Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

sábado, 26 de febrero de 2011

El nuevo Psuv: de maquinaria sólo lo necesario, de movimiento todo lo posible

Movilización. Imagen tomada de igualdad.cl
Si todos los sectores de la comunidad política hubieran cumplido sus demandas, no habría protesta social ni formación de movimientos populares que luchen por el cumplimiento insatisfecho de sus reivindicaciones”.  Enrique Dussel

Recuerdo esos días de mediados de 2007, en los que la propuesta de Chávez de unificar las distintas organizaciones políticas que apoyaban la Revolución bolivariana en un solo cuerpo organizativo, había originado una dinámica política que fue una verdadera escuela para todos aquellos que veníamos apoyando al proceso sin militar en partido alguno. De hecho, talvez por inexperiencia o ingenuidad, llegué a pensar que esta organización política en formación al servicio de la Revolución, sería algo diferente de un partido tradicional, o que mínimo tendría otro nombre, siempre con la intención de que, efectivamente, esa otra denominación orientara la actividad de la naciente organización hacia direcciones distintas a las del conocido partido de cuadros o partido de masas.


En ese entonces, algunos de los intelectuales extranjeros que apoyaban el proceso venezolano y que hacían vida en nuestro país, pero también militantes criollos del mismo con posturas críticas, planteaban que el debate de las ideas, la formación teórica-política, estaba siendo sustituida por la consigna-propaganda, las cuales aparecían y predominaban en las coyunturas electorales, que como sabemos han tenido en estos doce años de proceso una frecuencia histórica, y que sin duda han servido para mantener al pueblo politizado y movilizado, aunque sea precisamente esta realidad la que, hoy en día, tengamos que criticar para avanzar en la necesaria reconfiguración o replanteamiento del Psuv como un Partido-Movimiento.

Esta sustitución, que alude la desestimación de la formación teórico-política para privilegiar la propaganda y la consigna, la pudimos convalidar desde los primeros meses de vida del Psuv. Para cuando comenzamos las reuniones en ese colegio, donde nos sentábamos en las pequeñas sillas y usábamos las mesas de los escolares, ya se estaba proponiendo la Reforma Constitucional y de las dos primeras reuniones –coordinadas aún por el propulsor- en las que se definieron las comisiones de trabajo y donde –sentía- habíamos comenzado con entusiasmo y buen pie discutiendo sobre capitalismo, socialismo, revolución, partido y demás temas vitales, pasamos a discutir una propuesta de reforma que debíamos conocer bien para poder darla bien a conocer, y las respectivas estrategias de propaganda a llevar a cabo, de cara ya al referéndum sobre la misma que se efectuaría en diciembre del mismo año.

El ya denominado partido, que como se dice más arriba, pensamos tendría otro nombre, nacía ya con una campaña electoral a cuestas sin tener precisados aún el programa, los principios y estatutos de rigor. El debate, por supuesto, se había hecho a un lado porque así lo requería la coyuntura electoral. Reconozco hoy que mi idealismo –algo romántico- fue golpeado y me había hecho pecar de ingenuidad. Sobre todo después de la derrota del 2 de diciembre. Esas prácticas políticas en pleno desarrollo tampoco fue que me convirtieron en un militante pragmático partidario de un crudo realismo político; más bien mantuve mi idealismo, pero ahora sin ingenuidad.

Desde el punto de vista teórico –nunca dejó de asombrarme como muchos entendidos en la materia desestimaban posibilidades nuevas para la naciente organización –la invención de otra cosa- sólo porque esas propuestas novedosas les hacían ruido en sus académicas mentes; reacios o reticentes casi por naturaleza a tomar caminos que no fueran los que señalaran sus patrones teóricos. Hay que reconocer, sin embargo, que algunos compañeros afirmaron –si no en ese momento un poco después- que el proceso político venezolano no se podía interpretar con las teorías políticas tradicionales eurocéntricas que, por otra parte, es necesario estudiarlas para poderlas trascender. Otras veces hemos mencionado, que si algo ha caracterizado a este proceso ha sido su dinámica práctica política, vertiginosa y muy activa, en contraste con una producción teórica que debería estar dándole coherencia, consistencia y legitimidad. Esta última, estoy seguro y me consta, se ha venido elaborando. El problema es que no se conoce y algunas causas podrían ser éstas: el sistema educativo, la presencia aún de cierto colonialismo intelectual, la inconstancia de los espacios de encuentro, los problemas en la distribución y promoción de los libros y, por tanto, de las ideas renovadoras; de los nuevos elementos de teoría política que intentan dar cuenta de la experiencia a nivel de la experiencia.

