Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

martes, 16 de octubre de 2012

Yo voté por el cambio gracias a la "reelección indefinida"

Algunos testimonios de seguidores de Capriles tomados en los días previos a las elecciones presidenciales, además de los comentarios que se pudieron leer en las redes sociales, daban cuenta de que el sector que apoyaba al candidato “neo-progre” de la derecha venezolana lo hacía por un supuesto “cambio”. Exhibiendo una inusitada seguridad en que ganaría su candidato, muchos opositores afirmaron que ahora sí, que ya era tiempo, había llegado la hora, era el momento de “votar por el cambio”.

Como bolivariano, entiendo que los que votamos por Chávez votamos por la consolidación de los cambios por los que viene atravesando Venezuela en los últimos años, y cuando hablamos de consolidación, nos referimos a la transformación profunda de la manera de producir y la manera de pensar, o como lo dijera Claudia Salerno, avanzar hacia otro modelo de desarrollo y hacia el necesario cambio de valores, proceso del cual resultaría la sociedad socialista que, como utopía concreta, visualiza el comandante Chávez y los que pensamos que el socialismo del siglo XXI está lejos de ser un “capitalismo humano” o un mero Estado de bienestar, que ya es bastante.

Pero entonces ¿Cómo es eso de que los que votaron por Capriles votaron por un cambio? Conviene, primero, no dejarnos robar la palabra cambio, aunque ganadas las elecciones no haya, por ahora, nada de qué preocuparse. Resultó evidente, que este discurso era parte de la estrategia electoral de una oposición que pretendió presentar a Chávez como lo viejo y desgastado para, a partir de ahí, contraponer la figura de Capriles como el “chocolate nuevo”. Detrás de la estrategia, el tema de la mentada “alternancia” en el poder, interpretada como algo urgente y necesario después de 14 largos años de gobierno.

Desde otra perspectiva, podemos decir que un sector de la oposición fue a votar abogando por la concreción cambios dentro de los cambios, por rectificaciones y renovaciones que solo se conciben posibles con la salida de Chávez. Claro, lo que puede entenderse como un interés natural en ver algo diferente, como el deseo de ver cambios en el paisaje y los estilos políticos, lamentablemente se confunde con una disociación que les impide captar la realidad actual de una Venezuela próspera que ha ofrecido y ofrece condiciones para que muchos venezolanos adversos al proyecto bolivariano no se “vayan demasiado”, y que les impide ver sobre todo la historia de la que venimos, porque la historia para ellos es una especie de penoso resabio, y lo importante aquí es el futuro, aunque el futuro ―y también el pasado― confluyan en el aquí y en el ahora.

Ensayemos ahora otra lectura. Digamos que gran parte de la oposición antichavista votó por la posibilidad de la resolución de problemas que afectan la vida cotidiana como los apagones eléctricos y la “in-seguridad”, situaciones que en una dinámica donde hay una fuerza política que ejecuta un proyecto de país orientado a la inclusión y a la transformación social, deben ser señalados, ética y argumentalmente, por la oposición política, cuya participación en la resolución de estos es natural y necesaria. Pero sucede que la oposición política venezolana, en su carácter reaccionario no ha intervenido sino para magnificar los problemas recurriendo a un criminal y desmesurado terrorismo mediático. Sólo en las últimas semanas de campaña los venezolanos comenzamos a ver señales de sensatez en algunos voceros de la oposición venezolana, lo cual parece augurar un período menos psicótico para este sector político.

Respecto al tema de los 14 años en el gobierno, lo cual sigue siendo una verdad formal y por tanto una simplificación, hay que decir que es sólo a partir de 2006 que el gobierno bolivariano y el pueblo que lo sigue, pudo comenzar a ejecutar las políticas de inclusión que hoy han beneficiado a todos, luego de haber sorteado golpes de Estado, sabotajes, guarimbas y pateadas de mesa de todo tipo. Así las cosas, los que votamos por Chávez el 7 de octubre fuimos los que votamos por los cambios, conscientes de que el gobierno tiene alrededor de 6 años gobernando, luego de haber llegado, refundado la República, aguantado los embates de la reacción y de haberse legitimado de todas las maneras posibles.

