Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

jueves, 26 de julio de 2012

La crisis no es ecológica, es política, carajo

El presidente uruguayo José "Pepe" Mujica
Recuerdo que uno de los discursos más contundentes pronunciados en la histórica Cumbre de la Celac fue el del presidente del Uruguay, José “Pepe” Mujica. Con su particular entonación, que es de una humilde y musical combatividad, el otrora guerrillero tupamaro sigue atentando contra el sistema con un discurso cuya contundencia y honestidad se hicieron sentir nuevamente, esta vez en la pasada Cumbre de Río + 20, escenario donde habló de lo “elemental”, dejando sobre la mesa la “clave cultural” de la cuestión.

Para César Rodríguez Garavito, en su discurso, Mujica regañó a sus colegas presidentes. Aunque es cierto que Mujica habló con indignación y convicción, como diciendo verdades que todos en el fondo saben pero que nunca se dicen por ser verdades incómodas para la preeminencia de la perspectiva cruda y realista del reino del capital, no creo que haya sido tal cosa; su intervención fue un fuerte llamado de atención, aleccionador y ciertamente, “Un discurso lleno de preguntas elementales, de esas que se le ocurren a un hombre que dona el 90% de su salario porque con el resto le basta para llevar su vida sencilla en una chacra y llegar al trabajo en un Volkswagen modelo 87”, como afirma Garavito.

Mujica saludó pausadamente a los presentes. Su tono de voz se acrecentaba segundo a segundo. El viejo luchador parecía resistirse a la idea de la autoinmolación del Homo Sapiens en nombre de la vieja mentira del “desarrollo sustentable”. En su cabeza aletean algunas preguntas. Partiendo de la realidad del modelo de desarrollo y de consumo de las “sociedades ricas”, Mujica visualizó un escenario posible, el de los hindúes comprando carros al estilo de los alemanes, y la catástrofe ambiental que eso implicaría. ¿Cuánto oxigeno nos quedaría para poder respirar? Mujica lo plantea de otra manera: ¿7 mil millones de personas podrán tener el mismo grado de consumo y derroche, como el American wafe of life? “¿No será que habrá que darse otro tipo de discusión?”. Darse otra discusión nos habla no solo de cambiar el tema de la conversación sino los propios términos de la conversación, las reglas, la semántica, la gramática.

Lo interesante de Mujica, es que pone de manifiesto la hipocresía de un sistema que es monstruoso y que parece haber cobrado vida independiente de nosotros, sus bárbaros creadores. El desarrollo material de la moderna civilización capitalista es portentoso y “explosivo”, se ha globalizado, pero ¿Somos nosotros los que gobernamos a la globalización o es ella la que nos gobierna a nosotros?, es otra pegunta que Mujica se hace y que recuerda la duda de un filósofo español quien, recordando a Thomas Carlyle, temía que los economistas supieran mucho de economía pero poco de soluciones al problema del bienestar de la humanidad. Seguidamente una mejor ¿Será posible hablar de solidaridad en un contexto económico basado en la competencia despiadada? “¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?”

Hace pocos años, Carlos Lanz, en programa de opinión en Vtv, manifestaba una inquietud similar, expresando su deseo de ver a los empresarios que hablan de solidaridad y que se declaran “socialistas”, promoviendo la cogestión y la autogestión de las empresas que ellos dirigen. Es decir, más allá del pescueceo fraseológico mediático ¿Quienes están dispuestos realmente a cambiar radicalmente su estilo de vida?

El “Pepe” dejó claro que negar la importancia del evento no era su intención, y sí destacar la “magnitud colosal” del desafío que tiene la humanidad por delante. Es verdad que la concepción de desarrollo, de crecimiento económico, la visión moderna de dominio sobre la naturaleza, el productivismo, ha generado una crisis ecológica que ya viene dando alertas sobre nuestra supervivencia en el planeta. Hoy podemos leer, por ejemplo, que la superficie de Groenlandia se deshieló en un 97%, un hecho sin precedentes en esta era glacial y que fue previsto hace décadas por autores como István Mészáros, quien en 1973 definió este tipo de crisis por primera vez en la literatura marxista, como una “crisis estructural global del capital”, lo que es decir el derrumbe de las bases de la civilización capitalista.

