El debate desarrollado hoy en la Asamblea Nacional ha demostrado que si es posible dar un debate político-ideológico de altura, y permitir que las ideas y argumentos tengan preeminencia sobre la demagogia, las descalificaciones y la indigencia teórica. Sin embargo, de esta última si hubo un poco. Lo que si no hubo y que se celebra fue el menor asomo de estolidez en las varias intervenciones.
Reconozco que no soy lo que se puede decir un especialista de la obra de Gramsci. Ni siquiera he leído sus obras completas, pero digamos que he leído lo suficiente para saber lo que significa el concepto de Hegemonía desde su perspectiva (la de Gramsci), concepto al que he recurrido en otras oportunidades para ensayar interpretaciones de nuestra particular realidad sociopolítica, lo cual me permite concluir, luego de escuchar el discurso de Ramos Allup en la AN, que como no ha leído al autor italiano y no sabe lo que quiso decir con el aludido concepto, el político se limitó a la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia Española sobre el tema, mutilando lo que es un concepto de gran alcance y profundidad política e ideológica.
Ramos Allup, siempre con su pintoresca y retórica puesta en escena, deslizó como sus colegas opositores que lo precedieron un discurso de fuerte carga liberal: libertad (de expresión y pensamiento “diferente”), democracia, tolerancia, respeto, pluralidad, etc., en el apogeo del cual mencionó a los marxistas, afirmando que muchos de los que se definían de tal manera no habían leído lo suficiente al autor del Manifiesto Comunista; de inmediato manifestó su respeto por los compañeros que enarbolaban esas ideas, que el no compartía. Acto seguido, siempre con la intención más o menos subyacente de decir que Chávez es un dictador que nos conduce al infernal comunismo, planteó que Chávez mismo lo ha dicho porque el objetivo que el planteó era el de alcanzar la “Hegemonía”.
El concepto para Ramos se limitaba al de una palabra que se puede encontrar, por supuesto, en el diccionario. El significado de la palabra era la evidencia inequívoca de que, efectivamente, ahora sí, vamos rumbo a la dictadura castro-comunista. “Preeminencia y supremacía sobre los demás” fue la definición de Allup sobre la palabra, que como afirmamos es mucho más que una palabra y por tanto, un significante que abarca mucho más que su conveniente reducción a la actual semántica o la etimología. Mejor le hubiera ido si por lo menos revisa la Wikipedia. Efectivamente, el concepto y no la palabra Hegemonía, desde la visión de Gramsci significa dos cosas al mismo tiempo, o mejor, la suma de dos situaciones o procesos, cada uno con su complejidad propia: dominación política y (o más) dirección intelectual y moral. A Ramos se le pasó sólo esto último, aspecto que precisamente hace de esta Hegemonía no sólo una mera dominación sino una dirigencia y un consenso entre las diversas clases y estamentos de una sociedad determinada.
La Hegemonía como la plantea Gramsci implica una capacidad, que es la capacidad de mantener -por obra de las instituciones clásicas de la sociedad civil como lo son la iglesia, la escuela y las empresas mediáticas- en estado de armónica convivencia a un conjunto de grupos sociales que por su origen, ubicación, y sobre todo por su nivel de acceso a los recursos, son heterogéneos y antagónicos. En dos platos, Hegemonía es mantener la lucha de clases en hibernación, en estado de latencia, haciendo que los de abajo asuman el proyecto de los de arriba como propio. De hecho, el éxito de la dominación capitalista ha consistido en gran medida en hacer que los pobres y sobre todo la clase media, piense como los ricos, como los privilegiados y eurocéntricos criollos que, por ejemplo, tradicionalmente fueron dueños del destino de Venezuela en virtud del control que tuvieron sobre las instituciones fundamentales de la sociedad política y la sociedad civil.