Por todo esto, era necesaria la aprobación de la enmienda constitucional para abrir la posibilidad de la postulación continua, y permitir así que el líder histórico pudiera ser reelegido para darle continuidad a un proyecto nacional que no es realizable en 4, 5 o seis años, luego de décadas de dependencia, colonialismo y subalternidad. No es casual que teóricos como Ernesto Laclau estén de acuerdo con la llamada “reelección indefinida”, como lo afirma en entrevista publicada recientemente y donde ofrece además su opinión sobre las elecciones del 7 de octubre, en una reflexión sobre la necesidad de una nueva institucionalidad como expresión de las fuerzas políticas del cambio.

Esa nueva institucionalidad es la que se viene construyendo en Venezuela en medio de la lucha política, la guerra mediática, el saboteo en algunos servicios y nuestras consuetudinarias taras: el burocratismo y la corrupción. Es verdad que el propio Chávez se comprometió a ser un mejor presidente, pero para consolidar los cambios en el marco de la eficiencia es necesaria también una mejor oposición, una oposición inteligente, ética y sobre todo, nacional. La no existencia de esta oposición, hace imprescindible la continuidad de la dirección del comandante Chávez al frente del Estado, lo cual es posible gracias a la posibilidad de postularse de forma continua.

Gracias enmienda constitucional! Gracias “reelección indefinida”!

 amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

lunes, 8 de octubre de 2012

Chávez ganó bien, pero en Venezuela no hay 6 millones de oligarcas

Seguidores de Capriles
Desde la perspectiva de lo que significa la democracia, el nuevo triunfo del presidente Chávez y el desarrollo y los resultados del proceso electoral, constituyen una impresionante demostración del talante democrático y de la ejemplar cultura de participación que ha adquirido el pueblo venezolano.

Este siete de octubre, más del 80% de los inscritos en el padrón electoral pulsó las pantallas para votar por el candidato de su preferencia, lo cual hizo de estas elecciones las más concurridas en la historia democrática de nuestro país. Como expresión contundente y cívica de la lucha política que viene desarrollándose en Venezuela en los últimos años, es un hecho destacable que después de casi 14 años como presidente, después de haber enfrentado golpes de Estado, sabotajes, estrategias de desgaste y ataques de todo tipo, el apoyo a Chávez mantenga la solidez que significa contar con más de ocho millones de votos del pueblo.

Además, el haber triunfado en el decimo quinto proceso electoral, de los que ha ganado en catorce, hace de Chávez el líder más democrático, la figura política contemporánea más notable y el presidente de mayor legitimidad que haya existido en el  mundo político moderno-occidental.

Una de las preocupaciones y expectativas que se plantearon durante la campaña, fue la del techo de votos a que llegaría el presidente, un techo que no se veía desde el 2006 y que estaba siendo afectado por diversos factores, como el descontento con algunas gestiones y la apreciable cantidad de nuevos votantes incorporados al padrón. En estas elecciones pudimos ver de nuevo ese techo, sólido, como no, pero que luego de seis años, pensamos, no se incrementó lo suficiente. Asimismo, pudimos ver de nuevo, que cuando se trata de elecciones donde es la figura de Chávez lo que se juega, la participación es considerablemente superior.

Sobre los resultados, el incremento de los votos opositores nos parece lo suficientemente elocuente, no para plantear la aplicación de las tres erres porque el noble llamado se estrellaría otra vez contra la anquilosada y contrarrevolucionaria estructura de nuestro intocado estado burgués, sino para replantear radicalmente algunas cuestiones relacionadas con aspectos medulares de todo proceso de cambio, como lo son el tema del partido político, la vanguardia revolucionaria, la transformación del Estado, el sujeto del cambio, el socialismo, etc. Por ahora, digamos que los opositores al proyecto bolivariano han sabido capitalizar descontentos y atraer mejor a muchos nuevos electores a sus filas.