Pero el detalle importante acá es que, estando claras las causas de una crisis que se nos viene desde hace décadas, sus consecuencias más catastróficas parecen ser evitables, siempre y cuando, los países llamados todavía “opulentos” y “desarrollados” ―la monstruosidad se viste de belleza, esta vez de belleza semántica―, tomen las medidas necesarias en sus estructuras productivas para no seguir destruyendo nuestro hábitat natural. Lamentablemente, como lo denunció de entrada el tupamaro en sus palabras, incluso en esta cumbre de Río + 20, el fementido “desarrollo sustentable” abundó en las intervenciones muchos de los líderes que allí se dieron cita. La conclusión evidente de todo esto, es que la crisis “No es ecológica, es política”, carajo. Es política porque los principales responsables del problema ecológico no han tenido la voluntad para adoptar las medidas necesarias para revertir la carrera suicida en la que nos han montado a todos los habitantes de esta, nuestra única nave espacial. Pero además, desde los países del Sur del mundo, no hemos logrado un consenso lo suficientemente sólido como para emplazar a estos monstruos a que comiencen a actuar a favor del ser humano y la naturaleza.

El carácter eminentemente cultural de la crítica de Mujica, se develó cuando planteó el para qué de nuestra venida al mundo. Y es que ¿Será que la especie humana tendrá que conformarse con la idea de que hay que venir al mundo a “desarrollarse”? Para Mujica, venimos al mundo para ser felices, y ya Marx demostró, y hoy está comprobado incluso en los términos desarrollistas del capitalismo, que el mundo, la naturaleza, es lo suficientemente abundante como para proveernos a todos de los bienes necesarios para la vida, para el buen vivir. Y es que acaso ¿Resulta nebulosa la idea de que hay cierta perversión en pensar que la naturaleza puede proveer a cada habitante de este mundo de un carro y una moto, con la posibilidad además de cambiarlos cada año? Digo a cada habitante, es decir, a más de 7 mil millones de seres humanos que hay hoy en nuestra querida nave espacial.

De esta manera, el presidente Mujica, en 10 minutos que duró su intervención, planteó claramente la necesidad de una Revolución cultural como cambio sustancial de nuestra forma de vivir o, diría yo, de lo que en el devenir de las últimas décadas se nos impuso como forma de vivir, que por otro lado es más bien una forma de morir o de no vivir. A la esclavitud al mercado habría que contraponer, siguiendo al “Pepe”, el “gobierno del mercado”, y gobernar al mercado es salirnos de su juego, del vicio del consumo circular por cortesía de la obsolescencia programada, o es que ¿El consumo enfermizo es el destino de la vida humana? Como diría Gramsci, “ante el pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad. En este sentido, si la crisis no es ecológica sino política, recordemos, con Dussel, que la política es la actividad por medio de la cual se produce, reproduce y se aumenta la vida de los seres humanos.  

La economía es buena para la economía y su discurso, autorreferente, muchas veces resulta inútil y jergoso. Pero como aquí lo importante es la afirmación vida humana, necesitamos “Luchar por otra cultura”, lo cual no implica crítica anti-moderna alguna ―aquello de volver al guayuco―, y sí recordar que la pobreza no la padece quien tiene poco sino el que necesita mucho, una vieja verdad sobre la que hay que volver. Esa, esa es la clave cultural que dejó Mujica.


@maurogonzag

sábado, 14 de julio de 2012

TV Foro y la "Economía del bien común"

William Castillo, conductor de Tv Foro
TV Foro es un programa televisivo de análisis y reflexión conducido por William Castillo, y que por lo general transmiten los domingos por la noche por la Televisora Venezolana Social, Tves. Temas de gran interés como la Doctrina del Shock, la crisis capitalista o el consumismo, son discutidos en una mesa redonda cuyo blanco luminoso contrasta bien con el negro y azul marino predominante en el estudio. Cuando los invitados son dos o tres, el moderador busca por lo general plantear preguntas sugestivas, problematizadoras, para así generar una dinámica enriquecedora y complementaria sobre el tema en discusión.