Hoy en día, y por eso el Presidente Chávez ha hablado de Hegemonía popular -en pleno proceso contra-hegemónico luego de que el 27 de febrero de 1989 se quebrara violentamente el Bloque Histórico de la cuarta república al verse imposibilitados sus factores centrales de poder de mantener el consenso en torno a su proyecto neoliberal- se impulsa la construcción o, se crean las condiciones para dar lugar a la hegemonía de las mayorías, luego de que factores populares revolucionarios tomaran el poder del Estado en 1998 y se iniciara un proceso político orientado a poner una institución burguesa por excelencia como lo es el Estado, al servicio del pueblo.
De esta manera, una forma de ilustrar lo nuevo en la comprensión en nuestro contexto del concepto gramsciano, viene dada por la diferenciación de lo que seria, por una parte, un bloque histórico capitalista, y un bloque histórico de transición hacia el socialismo. En el primero se ofrece el panorama descrito arriba, donde la dominación se edulcora y naturaliza con engaño sistemático y alienación, con la promoción de la falsa conciencia como "política sagrada" en sociedades donde se instauro desde el siglo XV, el denominado por Aníbal Quijano Patrón Colonial de Poder; en el segundo, el panorama es el que se nos ofrece a la vista: una supremacía –por cierto bastante desafiada- a la que se le suma una dirección intelectual y moral como política de construcción de consenso en la que, pensamos, se debería trabajar para que los sectores que se autodenominan apolíticos, conocidos como los Ni-Ni (ni esto ni aquello), terminan asumiendo el Proyecto Nacional Simón Bolívar como suyo; difícil pero no imposible para una política realista, crítica y creativa.
Dicho también de otra manera, la historia de la que venimos nos dice que sólo una minoría fue la tuvo siempre acceso a los recursos y beneficios sociales, manteniendo a las mayorías excluidas ignorantes de su propia, criminal y nefasta exclusión; la historia que ahora se construye nos habla de un pacto o acuerdo que no sería, como en el caso del consenso burgués, una armonización de clases antagónicas donde la clase con menor acceso a los recursos termina asumiendo el proyecto de la clase con mayor acceso a ellos, sino que sería un proceso donde los excluidos dejan de serlo desempeñando papeles cada vez más importantes en la transformación social y donde la clase tradicionalmente privilegiada –y que no ha perdido privilegios valga la acotación- se da cuenta que puede evitar un conflicto agónico existencial de “o ellos o nosotros” y participar democráticamente en la realización de un proyecto donde podrían jugar importantes roles; por lo menos en la conformación de una burguesía productiva nacional.
Recordemos estas palabras escritas por Gramsci desde la cárcel, y que son citadas por Enrique Dussel en la sexta de las 20 tesis de política:
“Si la clase dominante ha perdido el consenso, no es más dirigente, es únicamente dominante, detenta la pura fuerza coercitiva, lo que indica que las grandes masas se han alejado de la ideología tradicional, no creyendo en lo que antes creían”.
Más claro, está difícil. El Caracazo fue la contundente manifestación de lo que dice Gramsci en este pasaje. Al perder el puntofijismo el consenso dejaron sus actores de ser dirigentes para convertirse en clase meramente dominante a punta de plomo. Pero, como el tema aquí es el concepto de hegemonía que Ramos Allup sacó de un diccionario desfasado, afirmemos claramente lo que significa el importante concepto para evitar todo tipo de estafas conceptuales. Esta ahí, en el mismo pasaje. Hay Hegemonía cuando, a parte de la dominación y la preeminencia política, hay dirección intelectual, ética y moral.
De tal manera, que no podemos hablar hoy de Hegemonía y sí de un proceso contra-hegemónico, de construcción de consenso, de crisis orgánica, de guerra mediática y de de batalla de las ideas, de los que tendría que emerger una Hegemonía Popular (El pueblo dirigiendo al pueblo) producto de la participación protagónica creciente, la transformación del modelo productivo, la Revolución cultural (en su sentido restringido), el ejercicio del poder obediencial y la transformación efectiva del Estado.
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