Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

domingo, 30 de enero de 2011

Amor a la lectura, Ludovico Silva y la Revolución cultural

Ludovico Silva
Si podemos entender una revolución cultural como un proceso capaz de incorporar las perspectivas de conocimiento, cultura, cosmovisión… de los sectores históricamente excluidos, invisibilizados y subalternizados por la modernidad capitalista, para crear así las condiciones de posibilidad de la transformación real de las relaciones sociales y las relaciones de producción -proceso más o menos factible dependiendo de la particular formación social de cada uno de los “Estados-nación” que integran Nuestra América- una de las vertientes de esta revolución de la cultura (sin la cual, recordemos, a lo máximo que podríamos llegar sería a un “Estado de bienestar” de nuevo tipo) sería la recuperación para su conocimiento, re-conocimiento y estudio sistemático, de todos aquellos intelectuales, escritores y pensadores críticos que, en las condiciones del bloque histórico cuartarrepublicano, fueron ignorados, de alguna manera subvalorados y cuya obra en el mejor de los casos fue conocida sólo por los que podían, en las pasadas condiciones económicas, políticas y culturales, adquirir sus libros.



    Si de uno de los nuestros se trata, podemos hablar de Ludovico Silva. Sobre todo por la escandalosa pertinencia que tiene hoy su obra. He de decir aquí que si su pertinencia es escandalosa, la casi ausencia de su obra en nuestras librerías (incluyendo a nuestros libreros populares) resulta un hecho más escandaloso aún. Es verdad que si se el azar nos favorece, puede que bajo el puente de la Av. Fuerzas Armadas o en el Bulevar del libro del Paseo Anauco –incluso en la pulpería en Chacaito- consigamos alguno de sus trabajos; algún Antimanual o alguna Plusvalía, y sin embargo contando con esa suerte difícilmente encontremos un ejemplar de Alienación como sistema, un Estilo literario de Marx o un Teoría y práctica de la ideología; menos aún se encuentra un Teoría del socialismo, actualmente tan importante como necesario y mucho menos alguno de sus poemarios. Mi particular percepción es la de que, ciertamente, fue en estos últimos años de proceso revolucionario que la voz “Ludovico Silva” se escuchó de nuevo en distintos discursos públicos pronunciados por diversos líderes de la revolución; el presidente Chávez, uno de ellos. Su obra, por otra parte, parece estar reimprimiéndose con la misma timidez con que es citado en el discurso político. Es un comienzo; y dejo claro que no siempre la edición (masiva) de un determinado libro política-ideológicamente necesario depende de la iniciativa y visión de una editorial, la cual puede estar dispuesta a editar toda la obra de un autor como Ludovico; incluso hasta el exorbitante número del millón, cifra de ejemplares que el presidente Chávez ordenó se editaran de la obra de István Metzáros, ganadora del último premio “Libertador al Pensamiento Crítico”. Existen pues otros impedimentos. Por ejemplo, los derechos de autor.

    En la FILVEN del año 2009, se dejaron ver en las mesas y estantes de la carpa de la plataforma del libro (entiéndase Ministerio de la Cultura) -más allá del éxito general que tuvo el evento- tres de las obras de Ludovico Silva, entre las que se encontró el citado Antimanual -uno de sus clásicos, podemos decir- publicado por Monte Ávila y uno hecho a partir de uno de los capítulos de su obra Teoría y Práctica de la Ideología: El Sueño Insomne, publicado por El perro y la rana, y que es un ensayo escrito en homenaje a Theodor Adorno -fundador de la escuela de teoría crítica de Frankfurt- y cuyo nombre responde a la frase que este utilizó para definir a la TV. Estas ediciones, no obstante, podrían ser el preludio a una edición masiva de uno de sus títulos o el inicio del proceso de edición del resto de su obra que, como mencionamos, tiene una pertinencia escandalosa.

