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domingo, 4 de septiembre de 2016

Gregg Braden y el poder de las emociones sobre nosotros y el mundo +video

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Desde 1887 hasta 1990 toda la ciencia occidental se basa en el principio de que lo que sucede en un lugar no tiene absolutamente ningún efecto en lo que sucede en otra parte, y ahora que sabemos, esto no es absolutamente cierto”. Gregg Braden.

En un contexto en el que el mundo está atravesando una transformación económica, política y geopolítica, pero también desde el punto de vista científico, tecnológico, mental y espiritual, un proceso de cambio en el que la consciencia del ser humano se expande como nunca en su historia moderna de la mano de herramientas como la internet, es importante familiarizar al gran público con investigaciones que desde hace décadas vienen anunciando el cambio paradigmático que actualmente atravesamos.

Si bien las antiguas civilizaciones de la América, así como las de Egipto, China o el Tíbet, siempre estuvieron conscientes de este poder y lograron manejarlo ampliamente, en la época de la modernidad tardía o, dirían algunos, post-moderna o post-capitalista globalizada, este conocimiento milenario parece estarse fundiendo poco a poco -retroalimentándose- con la ciencia y técnica moderna. El físico e ingeniero aeroespacial Greg Braden es un ejemplo cabal de lo anterior, y tiene años recorriendo el mundo dando charlas sobre este poder que muchos han denominado como "visualización creativa”, “el secreto” o “visualización cuántica”.

En el video que veremos más adelante y que explicamos a continuación, Braden discurre sobre los 3 experimentos “que sacuden absolutamente los cimientos de la física occidental”, y que vienen a dar cuenta de los últimos descubrimientos en mecánica cuántica y física de partículas.

Primer experimento

Fue realizado por el científico ruso Vladimir Poponin en la década de 1990, quien llegó por estos años a Estados Unidos a continuar sus investigaciones. Poponin se planteó investigar la relación entre el ADN humano y las partículas elementales de las que está hecho nuestro mundo, los “pequeños paquetes de energía que llamamos fotones”.

El experimento consistió en tomar un tubo de vidrio, sacar todo el aire de ese tubo para crear lo que hoy se denomina el “vacío”, para luego introducir muestras de ADN. Consciente de que este vacío no es absoluto, ya que dentro del tubo hay presencia de estas partículas elementales de luz, Poponin midió las partículas para ver cómo estaban distribuidas. Dice Braden que los resultados de esta primera parte del experimento no fueron sorprendentes, debido a que las partículas estuvieron esparcidas al azar en el espacio, tal como se esperaba.

Seguidamente, en la segunda parte del experimento se colocó algo de ADN humano en el tubo. Ahora, con el ADN dentro del tubo, Poponin procedió a realizar una nueva medición de los fotones, y se encontró con que el ADN provocó que las partículas se alinearan, lo cual demostró que nuestro ADN tiene un “efecto directo sobre la materia que hace a nuestro mundo”.

Este experimento vendría a demostrar lo que la sabiduría ancestral y sus tradiciones espirituales han dicho siempre: “que algo dentro de nosotros tiene un efecto sobre el mundo que nos rodea”.

Segundo experimento

Se trató de un experimento militar. Este consistió en tomar muestras de ADN humano (raspaduras del tejido del interior de la boca de un voluntario) y colocarlo en un dispositivo que puede medir sus “efectos” en una habitación de un edificio, mientras el donante del que procedía la muestra permanecía en otra habitación del mismo edificio. Seguidamente, sometieron a los voluntarios a una “estimulación emocional” que generara reacciones emocionales genuinas tales como alegría, tristeza, miedo, ira o rabia, con el objetivo de ver si el ADN podría afectar las emociones del donante.

Tal expectativa, supone de entrada que existe una relación entre el ADN humano, ubicado en un dispositivo en la habitación de un edificio, y su donante, ubicado en otra habitación del mismo edificio, lo que es decir separado por decenas de metros. Pero lo que hallaron estos científicos fue lo contrario. Veamos.

Lo que sucedió, fue que cuando los donantes tenían sus altos y bajos emocionales, en la otra habitación, exactamente al mismo tiempo el ADN también tenía sus altos y bajos emocionales. Algo casi "mágico" ¿No?

Tercer experimento

El tercer experimento que da cuenta de la influencia de la energía humana de las emociones en el mundo, se realizó en los años noventa en el instituto HeartMath. Esta institución pionera se propuso demostrar que el corazón humano era mucho más que una bomba que hace circular la sangre por nuestros cuerpos. Se quiso probar que el corazón forma el campo magnético más fuerte de nuestro cuerpo, y “que el campo electromagnético que produce nuestro corazón se extiende mucho más allá de nuestro propio cuerpo.”

Para demostrar esta teoría, se diseñó un experimento similar al anterior. De un lado, se tomaron y aislaron muestras de ADN humano y, de otro, se utilizó un grupo de personas entrenadas especialmente para sentir emociones humanas específicas como ira, rabia y enojo, y también amor, perdón y compasión. Cuando se expuso el ADN a emociones como el amor, el ADN se relajó “de una manera enorme”; al exponerlo a emociones de ira, odio y celos ocurrió lo contrario, encogiéndose notablemente “como un pequeño nudo.”

El poder del ser humano

Para Gregg Braden, al relacionar los resultados de estos tres experimentos, es decir, cuando los dejamos de ver como tres experimentos aislados, nos damos cuenta de la gran historia que se nos está contando. El primero, nos dijo que el ADN de nuestro cuerpo tiene un efecto directo sobre nuestro mundo, sobre las cosas físicas que están a fin de cuentas hechas del mismo “polvo de estrellas” que nosotros; el último experimento demuestra que las emociones humanas tienen la capacidad de cambiar el ADN humano, lo cual tiene un indudable efecto sobre el mundo que nos rodea; y en el experimento del medio, queda patente que ya sea que estemos en el mismo edificio o a mil kilómetros, el efecto es el mismo.

En conclusión, Braden sostiene que no estamos limitados ni por el espacio ni por el tiempo, y que el ser humano alberga un poder que no está regido por las leyes de la física y que es capaz de influir en el mundo. Ahora bien, estas leyes de las que habla Braden son las de la física newtoniana, ya que tales “hazañas humanas” están indudablemente emparentadas con el paradigma de la física cuántica.

Para otra ocasión dejaremos las implicaciones que este conocimiento tiene para la salud de las modernas naciones capitalistas, cuyas poblaciones viven en una permanente alteración emocional producto de la influencia de los grandes medios de comunicación masiva ―entre otros factores―.

Sobre este conocimiento, destaquemos, Braden dice que nos fue legado por varias de las antiguas civilizaciones alrededor del mundo:



Amaury González V.

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