El Comandante Chávez, se rebeló contra las cúpulas de la Cuarta República y llegó posteriormente al poder para saldar una inmensa deuda social, para hacer renacer a una Patria de sus cenizas; para luchar por la justicia social siempre necesaria para alcanzar la Paz, en un país signado por una violencia producto de sucesivas injusticias históricas. Pero, el noble espíritu de cristiano misionero del militar del pueblo no se esperaba una reacción tan furibunda de las cúpulas tradicionales y su parentela de oligarcas.
Indistintamente de cómo empezó todo, de la filiación de Chávez por la propuesta de la llamada Tercera vía y de su posterior radicalización hacia el socialismo del siglo XXI, la llamada Revolución bolivariana ha sido ante todo un proceso orientado a lograr la justicia social. Y para lograrlo, Chávez tuvo la voluntad y los cojones de hacer una revolución dentro de la antigua PDVSA; de rescatar a la bastante venida a menos OPEP y de poner la nueva ola de ingentes ingresos petroleros al servicio de su legítimo dueño: el pueblo de Venezuela. Esto, sin excluir a los “locoven” que siempre se llevaron la torta completa.
La Revolución en Venezuela, comenzó cuando Chávez se preguntó, como bien lo recordó no hace mucho Aristóbulo Istúriz, si valía la pena gobernar Venezuela sin tomar el control de PDVSA y sus recursos. Lo hizo, y de ahí en adelante, el proceso ha sido golpe y contragolpe, posturas polarizadas que generaron una esquizofrenia mediática donde el pueblo venezolano en su conjunto se vio notablemente afectado. Frente al depravado libertinaje simbólico desatado en este marco, en algún momento el ideal de justicia se confundió o se vio desplazado por la bondad. Ser eficiente para la tarea, lo justo y necesario, dejó de ser lo importante, lo prioritario, dando paso a la lealtad, que pasó a ser lo bueno, lo deseable.
Y como dijo el poeta Víctor Hugo “Es cosa fácil ser bueno, lo difícil es ser justo”. No dudo de la pretensión de justicia que animó siempre la fibra más profunda del Comandante Chávez, y aunque no es nada nueva la idea, cabe recordar que en la idea de igualdad pervive una esencial injusticia, particularmente en una idea como la de igualdad, por lo general mal entendida. “De cada quien según su capacidad, a cada cual según su necesidad”, reza una divisa clásica del pensamiento socialista en la que podríamos ver, dependiendo del contexto, justicia o bondad. Ahora bien, si yo digo “De cada quien según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, una suerte de variante de la idea anterior, estamos en presencia de una idea que, más que pretender ejecutar una política “bondadosa”, pretende ser justa.
El debate sería interesante y arduo, y más aún en nuestras sociedades caribes de la diversidad cultural, pero bien podríamos decir que el Comandante Chávez fue más bueno que justo, talvez porque eso era lo que dictaba la necesidad, el contexto. Consciente de su finitud y de cosas que solo él y Dios sabrán, Chávez quiso ser generoso y magnánimo hasta el final, enarbolando el amor como principio político. Desde la perspectiva económica, esto se expresó en la profundización del carácter rentista de la economía y de la persistencia de sus nefastos correlatos culturales, principales enemigos de toda sociedad productiva capitalista o socialista.
La situación está allí, en forma de crisis y oportunidad. En tal contexto, creemos que el presidente Maduro ha asumido el desafío, el reto formidable de enseriar un poco la pea rentista y ejecutar políticas orientadas hacia la justicia, hacia el esperar de cada quien según su capacidad y dar a cada uno de acuerdo a sus esfuerzos, con las excepciones de siempre, que siempre las hay y las habrá.
Separar el grano de la paja, comprender los gustos, actitudes, vicios y virtudes de todo un pueblo y cambiar lo que tenga que ser cambiado, conocer y saber interpretar las consecuencias de los nuevos paradigmas emergentes, las ideologías al uso y la necesidad de mantener la Paz; transformar una economía de precios “estructuralespeculativos” en una de precios justos, es una lucha por la justicia que puede calificarse de cualquier cosa menos de fácil.
Se trata de un problema ético-político, de reconocimiento del otro, de valores y de criterio, de madurez política e intelectual pero también emocional. Así, la organización, será una de las claves para el crecimiento, la actividad que permitirá producir más y mejor, justi-preciar, conocer mejor y valorar lo que tenemos.
Seamos buenos, sí, pero seamos justos.
@maurogonzag
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