Cuando se perdió la Propuesta de Reforma Constitucional en 2007, derrota que por cierto fue un empate técnico, Fidel Castro dijo algo que sigue mereciendo hoy nuestra atención: en Venezuela no hay 5 millones de oligarcas. Hoy, resulta que esos que no son oligarcas suman seis millones y medio de venezolanos, y por alguna razón votaron por un candidato con un pasado de violación del derecho internacional, y con un paquete económico que, recurriendo al eufemismo, puede calificarse de extemporáneo y anacrónico.

Finalmente, los dirigentes opositores reconocen una derrota anunciada, lo cual no hace de ellos, por cierto, unos nobles hidalgos. Saben que vienen sumando nuevos “seguidores” a su propuesta tecno-plus-neoliberal, y que haberse enfrentado a Chávez en unas presidenciales daría prestigio a su candidato, posicionando además a su partido. Ahora piden diálogo y reconciliación. Habría que ver si esa disposición al diálogo, ese "respeto sagrado" a la voluntad de las mayorías, esa honda preocupación y esa aparente madurez que demuestran ahora se manifiesta en una voluntad política real que, comprendiendo y aceptando la nueva cultura política imperante en el país, les permita incorporarse en lo concreto a la construcción de todo lo que está por construirse en el país.

A partir de ahora, la construcción del socialismo democrático requerirá de estrategias más sutiles si lo que queremos es sumar y convencer. La batalla por las mentes y los corazones cobra mayor importancia. La gente pide más eficiencia, menos sectarismo. A dar pues, la batalla cultural.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

domingo, 7 de octubre de 2012

Crónicas del cierre de campaña: sobre el cordonazo de votos que se viene

En la avenida Bolívar
Cualquiera que haya usado el twitter para verificar como está el tráfico de la ciudad, se habrá dado cuenta de cómo, producto de los usuales embotellamientos que se presentan a diario, se hace un uso melodramático de la palabra “colapso”. Para muchos y muchas, en las horas pico las calles están “colapsadas”. Pero ningún día como ayer para utilizar esta palabra, cuando verdaderamente el Valle de Caracas colapsó, y no precisamente por el desborde de un río.

Siguiendo el diccionario, un colapso es una “Disminución brusca o paralización de una actividad”. Cuando este es producido por algún accidente de tránsito o un fenómeno natural, la connotación de este colapso suele ser negativa, pero cuando una ciudad colapsa producto de la más grande manifestación política de la historia de un país, ese “colapso”, se convierte en una gran demostración de fuerza y vitalidad política.

Al cierre de la campaña electoral por las presidenciales más importantes y determinantes de la historia del país, podemos decir que la avalancha humana que cubrió Caracas desde tempranas horas de la mañana del 4 de octubre, constituye un poderoso signo de la victoria que se avecina para este domingo 7. Ya el 11 de junio, día en que Chávez inscribió su candidatura ante el Poder Electoral, una impresionante multitud había colmado las plazas adyacentes a la institución para acompañar al candidato de la Patria; ese había sido el primer anticipo de la gran victoria popular.

El esperado 4 de octubre amaneció con un cielo despejado y un sol particularmente abrasador. Las vías hacia Caracas ya estaban congestionándose y los choferes de la línea optaron por meterse por La Rinconada, y así sortear el creciente apiñamiento de la autopista Valle-Coche. Eran 7 las avenidas que se inundarían de pueblo ese día, por lo que mucha gente llegó a la capital desde tempranas horas de la mañana. Un compromiso en el centro de Caracas fue la razón por la que mi recorrido empezó por la avenida Universidad, donde ya se armaban los templetes y sonaba la música.

