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lunes, 21 de octubre de 2013

Panorama y desafíos del proceso bolivariano en medio de la revancha burguesa y sus aliados

Desde hace aproximadamente un año se inició una ola especulativa en Venezuela que, si bien en un principio se atribuyó al tradicional pago de aguinaldos y la proximidad de la época decembrina, no ha parado hasta hoy. De inmediato, el pueblo se dio cuenta que estábamos en presencia de una guerra económica.
 

Esta “ola” especulativa se “liberó” simultáneamente al agravamiento de la salud del Comandante Chávez, quien luego de ganar épicamente y por tercera vez las elecciones presidenciales en Venezuela, garantizando la continuidad del proceso bolivariano, vio agravada su salud y se vio precisado de viajar de nuevo a Cuba para exámenes y tratamientos de rigor. Durante esos atribulados días, la guerra de cuarta generación empezó a agudizarse con sucias estrategias en las redes sociales y un bombardeo inescrupuloso de rumores sobre la salud de Chávez, que no pararon hasta su deceso definitivo.

A medida que se prolongaba la ausencia del Comandante, más comenzó a sentirse que le habían quitado el dique político y moral a las fuerzas económicas de la reacción y sus aliados internacionales. 

Luego de la adopción del nuevo régimen cambiario el pasado febrero, las prácticas especulativas encontraron el mejor de todos los alicientes para desbocarse con los precios de los productos básicos y de todo tipo. Tanto dio, que hasta llamaron de nuevo a Eduardo Samán para que se ocupara del Indepabis.

Varios análisis comenzaron a dar cuenta de la situación. Por esos días, el politólogo Heiber Barreto afirmaba que la devaluación, que había sido del 47%, “viene a golpear más a los que menos tienen, pues sus ingresos, sueldos o salarios se devalúan en casi la misma proporción, mientras que los que más tienen vieron duplicadas de la noche a la mañana sus riquezas”.

En ese mismo artículo, intitulado Del capitalismo rentista al socialismo rentístico, Barreto señaló que “Cada devaluación nos echa en cara la gran dependencia estructural de nuestra economía de la renta del petróleo, pues nuestro aparato industrial, productivo, que está en manos de la burguesía, nunca ha podido convertirse en una verdadera fuente de riqueza”.

Pasaban los meses, y se hizo evidente para la mayoría de los venezolanos que estábamos en presencia de una guerra económica bien planificada y con claros objetivos políticos. Muchos se preguntaron en dónde había quedado aquella negociación del Gobierno con Lorenzo Mendoza, de Empresas Polar; más aún, muchos se preguntaban si todo lo que estaba ocurriendo estaba pasando con la aquiescencia de algún sector del Gobierno bolivariano en sus más altos niveles.

En este sentido, para el analista Modesto Emilio Guerrero, “Mientras más de la mitad del comercio interior esté fuera de control jamás se podrá controlar la metástasis de la corrupción privada/estatal. Son los funcionarios de ambos sectores quienes se reparten, sin control social, la importación, el financiamiento en dólares y el control político de estas funciones económicas centrales”. Única y cabal explicación que puede dar cuenta de los más de 20 mil millones que fluyeron caudalosamente a través del Sitme hacia las cuentas de la burguesía importadora, tal como lo reconoció a principio de año la ex presidenta del Banco Central de Venezuela, Edmé Betancourt.

Pero además, los análisis y artículos críticos publicados en distintos medios, comenzaban a dar cuenta, resintiéndose, de una realidad que en los mejores años de la Revolución bolivariana ―hasta ahora― fue escamoteada por el desbordante entusiasmo revolucionario, cuando no era una cuestión pseudo-innombrable. Venezuela seguía siendo capitalista, más capitalista y más rentista que nunca. Algunas reflexiones y números comenzaron a publicarse.

A mediados de septiembre, un grupo de analistas agrupados en la plataforma Marea Socialista, publicaron un análisis en profundidad, apoyado en datos oficiales, intitulado ¿Qué esconde la Guerra Económica contra el Proceso Bolivariano?, con un subtítulo que aludía al actual ministro de Finanzas y ex presidente del Banco Central, Nelson Merentes, a quien señalaron de ir en contravía del legado de Hugo Chávez. Una idea queda en el texto claramente planeada: estamos en presencia de una revancha de la burguesía importadora para captar una mayor porción de la renta petrolera.
 