A veces también hay un único invitado, como en esta oportunidad, en la que el foro contó con la participación del economista Víctor Álvarez. Con la pregunta “¿Es posible otra economía?”, Castillo creaba la expectativa sobre un tema tan neurálgico en nuestro actual contexto mundial, que no es sólo de crisis económica sino de una preocupante crisis ecológica que, ante los desafíos que presenta para la especie humana, ha dado lugar a una serie de movimientos sociales, corrientes de pensamiento, debates y propuestas orientados a la creación de una nueva economía, una economía diferente, muchas veces ligada a modos de vida sustancialmente distintos del predominante en nuestras sociedades capitalistas.

Castillo orientó la discusión desde el principio, pensamos que pertinentemente, en la dirección de dos realidades fundamentales: la economía capitalista que predomina en Venezuela ―con sus particularidades―, y la importancia de impulsar un cambio cultural sin el cual sería impensable la cristalización de nuevas formas de relaciones de producción. Asimismo, en esos momentos previos a la entrada en materia, el moderador mostró a la audiencia dos obras del autor, donde se caracteriza la economía venezolana de forma crítica y que incluye propuestas concretas para avanzar hacia lo que Álvarez denomina la “Industrialización socialista”.

Si bien eran necesarias unas reflexiones previas que enmarcaran la problemática económica venezolana, el invitado pareció evadir en principio el tema sobre la necesidad del cambio cultural en la sociedad venezolana, evidente preocupación central de Castillo, quien viene trabajando temáticas relacionadas con aspectos culturales e ideológicos que apuntan a destacar la importancia que los factores subjetivos, los sistemas de valores y creencias, tienen en todo proceso de emancipación y cambio social, político y cultural. De esta manera, la alusión a la economía rentista y las consecuencias que esta ha traído en el modo de vida del venezolano, problema histórico, recordaba las reflexiones de gente como el Pérez Alfonzo de Hundiéndonos en el excremento del diablo quien, con esta ilustrativa y oscura metáfora, se refería a los efectos que la economía marcada por la explotación del hidrocarburo estaba generando en la sociedad venezolana.

El moderador le pregunta a Álvarez sobre cómo afrontar la cultura producida históricamente por la economía rentista, con lo cual alude al consumismo y en general al vicio que hace pensar que todo se puede conseguir rápido, fácil y sin mayor esfuerzo. El invitado tenia y debía comenzar, naturalmente, haciendo alusión al contexto regional y mundial en el cual se insertaba la economía venezolana, paso previo necesario para comprender que nuestra condición subalterna-periférica, nuestra ubicación en el marco de la gran división internacional el trabajo, hizo de nosotros una clásica economía de puerto, productora y exportadora de materias primas y al mismo tiempo importadora de la mayoría de los productos que consume.

Ciertamente, el tema es sumamente complejo en la medida en que el gobierno bolivariano ha venido impulsando y defendiendo la idea de formas de propiedad sobre los medios de producción distintas a la propiedad privada y, por tanto, otros modos de producción que serían propios de la sociedad socialista que, como utopía concreta, se ha planteado como objetivo la Revolución bolivariana. Pero también es complejo porque nuestro país, aún hoy, no ha podido superar el consuetudinario carácter rentista de su economía, por lo que la diversificación de la estructura económica, el desafío de lograr producir en nuestro país lo que consumimos, lo que es hablar de industrialización, ha constituido un viejo reto desde hace décadas. Es decir, es necesario producir lo que nos comemos y usamos, y al mismo tiempo hacerlo desde otra perspectiva, desde otras relaciones de producción.

Recordemos aquí que hay corrientes de pensamiento que defienden la idea de industrialización a ultranza desde el ángulo capitalista, con la convicción de que una vez montado el parque industrial, quedaría solo lograr la gran toma del poder por parte del proletariado.

Álvarez, recordó en su intervención que en épocas de la Cuarta República se hizo un intento de superar el carácter rentista de la economía, con la implementación del modelo de sustitución de importaciones ―proceso de industrialización―, el cual tuvo desde el comienzo, tal como lo explica Álvarez en su libro Claves para la industrialización socialista, más que un interés en lograr la soberanía productiva por medio de la conformación de un sólido mercado interno orientado a la satisfacción de las necesidades de las mayorías, el interés político-ideológico de presentar tal proceso como la principal bandera de la sociedad progresista y moderna que construiría la nueva clase política surgida del Pacto de Punto Fijo. En su libro, el autor hace una diferenciación entre el “modelo” de sustitución de importaciones y su implementación en contextos concretos, en este caso el venezolano.

