R. Ramírez, Ministro de Energía y Petróleo |
En tal sentido, no se podía esperar del Ministro de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez, menos de una exposición como la que vimos el jueves: concisa, muy bien sustentada, contundente, como bien tiene que ser la entrega de la memoria y cuenta de quien dirige un ministerio que cuenta entre sus entes adscritos, a la empresa más importante del país –y una de las más importantes y sólidas del mundo-, como lo es Pdvsa, y de la cual es además presidente. Valga decir además, que ahora que Venezuela tiene las mayores reservas certificadas del demandado hidrocarburo, esta empresa adquiere una centralidad e importancia estratégica mayor, en tanto queda ratificado que nuestro país será, para el 2050, el único exportador de petróleo del hemisferio occidental.
Considerando la ligereza y superficialidad que ha demostrado el oposicionismo en las últimas interpelaciones –su vocación para el mal espectáculo-, pero sobre todo tomando en cuenta sus constantes ataques y descalificaciones a la Fuerza Armada Nacional, el ministro Ramírez comenzó su exposición con una tajante exigencia de respeto a nuestras FF.AA, una institución que en unidad fundamental con el pueblo, constituye el baluarte y el poder fáctico más importante en la defensa de la soberanía de la nación, y que en nuestra historia reciente, esa de la que nada quiere saber el oposicionismo, desempeñó papeles clave tanto en la derrota del golpe de Estado de 2002, como en la derrota del sabotaje petrolero de 2002-2003. No en balde, Ramírez hizo una afirmación que vale citar textualmente: “no hay nada más intrínseco a la soberanía que el petróleo”.
Desde otra visión de las cosas, desde un ángulo más amplio, así como podemos decir que no hay nada más ligado a la soberanía que el petróleo, no resulta extemporáneo recordar que tampoco hay nada más ligado al capitalismo que el petróleo, ni recurso tan estratégico para el funcionamiento del sistema mundo moderno/colonial. Por tanto, no hay nada que nos ligue con tanta fuerza a este sistema mundial que el hecho de ser un país petrolero, lo que plantea la necesidad de tener un Estado fuerte, con unas Fuerzas Armadas sólidas; un hecho que debe considerarse siempre en el debate sobre la transformación del Estado como democratización del poder, en un contexto nacional donde está planteado el socialismo (otra forma de apropiación de la riqueza social, otra forma de pensar y otra forma de ejercicio del poder) como derrotero a seguir por la Revolución bolivariana, y si no olvidamos la necesidad de vincular siempre los procesos políticos históricos nacionales y regionales con el contexto interregional y mundial, para su mejor análisis y comprensión.
El planteamiento de un Estado fuerte con unas Fuerzas Armadas en unidad fundamental con el pueblo, recuerda las tres funciones o servicios esenciales a realizar que, a partir del análisis del Estado, plantea Platón en su República. De un lado, naturalmente, era necesario satisfacer las necesidades materiales fundamentales, y por otro el Estado debía poseer un cuerpo armado para su defensa y un cuerpo político de gobernantes para su conducción. De esta diferenciación de funciones hecha a partir del principio de especialización que Platón plantea como esencial en su obra citada, resultan entonces estas tres clases: los trabajadores, que son los que producen, y los guardianes, que a su vez se subdividen –aunque no marcadamente- en soldados y gobernantes; un planteamiento que pareciera ser una de las referencias de la conocida tesis de Ceresole, sobre el triángulo gobierno, pueblo y Fuerza Armada.
El hecho es que nuestras FF.AA. merecen respeto, y no deben ser objeto de las obcecadas afirmaciones que han hecho algunos diputados opositores que, al enviarles saludos en sus intervenciones, lo hacen dirigiéndolo a una supuesta parcialidad de la institución, definida por aquellos como “el sector constitucional”, o “las Fuerzas Armadas democráticas”. Ante tales insinuaciones, el ministro Ramírez fue enfático: “La FF.AA. es una sola, es indivisible y está al lado del pueblo”. Y es que, para los que se acostumbraron a tener una fuerza militar “profesional”, “supuestamente apolítica” y entrenada en la Escuela de las Américas, para servir de ejército de ocupación en sus propios países cuando así lo determinaran las oligarquías en defensa de sus intereses, un orador como el general patriota Henry Rangel Silva resulta simplemente insoportable.
El discurso de Ramírez, por otra parte, antes de que entrara en materia estrictamente petrolera tocó aspectos actualmente centrales de la vida política nacional. El primero, fue la clara toma de partido por el socialismo como camino a seguir, meta a alcanzar e idea referencial en la definición de las políticas del ministerio de la energía; el segundo, fue su compromiso con la resolución definitiva del problema de la vivienda, situación en la que el gobierno está haciendo esfuerzos históricos, y la preocupación que expresó en materia ambiental, tema siempre delicado y desafiante para un país que alberga la Magna reserva petrolera de 297 mil millones de barriles. En este sentido, luego de dejar claro que no habría ningún racionamiento ni aumento de la gasolina –en Venezuela más barata que el agua- el ministro hizo un llamado a hacer un uso racional –que no racionalizar- de la energía porque, a menos que se adolezca de inconsciencia crónica o se sea un irredento irresponsable, nadie puede estar en contra de la idea de que la energía no hay que derrocharla.
Las cifras que se dieron son simplemente impresionantes. De ellas, refiero las siguientes:
- 297.000 millones de barriles de petróleo, la Magna Reserva
- 15.400 millones de dólares en pérdidas durante el paro-sabotaje de 2002-2003
- Más de 290.000 millones $ recaudados a partir del restablecimiento del orden fiscal
- 34.000 mil millones $ se dejaron de percibir en el período 1993-2003 en relación a igual período anterior, como producto de la llamada “apertura petrolera”.
Finalmente, con una reserva de tal magnitud y tal como van los precios del barril de petróleo, Venezuela continua en el camino de la emancipación y la prosperidad, siempre y cuando se mantenga la idea contenida en la consigna “la renta petrolera pertenece al pueblo, no a la oligarquía”.
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