La aprobación de la nueva Ley de Educación Universitaria constituye una importante victoria en esa batalla por lograr las posibilidades de la victoria, primera batalla que hay que ganar en la guerra mayor de las visiones, corrientes de pensamiento, concepciones, paradigmas e ideas que se encuentran en el fondo del debate sobre la educación en general y la educación universitaria en particular.
La dinámica política originada a partir del proceso bolivariano, nos ha dado de nuevo la oportunidad histórica de discutir sobre temas que en otras épocas no tan lejanas eran simplemente impensable discutir, ya sea porque ese tema se considerara indiscutible y sagrado o porque de acuerdo a las condiciones del momento –el zeitgeist- la elevación de la voz crítica frente a algunos conceptos o maneras de hacer, ser y pensar, implicaba el riesgo de la exclusión, el escarnio, la estigmatización e incluso la persecución, el exilio o la muerte. De otra manera, la actual coyuntura ha sido y sigue siendo propicia para dar esos debates de fondo que precipiten las necesarias rupturas transformadoras con esos aspectos de la herencia cuartarrepublicana que aún hoy, siguen constituyendo obstáculos en el camino de la transformación cultural en marcha en Venezuela.
Uno de los desarrollos políticos en marcha que ha contribuido y sigue contribuyendo al necesario cambio de mentalidad del pueblo venezolano, es la participación creciente de éste en los asuntos de la Polis; en esos debates de fondo donde tienen necesariamente que hacer su aporte. Sin embargo, la inercia de la costumbre, el carácter pacífico del proceso, el insólito infantilismo político, las contradicciones y los errores cometidos, conspiran cotidianamente contra la posibilidad tangible, evidente y cierta de salirnos de la espiral decadente legada por la vieja política, entendida esta, en palabras de Carlos Lanz, como política coyuntural, o el arte de lo posible como acomodo pragmático a la situación y el realismo vulgar.
En tal sentido, conviene recordar lo que nos dice Modesto Emilio Guerrero en su reciente libro 12 Dilemas de la Revolución bolivariana:
“Las dificultades, contradicciones y limites del camino del actual gobierno, no anulan su dinámico proceso en marcha. Eso es lo nuevo y dentro de él hay que participar con el programa revolucionario. Ese fue el valor de Marx respecto de Lincoln, de Lenin respecto de Sun Yat Sen y de Trotsky respecto de América Latina y Cárdenas”.
Los debates de fondo propician la transformación social radical y el discurso político que ha logrado incorporar esos elementos radicales –ya legitimados- constituye la señal de se ha hecho factible realizar lo posible y necesario, aunque algunos se embelesen, embriaguen y hasta se enajenen en la convicción de que son ellos los que manejan las palabras santas del credo revolucionario.
En tal sentido, traigo a colación un debate y un discurso que ha surgido y se ha originado en los espacios de la UBV en los últimos años. El primero se dio en las semanas previas al acto de graduación de la primera promoción de técnicos superiores del Programa de Formación de Estudios Políticos y Gobierno, hace tiempo ya, y estuvo centrado en la cuestión de la indumentaria a utilizar en un acto de grado solemne, en una universidad que tiene como propósito romper con los paradigmas tradicionales. La cuestión neurálgica de ese debate era si utilizar la toga y el birrete –que tenia sus apasionados defensores- o, si más bien no era más cónsono y pertinente combinar el uso de la toga con una boina –opción que terminó logrando el consenso-. La pregunta que muchos nos hicimos fue, si era ese realmente el debate que había que dar, en vista de que si bien la polémica tocaba un tema relacionado con el “acto de grado” en una institución revolucionaria, este se centraba en un aspecto formal referido y confinado a la apariencia, más allá del significado de la boina como símbolo combativo.