Víctor Álvarez, economista e investigador
 El hecho es que ese modelo fracasó, y el invitado de TV Foro lo explicó en términos sencillos, destacando como la dirigencia de la Cuarta República, que en un período determinado recibiría un verdadero chorro de petrodólares, utilizó la ingente riqueza para financiar la ineficiencia de un sector industrial que, en extremo sobreprotegido por todas las medidas que pueden utilizarse para tal fin, se convirtió en una clase industrial consentida que, en vez de producir con calidad y a bajo costo, logrando así adquirir los niveles de competitividad que exigía el mercado, sobrevino una situación en la que los productos importados resultaban mejores y más baratos que los producidos en el país; la problemática es analizada detalladamente por Álvarez en su obra, explicando las razones por las que siempre ha sido tan atractivo en Venezuela el negocio importador.

Sin embargo, el tema sugerido por Castillo desde el principio parecía quedar relegado: el tema de la cultura rentista y como superarla. Es verdad que la explicación del autor estuvo orientada a expresar que ya en el pasado se hicieron intentos por superar el carácter rentista de la economía, aunque esto no signifique en sí mismo la superación de esa embriaguez de facilismo que es la cultura rentista. Para Álvarez, es necesario construir un modelo “que respete al consumidor y al trabajador”, siendo este un modelo de economía social sustentable donde los trabajadores serían co-propietarios de la empresa, de la industria, y donde la producción se orientaría a la satisfacción de las necesidades de los trabajadores y de la comunidad. Este tipo de propuesta, con todos los matices y variantes que pueda haber, nos parece que son el camino por el que hay que transitar. Sin embargo, los problemas, como sabemos, no están en la concepción y formulación de proyectos, cuando estos son realmente pertinentes, revolucionarios y creativos. El tema-problema central, o complementario, cuando no es de voluntad política, parece ser ético-político, ideológico-cultural, de valores y creencias, de patrones implantados cuya esencia parece que  llevamos en la sangre.

O es que ¿No tendríamos que preguntarnos por la ética dominante en ese sector industrial que fue sobreprotegido en la Cuarta República? Porque el excesivo sobre-proteccionismo impulsado desde el Estado fue una causa importante de la ineficiencia en que degeneró esa burguesía, pero también en esta hay una importante cuota de responsabilidad; claro, si el muchacho es llorón y la mamá lo pellizca… Sí soy, naturalmente, un empresario que quiere ganancias, con afán de lucro, y luego el Estado me quita la competencia, lo cual es, en una economía capitalista normal, el impulso a la calidad y la innovación ¿Que puede pasar? Desenlace natural, pues.

A lo largo del programa, Castillo colocó fragmentos de documentales sobre el tema en discusión. Uno de ellos fue el didáctico trabajo de Anny Leonard sobre la “Economía de los materiales”, que expresa lo aberrado y derrochador del actual sistema. El otro, un material donde se trata la propuesta del economista austriaco Cristian Felberg, sobre la “Economía del bien común”, que parte de la crítica a lo que este autor considera los dos pilares de la economía imperante: el afán de lucro y la competencia. A partir de aquí, la idea consiste en reorientar los incentivos hacia este nuevo tipo de economía. Para ello, el movimiento plantea un criterio denominado “Balance de bien común”, que serviría tanto para el consumo como para otorgar incentivos. Desde este ángulo, la gente adquiriría los productos en función del grado de bien común que estos han producido, y el Estado y demás instituciones incentivarían a las unidades económicas de acuerdo al mismo baremo.