“Hoy el plan de la oligarquía local y el capital financiero es la misma: la de apropiarse de la mayor parte posible de la Renta Petrolera, esa es la base material de la guerra económica que estamos viviendo.” En el documento se hacen una serie de propuestas de forma sistemática, una de ellas: plantea que “Todas las operaciones de comercio internacional deben quedar provisionalmente en manos del Estado y su realización debe ser pública a través de los mecanismos apropiados, prensa, páginas web, etcétera para garantizar el control social de esas operaciones”.

Cabe destacar, que el pasado viernes 18 de octubre, el ministro de Energía y Petróleo, presidente de Pdvsa y Vicepresidente para el área económica, Rafael Ramírez, luego de dejar claro que estábamos en presencia de una lucha por la redistribución de la renta petrolera, de una ofensiva oligarca nacional e internacional para quedarse con lo que le pertenece a todo el pueblo venezolano, afirmó que no habría una nueva devaluación, al tiempo que anunciaba que se inyectarían 100 millones de dólares semanalmente al Sicad, el mecanismo de otorgamiento de divisas que sustituyó al Sitme y que funciona utilizando el método de las subastas.

De otro lado, el economista marxista Manuel Sutherland destaca el aumento de 894% de la importación estatal en los últimos años y la caída vertiginosa de las reservas internacionales. Sutherland, junto a otros economistas como Víctor Álvarez, alude la sobrevaluación del tipo de cambio como la causa de las importaciones altamente lucrativas y fraudulentas, denunciando que “miles de empresarios que se dedican a sobrefacturar importaciones o simplemente piden dólares y no acarrean ni una de las mercancías que ofrecieron traer”. De ahí la denominación que se han ganado de burguesía parasitaria, calificativo que se queda corto ante una burguesía rentista que no solo no ha logrado crear un mínimo parque industrial en el país, sino que se lleva los dólares sin siquiera traer al país lo que dice que importa.

Aunado a lo anterior, el economista ilustra el carácter parasitario y lo “consentida” que ha sido esta burguesía, al destacar la relación entre lo que exporta y lo que importa. Este muy particular sector privado genera tan solo el 3% de las divisas que ingresan al país, lo cual equivale a dos mil setecientos millones de dólares de Estados Unidos (2700 millones, cifras 2012). Sin embargo, este mismo sector importa la astronómica cifra de 43.000 millones de dólares de EEUU. Dice Sutherland:

Lo que queremos mostrar a simple vista, es la más absurda desproporción entre las divisas que genera el capital privado en Venezuela y las divisas que exige para su funcionamiento. Es delirante que habiendo un control de cambio el gobierno traslade (anualmente) alrededor de 43 mil de millones de dólares de EEUU preferenciales a la burguesía local, para que está genere la miserable suma de 2,7 mil millones de dólares de EEUU”.

Concretamente, de acuerdo a las cifras reflejadas en el mismo artículo, el sector privado ha importado, entre 2003 y 2012, la excepcional cifra de 317.092 millones de dólares; pero también, las importaciones del Estado, durante el mismo período, crecieron en un 894%. De tal manera, la bonanza petrolera iniciada en el país con la recuperación de los precios del petróleo ―en 2004―, de un lado sirvió para saldar la gran deuda social con el gran sector de los venezolanos excluidos durante la Cuarta República; pero de otro, se dio inicio a un proceso de agudización desquiciante del carácter rentista de la economía, con todas las consecuencias culturales e ideológicas que este conlleva, proveyendo a la burguesía parasitaria de un renovado y abundante tetero de petrodólares y postergándose de nuevo la industrialización del país

La propuesta de Sutherland, finalmente coincide con la de Marea Socialista y otros sectores de la izquierda marxista: “La nacionalización de las importaciones a través de una Central Estatal Única de Importaciones (CEUI)”, con la cual, al parecer del autor, se frenaría el desangre de divisas y se lograría destruir el negocio especulativo de la burguesía comercial improductiva y apátrida.

Haciendo un breve balance de estos hechos, los cuales se vienen arrastrando en los últimos años, se comprenden más aún los llamados desesperados del Comandante Chávez a impulsar las comunas y fortalecer el poder popular en sus últimos meses de gestión, lugar donde radican todas las esperanzas de la continuidad de la Revolución bolivariana, en medio del predominio de corrientes desarrollistas, conspiraciones de la extrema derecha nacional y sus aliados foráneos, y del enemigo más nefasto de todos: la hegemonía avasallante de la ideología capitalista en su versión rentista, con su perverso correlato: la ninfomanía dolarizada.




Este es el panorama económico, a groso modo, que se divisa en Venezuela, contexto frente al cual el Gobierno sigue tomando medidas, y no solo de cara a las venideras elecciones del 8 de diciembre.

amauryalejandrogv@gmail.com
@maurogonzag

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