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domingo, 6 de febrero de 2011

¿Es lo mismo golpe de Estado que rebelión militar?

La rebelión a la izquierda
Resulta interesante y políticamente conveniente lo que ocurre en un debate cuando, en los momentos de más alta tensión y expectativa, en ese punto en el que uno de los interlocutores ha sido evidentemente sobrepujado por los argumentos del otro, afloran armónica o balbuceantemente (por lo general de ésta última manera) las “ideas” básicas del discurso opositor.


Dicha situación se presentó luego de que Rodrigo Cabezas ejerciera de forma clara, precisa y contundente su derecho a réplica en el programa Buenas Noches, para denunciar que la fotografía que se difundió por el tuiter y que Globovisión colgó en su portal Web aceptándola y por supuesto presentándola como “hecho noticioso” era, más que esto último, un hecho tecnológico –un montaje pues-. En dicha foto trucada, se ve al exministro de finanzas bolivariano junto a Walid Makled, preso en Colombia por el delito de narcotráfico y también investigado en nuestro país por estar incurso en diversos delitos.

La intención del artificio, como siempre, es vincular a altos funcionarios del gobierno con el narcotráfico, insistiendo en la idea de que desde aquí se apoya a las guerrillas comunistas narcoterroristas y tal y tal.

Pero siendo ese tema materia de otro análisis, centrémonos en las afirmaciones que hicieron Carla Angola y Kiko Bautista, luego de quedar contra la pared –desencajados en el caso de Kiko- con la contundente réplica de Cabezas, que fue una clase de ética periodística dada por un economista que entiende cosas básicas del ejercicio de una profesión que seguramente se estudian en los primeros semestres de la carrera, y que han olvidado muchos de estos “periodistas”. Una de ellas, la elemental cuestión de citar la fuente. Si no lo han olvidado entonces Mario Silva tiene razón al llamarlos mercenarios y palangristas.

Pero apartémonos de la actual crisis del periodismo como profesión. Luego de que en su intervención, Cabezas les recordara el golpe de Estado del 2002 y el carácter criminal del paro sabotaje petrolero, y con ellos el grave daño que causaron al país –que, reiteremos, es recordar la historia reciente- y que muchos de ellos celebraron o, que en el mejor de los casos llamaron el “mal necesario”, como expresión de un ramplón y suicida maquiavelismo, Angola volvió con el tema de que Chávez llama golpistas a Carmona y su combo –exasperada de que siempre lo recuerde- siendo él un golpista también. Sobre esto, siempre será necesario decir varias cosas.

A propósito de la conmemoración del 4 de febrero, consideramos oportuno afirmar que no cabe comparación alguna entre lo ocurrido en esta fecha y lo que pasó el 11 de abril de 2002. Decir que ambos eventos fueron golpes de Estado y que por tanto los protagonistas de ambas acciones son golpistas sin más, sería como comparar la Revolución cubana de 1959, que incluyó la huida al exterior de un gobernante que había entregado a Cuba al imperialismo y que provocó alegría de todo un pueblo, con el golpe de Estado de Pinochet en 1973, que incluyó la muerte de un Presidente querido por el pueblo, y la tortura, desaparición y muerte de miles de hombres y mujeres de este pueblo para poner a Chile en manos del imperialismo. De la misma forma, la definición correcta del 4 de febrero no es otra que rebelión militar. Una rebelión que fue apoyada indiscutiblemente por ese pueblo que había salido a la calle tres años antes a quebrar el orden establecido.

Siendo la forma de participación del pueblo en estos eventos el medidor por excelencia para saber de que se trata y como definir el carácter de los procesos sociales, recordemos que la clase social que salió a la calle en el 89, fue la misma que vio una esperanza en el Hugo Chávez del 92, la que votó por él en el 98 y además, la que determinantemente salió a la calle el 13 de abril de 2002 para exigir su regreso. Por otra parte, la rebelión del 4 de febrero tuvo el espaldarazo indiscutible de esa misma clase, de ese mismo pueblo, lo que la legitimó como alzamiento legítimo orientado a recobrar la dignidad nacional.

Dicha rebelión, teniendo como antecedente la explosión popular del 27 de febrero de 1989, precipitó una crisis política que dio al traste con la alternabilidad gatopardiana del Pacto de Pto. Fijo permitiendo, irónicamente y al mismo tiempo, que uno de sus artífices históricos, Rafael Caldera, se montara en esta ola política y capitalizara el descontento popular con un discurso donde, ciertamente, no se dijeron cosas que no fueran verdad.

Sobre el 11 de abril de 2002, hay que decir que este no fue un golpe gorilezco al estilo Pinochet o Videla u otro gorila a la sazón -sin olvidar que algunos gorilitas tuvieron su participación- y entre otras razones no lo fue por el carácter democrático o de institución de ascenso social que siempre ha caracterizado a nuestra fuerza armada, es decir, por haber sido siempre una institución abierta a las clases populares, rasgo que le ha otorgado siempre un cariz heterogéneo y popular donde, si por una parte favoreció la conformación de cúpulas privilegiadas, por otra dio cabida siempre a un importante porcentaje de pueblo en las jerarquías bajas, medias, e incluso en las altas, a diferencia, por ejemplo, de los ejércitos del Cono Sur. Este hecho explicaría apretadamente la débil participación militar en el golpe de 2002, y al mismo tiempo la contundente rebelión, eminentemente militar, de 1992.

Estas son algunas importantes diferencias que se pueden plantear entre ambos eventos. Incluso si hiciéramos a un lado estas profundas diferencias y consideráramos los hechos de manera ahistórica, en abstracto, como dos atentados contra el orden constitucional y por tanto catalogáramos a Hugo Chávez como un golpista equiparable a Carmona o a Molina Tamayo, incluso en ese caso, Chávez asumió la responsabilidad del movimiento, fue a la cárcel, fue luego indultado y, siguiendo las normas del Estado burgués, fue elegido Presidente de la República.

Por su parte, todos los golpistas que acompañaron a Carmona en el 2002, no sólo no han reconocido nunca su apoyo, participación y responsabilidad en los criminales hechos del 11 de abril, actores políticos que quedaron por cierto bien identificados, sino que, interpretando como debilidad la indulgencia presidencial, reincidieron en el pecado una y otra vez. Entonces, gente de buenas noches, la comparación que hacen es insostenible y el golpe de Estado –que lo fue desde todo punto de vista y hasta quedó demostrado que siguieron un manual de la CIA- siempre será un hecho que el gobierno bolivariano recordará en todo escenario siempre que lo estime necesario y siempre que la oposición en su discurso pretenda desechar o ignorar el pasado, hasta que llegue el día en que recapaciten y decidan asumir una oposición seria.

Finalmente, reiteramos: el 4F fue una rebelión militar con apoyo del pueblo, mientras que el 11A fue un golpe de Estado mediático-patronal, donde participó sólo la cúpula militar, y que fue repudiado por el pueblo, que salió a la calle heroicamente a exigir el regreso de su Presidente. De tal manera, que el debate pareciera estar entre los que reconocen la existencia del pueblo y trabajan para él y los que pretenden otra vez invisibilizarlo y anularlo como mayoría protagonista. Así las cosas, también en todos los escenarios de debate, todo once tendrá su trece. 

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