Palabras clave: Batalla de ideas, política, crítica, transformación, diálogo, innovación, cambio de época, amplitud, bloque histórico, lectura, análisis, verdad, belleza, sueños, liberación.

domingo, 3 de julio de 2011

El Mito de Santander, de Laureano Gómez: Prólogo a la edición venezolana

El conocimiento del pasado, ciertamente, puede ser adquirido en cualquier trabajo histórico serio, sistemático y bien documentado. Sin embargo, adquirido el conocimiento del hecho histórico, queda por hacer lo más importante: su interpretación. Resulta en este sentido significativo, lo que para el autor del libro “Bolívar: Pensamiento Precursor del Antiimperialismo”, Francisco Pividal, es la historia: la interpretación del pasado según los reclamos del presente. De ésta manera, nunca será reiterativo recordar que nuestro presente, la situación actual de nuestros pueblos, su grandeza, su idiosincrasia, sus problemas estructurales, son inexorable producto de un determinado proceso histórico. Es así, como en el actual contexto de cambio sociopolítico que vive Venezuela y la región, en plena inauguración de la Era Bicentenaria, la publicación de la obra “El Mito de Santander”, de Laureano Gómez, cobra indudable pertinencia. 

Son varias las razones que nos motivaron a plantear la publicación de un trabajo que, en su momento, causó un revuelo de considerables dimensiones. En primer lugar, este año dio inicio al período Bicentenario y de esta manera a una revitalizada iniciativa de recuperación y mantenimiento de la memoria histórica, del estudio sistemático de la de la gesta independentista y de la vida y obra de sus protagonistas, proceso que ha dado como resultado tanto la reivindicación y realce de personajes clave para la mejor comprensión de nuestro devenir histórico, como la multiplicación y profundización de los estudios sobre los procesos y personalidades de nuestra historia patria. El general Francisco de Paula Santander, conocido como el “fundador civil” de la hermana república de Colombia, llamado por Bolívar “el hombre de las leyes”, sin duda constituye uno de esos personajes centrales sin cuyo estudio no lograríamos la cabal comprensión de los acontecimientos que rodearon la heroica creación y el posterior desmembramiento de “Colombia la Grande”.


 Este renovado interés por la historia que se ha despertado en la sociedad venezolana en el contexto de la Revolución Bolivariana, ha generado apasionados debates que han incluido, por ejemplo, la verosímil hipótesis del posible asesinato de Bolívar. No obstante, el proceso que se desarrolla en el país y en la región, como dinámica de politización es también un proceso de fortalecimiento de la conciencia y del pensamiento crítico en general. En este sentido, la batalla de ideas como pugna entre la ideología –entendida como falsa conciencia- y la crítica, es un proceso develador y desmitificador en cuyo transcurso fortalecemos la conciencia y por tanto, nuestra comprensión de la sociedad en que nos tocó vivir en suerte, sus contradicciones y antagonismos, y nuestro consiguiente compromiso con su cambio necesario. De acuerdo a lo que venimos diciendo, podemos decir que la obra que presentamos hoy a los lectores, constituye un ejemplo cabal de trabajo desmitificador, en este caso de la figura de un prócer, lo que de inmediato nos sugiere la necesaria solidez argumental del trabajo y su evidente calidad de polémico. Es así, como el carácter crítico-develador del esfuerzo documental de la presente obra, constituye otra razón que nos llevó a incluir a “El Mito de Santander” entre los pertrechos de nuestra Artillería del Pensamiento.

El avezado lector ya se estará preguntando el por qué de los miramientos en la explicación de las razones que nos determinaron a publicar esta obra, y ciertamente, esta edición, la primera venezolana, no dejará pasar la oportunidad, en este preliminar, de dejar algunas reflexiones sobre el autor y su obra que indefectiblemente se relacionan con nuestro actual contexto político; particularmente con las conflictivas y complejas relaciones del gobierno bolivariano del Presidente Hugo Chávez con el gobierno colombiano en los últimos años; más específicamente con el gobierno del presidente saliente Álvaro Uribe Vélez.

Fue a finales de noviembre del año 2007, a escasos días de la fecha fijada para el  referéndum sobre la Propuesta de Reforma Constitucional planteada por el Presidente Chávez, en un contexto de gran efervescencia política y de grandes expectativas ante una propuesta de reforma que era verdaderamente revolucionaria, donde el citado presidente Álvaro Uribe pronunció un discurso donde ponía fin a las comprometidas labores de mediación que venía desarrollando el Presidente Chávez, en función del logro de un acuerdo que permitiera un intercambio humanitario entre las FARC-EP y el Gobierno Colombiano, luego de que la senadora colombiana Piedad Córdoba, en el programa Aló Presidente del 15 de agosto de 2007, en una elocuente y sentida intervención, exhortara a nuestro presidente a que interviniera directamente como mediador en la citada negociación.

Plagado de falacias y martingalas, en su discurso Uribe acusó al Jefe del Gobierno Bolivariano de estar impulsando un proyecto expansionista en la región, presentándose además como defensor del general Santander ante los supuestos intentos de maltrato a su memoria por parte del presidente Chávez. Citemos dos fragmentos cruciales de dicho discurso:

“La verdad, Presidente Chávez, es que no se puede maltratar la historia, no se puede manchar la memoria de los héroes desfigurándolos en la demagogia popular para desorientar a los pueblos. El general Santander nos dio el ejemplo del apego a la ley”.