Felberg, hace la crítica de los indicadores que la racionalidad económica imperante ha utilizado para medir el desempeño de una economía dada, como lo es el PIB (Producto Interno Bruto), y que a pesar de ser un “número”, que algo dice ¿No?, está lejos de poder expresar el grado de bienestar o felicidad de una población determinada. Un pasaje del documental Zeitgeist Moving Forward, da por cierto un ilustrativo ejemplo de lo que esto significa, cuando afirman que en año reciente, el sector salud de Estados Unidos había aportado el 17% al crecimiento del PIB, lo cual pareciera reflejar mucha pujanza y progresismo. Pero sucede que esto significa que mucha gente se enfermó ese año y tuvo que gastar su dinero en instituciones de salud privadas, lo cual por supuesto generó ganancias a estas que se reflejaron en el indicador llamado Producto Interno Bruto. ¿Qué nos dice este ejemplo? Que una sociedad puede estar enferma pero su PIB, sin embargo, puede mostrarse muy saludable. A propósito del tema que discutimos, el Movimiento Zeitgeist propone como solución al colosal descalabro de la economía actual, la llamada “Economía basada en recursos”.

Pensamos que la propuesta de Felberg, la “Economía del bien común”, es una propuesta enmarcada dentro de la construcción del socialismo como nuevo modo de vida y forma de organización. El problema, es que el noble planteamiento parece chocar con el sistema de valores y creencias dominante. Porque, salvo que un grupo experimental viaje campo adentro, y una vez ahí, lejos del artificio moderno de la ciudad, lejos de sus universidades y de sus medios de comunicación, de su furia constructora, impulse procesos económicos alternativos que beneficien a todos por igual, difícilmente puedan alguna vez tener éxito sostenible propuestas como la de Felberg. Otra cosa sería si se impulsara una real y profunda transformación de las instituciones que inciden en nuestra manera de ver y entender el mundo, que es el otro desafío pendiente.

No obstante este importante debate, para Álvarez es importante que el nuevo modelo productivo se oriente en la producción de los bienes esenciales para la vida, y como esto último hay que tenerlo bastante claro, Castillo repicó de inmediato inquiriendo sobre cuáles deberían ser esos productos, a lo que el invitado respondió acertadamente, enumerando la comida, la bebida, el techo y la ropa como bienes esenciales a producir. El problema es que esto es perfectamente factible en el marco de relaciones de producción capitalistas, por lo que Álvarez enfatizó la idea de la necesidad de preparación, tanto de los trabajadores para que aprendan a ser co-propietarios, como de los patronos para que “acepten” también el cambio en su relación con los productores.

Vuelve a saltar a la vista el tema del cambio cultural y Castillo lo reitera. Álvarez, finalmente dice que ese es el cambio más difícil, el gran desafío. Combatir la cultura rentista, esa tendencia a que florezca en nosotros, en medio de la abundancia, esa suerte de mentalidad saudita, parece constituir un formidable obstáculo en el propósito de construir modos de producción que se salgan de la gramática moderna-capitalista.

¿Hundiéndonos en el excremento del diablo? Muchos pensadores, mucha gente, clase trabajadora, clase media, nuevas clases emergentes, desempleados, funcionarios; hasta se conformarían con un capitalismo que funcionara mejor, pero esto sería retroceder en las expectativas, y ahí si es verdad que terminaría el sueño de una eventual “Economía del bien común”.

Así transcurrió la última edición de Tv Foro, un programa donde se vienen haciendo esfuerzos interesantes que demuestran, como en el caso de la discusión nuevo modelo productivo – cultura rentista, lo fructífero que puede ser el estudio conjunto de la economía política y los aspectos culturales, tradicionalmente separados por la división intelectual del saber.

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

miércoles, 4 de julio de 2012

Hablé del Mercosur: soy economista, escribí un artículo: soy periodista

Hace pocos años, cuando la propuesta de Reforma Constitucional se acababa de plantear, aprovechaba la hora del almuerzo para completar la redacción de un artículo sobre el tema, cuando una compañera de trabajo colocó su silla junto a la mía y leyó el primer párrafo de lo que escribía. No sé si quiso hacerme un cumplido. Más adelante reflexioné sobre el asunto y me dije que sí. La amiga me preguntó que si yo era el periodista de la familia. Ella lo era.