    Al poeta Ludovico lo conocí -hará hace dos años- gracias a un correo remitido por la gente del Taller Artesanal Urquía-Maru que, entre la interesante variedad de enlaces que ofrece su Blog, pude leer uno de sus poemas más celebrados: “El sexo de los ángeles”, erótico, etéreo y transgresor. Por otra parte está su obra filosófica y política, no se si más trascendente que la poética pero sí más extensa y de necesaria difusión; más ahora cuando se desarrolla y se extienden las sesiones de discusión del PSUV y la escuela de formación de cuadros da sus primeros pasos. Relativamente ayer fue que pude leer un libro completo de Ludovico, pero más ayer todavía fue que pude reflexionar sobre el por qué de no haberlo leído antes.

    Si Fulanito Pérez desarrolla y se crea el hábito de la lectura, el amor a la lectura, se puede decir de él cuando se convierte en un lector voraz, que lee “todo lo que cae en sus manos”, cosa grande y que esperamos el Plan Revolucionario de Lectura -punta de lanza de la Revolución cultural en marcha en Venezuela- logre propulsar y arraigar en nuestro pueblo progresivamente. Pero los libros que eventualmente “caen en tus manos”, lector, no caen del cielo ni llegan caminando hasta tu hogar. Nos los recomiendan, nos los prestan, lo encontramos mal puesto en algún lugar de la casa o el trabajo, lo sacamos de la vieja biblioteca y si tenemos alguna inquietud en particular lo buscamos con el librero, con algún camarada, compañero de clase, conocido o en la librería, de acuerdo con nuestras posibilidades económicas o al azar que, como sabemos, también juega su papel. Con todo, los referentes sobre lo bueno o malo de tal o cual escritor pueden venir desde muchos lugares.

    Es así como, retrospectivamente, uno se pregunta el por qué de la escasez, debilidad y oscuridad de las citas, menciones y debates sobre la obra de uno de los pensadores críticos más importantes -no sólo marxista y no sólo de Venezuela como se lee en varios lugares en la red- de la región y del mundo. Como bien afirmó Eduardo Galeano al dispararse vertiginosamente las ventas de su libro Las Venas Abiertas de América Latina en el portal Amazon.com, luego de que el Presidente Chávez le obsequiara un ejemplar de este al flamante -y decepcionante- presidente Obama en aquella cumbre de Trinidad, que un libro haya sido el “más vendido” no dice nada sobre la calidad de ese libro; mucho menos dice sobre su pertinencia en función de un determinado contexto histórico. Cuando se presenta un “fenómeno comercial” con un determinado título, este por lo general ha respondido a una intensa campaña de promoción de ese libro, que puede incluir muchas veces grandes producciones cinematográficas, en articulación con la gran industria “cultural” capitalista. Despertar el amor a la lectura lleva aparejado el despertar del pensamiento crítico, y un “buen lector” no es el que lee “de todo” -aunque en principio, en una etapa de búsqueda, no sea condenable- sino el que sabe qué no leer; el que sabe discriminar y seleccionar las lecturas no sólo para entretenerse o recrearse, sino también para su aprendizaje y crecimiento individual y colectivo de cara al desafío y necesidades del tiempo histórico.

    En lo que respecta a mi experiencia personal -no muy dilatada- ésta me dice que hace quince o diez años hablar de Ludovico Silva era como hablar de un personaje difuso, olvidado; como hablar de un héroe mitológico del cual sólo se recordaba un libro llamado La Plusvalía Ideológica y del que se decía también que era poeta y un dipsómano consumado. Luego de haberlo leído y de tomar conciencia de su importancia en función de las necesidades ideológicas del “sujeto de la revolución”, “cayó en mis manos” una compilación de artículos que Ludovico publicara en la columna Belvedere, en el viejo periódico El Nacional, en una edición conmemorativa de 1990 que saliera por la LUZ (Universidad del Zulia) a propósito del 1º Congreso Literario en Homenaje a Ludovico Silva, en reconocimiento al gran pensador. El público lector y la historia sabrán si esta publicación tuvo alguna trascendencia, sin embargo, dicho reconocimiento, hecho sólo a dos años de su muerte, hay que celebrarlo.

