la perspectiva antropológica. En efecto, los dos
teníamos nuestra parte de razón, dado que este servidor estaba haciendo el
planteamiento desde la perspectiva, digamos, ilustrada, referida al
conocimiento del mundo, ciencias, artes, política, historia, papel del hombre
en la sociedad y su relación con la naturaleza, etc., y el compañero hablaba
desde la perspectiva sociológica-antropológica, desde la cual, efectivamente,
la cultura del hombre blanco, cristiano, patriarcal, europeo, no es superior a
la cultura yanomami. Sin embargo, para mi interlocutor, la visión antropológica
era la única existente o la única merecía llamarse cultura.
De tal manera, hacer esta distinción constituye un buen
comienzo para la definición de la cultura, o bien para su problematización, en
un contexto donde las Tics (Tecnologías de la información y la comunicación, la
industria cultural o, también y mejor, la industria de la ideología y el
proceso de reivindicación y democratización social que ha vivido nuestro país
en los últimos años, han introducido nuevos elementos en el campo de la
cultura, algunos de los cuales parecen adquirir caracteres cada vez más
determinantes, como en el caso del universo abierto por la red de redes.
También, este constituiría el necesario inicio de una discusión orientada a
dilucidar lo que sería una Revolución cultural, recogiendo en un principio
estas palabras de Enrique Dussel:
“El siglo XXI exige gran creatividad. Aún el socialismo, si
aún tiene algún significado, deberá desarrollarse como indica Evo Morales,
también como una “revolución cultural” (Y no es ya para nada la de la China de
1966)”.
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jueves, 7 de noviembre de 2013
Einstein: “Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía"
Pero también “Eso está carísimo, me llevo dos”
Abogando por una sociedad organizada, capaz de ahorrar, denunciar y boicotear, así sea diciembre
Este miércoles, en el apogeo de la presentación al país de las medidas económicas que se ejecutarán para combatir la guerra económica, y a propósito del lenguaje que han utilizado algunos economistas opositores al Gobierno, quienes han dicho que Venezuela vive una grave crisis económica, el presidente Maduro recordó las reflexiones que el gran pensador Albert Einstein hizo sobre el tema de la “crisis”.
Maduro reflexionó y afirmó, apoyándose en el gran pensador, que la situación generada por la guerra económica, de llamarse crisis, constituía la oportunidad para que Venezuela diera el salto cualitativo necesario para transformar su economía y avanzar de forma más expedita al socialismo. En este contexto, presentamos acá los extractos del libro The World As I See It (El mundo tal como lo veo), publicado en 1935, en donde el también autor de Por qué el socialismo, destaca las ventajas de las crisis:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos”.
“La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”.
“Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.
“Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
“Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”.
“El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones”.
“Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.
“Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”.
“En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.
Einstein, destaca a la pereza como el inconveniente que tienen tanto las personas y los países para encontrar las salidas y las soluciones. Más aún, el maestro de la relatividad destaca que la verdadera crisis “es la crisis de la incompetencia”.
Evidentemente, la idea que quiso destacar el presidente Maduro tiene que ver con la idea del desafío y la oportunidad que presenta la compleja coyuntura económica por la que atraviesa actualmente el país, para superar de una vez el carácter estructuralmente rentista de la economía y las distorsiones que este ha traído históricamente a la sociedad venezolana. Sin duda, este nuevo latigazo oligarca servirá para sacudir la “pereza”, la “incompetencia” y el “conformismo” de los que habla Einstein, ya que de eso depende la propia estabilidad del Gobierno y el futuro de la Revolución.
Así, si nos fijamos en la frase: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos, esta encierra toda la fatalidad de la falta de creatividad, de la ausencia de grandes estrategias, de prospectiva, de la incapacidad para inventar, que ha configurado como cultura, un particular tipo de vida social permeada en todos sus aspectos por unos ingentes ingresos petroleros que no se corresponden con una capacidad productiva real.
De tal manera, parece que esta vez, de todas todas, le ha llegado el momento al país para “superarse a sí mismo sin quedar superado”. Una clave dentro de todo esto, y tal vez el mayor de los desafíos, puede que sea lograr implementar todas las medidas económicas en una sociedad que en gran medida ha sido cómplice, aunque también víctima ―con o sin consciencia―, del macabro juego cadivista y consumista.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
Abogando por una sociedad organizada, capaz de ahorrar, denunciar y boicotear, así sea diciembre
Este miércoles, en el apogeo de la presentación al país de las medidas económicas que se ejecutarán para combatir la guerra económica, y a propósito del lenguaje que han utilizado algunos economistas opositores al Gobierno, quienes han dicho que Venezuela vive una grave crisis económica, el presidente Maduro recordó las reflexiones que el gran pensador Albert Einstein hizo sobre el tema de la “crisis”.
Maduro reflexionó y afirmó, apoyándose en el gran pensador, que la situación generada por la guerra económica, de llamarse crisis, constituía la oportunidad para que Venezuela diera el salto cualitativo necesario para transformar su economía y avanzar de forma más expedita al socialismo. En este contexto, presentamos acá los extractos del libro The World As I See It (El mundo tal como lo veo), publicado en 1935, en donde el también autor de Por qué el socialismo, destaca las ventajas de las crisis:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progresos”.
“La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”.
“Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.
“Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
“Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia”.
“El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las salidas y soluciones”.
“Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía.
“Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo”.
“En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por superarla”.
Einstein, destaca a la pereza como el inconveniente que tienen tanto las personas y los países para encontrar las salidas y las soluciones. Más aún, el maestro de la relatividad destaca que la verdadera crisis “es la crisis de la incompetencia”.
Evidentemente, la idea que quiso destacar el presidente Maduro tiene que ver con la idea del desafío y la oportunidad que presenta la compleja coyuntura económica por la que atraviesa actualmente el país, para superar de una vez el carácter estructuralmente rentista de la economía y las distorsiones que este ha traído históricamente a la sociedad venezolana. Sin duda, este nuevo latigazo oligarca servirá para sacudir la “pereza”, la “incompetencia” y el “conformismo” de los que habla Einstein, ya que de eso depende la propia estabilidad del Gobierno y el futuro de la Revolución.
Así, si nos fijamos en la frase: importamos porque no producimos y no producimos porque importamos, esta encierra toda la fatalidad de la falta de creatividad, de la ausencia de grandes estrategias, de prospectiva, de la incapacidad para inventar, que ha configurado como cultura, un particular tipo de vida social permeada en todos sus aspectos por unos ingentes ingresos petroleros que no se corresponden con una capacidad productiva real.
De tal manera, parece que esta vez, de todas todas, le ha llegado el momento al país para “superarse a sí mismo sin quedar superado”. Una clave dentro de todo esto, y tal vez el mayor de los desafíos, puede que sea lograr implementar todas las medidas económicas en una sociedad que en gran medida ha sido cómplice, aunque también víctima ―con o sin consciencia―, del macabro juego cadivista y consumista.
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