En esa oportunidad, muchos consideramos que el debate de fondo consistía en poner en cuestión al propio acto de graduación, que muchos opinaron era una reminiscencia medieval cuyo significado metafísico consiste en que el título otorgado en la solemne ceremonia le permitía al graduado pasar del no-ser al ser. Antes del acto no se era nada, luego, el individuo se transubstancia en profesional dejando de ser lo que antes era; lo que hasta ese día había sido, que no era mucho. Ahora era algo; alguien pues. Un debate de fondo pone entre paréntesis este tipo de acto –porque debe haber acto por qué no- y se plantea una ceremonia orientada a superar los aspectos aristocráticos, elitescos y burocráticos propios de los actos de grado tal como los conocemos. Hay que reconocer, sin embargo, que se viene avanzando en este aspecto. Entremos ahora en el ámbito del discurso surgido al calor del gran proceso de inclusión que ha vivido Venezuela en los últimos años: los estudiantes de las nuevas universidades, de la UBV y la Misión Sucre, se están formando para “ocupar” los espacios de la administración pública.
Peligroso discurso; conservador discurso. Consideramos un error pensar que los egresados de las nuevas instituciones de educación superior van sólo a “ocupar los espacios” y pensamos que esta afirmación se queda en el terreno de lo meramente inclusivo y reivindicativo. El estudiante que nunca tuvo oportunidad de estudiar en la universidad lo puede hacer ahora y ciertamente esa inclusión no seria tal o sería inclusión a medias –incluso una contradicción- si después del período de formación el egresado no pudiera “ocupar” un espacio laboral. En este sentido, el discurso sobre el papel de los egresados de las nuevas universidades en el campo laboral debería ser este: yo soy egresado de la Misión Sucre o del PFG de Estudios Jurídicos de la UBV y como agente de cambio tengo la misión de transformar el espacio que me toque ocupar en el Estado, el gobierno, o en mi trabajo particular. Es verdad que el discurso de “ocupar el espacio” toma en cuenta una realidad inobjetable: si esos cargos no son ocupados por los nuevos cuadros partidarios de la Revolución bolivariana lo harán otros que posible y probablemente sean epígonos, adláteres o esclavos de la vieja política, pero… si la idea preeminente es la de sólo “ocupar el espacio” y no transformar ese espacio con todas las implicaciones que esto conlleva, se caería indefectiblemente en la oscura red de la vieja política y claro, un solo palo no hace monte, ni siquiera dos o tres.
Cuando el propósito es sólo “ocupar el cargo” para evitar que uno de ellos lo haga” no podemos olvidar que el Estado rentista tradicional burgués que heredamos de la Cuarta República mantiene vigente ciertas estructuras, prácticas, normas y procedimientos que tienen una determinada forma de poder objetivado, que se expresa en la vieja cultura política del “ponganme donde haiga”, en un contexto donde predominan los viejos males de la burocracia, el sectarismo, el burocratismo y la burocratización. Es decir, si no queremos que nos asimile y nos trague la estructura, si queremos evitar nuestra mimetización con el entorno, se debe llegar a los puestos y cargos colectivamente y con una firme intención transformadora. De tal manera, como afirma Carlos Lanz en un análisis realizado en 2004:
“Estos valores, métodos y prácticas erróneas no sólo se reproducen en la revolución bolivariana por la presencia en su seno de algunos personeros reproductores de la cultura puntofijista, sino que forman parte de un conjunto de relaciones sociales que son la trama material y simbólica de la dominación. Por ello resulta equivocado responsabilizar a determinados individuos por estos males, si no ubicamos las estructuras y procedimientos que le sirven de soportes, y cuya superación debe ser el objeto de la acción transformadora en estos momentos”. (las cursivas son mias)
Finalmente, debemos destacar como siempre la importancia de desarrollar y fortalecer el pensamiento crítico como visión transformadora de la realidad en la dinámica contra-hegemónica cotidiana, donde las universidades deben jugar el rol que le corresponde en este cambio de época, dejando de ser bastiones de la derecha en algunos casos y bastiones del aburrimiento en otros, para convertirse en los nuevos centros de formación técnica-política-ideológica, donde se investigue y se produzca el conocimiento que necesita el inédito proceso sociopolítico venezolano y nuestramericano. La aprobación de la nueva LEU ha creado pues, las condiciones para que así sea.
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