La avenida se iba llenando de color, del fervor patrio que ya podía sentirse y respirarse a tres días del gran evento. Empiezo mi caminata en dirección a Bellas Artes y me encuentro con un colectivo de trabajadores peruano-venezolanos que, con pancartas y banderas marchan hacia su lugar en la avenida entre multitud creciente. Franelas con los ojos de Chávez, camisas Vinotinto con el número siete de la más importante de todas las misiones, kioscos, pequeñas ventas de bebidas varias. Veo a mi derecha un grupo de hombres que se acercan y se abrazan cual equipo que define la nueva estrategia a seguir.

A nivel de La Hoyada, cerca de las 11 de la mañana, diviso la avenida Bolívar, que a esa hora ya estaba roja, en plena ebullición. En un cruce que empata con la Bolívar, una legión motorizada pasa frente a mi roncando los motores, organizados, combativos, resteados como siempre. Más adelante volteo y diviso la torre negra del Banco de Venezuela, la Torre Ministerial, gente que baja y sube, el porte magnífico de nuestras mujeres. Alzo la mirada, veo una nube cargada que se cierne sobre la ciudad. Me acerco a Bellas Artes y veo como los trabajadores de la cultura suben por la México en dirección a la gran avenida. Me encuentro con amigos de la editorial El perro y la rana, el mago del origami, José el estoico, el Labrador y la poeta Coral iban por la calle disfrutando de ese sol y de esa belleza.

Llegó a Bellas Artes y la densidad popular me frena en seco. Debo recurrir a la inercia de mi peso y a leves empujones para poder desplazarme. La banda El Pacto suena en la tarima con su “vamos creando Poder Popular”. Ya es mediodía y me meto en un pequeño negocio adyacente a comerme unas empanadas y un refrescante batido de piña. La manifestación va tomando cuerpo y la gente seguía llegando de todas las direcciones como diversos ríos que desembocan en el mar. Muchas mujeres con sus niños. Gente tomando cerveza a la salud del comandante. Una calle me separa de la Bolívar, calle a lo largo de la cual se levanta uno de los edificios que han brotado en pocos meses de la mano de la Misión Vivienda Venezuela. La cruzo. El calor que hace es atizado por el vapor de las ventas de pinchos por las que paso. El cielo se ha encapotado. Ese sol y ese calor auguran un gran palo de agua.

Hasta ese momento me he cruzado con ex compañeros de trabajo, gente de la universidad, amigos y amigas, militancia. Caracas es un ágora gigante, una fiesta sincrética que mezcla joropo con salsa, rock y tambor.

Cuando llegué a la Bolívar, ya la aglomeración superaba positivamente a la convocada por el cierre de campaña del candidato de la “extrema derecha progresista”, Henrique Capriles”, y el cielo ya anunciaba lo que después todos comprendimos era el tradicional “Cordonazo de San Francisco”, que este año cayó puntualmente en el día del santo y justo antes de que el comandante ofreciera sus palabras, y durante estas. Este hecho no deja de ser significativo y llevó al candidato de la patria a afirmar que “Hemos sido bañados por el agua bendita del cordonazo de San Francisco”.

Así, el baño del 4 de octubre fue no solo de pueblo sino de agua bendita. Empapado, seguro de la inminente victoria popular, el comandante dijo: “Esta avalancha bolivariana que viene recorriendo el país en las últimas semanas, en los últimos días, ahora tenemos que convertirla en una avalancha de votos el próximo domingo”, destacando la idea de que si bien la magnitud de la manifestación allí reunida era una clara expresión de quien ganaría las elecciones, ese tsunami humano debía traducirse en votos el próximo domingo.

Escampó. Oscurecía. El cielo no perdía las ganas. Emprendía la vuelta a la trinchera caminando por la Fajardo, bordeando el Jardín Botánico viendo si la ruta de alguno de los autobuses aparcados a lo largo de la vía, coincidía con la mía.

