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martes, 14 de febrero de 2017

La conspiración de la teoría conspirativa: ¿ficción, realidad o desinformación?

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Las conspiraciones sí existen… Cualquier conocimiento que uno tiene que no tienen los demás, a uno le da un poder y una ventaja sobre el resto. Entonces, vivimos en un mundo en el cual se controla la información” Sixto Paz Wells.

Ninguna fuerza externa ha frenado todavía nuestra tendencia general hacia un mundo kafkiano–orwelliano donde las peores fantasías parecen cada vez más plausible para más y más gente” 
R. Anton Wilson.

Por lo general, cuando se esbozan explicaciones alternativas sobre acontecimientos históricos o actuales que tuvieron algún tipo de trascendencia económica, social o política, que generaron conmoción en alguna medida y que incluso han influido significativamente en el curso del desarrollo de la humanidad, tarde o temprano terminan siendo ubicadas en el campo de la llamada teoría de la conspiración.

Estas teorías, muchas veces suelen ofrecer una interpretación de los hechos que se ubica en las antípodas de las versiones oficiales, lo cual puede resultar escandaloso cuando no increíble. Una vez que se han detectado suficientes cabos sueltos en la explicación oficial, cuando no está plagada de incoherencias o incongruencias, la mesa queda servida para las lecturas alternativas que, con todo, en una primera mirada podrían parecer jaladas de los pelos, inverosímiles, o al menos el producto de mentes inquietas adictas a la ficción.

De acuerdo a la definición generalmente aceptada, estas teorías dan cuenta de todo un espectro de hechos y situaciones a la luz de un poderoso grupo oculto en las sombras, infiltrado en todas las instituciones sociales, económicas, jurídicas, políticas y culturales, cuyas intenciones giran en torno a la planificación, control y manipulación de procesos y sucesos de importancia, ya sea a niveles tácticos o estratégicos y con propósitos orientados, en el mejor de los casos, a la dominación social.

No obstante, destaquemos que el término “conspiración” es bastante anterior a las “teorías de conspiración”, y que la existencia de las más bizarras conspiraciones está bien documentada en textos históricos y, al decir de la wikipedia (una suerte de enciclopedia conspirativa), en el derecho penal, las leyes y sentencias de los tribunales. Esto nos indica, en un primer momento, que han existido conspiraciones que de alguna manera se han develado al público y han llegado a formar parte de las más diversas historias oficialmente aceptadas.

Sin embargo, por razones elementales de manejo, circulación y democratización de la información, ha llegado el momento en que algún ser imaginativo o grupo de investigadores, buscadores (y encontradores) de la verdad, logra detectar más de una inconsistencia en las explicaciones oficiales de muchos hechos, advirtiendo una notable debilidad en las argumentaciones y justificaciones que con el tiempo se van tornando absurdas e insostenibles, atrayendo el interés, la curiosidad y, durante el proceso, la indignación del investigador que descubre cosas y va develando la urdimbre mitológica de la que él mismo ha formado parte, decidiendo sacar a la luz la nueva verdad.

Discurrir sobre el tema de las teorías de la conspiración en una época como la nuestra, parte de una serie de premisas que convendrá siempre considerar. En primer lugar, esta es una era signada por el conocimiento y el exceso de información, lo que es decir marcada por la desinformación. Agreguemos que la historia que hemos conocido fue la que se escribió, lo cual no implica la certeza de que haya sido lo que realmente ocurrió. Esto nos recuerda una premisa clásica, propia de un mundo en cuyas poblaciones siempre ha sido posible distinguir gobernantes y gobernados, dominantes y dominados; ganadores y perdedores.

En pocas palabras, lo que nosotros, ciudadanos de a pie, optimistas transeúntes y entusiastas participantes de los cuentos que nos echa la matrix, lo que hemos conocido como historia ha sido el relato que ha plasmado e institucionalizado el grupo de los ganadores. Marx expresó la misma idea al decir que las ideas dominantes de una época eran las ideas de la clase dominante. Teniendo esto claro, debemos ahora combinar esta premisa con una reflexión sobre lo que entendemos por realidad y por ficción. Se ha dicho, por ejemplo, que “la realidad supera con creces a la ficción”, y para los efectos de lo que tratamos en este ensayo conviene tener presente la idea en todo momento, así como advertir sus implicaciones.