De buenas a primeras, la pregunta me sorprendió un poco. Los compañeros de trabajo sabían que me habían publicado algún artículo, como a muchos otros, en la web aporrea.org; mi visión, era la de un estudiante de ciencias sociales y lector permanente y sistemático, que podía eventualmente analizar alguna situación y emitir opinión sobre el acontecer de nuestro mundo sin tener algún tipo de licencia para ello. Recuerdo que le dije que sí, que yo era el "periodista" de la familia. Hoy, todavía me parece algo extraño eso de asociar a alguien que puede escribir un artículo de opinión con el periodismo como profesión. Es decir, todo aquel que escribe algo, cualquier cosa, y lo publica en algún papel, en cualquier medio, ese tiene que ser periodista.

Más adelante ocurrió algo similar. Había redactado un informe sobre un texto que aspiraba publicación para que fuera leído en una reunión, y así decidir si se imprimiría. En dicho informe, argumenté por qué no debía ser publicado. Era una propuesta plagada de las falacias de la "mano invisible del mercado"; incluso con apasionadas citas de Adam Smith. Al término de la discusión, el primer comentario que me hicieron fue: "Caramba ¿Usted es economista?".

Una cosa es, que en la sociedad haya una "Diferenciación heterogénea de funciones", en un contexto donde todos no podemos hacer y saber todo, correcto. Pero esta realidad ha servido no sólo para mantener una división intelectual del saber funcional al sistema que pretendemos superar, sino para que los intentos de comprensión holística de la realidad sean sutilmente condenados como propios de una particular fauna conocida como los "toderos" o, también, diletantes revolucionarios. Al parecer, para estos mandarines del conocimiento, si usted estudió periodismo, usted no puede hablar del Mercosur, salvo que sea economista, pero además economista "especializado" en Mercosur. Pero si usted quiere hablar del caso brasilero, debe ser economísta, especializado en Mercosur - caso Brasil, y así sucesivamente hasta que se llega al colmo de los economistas especializados en la producción de las trenzas de los zapatos Adidas que se exportarán a Venezuela el próximo verano.

Inmediatamente, me vino a la mente aquello del vicio del especialismo ―cualidad central del hombre-masa de Ortega y Gasset―, de la fragmentación del conocimiento como expresión de la división del trabajo social; aquello del “zapatero a su zapato”, asociado también a la vigencia del “principio racional” como uno de los vectores de dominación instaurados en esta tierras hace 500 años. Si los que escriben para las empresas o instancias de información deben y tienen que ser periodistas, entonces para que un ciudadano común emita su opinión en una asamblea de ciudadanos y reflexione sobre los problemas de su comunidad, este debe y tiene que ser sociólogo, Trabajador Social, Antropólogo u opinólogo, certificado para hablar de temas que afectan a la mujer común sin que pueda hablar la mujer común.

Evidentemente me estoy refiriendo a un importante debate sobre lo que significa hoy día el “conocimiento experto”, y su relación con el sistema capitalista y la estructura del Estado burgués, discusión que se puede dar en otro espacio. El tema que trato en esta oportunidad es el del periodismo, a propósito de que, desde aquel momento en que me titularon de periodista, he seguido escribiendo sin tener tal título. ¡Oh pero que atrevimiento!

Igual sorpresa debe haberse llevado el compañero Nicmer Evans, quien comienza su artículo del 28 de junio, intitulado “El periodismo ante y en el chavismo”, con esta frase: “Para algunos incautos lectores de mi columna soy periodista, pero en realidad me he formado como politólogo…”, luego de la cual declara que ha sido “el destino” quien ha orientado sus acciones políticas en el campo de la “comunicación masiva y opinática”. Tales reflexiones las hizo en el marco del Día del Periodista, el pasado 27 de junio, día en que marcharon los comunicadores populares – alternativos, y que ha generado una serie de reflexiones sobre las que quiero aprovechar de añadir la propia.