En función de lo hasta ahora dicho, paso a echarles un breve cuento. Para el año 2002, mis estudios universitarios y mi curiosidad me remitían con regularidad a los conocidos libreros de la ciudad de Caracas: Bajo el Puente de la Av. F. Armadas, Paseo Anauco, Zona Rental de Plaza Venezuela, etc.… en esa oportunidad buscaba un libro que algún familiar con seriedad me había recomendado, era El Hombre Mediocre de José Ingenieros. El librero era uno de los que proliferaron -en buena hora- bajo el elevado de la avenida Andrés Bello, pero también era de los que no conocía la mercancía que tanto se preocupaba en vender; me hice entender al preguntarles por el libro de Ingenieros y sin embargo la reiterada respuesta siempre fue un displicente no; sin hablar, siquiera. Fue en ese momento, que hizo su aparición súbita en escena un señor que jurungó la mesa en unos segundos buscando frenéticamente no se que nombre. Noté que no buscaba un libro; buscaba a alguien. Buscaba a Ludovico Silva. Por el acento advertí que era sureño. Me pareció curioso que un argentino estuviera buscando a un autor venezolano en el librero donde yo buscaba a un autor argentino.

Le di algunas referencias de lugares donde talvez podría consumar el hallazgo. De inmediato me dijo que venía de esos lugares y casi simultáneamente dio con el libro de Ingenieros que yo buscaba, dejando mal al librero y dándome una especie de charla breve sobre el autor y la Argentina de fines del siglo XIX. Por mi parte, no pude decirle mayor cosa sobre Ludovico, autor que simplemente no conocía. Pude saber después –hace nada por supuesto- que Ludovico era más o menos conocido en Argentina entre el público de izquierda, y que como varios de nuestros escritores y artistas, Ludovico fue admirado y reconocido en el exterior; no sé si más que en ésta su tierra. El hecho es que esa escena, retrospectivamente, la interpreté como una expresión de una situación que no dependía sólo de mi, y que respondía a un particular problema político-cultural, propio de la cuarta. ¿Qué problema iba a ser?

Resulta más que evidente que las condiciones están creadas -por la revolución- para que se prepare una edición masiva de la obra de Ludovico y este sea utilizado por ejemplo, en un renovado Plan Revolucionario de Lectura. Superar nuestros problemas ideológico-culturales pasa por aprender a reconocer el valor de la obra de nuestros pensadores, comprendiendo con madurez revolucionaria las consecuencias de que nos hayan acostumbrado a admirar lo extranjero y a desestimar lo nuestro. He planteado y reiterado en diversos espacios de discusión para ejemplificar esta tragedia, que de universidades como La Sorbona han egresado pensadores como Luis Althusser u otros, y que de las nuestras han egresado intérpretes y admiradores de Luis Althusser y esos otros. Siempre con las honrosas excepciones. Pero nosotros tenemos gente que pensó con cabeza propia y por tanto con nombre propio, y Ludovico es uno de ellos.

De manera que, si partimos de la idea de que los cambios económicos y jurídico-políticos se revertirían si no se da un cambio cultural; si planteamos que el reconocimiento de la trascendencia de nuestros escritores, intelectuales, pensadores, poetas, constituye una vertiente esencial del fortalecimiento de nuestra identidad y de nuestra cultura para la libertad en el sentido martiano, hay autores venezolanos y de la Patria Grande que merecen ser editados masivamente y ser conocidos en profundidad por todo aquel que se reconozca como agente de cambio, cuadro político, e incluso por todo aquel que se sienta venezolano, y entre ellos se encuentra Ludovico Silva.

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