El fragmento inmediato, dice:

“La verdad, Presidente Chávez, es que no se puede burlar la ley como usted lo hace, tratando de maltratar al general Santander para sustituir la ley por el capricho personal”.

Resultó evidente en el discurso de Uribe la presencia del llamado mito de Santander, y es a partir de éste que es preciso recordar, que toda la hagiografía jurídica y toda la mitología que existía en torno a la figura del general quedaron revolcadas magistralmente con la argumentación de Laureano Gómez. Como podrá advertir el lector, este episodio de la historia reciente y que ocurrió en un momento crítico-definitorio de la dinámica sociopolítica del país –en una coyuntura electoral, pues- constituye para nosotros la tercera razón, entre otras que pudieran plantearse, para publicar esta compilación de artículos del mentado político y escritor colombiano.

De tal manera, un especial ánimo crítico y patriota nos impulsó en el proyecto de edición de este libro, no obstante, como este ánimo no nos ofusca, consideramos importante recordar que el autor del libro, Laureano Gómez, puede ser considerado como uno de los padres de la violencia en Colombia. En artículo publicado en Internet en abril de 2004, dice Gloria Gaitán (hija del líder político Jorge Eliécer Gaitán, asesinado en 1948) que Gómez es “paradigma del fascismo en Colombia”, así como recuerda que su apodo es precisamente el de “monstruo”, por haber ejecutado las más dantescas matanzas durante su gobierno en los años cincuenta. La calumnia, la maledicencia, la infamia, nos dice Gaitán, fueron características en el marco de su candidatura a la presidencia, pero también nos recuerda que fue el vil responsable de la creación de las brigadas de “camisas negras”, conocidas en el campo como la “Policía Chulavita”, dirigidas por sus hijos Álvaro y Enrique Gómez Hurtado y que inaugurando terribles actos de sicariato para infundir el terror, aplicaron lo que se llamó el “corte de corbata”, cosa que dejamos a la curiosidad del lector.

A pesar de que Gómez gobernó prácticamente un año –entre 1950 y 1951- antes de ceder el poder temporalmente a Roberto Urdaneta Arbeláez por razones de salud, este corto período bastó y sobró para que su gestión fuera, para muchos, un verdadero desastre desde el punto de vista del respeto a los derechos humanos. En otras palabras, el régimen del conservador Laureano Gómez fue represor y sanguinario, como sanguinaria ha sido históricamente la oligarquía colombiana. Para conservar su poder y mantener su hegemonía, es cierto que esta oligarquía ha derrochado talento, pero no lo es menos que ha derramado mucha sangre. Si intentamos hacer una analogía histórica, Álvaro Uribe puede ser considerado como una suerte de epígono de Laureano Gómez, donde los haya. Empero, de considerarlo su epígono no lo sería por su pluma estilizada, prestancia intelectual o conocimiento de la historia; mucho menos, por haberse atrevido a incursionar en el polémico ámbito de la historia para desmitificar a un personaje considerado prócer de su país, como lo es el general Santander. Al contrario de esto, el actual presidente colombiano recuerda a Gómez en tanto “monstruo”, en su política intransigente expresada en la doctrina de la “Seguridad Democrática”, que en gran medida ha servido para encubrir reiterados casos de violación a los derechos humanos, dentro y fuera de su territorio.

Así las cosas, estamos en presencia aquí de un personaje que fue, como muchos en la historia, un acendrado escritor –además de un brillante orador- al tiempo que fue un destacado jefe político involucrado en acciones que hoy serían calificadas como el más crudo ejemplo de terrorismo de Estado. En tal sentido, podemos especular sobre la dificultad que muchos tuvieron –y que algunos pudieran hoy tener- en abordar esta obra sin reservas de carácter político. Sin embargo, en un intento de rescatar lo que de evidentemente valioso tiene la obra de Gómez, podemos considerar el caso tal como sucede, por ejemplo, con el filósofo Martin Heidegger, por una parte, un hombre que formó parte de las filas del Partido Nacionalsocialista Alemán y, por otra, un autor con una importante y referencial obra filosófica. En el caso del filósofo alemán, los actuales investigadores y pensadores prefieren considerar su trabajo desde una perspectiva estrictamente filosófica. En el caso del autor de la presente obra, pensamos que por razones similares y específicamente por la significación y pertinencia de su trabajo para nuestro actual contexto, los lectores preferirán considerar su obra en su sentido estrictamente histórico.

Como dice Gloria Gaitán “Es bueno recordar la historia porque ella nos devela las raíces culturales e ideológicas de los protagonistas presentes”. Es así, como el estudio de la historia, en este caso los aspectos del general Santander que se exponen en la presente obra, nos ofrece un antecedente cuyo estudio resulta más que pertinente para la mejor comprensión de la actual realidad colombiana y de esta manera, de las relaciones colombo-venezolanas; pero también permite una reflexión: la constatación de que el epígono de Laureano Gómez defiende de forma superficial y sin argumentos a un personaje categóricamente bajado por este de los planos del mito y la ciega veneración. Es decir, no deja de ser interesante, para contestar humildemente lo que para los venezolanos fue un discurso ofensivo, citar a una figura de la historia política colombiana -ciertamente un personaje oscuro aunque lúcido- a un paisano de Uribe, pues, para refutarlo. Porque existe una verdad con testigos, la verdad histórica, así los epígonos contemporáneos no la tomen en cuenta.

Mauro Gonzaga. Abril de 2010.

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