Dice Nicmer: “creo importante aclarar que si bien soy un hombre comprometido con el chavismo, esto de ninguna manera afecta la credibilidad de mis argumentaciones así como el ser de oposición no desmerita ser un periodista serio…”. Básicamente, el planteamiento refiere que indistintamente de la filiación política, un periodista puede mantener su credibilidad en base a sus argumentaciones, e incluso ser considerado un periodista “serio”. Ahora bien, el nivel o grado o calidad de la argumentación, puede ser un criterio válido para evaluar un discurso político o un artículo de opinión, que es una especie de ensayo breve donde se sostiene un punto de vista en base posturas éticas, teóricas, datos estadísticos, etc., y que por lo general tiene una estructura que mantiene una determinada ilación. Pero cuando se trata de una simple reseña, de un reportaje, de una noticia pura y dura, que son los géneros que más presumieron de objetividad, la argumentación no suele ser el criterio más válido.

Continua Nicmer diciendo que “lo que sí lo desmerita en nuestros tiempos -al periodista- es pretender ser un periodista “objetivo”, ya que ninguno de los periodistas de nuestro país es imparcial, lo que si puede es ser sistemático, investigador, veraz, militante de sus principios pero con bases argumentativas, en pocas palabras: Un periodista subjetivo con excelente capacidad de ser validado socialmente por su ética profesional”. Efectivamente, desde que se comienza la redacción de un artículo o nota de prensa, ya hay una visión adoptada; es inevitable. La objetividad es para el periodismo lo que es para las ciencias sociales en general: un mito, por lo que estoy de acuerdo cor el autor cuando dice que ninguno de los periodistas de nuestro país es imparcial, una verdad que se exacerba y se hace más patente en contextos de cambio social; si no recordemos las palabras de uno de los fundadores de la agencia de noticias Prensa Latina, Jorge Masetti: “Tenemos que ser objetivos pero no imparciales”, con lo que parece haber querido decir más bien: Es bueno que intentemos ser objetivos, porque nunca podremos ser imparciales.

Ahora bien, para Nicmer, lo que sí se puede ser es un periodista subjetivo, pero que ha logrado ganar respeto y credibilidad por su “ética profesional”. El problema, me parece, es más de ética política que de ética profesional. De ahí que periodistas de dilatada trayectoria ―y más que periodista, poeta y escritor― como Earle Herrera, piensen que el periodismo venezolano haya “caído vertiginosamente”, y haya sufrido un “daño terrible” a su credibilidad, desde que en 2002, las empresas de información, junto a muchos de sus periodistas ―porque no todos se prestaron al pavoroso autoatentado profesional― protagonizaron el primer golpe de Estado mediático ―en gran medida fue así― de la historia venezolana. Lo que se ha llamado ética profesional, cuando quien la esgrime es el periodista en solitario que trabaja para un medio privado o público, ha servido más bien para salvar su responsabilidad como pieza al servicio de inescrupulosos empresarios de la comunicación. El periodista subjetivo, con filiación política, con corazón y militancia, puede ganarse el respeto por saber defender sus principios y convicciones y expresarlos con calidad y rigurosidad, y eso no lo hace más profesional, un adjetivo que tiene mucho de engranaje desentendido de contextos y de ideología al servicio del sistema. El debate pica y se extiende. Por ahora, les dejo el siguiente dialogo extraído de la entrevista que le hizo la periodista de Televisión Española, Anita Pastor, al presidente Rafael Correa, justo cuando entraron en el tema de los “medios de comunicación”.

Ana Pastor: Todavía no le he preguntado por el tema más polémico y ha hecho mucha referencia en estos 15 minutos de entrevista a la prensa, al diario El Universo…

Rafael Correa: Yo creo que es uno de los grandes problemas planetarios… Son negocios privados dedicados a la comunicación social, dedicados a proveer un bien público fundamental para las sociedades. Es una contradicción de base.

AP: Bueno es una contradicción pero tiene que haber medios de todo tipo, supongo que defiende que haya medios de todo tipo…

RC: Sí pero yo creo que deben haber más medios públicos, más medios comunitarios que no tengan ese conflicto: el lucro, el bolsillo, y la comunicación social. ¿Usted que cree que prevalece cuando un medio es dueño de la banca y debe criticar a la banca? ¿Qué va a prevalecer? ¿El interés privado o el interés público?

