Venezuela entera celebra la creación del Movimiento por la Paz y la Vida, una política de Estado que se espera movilice a la sociedad en su conjunto en el propósito de combatir y erradicar definitivamente el complejo mal de la violencia. En este contexto, aprovecharé para hacer una breve reflexión como forma de aportar al debate abierto sobre un tema que, a pesar de sus complejidades, fue y sigue siendo utilizado políticamente por los sectores que se oponen al Gobierno bolivariano.
Históricamente, la pobreza, la genética, las drogas, se han aludido como causantes de la violencia en nuestro país. Las tesis sobre el por qué del comportamiento violento abundan. Sobre el tema se encuentran trabajos de la mayor seriedad, así como otros sin mucha fundamentación, simplificadores, jalados por los pelos. De otro lado, la politización del asunto no ha colaborado en nada para solucionar el problema, aunque sí para ampliar un poco nuestra visión sobre la situación.
Si escogemos el tema de la pobreza como el nodo crítico entre los factores causantes de la violencia en Venezuela, de inmediato recordamos la intervención en CNN en español del sociólogo venezolano Roberto Briceño León, quien tiene años dirigiendo un instituto especializado en el tema que nos ocupa. Todos recordamos como en ese programa, el investigador, debatiendo en vivo con el entonces ministro de comunicación Andrés Izarra, argumentaba que si la pobreza en Venezuela se había reducido sustancialmente, tal como lo afirmaba el gobierno, y la pobreza era la principal causa de la violencia, entonces la violencia registrada en el país constituía el mentís de la primera afirmación: la reducción de la pobreza en el país.
Ahora bien, si la pobreza se redujo en Venezuela y sin embargo los niveles de violencia siguen siendo preocupantes ―partiendo de la premisa de que la pobreza es la causante de la violencia―, eso nos estaría indicando una de dos cosas: que es falso que la pobreza se ha reducido en el país o, que la pobreza ―entendida como mera pobreza material― no es entonces lo que causa la violencia, o por lo menos no es la causa fundamental en este momento de la historia del país, toda vez que pudo serlo en otra época o en otro contexto.
Con esta afirmación no nos referimos exclusivamente a la idea de que la pobreza también puede ser espiritual, cultural, lo cual constituye otro factor a considerar, sino que existe un correlato más perverso de la exclusión material, un factor que alude directamente elementos ideológicos, psicológicos, subjetivos, y que generan un sufrimiento mayor que la carencia material o el hambre en sí misma. No me refiero a otra cosa sino a la indiferencia, el desprecio y la discriminación que, junto al hambre, tienden a sufrir los pobres por su condición, en el contexto de todas las modernas sociedades capitalistas.
Efectivamente, estamos recordando la investigación citada por Oscar Schemel, de la agencia Hinterlaces, durante un foro realizado en el marco de la pasada campaña presidencial, previa al 7 de octubre. El estudio citado, consistió en una encuesta realizada a 60 mil personas en sesenta países, en la que se le preguntó a la gente que era lo que más dolía de ser pobre. Una respuesta se impuso por encima del hambre, y fue “la mirada de desprecio”. Los resultados de este estudio fueron citados hoy, y no por casualidad, por Eleazar Díaz Rangel en su columna dominical.
¿Qué lectura podemos dar de los resultados de esta curiosa encuesta? En el documental Zeitgeist Moving Forward, por medio de la voz de diversos profesores y voces acreditadas para ello, se da cuenta de que la violencia es inherente a las sociedades estratificadas y jerárquicas, y en algún momento llegan a una conclusión similar a la del estudio mencionado: la violencia es producto de la discriminación, del irrespeto, de la formas más inverosímiles de humillación y sometimiento propias de sociedades donde las desigualdades o jerarquías económicas son sólo las más visibles entre un conjunto de formas de opresión que terminan expresándose en distintas formas de violencia.
De esta manera, conviene entonces analizar el conjunto de valores y creencias dominantes en nuestra sociedad, siempre en relación con nuestra economía rentista que todo lo permea y distorsiona.
A mi modo de ver, bien valdría la pena preguntarnos sobre los actuales fundamentos del estatus social, considerando que estamos, como se ha dicho hasta la saciedad, en un proceso de cambio de época.
Esto nos llevaría a preguntarnos, en primer lugar, que es eso del “estatus social”, en un país caracterizado por lo que he llamado el “papaheladismo patológico”. Recordemos que a Chávez lo llamaban el “malhablado”, el “inquilino”, así como ahora llaman a Maduro “el autobusero”.
amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag
Lo invito a leer "Menos desigualdad Mas violencia. La paradoja de Caracas" de la profesora Veronica Zubillaga. http://www.academia.edu/2711605/Menos_desigualdad_Mas_violencia._La_paradoja_de_Caracas
ResponderEliminarSaludos
Fernando Blanco