Reconocí una unidad de la línea de Los Teques, prácticamente vacía. Sentándome me llegó un curioso mensaje al celular, enviado por alguien a quien imaginaba como un ser contumaz en su ignorancia:

“AMAURY (Así en mayúsculas), todo tiene su final, nada dura para siempre. Y 14 años ya son más que suficientes. Esto no va a cambiar, esto no tiene vida. No los acompaño más”.

Luego de usar un verso de una conocida canción de Héctor Lavoe, esta persona se presenta como alguien que siempre fue chavista pero que ha dejado de serlo, en vista del tiempo “suficiente” que ha transcurrido.

Pero el 7 de octubre votaremos por Chávez porque los cambios que ha experimentado Venezuela en los últimos años han sido evidentes, impresionantes, sobre todo en materia de inclusión social y soberanía.

Y por la consolidación de esos cambios, y por la irreversible transformación de la sociedad venezolana y latinoamericana, el domingo, ya bendecidos por San Francisco, saldremos a darle un cordonazo de votos a la revolución.

Publicado el 5 de octubre en Poderenlared.com

martes, 2 de octubre de 2012

Ahora abogan por la reconciliación nacional o la vuelta al “mundo feliz”

El pasado viernes, todos escuchamos al copeyano Aldo Cermeño manifestar su descontento con el sectarismo rampante de Primero Justicia, y su intención de votar por Hugo Chávez el próximo 7 de octubre, posición que se suma a la de todos aquellos que, como David De Lima, se han “reencontrado” con el candidato de la Patria, motivados en gran medida por la oligofrenia neoliberal presente en este sector de la oposición.

Pero después de manifestar su apoyo al candidato Chávez, Cermeño, más enfático aún, afirmó que esperaba que Chávez condujera en lo sucesivo un “Gobierno de reconciliación nacional”, y hasta le hizo un llamado al presidente a decretar una “amnistía general” en su preocupación por el “odio que hay en el ambiente”. Sobre esto, hubiera sido interesante un pronunciamiento, o una “manifestación de preocupación”, por parte de estos demócrata-cristianos como Cermeño, durante los hechos del golpe de abril de 2002, en que los venezolanos sí estuvimos cerca de un enfrentamiento existencial, y donde el fascismo y el odio hacia Chávez y al proyecto que encarna afloraron con impúdica franqueza.

Para Cermeño, el “odio” que se percibe en la atmósfera es algo nuevo, como al parecer lo fue también para muchos bolivarianos el hecho de que la oposición haya casi llenado la Avenida Bolívar el pasado domingo. Eso se llama tener memoria de corta duración.

Volviendo al tema de este escrito, resulta interesante que el pasado domingo, en la entrevista que le hace José Vicente Rangel a Chávez y que será retransmitida esta noche, haya surgido de nuevo el tema de la “reconciliación nacional”. En un pasaje del diálogo, Rangel le comenta a Chávez que un opositor sensato e inteligente amigo suyo le refirió que, efectivamente, Chávez había ganado todas las batallas, pero que le faltaba ganar la más importante: la de la reconciliación nacional. Aquí se encendieron algunas alertas en mi detector de indefiniciones y ambigüedades.

Pero más interesante fue la respuesta de Chávez, al afirmar que lo que ha vivido Venezuela en la última década ha sido precisamente eso, un proceso de reconciliación que estaba pendiente por lo menos desde los hechos del guarenazo-caracazo de 1989. Pero aquí se advirtió una evidente colisión conceptual, o filosófica, o semántica, entre la “reconciliación” que pide el amigo de José Vicente y la reconciliación de la que habló Chávez. Preguntémonos en primer lugar: ¿Qué reconciliación? ¿Quién debe reconciliarse con quien? ¿Por qué reconciliación?