Pero volvamos al tema de la organización-movimiento. Plantear la conformación de un partido-movimiento refleja la importancia que han adquirido los movimientos sociales en los procesos sociopolíticos de cambio contemporáneos, y la necesidad vital de articulación real con ellos que tiene un partido que había devenido mera maquinaria electoral. No se niega ni se puede negar la necesidad de la parafernalia electoral, sobre todo en un proceso cuya dirigencia original decidió desde el principio optar por la vía electoral como forma de acceder al poder. Pero en un proceso de transformación social, y más si es democrático y “pacífico”, la formación permanente, la democratización y fortalecimiento de la dirección y la afirmación de la conciencia revolucionaria en cada espacio no se puede descuidar y debería ser el trabajo cotidiano de la organización. En esa dirección se podría evitar que “la dinámica del partido se agote en la gestión administrativa de lo político”, como se afirma en un pasaje de la segunda de las recientes cinco líneas de acción política del Psuv.

Si definimos a los movimientos sociales como una forma de organización sociopolítica cuya lucha está basada en el logro de un objetivo específico, podemos decir que habrá tantos movimientos como formas de opresión o demandas particulares insatisfechas haya. De tal manera, ejemplo de estos movimientos sociales son los feministas, los antirracistas, indígenas, de homosexuales, el movimiento de los pobladores –de gran importancia en la resolución de un problema tan vital como el de la vivienda, y que por tanto es una lucha con la que se identifica parte importante del país-, de adultos mayores, de campesinos, de crítica al eurocentrismo, ecologistas, pacifistas, entre otros. Así las cosas, considerando el protagonismo creciente y el potencial revolucionario de estos movimientos, surgirá siempre la pregunta ¿De que manera debe vincularse el partido con los movimientos sociales o, en qué sentido deben darse estas alianzas?

En la tesis 11 de las 20 Tesis de Política de Enrique Dussel, podemos encontrar una respuesta a esta compleja situación. Para ilustrar la especificidad de la lucha de cada movimiento social, Dussel cita a Ernesto Laclau, autor para quien cada movimiento tiene “reivindicaciones diferenciales” opuestas entre sí. A partir de aquí, la pregunta natural que se hace el filósofo es ¿Cómo pasar de un conjunto de reivindicaciones particulares desarticuladas entre sí, a una “reivindicación hegemónica” que implique la unificación de los movimientos sociales que luchan en una sociedad en un momento dado? El Sr. Laclau parece plantear una respuesta en su libro La razón populista (2005), donde este explica (para Dussel un pasaje detallado y complejo y por tanto no es explicado allí) el tránsito de las luchas particulares a la que llama “reivindicación hegemónica universal”, lo que para Dussel es el “unívoco equivalencial”. Estas categorías dan cuenta del proceso que debe llevar a cabo el Psuv en su vinculación con las demás organizaciones particulares: la articulación de todos los movimientos sociales en una sola lucha política, a partir del diálogo entre las demandas particulares a partir de las analogías entre ellas, lo que permite la articulación de los movimientos y la constitución de lo que Dussel denomina el “hegemón analógico”. Esto último no es otra cosa que el bloque social del cambio, en cuya conformación el nuevo Psuv tiene un papel central que desempeñar.

Finalmente, es así como los movimientos hacen de excelente lubricante para los problemas de oxidación burocrática-administrativa-funcionarial del partido, quien en articulación real con aquellos se va convirtiendo en una verdadera organización contra-hegemónica a la altura de los tiempos, democrática, radical y transformadora.

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