AP: En alguno casos incluso lo profesional…

RC: No… eso es usted como periodista profesional, pero los dueños de medios le impondrían el fin de lucro…

 


El intercambio es ilustrativo y elocuente. Puede que el problema no sea la idea de profesión en sí misma, y sí la de profesión asociada al capitalismo; a la idea de éxito en el capitalismo, lo que hace que muchos periodistas “profesionales”, “liberales”, elijan no ver más allá de su trabajo cotidiano, incapacitándose para relacionar su trabajo con propósitos éticos trascendentes más allá de la paga que reciben, y muchos menos para enmarcarlo en su contexto social concreto.

Finalmente, independientemente de este debate, el contexto, el siempre inexorable contexto, nos habla de una tendencia en la que gente con formación en áreas distintas a la del periodismo académico, pero que leen, piensan, reflexionan y escriben, han incursionado con éxito en el noble oficio periodístico ―anterior por cierto a las escuelas de comunicación social―, sacudiéndolo, interpelándolo, enriqueciéndolo, salvándolo, transformándolo. Enhorabuena!

amauryalejandrogv@gmail.com

@maurogonzag

domingo, 1 de julio de 2012

Arranca Campaña Electoral con avasallante apoyo popular a Hugo Chávez

El pasado 1º de mayo, en el marco del Día Internacional del Trabajador, afirmamos que los grandes logros alcanzados por los trabajadores en la Venezuela bolivariana marcaban fuertes contrastes con el pasado ―lo que es decir con una Cuarta República cuyos herederos y dolientes hacen vida en la llamada MUD― y con el contexto de crisis capitalista de factura Euro-norteamericana.

Dos meses después, se da inicio formal a la campaña por la presidencia de la República. Hugo Chávez, el Candidato de la Patria, encabeza el comienzo de la movilización del gran huracán bolivariano desde el Estado Aragua, en el centro del país, y los contrastes, en este caso con la oposición, siguen siendo refulgentes, notables, avasallantes.

Estos contrastes son objetivos y subjetivos, cuantitativos y cualitativos. En primer lugar, hay que mencionar que Chávez arranca la campaña con 20 puntos de ventaja electoral sobre el candidato de la oposición, números que son producto de distintos estudios y sondeos realizados por diversas encuestadoras de reconocida trayectoria y seriedad. Y lo que más ha llamado la atención, es que consultoras que están lejos de simpatizar con la Revolución bolivariana, en sus estudios han arrojado resultados similares a firmas que se tienden a identificar con la figura de Chávez, como es el caso de GIS XXI.

Otro contraste, talvéz el más evidente, se verifica en el mar humano que se manifiesta en las caravanas que se mueven en Maracay y Valencia, ciudades epicentro del comienzo de la campaña. Habría que hacer un análisis detallado, pero no creemos equivocarnos al afirmar que en el campo opositor no se ven manifestaciones de tal envergadura desde aquellos días de abril de 2002. Ya el pasado 11 de junio, día en que Chávez inscribiera su candidatura, las diferencias en materia de discurso político, de oratoria y vitalidad, de solemnidad y conexión con la gente, que saltaron a la vista al hacer la comparación con la intervención del candidato opositor del día anterior, prefiguraron, por encima de los llamados a no caer en triunfalismos, una nueva victoria popular.

Pero las diferencias no sólo son matemáticas o de fuerza física. Si hay algo que ha caracterizado a las distintas manifestaciones de apoyo a Hugo Chávez y al proceso que lidera, ha sido la alegría, el fervor patrio, el frenesí, la combatividad, la auténtica gratitud; ese espíritu humanista y solidario propio del pueblo venezolano. Y esta cualidad es algo que no se ha visto en las escuálidas manifestaciones opositoras, pletóricas de caras amargadas, de rostros derechosos, de mala vibra, de odio; claro, con las siempre presentes excepciones.

De tal manera, que este nuevo impulso de las fuerzas bolivarianas, embaladas hacia otra gran victoria popular que será también una victoria de los pueblos de Nuestra América, debe servirnos para avanzar con una nueva determinación y con un renovado espíritu revolucionario, hacia la profundización de un proceso al que hay que revolucionar desde adentro. Es decir, la victoria del 7 de octubre, a todas luces inminente, debe ser el punto de partida para hacer algo que muchos esperan: la revolución en la revolución.

Editorial/Poderenlared.com