En primer lugar, una de los enfoques de la “reconciliación” parece partir de un claro supuesto: el de la mentada división de los venezolanos, el de la fractura de la sociedad venezolana, el del “enfrentamiento entre hermanos”. Esta fractura y este enfrentamiento, según este discurso, sobrevinieron con la llegada de la Revolución bolivariana, por lo que se colige que antes de esta lo que teníamos en Venezuela era la más pura concordia y la más perfecta cohesión social. Este discurso del enfrentamiento entre venezolanos es viejo, y está referido al proceso de politización, producto de la toma de conciencia que ha experimentado la población venezolana en los últimos años, y que ha impregnado cada aspecto de la vida nacional, en un proceso de crecimiento y desarrollo político muy conveniente y muy sano para cualquier pueblo; mucho más en esta época de crisis/reacomodo del sistema capitalista mundial. De otro lado, este discurso parte de una mitología que presenta a la sociedad venezolana durante la Cuarta República, como un bloque armónico y feliz, lo cual se develó como la gran falsedad desde el 27 de febrero de 1989, fecha en la que, como se ha dicho, se evidenció con fuerza que nuestra sociedad estaba más que enfrentada, quebrada y verdaderamente dividida.

¿Qué es lo que ha hecho la Revolución bolivariana? Abrir las compuertas de la toma de conciencia por parte de esas mayorías, desnaturalizando y desmitificando una situación de exclusión y de invisibilización, llamada por sus artífices “armonía” y “concordia”. Y es que acaso, durante la cuarta república ¿Se podía hablar de cohesión social entre una clase privilegiada y excluyente, de un lado, y unas mayorías invisibilizadas y sometidas que eran salvajemente reprimidas cuando decidían manifestarse, de otro? Sí se podía, desde la perspectiva de la clase dominante, lo cual nos hace recordar que las palabras no son neutrales y mucho menos los conceptos.

Venezuela es hoy en día una sociedad democrática donde las mayorías tradicionalmente excluidas desde todo punto de vista, han vivido un proceso de emancipación donde por primera vez han participado concretamente de los beneficios de la producción social, en un contexto de lucha política permanente contra los poderes fácticos, las clases privilegiadas y el imperialismo. Ahora, es en esta lucha política permanente y sus consecuencias donde hay que buscar las causas de lo que algunos llaman “polarización”, “división” o “fractura”.

Nadie nunca dijo que la democracia participativa fuera sinónimo de felicidad. Lo que sí se ha dicho (Camus) es que en política, son los medios los que deben justificar el fin, es decir, que el conflicto cotidiano, la lucha diaria, el debate permanente, constituyen la esencia de la política como actividad orientada a la producción y aumento constante de la vida humana, y signo de una sociedad despierta y madura.

En segundo lugar, la reconciliación de la que habla el presidente Chávez, es la más noble que pueda pensarse: la que se ha producido entre la mayoría de la población de un país, y un sistema, una sociedad y un Estado, que históricamente la excluyó hasta que humanamente no se soportó más la situación.

Ahora, les toca a esos sectores privilegiados, tradicionalmente beneficiados y controladores del sistema, reconciliarse con un proceso de democratización, de emancipación y de transformación, del cual ellos forman parte y donde, esperamos, desempeñen algún rol positivo más allá del papel reaccionario que hasta ahora han jugado.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

lunes, 1 de octubre de 2012

Es verdad, tienen gente, pero la vaina no es para asustarse

Mario Silva
Muchos fueron los bolivarianos que ayer se tomaron un tiempo para ver la concentración del cierre de campaña del candidato opositor, el de la extrema derecha “progresista”, que se realizó en la emblemática Avenida Bolívar de Caracas, espacio donde varios de sus voceros aseguraron que meterían un millón de personas.

Conscientes de que el canal Globovisión podía manipular las imágenes, muchos estuvieron atentos a la toma aérea captada por el canal, con el deseo de comprobar si efectivamente habían logrado colmar la avenida. Debo decir que todos vimos una toma panorámica donde se vio realmente a mucha gente, y muchos camaradas, como lo dijo Mario Silva, se animaron a sentir algo de culillo expresando la frase “tienen gente”. Como si fuera una sorpresa.

Pero había un detalle. Si bien esa toma reflejaba un lleno, no podía decirse que este lleno fuera de la Avenida Bolívar. ¿Acaso no era la Avenida Bolívar? Por supuesto que lo era, pero precisemos algo: era solo una parte de la avenida, particularmente la que iba desde la tarima hasta el Museo de los Niños, aproximadamente. En un acto caracterizado por un despliegue tecnológico como el que pudimos ver, resultaba extraño no ver un helicóptero haciendo la respectiva toma aérea que cubriera toda la Bolívar, además de las avenidas Lecuna, México, Universidad, y demás espacios aledaños que los líderes opositores aseguraron que abarrotarían de gente.

En este sentido, Mario Silva demostró cómo, si bien no hubo utilización de imágenes falsas, si hubo lo que podríamos llamar manipulación por omisión, por recorte de la realidad. Silva, prevenido ante las prácticas de Globovisión, había coordinado la colocación de dos cámaras en las partes altas del Hotel Alba y de Anauco Suites. Las imágenes hablaron solas. Se aplaude el esfuerzo. La concentración por metro cuadrado era alta hasta el nivel indicado, pero de ahí para atrás, las tomas develaron claramente como la concentración se diluía y se dispersaba.

Recordemos que Antonio Ledezma, el fantasmal Alcalde Mayor, al hacer el anuncio de este cierre de campaña nos habló de que habría un “Caracazo”, haciendo una cínica utilización de un término que alude la más importante explosión social que ha tenido lugar en el país, y asegurando que sectores de “toda Caracas” estarían en tan importante evento. Pero la realidad fue bastante diferente. La gran concentración, como lo dejó sentado el comunicador Ronald Muñoz, fue de autobuses.

El recorrido hecho por el periodista del SNMP (Sistema Nacional de Medios Públicos), a lo largo de la avenida Lecuna y Libertador, dejó ver la pasmosa cantidad de autobuses que se emplearon para traer gente del interior, cosa que por otro lado están en todo su derecho de hacer. La conclusión es clara: trayendo gente de varias partes de Venezuela no logaron llenar la Bolívar. Se les aplaude el esfuerzo, pero no la llenaron, afirmó Silva.

A lo largo de su programa, Mario Silva presentó también algunos detalles que dejaremos acá, para no extendernos mucho, de forma resumida:

- Bolivarianos que estuvieron presentes en la concentración opositora, dieron cuenta de la escasa presencia de afro descendientes, de gente morena, en la marcha. Silva concluye aquí que, el grueso de la concentración, en lo que respecta a Caracas, estuvo conformada por gente de la clase media alta del este de la ciudad, los cuales por cierto se han beneficiados―y hasta han sido salvados― por la Revolución bolivariana.

- Irrespeto a la bandera. En un momento de su intervención, Capriles tomó una bandera para ondearla, luego de lo cual la tiró al piso para repartir gorras tricolores. Aunado a esto, precisamente en la parte de la Bolívar donde se dispersaba la concentración, una gran bandera fue colocada en el piso para que sirviera como una especie de mantel para realizar un pic-nic.

- En uno de los videos presentados, apoyado también por fotografías, se puede ver como un vehículo con placa diplomática perteneciente a la embajada de Polonia en el país, se desplaza cerca del vehículo en donde viajaba el candidato Capriles. ¿?

- Mario Silva reflexionó sobre lo que el definió como un “Error por precipitación” por parte de la oposición, al haber realizado el cierre de campaña en la Bolívar, y cuatro días antes del cierre de campaña de Hugo Chávez, evento en el que sí se espera asistan cientos de miles de personas.

- La primicia de la noche fue la presentación al público de una conversación telefónica en la que el padre de Henrique Capriles Radonski conversa con Gustavo Zingg sobre una contribución en metálico que este último haría ―y los términos en que se haría― a la campaña electoral de aquel. Mario Silva se preguntó, si hoy el candidato de la derecha saldría a botar a su padre de Primero Justicia, tal como ocurrió con el diputado Caldera.

Publicado hoy en Poderenlared.com

@maurogonzag